Siraj falleció en 1946 tras haber pasado los últimos cinco años de su vida en una prisión de Bombay acusado de un robo que hasta el último día juró no haber cometido. Como predijo Jawahal, la poca suerte que había tenido le abandonó para siempre.
Roshan es hoy un próspero y poderoso comerciante, dueño de buena parte de las antiguas calles de la ciudad negra donde se crió como un mendigo sin techo. Él es el único que, cada año, cumple con el ritual de enviarme una carta de felicitación en la fecha de mi cumpleaños. Sé por sus cartas que se casó y que el número de nietos que corretean por sus propiedades sólo es comparable al de las cifras que componen su fortuna.
Por lo que a mí respecta, la vida ha sido generosa conmigo y me ha permitido recorrer este extraño pasaje a ninguna parte en paz y sin privaciones. Poco después de finalizar mis estudios, la clínica del doctor Walter Hartley en Whitechapel me ofreció un puesto y fue allí donde realmente aprendí el oficio con el que siempre soñé y del que todavía vivo. Hace veinte años, tras la muerte de mi esposa Iris, me trasladé a Bournemouth, donde mi hogar y mi consulta comparten una pequeña y confortable casa desde la que se divisa la marisma de Poole Bay. Mi única compañía desde que Iris me dejó han sido su recuerdo y el secreto que un día compartí con mis compañeros de la Chowbar Society.
Una vez más, he dejado a Ben para el final. Incluso hoy, cuando hace ya más de cincuenta años que no le veo, me resulta difícil hablar del que fue y siempre será mi mejor amigo. Me enteré, gracias a Roshan, de que Ben se fue a vivir a la que había sido la casa de su padre, el ingeniero Chandra Chatterghee, en compañía de la anciana Aryami Bosé, cuya fortaleza de ánimo nunca se sobrepuso al impacto de la muerte de Sheere, lo que la arrastró sin remedio a una larga melancolía que habría de sellar sus ojos para siempre en octubre de 1941. Desde aquel día, Ben vivió y trabajó solo en la casa que su padre había construido. Fue allí donde escribió todos sus libros hasta el año en que desapareció para siempre sin dejar rastro.
Una mañana de diciembre años después de que todos, incluso Roshan, le diesen por muerto, recibí un pequeño paquete mientras contemplaba la marisma desde el pequeño muelle que se alza frente a mi casa. El envoltorio llevaba estampado un matasellos de la oficina postal de Calcuta y mi nombre aparecía dibujado en una caligrafía que no podría olvidar aunque viviese cien años. En su interior envuelto entre varias capas de papel, encontré la mitad de la medalla en forma de Sol que Aryami Bosé dividió en dos partes cuando separó a Ben y Sheere aquella trágica noche de 1916.
Esta mañana, mientras escribía al amanecer las últimas líneas de esta memoria, las primeras nieves del año han tendido su manto blanco frente a mi ventana. El recuerdo de Ben ha vuelto a mí como el eco de un susurro después de todos estos años. Le he imaginado recorriendo las turbulentas calles de Calcuta entre la multitud, entre mil historias desconocidas como la suya y, por primera vez he comprendido que mi compañero, al igual que yo, ya es un hombre viejo y que su reloj está a punto de completar su círculo. Es tan extraño sentir cómo la vida se nos ha escapado de las manos…
No sé si volveré a saber de mi amigo Ben. Pero sé que, en algún punto de la misteriosa ciudad negra, el muchacho de quien me despedí para siempre aquel amanecer que nevó sobre Calcuta sigue vivo y mantiene encendida la llama del recuerdo de Sheere, soñando con el momento de reunirse con ella en un mundo donde ya nada ni nadie los pueda separar jamás.
Espero que la encuentres, amigo.
* * *
CARLOS RUIZ ZAFÓN, nació en Barcelona en 1964. Se educó en el colegio de los jesuitas de San Ignacio de Sarrià, después se matriculó en Ciencias de la Información y ya en el primer año le surgió una oferta para trabajar en el mundo de la publicidad. Llegó a ser director creativo de una importante agencia de Barcelona hasta que en 1992 decidió abandonar la publicidad para consagrarse a la literatura.
Comenzó con literatura juvenil: su primera novela,
El príncipe de la niebla
, la publicó en 1993 y fue un éxito: obtuvo el premio Edebé. Carlos Ruiz Zafón, que desde pequeño había sentido fascinación por el cine y Los Ángeles, usó el dinero del galardón para cumplir su sueño y partió a Estados Unidos, donde se radicó; pasó allí los primeros años escribiendo guiones al tiempo que continuaba sacando nuevas novelas. Las tres siguientes también estuvieron dedicadas a lectores jóvenes:
El palacio de la medianoche
(1994),
Las luces de septiembre
(1995) (estas, con su primera novela, forman
La trilogía de la niebla
que posteriormente serían publicadas en un solo volumen) y
Marina
(1999).
La consagración como escritor superventas vino en enero de 2002, con la publicación de su primera novela 'para adultos',
La sombra del viento
. Traducida a numerosos idiomas, la novela, cuya introducción en España fue en un principio difícil y lenta, se ha convertido en una de las españolas más vendidas en el mundo, con más de 10 millones de ejemplares.
La segunda novela 'para adultos'
El juego del ángel
, salió en 2008 y, teniendo en cuenta el éxito de
La sombra del viento
, la tirada inicial fue de un millón de ejemplares acompañada de una campaña mediática sin precedentes. Planeta no se equivocó y el libro se convirtió de inmediato en un best seller.
Ambas novelas forman parte de la tetralogía que Ruiz Zafón dedica a su ciudad natal. El tercer libro, «más optimista y menos derrotista que la anterior» según afirman los editores, se titula
El prisionero del cielo
(2011).