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Authors: Brian Lumley

El origen del mal (45 page)

»"¡Muy bien!, pero tienes suerte de que esté en deuda contigo. Más tarde ya me contarás por qué llevabas este insulto encima", insistió.

»Después se volvió hacia sus hombres, que se apresuraron a dirigirse a la llanura y a subir en sus monturas.

»Karen hizo un movimiento hacia ellos, pero yo permanecí quieta, sin saber qué hacer. Dándose cuenta de mi indecisión, dijo: "Ven, nos están esperando".

»Me llevó hasta una de aquellas criaturas, que estaba recostada en el suelo moviendo la cabeza. Pensé que debía de tratarse de la de Corlis, puesto que en el lomo, a la salida del cuello, tenía una caja de metal colocada en la posición adecuada.

»"Súbete y métete dentro", me dijo Karen, pero a mí me fue imposible hacerlo.

»Retrocedí y moví la cabeza. Fue como si mi temor le infundiera una mayor confianza, aunque no creo que le hiciera mucha falta. Después se echó a reír. "Entonces móntate conmigo."

»Nos dirigimos a otra de las bestias que estaba libre, colocada al lado de la anterior. Debajo del arnés tenía una especie de manta morada, grande como una alfombra, que le cubría todo el cuerpo. El arnés era de cuero negro con ornamentos de oro, en tanto que la silla de montar, por la parte de la base del cuello del animal, era enorme, blanda y suntuosa. Aquella criatura bajó el cuello y Karen, agarrándose a los salientes y a los arneses, se aupó fácilmente y se sentó en la silla. Me costaba enormemente tocar aquella carne extraña. Lady Karen se agachó, me agarró la mano enfebrecida con la suya helada y, sirviéndome de su ayuda, me monté detrás de ella. "Si te mareas, agárrate a mí", me dijo.

»Y salimos volando en dirección a su nido de águilas. No puedo decir nada más acerca de aquel vuelo, puesto que tuve los ojos cerrados gran parte del tiempo y, si me agarré a ella, fue porque no había ningún otro sitio al que agarrarme.

»El nido de águilas era un lugar horrible, era… ¿Jazz?

Zek se inclinó hacia adelante y lo miró. Jazz tenía pegada en los labios la colilla del cigarrillo. Aunque Zek lo contempló largamente con una sonrisa, se dio cuenta de que una ráfaga de viento le precipitaba sobre el pecho un poco de ceniza y que el pecho de Jazz había comenzado a bajar y subir rítmicamente. ¡Y eso que había dicho que se sentía incapaz de dormir! Bueno, mejor que se tomase su descanso…, y mejor también que ella lo imitara.

Aun así, no pudo por menos de preguntarse hasta qué punto había atendido su relato.

Daba la casualidad de que lo había oído casi todo y de que la opinión de Jazz con respecto a ella apenas había variado: seguía considerándola una mujer endiablada…

Los veintitrés kilómetros siguientes no resultaron tan fáciles de recorrer e hicieron que Jazz comenzara a entender qué había querido decir Zek al comentarle que uno se quedaba con el espinazo roto. Después de todo lo que había pasado antes y después de abandonar Perchorsk (y su propio mundo), algo menos de tres horas de sueño no eran gran cosa. Al menos en lo que se refería a la preparación para lo que había de seguir después. El camino era duro y serpenteaba hasta llegar a las colinas más altas, donde las piedras desprendidas convertían la marcha en una auténtica carrera de obstáculos; no tardó mucho en ponerse a llover, un diluvio que acabó por apaciguarse cuando Lardis anunció la siguiente interrupción para hacer un nuevo descanso. Aquí había cuevas secas y poco profundas que se abrían debajo de salientes de roca, y dentro de ellas se dispersaron gran parte de los Viajeros. Jazz y Zek hicieron lo mismo y desde su angosto refugio atisbaron el cielo que se iba aclarando y el sol bajo e inconmovible que comenzaba a proyectar nuevamente sobre sus rostros sus rayos pálidos, pero ya reconfortantes.

Desde aquel punto, mientras el ambiente se iba despejando y el lol absorbía y dispersaba la niebla turbulenta que se levantaba del suelo, Jazz comprendió por qué Lardis había escogido aquella ruta tan difícil. Más abajo, un bosque se extendía, amplio y profundo, hasta la llanura de la Tierra del Sol. Atravesados por multitud de riachuelos que bajaban de las colinas tumultuosos, los bosques de un verde profundo y oscuro hablaban de una exuberancia casi impenetrable. Allí en las alturas, los ríos todavía eran cursos de agua fácilmente vadeables, pero al llegar abajo se despeñaban desde los barrancos y después se juntaban y acababan por formar amplios torrentes que serpenteaban entre los bosques. Eran buenos para la caza y la pesca, ciertamente, pero no para una caminata tan ardua como aquélla. La elección había sido fácil: un camino difícil o un camino imposible. El pie de las colinas dominaba la vista de todo el terreno circundante, detalle que era muy del gusto de Lardis.

—Esta vez —dijo Jazz a Zek—, creo que voy a dormir.

—También has dormido la última vez —le recordó ella—. ¿Comienzas a notar el agotamiento?

—¿Que si comienzo a notarlo? —dijo Jazz con una mueca—. No tengo un solo músculo en el cuerpo que no me duela. Y los Viajeros, encima, tienen que llevar a rastras de un lado a otro esta maldita y pesada narria y todavía no les he oído quejarse. Supongo que es lo que tú dices, pero no sé qué le ocurriría a una persona débil o anciana que viniera a parar a este lugar.

—No es que yo sea muy fuerte —reflexionó ella—, pero yo he tenido más tiempo para acostumbrarme. Supongo que en cierta manera he tenido suerte de que lady Karen fuera la primera en acogerme. Y después, que ella fuera…, bueno, una «señora», o por lo menos todo lo señora que le permite su condición.

—¿Su condición?

—En ella anida el huevo de Dramal Doombody —dijo Zek, sin dejar de mover la cabeza—. El wamphyri lord Dramal estaba sentenciado desde el día que contrajo la lepra…, razón por la cual le fue puesto el nombre que llevaba. Voy a explicártelo.

»La lepra también forma parte del sino de los Viajeros. Son propensos a ella. Se la contagian, la heredan o simplemente la contraen por contacto con otro leproso. No me preguntes, porque no sé nada acerca de la enfermedad. Pero cuando en un Viajero comienzan a aparecer los síntomas, está perdido. Ocurre de vez en cuando: simplemente, su tribu lo abandona, ya se trate de un hombre o de una mujer. Dramal, en su juventud, hace de eso quinientos años, se juntó con una leprosa que, aunque padecía la enfermedad, todavía no manifestaba síntoma alguno. El vampiro la encontró atractiva, cohabitó con ella en su nido de águilas y, más tarde, demasiado tarde, descubrió la maldición que había caído sobre él.

Jazz se quedó nuevamente desconcertado.

—¿Quieres decir que ella le contagió la enfermedad? Me sorprende que esas terribles criaturas puedan sobrevivir. Dejando aparte el que están guerreando continuamente entre sí, encima beben la sangre de los Viajeros, mantienen relaciones sexuales con las mujeres y generalmente son vulnerables a toda suerte de enfermedades.

—Sin embargo —respondió Zek—, a su manera son escrupulosos. Por lo menos los auténticos señores entre los wamphyri.

—¿Escrupulosos? —preguntó Jazz, atónito—. ¿Lo dices en serio?

Ella lo miró a los ojos sin parpadear.

—Las cucarachas también son escrupulosas a su manera. Pero hay que decir que los wamphyri son, efectivamente, quisquillosos. Sus servidores, sus secuaces, generalmente Viajeros que han experimentado un cambio y que han sido vampirizados pero no han recibido un huevo, como aquellos dos que viste con Shaithis, no son tan exigentes. En cuanto a eso que dices de que son vulnerables a toda suerte de enfermedades, tal vez sería verdad si fueran completamente humanos pero, como has podido ver, no lo son. Así que un hombre es vampirizado, su cuerpo se hace invulnerable a las enfermedades. Por esto viven tantísimos años. Incluso llegan a superar el proceso de envejecimiento.

—Sin embargo, no son invulnerables a la lepra. ¿Es eso lo que quieres decir?

—Así es, al parecer. De todos modos, esta mujer de Dramal murió en la torre donde él la encerró. Pero le pasó la enfermedad. Por supuesto que su carne de vampiro la combatió y, después de deteriorarse, sus miembros se regeneraron y su carne se renovó. Pero Dramal no podía salir victorioso. El vampiro que había en él estaba infectado. Así que la enfermedad hizo mella en él, pese a que todas las energías de Dramal se concentraron en combatirla e impedir que avanzara. Su nido de águilas fue rehuido por los wamphyri y ni siquiera tenía visitantes en tiempos de tregua. Por supuesto que contaba con sus siervos pero, a medida que se iba debilitando, incluso éstos comenzaron a murmurar contra él y a urdir conjuras contra su persona. En realidad, tenían miedo de que les pegara la enfermedad.

»Ahora bien, todo esto requirió tiempo, casi quinientos años de gradual deterioro. Sin embargo, hace unos cuantos años que Dramal comenzó a temer que se aproximaba su fin y que uno de los Grandes No Muertos estaba a punto de morir… O que muy pronto se encontraría tan débil que hasta sus propios siervos se levantarían contra él, le clavarían una estaca, lo decapitarían y quemarían sus restos hasta dejarlos reducidos a cenizas. Entonces volarían hasta su nido de águilas, ahora considerado por casi todo el mundo como un foco de infección. Decidió entonces que, antes de que consiguieran hacer lo que se proponían, debía depositar su huevo, si bien no pensaba depositarlo en ninguno de los que componían aquella traicionera caterva que lo rodeaba. Por supuesto que, cuando pasara el huevo a otro, huiría de él su poder y el nido de águilas pasaría a manos de su sucesor. Así es que cogió a Karen Sisclu, perteneciente a una de las tribus orientales de Viajeros, e hizo de ella un wamphyri y, antes de morir, le transmitió todo su poder. En una situación mejor, le habría pasado el huevo a través del acto sexual, pero ahora ya no le quedaban fuerzas para esa clase de expansiones. Las había consumido todas en enseñar a Karen las costumbres de los wamphyri, los secretos del nido de águilas y en pasarle los sellos y la lealtad de sus diferentes bestias. Así es que se limitó a besarla y con el beso bastó: aquel beso monstruoso fue suficiente para transmitirle el huevo.

Jazz a duras penas pudo reprimir un ligero estremecimiento. Hizo una mueca y dijo:

—¡Oh, Dios, qué mundo éste! Pero dime una cosa: cuando hablas de «su condición» refiriéndote a lady Karen, ¿quieres decir que ahora es un wamphyri o que es algo peor todavía? Me refiero a que si, además, padece la lepra que le contagió Dramal.

—¡No, eso no! —respondió Zek—, pero es posible que su situación sea todavía peor, si eso es posible. Mira, las leyendas de los wamphyri dicen que la primera madre fue una hembra, cuyo vampiro produjo no un solo huevo, como es normal, sino una interminable cantidad de huevos, hasta que el vampiro y su huésped femenina quedaron secos… y ya no quedó nada de los dos. Éstos dieron nacimiento a los vampiros, pero el esfuerzo los dejó absolutamente exhaustos y convertidos en pellejos sin vida. Así fue como Dramal decidió pagar a los demás wamphyri por el desdén que le habían manifestado, por llamarle Doombody, es decir, cuerpo condenado, y por el aislamiento en que lo habían tenido. Pero lo hizo también por pura maldad. Haría que viniesen a parar a este mundo un centenar de huevos de vampiro, todos los cuales encontrarían un huésped en los habitantes de aquel nido de águilas. ¡Hasta las bestias voladoras y las criaturas guerreras se convertirían en wamphyri! Lo cual suponía el envilecimiento de toda la raza dominada por una bruja. ¿Comprendes?

Jazz asintió con la cabeza, aunque no sin cierta incertidumbre.

—Creo que sí. Él esperaba que Karen se convertiría en madre y que su vampiro produciría la misma interminable cadena de huevos. Pero ¿qué seguridad podía tener?

—Quizá no la tenía —dijo ella encogiéndose de hombros—, quizás esperaba que fuera así, pero el hecho es que dijo a Karen que esto es lo que ocurriría. Y ella, la pobre, como es una criatura maldita y condenada, así lo cree. Los wamphyri tienen extraños poderes. Tal vez en cierto modo lo ha maquinado todo. En cualquier caso, ahora él se está corrompiendo y ella está aguardando, mientras el vampiro que se alberga dentro de ella va madurando lentamente. Lo que ocurre es que hay algunos que maduran más rápidamente que otros. En algunos el hecho ocurre en cosa de días, mientras que en otros tarda muchos años. Si su vampiro es una madre, tendrá el mismo sino que aquella primera madre de la leyenda…

Zek hizo una pausa y, como movida por un impulso, se acercó a Jazz y le tocó la cara. Antes de que tuviera tiempo de retirar la mano, él le dio un beso en los dedos. También había sido un impulso. Zek le sonrió y movió la cabeza.

—Sé qué estás pensando —dijo—, y ciertamente no tengo necesidad de leer tus pensamientos para saberlo. De todos modos, son pensamientos de saltamontes, porque pasan de consideraciones espantosas a… apetencias de placer… ¡una cosa detrás de la otra!

Y a continuación volvió a ponerse seria.

—Tienes razón, Jazz, éste es un mundo terrible. Y nosotros no estamos ni mucho menos fuera de él. Mejor ahorrar esfuerzos.

—Me he fijado que te has puesto muy cerca de mí. Quizá no sé leer tus pensamientos…

Ella se echó a reír.

—Aquí hay muchos Viajeros varones sin pareja, Jazz —dijo Zek—. Ahora tanto ellos como Lardis se figurarán que me he decidido, y pueden tener razón o no tenerla. De todos modos, ya no tendré necesidad de seguir quitándomelos de encima… pero no me obligues a tener que rechazarte a ti también, porque no sé si lo conseguiría.

Jazz lanzó un suspiro y rezongó:

—¡Promesas, promesas!

Después, con una sonrisa que más bien parecía una mueca, dijo:

—Está bien, tú ganas. De todos modos, me duele todo…

Al final de la última etapa del viaje, el sol se había trasladado unos cuantos grados hacia el este y había descendido apreciablemente en el cielo. O, tal vez, los Viajeros habían subido del pie de las montañas y el horizonte había bajado. Fuera lo que fuese, Jazz observó una franca urgencia, una mayor conciencia en Lardis y su gente. El desfiladero a través de las montañas todavía estaba a unos cuantos kilómetros en dirección este y el descenso del sol parecía mucho mas evidente. Sí, y Shaithis tenía unas cuentas que ajustar, por lo que cuanto antes llegase la tribu al refugio de su cueva, tanto mejor.

Siguiendo un camino perfectamente definido colinas abajo, la marcha se hizo rápida y sorprendentemente fácil. Se habían cubierto poco menos de treinta kilómetros en el tiempo calculado para la mitad de esa distancia, cosa que complacía profundamente a Lardis, y éste ordenó que se instalara un campamento en la orilla oeste del río, al borde de una extensa región cubierta de bosques, y comunicó a sus gentes que tenían cuatro horas de descanso. Envió cazadores a la sabana cubierta de altas hierbas, entre las cuales vivían toda suerte de pájaros y otros animales, y después se buscó un sitio junto a la orilla del río, trazó una línea y se sentó en el suelo, sumido en aquel largo atardecer, de espaldas a los pescadores, dispuesto a hacer sus planes.

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