Read El hombre unidimensional Online
Authors: Herbert Marcuse
La automatización en su sentido más amplio significa, en efecto, el
fin
de la medida del trabajo… Con la automatización, no se puede medir la producción de un solo hombre; ahora sólo se mide la utilización del equipo. Si esto se generaliza como una clase de concepto… ya no hay, por ejemplo, ninguna razón para pagarle a un hombre por pieza o pagarle por hora, esto es, ya no hay ninguna razón para conservar el «sistema de pago dual» de salarios y primas.
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Daniel Bell, el autor de este estudio, va más lejos; liga este cambio tecnológico al sistema histórico de industrialización: el significado de
la industrialización no surgió con la introducción de fábricas, «surgió a partir de la
medición del trabajo
. Sólo cuando un trabajo puede ser medido, se puede atar a un hombre a su trabajo, se puede ejercer una presión sobre él, y medir su rendimiento en términos de una sola pieza y pagarle por la pieza o por la hora, se llega a la industrialización moderna».
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Lo que está en juego en estos cambios tecnológicos es mucho más que un sistema de pago, que la relación del trabajador con otras clases, que la organización del trabajo. Lo que está en juego es la compatibilidad del progreso técnico con las propias instituciones en las que se desarrolló la industrialización.
3) Estos cambios en el carácter del trabajo y los instrumentos de producción modifican la actitud y la conciencia del trabajador, que se hace manifiesta en la ampliamente discutida o integración social y cultural» de la clase trabajadora con la sociedad capitalista. ¿Es éste un cambio sólo en la conciencia? La respuesta afirmativa, dada frecuentemente por los marxistas, parece extrañamente inconsistente.
¿Se puede entender un cambio tan fundamental en la conciencia sin asumir un cambio correspondiente en la «existencia social»? Incluso concediendo un alto grado de independencia ideológica, los lazos que unen este cambio con la transformación del proceso productivo se oponen a esta interpretación. La asimilación en necesidades y aspiraciones, en el nivel de vida, en las actividades de diversión, en la política, deriva de una integración
en la fábrica
misma, en el proceso material de producción.
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Desde luego es muy dudoso que uno pueda hablar de «integración voluntaria» (Serge Mallet) en un sentido que no sea irónico. En la situación actual, los aspectos negativos de la automatización predominan: aumento del ritmo de trabajo, paro tecnológico, fortalecimiento de la posición directiva, mayor impotencia y resignación por parte de los trabajadores. Las posibilidades de promoción disminuyen conforme la dirección prefiere ingenieros y graduados universitarios. Sin embargo, hay otras tendencias. La misma organización tecnológica que establece una comunidad mecánica en el trabajo genera también una mayor interdependencia que
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integra al trabajador con la fábrica. Se advierte una «disposición» por parte de los trabajadores «por intervenir en la solución de los problemas de la producción», un «deseo de unirse activamente aplicando sus propios cerebros a los problemas técnicos y de la producción que dependen claramente de la tecnología».
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En algunas de las empresas más avanzadas técnicamente, los trabajadores muestran incluso un claro interés por la empresa; un efecto frecuentemente observado de la «participación» de los trabajadores en la empresa capitalista. Una descripción sugestiva, referente a las altamente americanizadas refinerías Caltex en Ambes, Francia, puede servir para caracterizar esta tendencia. Los trabajadores de la instalación son conscientes de los lazos que los unen a la empresa:
Lazos profesionales, lazos oficiales, lazos materiales: el oficio adquirido en la refinería, el hábito de las relaciones de producción que allí se han establecido, las múltiples ventajas sociales que, en caso de muerte repentina, enfermedad grave, incapacidad para el trabajo, en fin, de vejez, les son aseguradas por su mera pertenencia a la firma, prolongando más allá del período productivo de sus vidas la seguridad del mañana. Así, la noción de este contrato viviente e indestructible con la «Caltex» les lleva a preocuparse, con una atención y una lucidez inesperada, de la gestión financiera de la empresa. Los delegados a los Comités de empresa desmenuzan la contabilidad de la sociedad con el celoso cuidado que le prestarían los más concienzudos accionistas. La dirección de la Caltex puede ciertamente frotarse las manos cuando los sindicatos aceptan sobreseer sus reivindicaciones de salarios ante las necesidades de nuevas inversiones. Pero comienza a manifestar las más «legítimas» inquietudes cuando, tomando en serio los falsos balances de la filial francesa, los delegados se inquietan por los negocios «desventajosos» realizados por estas filiales y llevan su audacia hasta a discutir los precios de coste y a sugerir medidas económicas.
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4) El nuevo mundo del trabajo tecnológico refuerza así un debilitamiento de la posición negativa de la clase trabajadora: ésta ya no aparece como la contradicción viviente para la sociedad establecida. Esta tendencia se fortalece por efecto de la organización tecnológica de la producción al otro lado de la barrera: en la gerencia y la dirección. La dominación se transforma en administración.
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Los jefes y los propietarios capitalistas están perdiendo su identidad como agentes responsables; están asumiendo la función de burócratas en una máquina corporativa. Dentro de la vasta jerarquía de juntas ejecutivas y administrativas que se extienden mucho más allá de la empresa individual hasta el laboratorio científico y el instituto de investigaciones, el gobierno nacional y el interés nacional, la fuente tangible de explotación desaparece detrás de la fachada de racionalidad objetiva. El odio y la frustración son despojados de su propósito específico y el velo tecnológico oculta la reproducción de la desigualdad y la esclavitud.
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Con el progreso técnico como su instrumento, la falta de libertad en el sentido de la sujeción del hombre a su aparato productivo se perpetúa e intensifica bajo la forma de muchas libertades y comodidades. El aspecto nuevo es la abrumadora racionalidad de esta empresa irracional, y la profundidad del condicionamiento previo que configura los impulsos instintivos y aspiraciones de los individuos y oscurece la diferencia entre conciencia falsa y verdadera. Porque en realidad, ni la utilización de controles administrativos más que físicos (el hambre, la dependencia personal, la fuerza), ni el cambio de carácter en el trabajo pesado, ni la asimilación de las clases ocupacionales, ni la nivelación en la esfera de consumo, compensan el hecho de que las decisiones sobre la vida y la muerte, sobre la seguridad personal y nacional se toman en lugares sobre los que los individuos no tienen control. Los esclavos de la sociedad industrial desarrollada son esclavos sublimados, pero son esclavos,
porque la esclavitud está determinada no por la obediencia, ni por la rudeza del trabajo, sino por el
status
de instrumento y la reducción del hombre al estado de cosa.
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Ésta es la forma más pura de servidumbre: existir como instrumento, como cosa. Y este modo de existencia no se anula si la cosa es animada y elige su alimento material e intelectual, si no siente su «ser cosa», si es una cosa bonita, limpia, móvil. A la inversa, conforme la reificación tiende a hacerse totalitaria gracias a su forma tecnológica, los mismos organizadores y administradores se hacen cada vez más dependientes de la maquinaria que organizan y administran. Y esta dependencia mutua ya no es la relación dialéctica entre señor y siervo, que ha sido rota en la lucha por el reconocimiento mutuo, sino más bien un círculo vicioso que encierra tanto al señor como al esclavo. ¿Mandan los técnicos o su mando le pertenece a otros, que descansan en ellos como sus planificadores y ejecutores?
… las presiones de la altamente tecnológica carrera de armamentos de hoy han arrebatado la iniciativa y el poder de tomar las decisiones cruciales de las manos de los funcionarios responsables del gobierno y lo han puesto en manos de técnicos, planificadores y científicos empleados por los grandes imperios industriales y cargados de responsabilidad por los intereses de sus patronos. Su trabajo es soñar con nuevos sistemas de armamentos y persuadir a los militares de que el futuro de su profesión militar, tanto como el del país, depende de comprar aquello en lo que han soñado.
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Así como las instituciones productivas dependen de los militares para asegurar su propia preservación y crecimiento, los militares dependen de las compañías «no sólo para obtener sus armas, sino también para saber qué clase de armas necesitan, cuánto costarán y cuánto tiempo llevará obtenerlas».
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El círculo vicioso parece en verdad la imagen más apropiada de una sociedad que se autoexpande y autoperpetúa en su propia dirección preestablecida; guiada por las crecientes necesidades que genera y, al mismo tiempo, contiene.
¿Hay alguna posibilidad de que esta cadena de productividad y represión crecientes pueda ser rota? La respuesta requeriría un intento de proyectar los desarrollos contemporáneos hacia el futuro, asumiendo una evolución relativamente normal; esto es, marginando la muy real posibilidad de una guerra nuclear. En esta suposición, el Enemigo seguiría siendo «permanente»; es decir, el comunismo seguiría coexistiendo con el capitalismo. Al mismo tiempo, este último seguiría siendo capaz de mantener e incluso incrementar el nivel de vida para una parte de la población cada vez mayor, a pesar y a través de la producción intensificada de los medios de destrucción y el despilfarro metódico de los recursos y facultades. Esta capacidad se ha afirmado a pesar y por medio de dos guerras mundiales y la inmensa regresión física e intelectual provocada por los sistemas fascistas.
La base material de esta capacidad seguirá encontrándose en:
a
) la creciente productividad del trabajo (progreso técnico);
b
) el crecimiento de la tasa de natalidad en la población existente;
c
) la permanente economía de defensa;
d
) la integración económica y política de los países capitalistas y el fortalecimiento de sus relaciones con las zonas subdesarrolladas.
Pero el conflicto continuado entre las capacidades productivas de la sociedad y su utilización destructiva y opresiva requerirá esfuerzos intensificados para imponer las exigencias del aparato a la población, para librarse de la capacidad excesiva, crear la necesidad de comprar los bienes que pueden ser vendidos con ganancia y el deseo de trabajar para su producción y promoción. Así el sistema tiende tanto hacia la administración total como a la dependencia total de una administración que dirigen organismos públicos y privados, fortaleciendo la armonía preestablecida entre el interés del gran público y las empresas privadas, y el de sus clientes y servidores. Ni la nacionalización parcial, ni la extensión de la participación del trabajo en la gestión y el beneficio, podrán alterar por sí mismas este sistema de dominación, en tanto que el trabajo en sí mismo permanezca como una fuerza apuntalada y afirmativa.
Hay tendencias centrífugas, exteriores e interiores. Una de ellas es inherente al progreso técnico mismo:
la automatización
. Sugerí que la automatización que se extiende es algo más que un crecimiento cuantitativo de la mecanización: es un cambio en el carácter de las fuerzas productivas básicas.
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Parece ser que la automatización llevada a los límites de su posibilidad técnica es incompatible con una sociedad basada en la explotación privada del poder del trabajo humano en el proceso de producción. Casi un siglo antes de que la automatización llegara a ser una realidad, Marx vio sus posibilidades explosivas:
Conforme avanza la industria en gran escala, la creación de la riqueza real depende menos del tiempo de trabajo y la cantidad de trabajo invertida que del poder de los agentes puestos en acción durante el tiempo de trabajo. Estos agentes (
Agentien
) y su todopoderosa efectividad, no están en proporción con el tiempo de trabajo inmediato que su producción requiere; su efectividad depende más bien del nivel científico y tecnológico de progreso alcanzado; en otras palabras de la aplicación de esta ciencia a la producción… Entonces el trabajo humano ya no aparece como encerrado en el proceso de producción —más bien el hombre se relaciona con el proceso de producción como supervisor y regulador (
Wächter und Regulator)..
. Permanece fuera del proceso de producción en vez de ser el agente principal en el proceso de producción… En esta transformación, el gran pilar de producción y riqueza ya no es el trabajo inmediato realizado por el hombre mismo, ni su tiempo de trabajo, sino la apropiación de su propia productividad (
Produktivkraft
) universal, esto es, su conocimiento y su dominio de la naturaleza a través de su existencia social; en una palabra, el desarrollo del individuo social (
des gesellschaftlichen Individuums
). El
robo del tiempo de trabajo ajeno, en el que la riqueza [social] descansa hoy
, aparece entonces como una base miserable comparada con la nueva base que la misma industria en gran escala ha creado. Tan pronto como el trabajo humano, en su forma inmediata, ha dejado de ser la gran fuente de riqueza, el tiempo de trabajo cesará, y por necesidad debe dejar de ser la medida de riqueza y el valor de cambio dejará de ser la medida del valor de uso. El
trabajo excedente de la masa
[de la población] ha dejado así de ser la condición para el desarrollo de la riqueza social (
des allgemeinen Reichtums
), y el ocio de los menos ha dejado de ser la condición para el desarrollo de las facultades universales intelectuales del hombre. El modo de producción que descansa en el valor de cambio se desploma así…
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La automatización parece ser en realidad el gran catalizador de la sociedad industrial avanzada. Es un catalizador explosivo o no explosivo en la base material del cambio cualitativo, el instrumento técnico del paso de la cantidad a la calidad. Porque el proceso social de la automatización expresa la transformación, o más bien transubstanciación de la fuerza de trabajo, en el que ésta, separada del individuo, deviene un objeto productor independiente, y por tanto, un sujeto en sí mismo.