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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

El Héroe de las Eras (96 page)

Pero así eran las cosas, según parecía. Algunas decisiones importantes se tomaban en el campo de batalla o en la sala de reuniones. Pero otras se tomaban en silencio, sin que los demás las vieran. Eso no hacía que la decisión fuera menos importante para Sazed. Creería. No porque se le hubiera demostrado algo más allá de su capacidad para negar. Sino porque había decidido hacerlo.

De la misma manera que Vin había elegido creer y confiar en la banda, advirtió. Por lo que le había enseñado Kelsier.
También me enseñaste a mí, Superviviente
, pensó Sazed, saliendo al túnel de piedra para ir al encuentro de los líderes kandra.
Gracias.

Sazed recorrió los pasadizos de la caverna, súbitamente ansioso ante la perspectiva de pasar otro día entrevistando a los miembros de la Primera Generación. Ahora que había cubierto la mayor parte de su religión, planeaba averiguar más sobre el Primer Contrato.

Por lo que sabía, era el único humano aparte del Lord Legislador que había leído jamás sus palabras. Los miembros de la Primera Generación trataban el metal donde estaba escrito el Contrato con bastante menos reverencia que los otros kandra. Eso le sorprendía.

Naturalmente, tiene sentido
, pensó.
Para los miembros de la Primera Generación, el Lord Legislador era un amigo. Se acuerdan de haber escalado las montañas con él… era su líder, sí, pero no un dios. Más o menos como los miembros de la banda, que tenían problemas para ver a Kelsier bajo un prisma religioso.

Todavía perdido en sus pensamientos, Sazed se dirigió al Cubil de la Confianza, cuyas amplias puertas metálicas estaban abiertas. Se detuvo nada más entrar. La Primera Generación esperaba en sus nichos, como de costumbre. No bajaron hasta que Sazed cerró las puertas. Sin embargo, por extraño que parezca, los miembros de la Segunda Generación permanecieron en sus atriles, dirigiéndose a las multitudes de kandra, que a pesar de ser mucho más reservados de lo que lo habría sido un grupo similar de humanos, mostraban cierto aire de ansiedad.

—¿Qué significa esto, KanPaar? —preguntaba uno de los kandra—. Por favor, estamos confundidos. Pregúntale a la Primera Generación.

—Ya hemos hablado de esto —dijo KanPaar, líder de los Segundos—. No hay ninguna necesidad de alarmarse. ¡Miraos, ahí congregados, murmurando y cuchicheando como si fuerais humanos!

Sazed se acercó a una de las kandra femeninas, o eso le parecía, más jóvenes, congregada con los otros ante la puerta del Cubil de la Confianza.

—Por favor —susurró—. ¿Cuál es esta fuente de preocupación?

—Las brumas, Sagrado Forjador de Mundos —respondió la kandra.

—¿Qué pasa con ellas? ¿Es porque cada vez permanecen más durante el día?

—No —respondió la muchacha kandra—. Porque se han ido.

Sazed se sobresaltó:

—¿Qué?

La kandra asintió.

—Nadie lo advirtió hasta esta mañana temprano. Todavía estaba oscuro fuera, y un guardia se acercó a comprobar una de las salidas. ¡Dice que no había ninguna bruma fuera, a pesar de que era de noche! Otros salieron también. Todos están de acuerdo.

—Es una cuestión sencilla —dijo KanPaar a la cámara—. Sabemos que anoche llovió, y a veces la lluvia dispersa las brumas durante un breve espacio de tiempo. Regresarán mañana.

—Pero ahora mismo no llueve —dijo uno de los kandra—. Y no llovía cuando TarKaw salió de patrulla. Ha habido brumas por la mañana durante meses y meses. ¿Dónde están?

—¡Bah! —KanPaar agitó despectivo una mano—. ¿Te preocupaste cuando las brumas empezaron a salir por las mañanas, y ahora te quejas de que hayan desaparecido? Somos kandra. Somos eternos: lo superamos todo y a todos. No nos reunimos en turbas ruidosas. Volved a lo que estabais haciendo. Esto no significa nada.

—¡No! —susurró una voz en la caverna. Las cabezas se alzaron, y el grupo entero guardó silencio.

—¡No! —susurró Haddek, líder de la Primera Generación, desde su nicho oculto—. Esto es importante. Estábamos equivocados, KanPaar. Muy, muy equivocados. Despejad el Cubil de la Confianza. Dejad sólo al guardador. Y difundid la noticia. Puede que haya llegado el día de la Resolución.

El comentario sólo sirvió para agitar más a los kandra. Sazed permaneció inmóvil, asombrado; nunca había visto una reacción tal en aquellas criaturas, normalmente tan tranquilas. Hicieron lo que se les pedía (los kandra parecían ser muy buenos en eso), y despejaron la sala, aunque entre susurros y debates. Los Segundos salieron los últimos, con aspecto humillado. Sazed los vio partir, pensando en las palabras de KanPaar.

Somos eternos… lo superamos todo y a todos
. De repente, los kandra empezaron a tener más sentido para Sazed. Qué fácil sería ignorar al mundo exterior si uno fuese inmortal. Habían superado tantos problemas y predicamentos, levantamientos y disturbios, que cualquier cosa que sucediera en el exterior tenía que parecer trivial.

Tan trivial, de hecho, que era incluso posible ignorar las profecías de tu propia religión cuando empezaban a cumplirse. Al cabo de un rato, la sala quedó vacía, y un par de fornidos miembros de la Quinta Generación cerraron las puertas desde fuera, dejando solo a Sazed, quien esperó pacientemente, disponiendo sus notas sobre su mesa mientras los miembros de la Primera Generación bajaban por sus escaleras ocultas y se reunían con él.

—Dime, guardador —dijo Haddek mientras sus hermanos se sentaban—, ¿cómo interpretas este hecho?

—¿La marcha de las brumas? Parece portentoso… aunque admito que no puedo dar una razón concreta de por qué.

—Es porque hay cosas que no te hemos explicado todavía —dijo Haddek, mirando a los demás. Parecían muy preocupados—. Cosas relacionadas con el Primer Contrato, y las promesas de los kandra.

Sazed preparó una placa de metal:

—Continúa, por favor.

—He de pedirte que no registres estas palabras —replicó Haddek.

Sazed vaciló, y entonces soltó su pluma.

—Muy bien… aunque os advierto. La memoria de un guardador, aun sin sus mentes de metal, es muy larga.

—Eso no puede evitarse —dijo uno de los otros—. Necesitamos tu consejo, guardador. Como alguien de fuera.

—Como hijo —susurró otro.

—Cuando el Padre nos creó —dijo Haddek—. Él… nos hizo un encargo. Algo diferente al Primer Contrato.

—Para él, fue casi como una idea de última hora —añadió uno de los otros—. Aunque, cuando lo mencionó, dio a entender que era muy importante.

—Nos hizo prometerlo —dijo Haddek—. A cada uno de nosotros. Nos dijo que algún día podría exigírsenos que nos quitáramos nuestras Bendiciones.

—Que las sacáramos de nuestros cuerpos —añadió otro.

—Que nos matáramos —dijo Haddek.

La sala quedó en silencio.

—¿Estáis seguros de que esto os matará? —preguntó Sazed.

—Nos volvería a convertir en espectros de la bruma —contestó Haddek—. Que, en esencia, viene a ser lo mismo.

—El Padre dijo que tendríamos que hacerlo. No que «tal vez tuviéramos». Dijo que tendríamos que asegurarnos que los otros kandra conocieran este encargo.

—Lo llamamos la Resolución —dijo Haddek—. Cada kandra lo aprende cuando nace. Se les da el encargo, por juramento y arraigo, para que se quiten sus Bendiciones si la Primera Generación lo ordena. Nunca hemos invocado este encargo.

—¿Pero ahora lo estáis considerando? —preguntó Sazed, frunciendo el ceño—. No comprendo. ¿Simplemente por la forma en que actúan las brumas?

—Las brumas son el cuerpo de Conservación, guardador —dijo Haddek—. Este hecho es muy portentoso.

—Hemos estado escuchando a nuestros hijos discutir toda la mañana —dijo otro—. Y eso nos preocupa. No saben todo lo que representan las brumas, pero son conscientes de su importancia.

—Rashek dijo que lo sabríamos. Nos lo contó. «Llegará el día en que tendréis que quitaros vuestras Bendiciones. Cuando llegue, lo sabréis.»

Haddek asintió.

—Dijo que lo sabríamos. Y… estamos muy preocupados.

—¿Cómo podemos ordenar la muerte de todo nuestro pueblo? —preguntó otro—. La Resolución siempre me ha molestado.

—Rashek vio el futuro —contestó Haddek, dándose media vuelta—. Tuvo el poder de Conservación y lo ejerció. ¡Es el único hombre que lo ha hecho! Ni siquiera esa muchacha de la que habla el guardador usó el poder. ¡Sólo Rashek! El Padre.

—¿Entonces dónde están las brumas? —preguntó otro.

La sala volvió a quedar en silencio. Sazed se sentó, la pluma en la mano, sin escribir nada todavía. Se inclinó hacia delante.

—¿Las brumas son el cuerpo de Conservación?

Los demás asintieron:

—¿Y… han desaparecido?

Asintieron de nuevo:

—¿Entonces eso significa que Conservación ha regresado?

—¡Imposible! —dijo Haddek—. El poder de Conservación permanece, pues el poder no puede ser destruido. Su mente, sin embargo, fue destruida por completo… pues ése fue el sacrificio que hizo para aprisionar a Ruina.

—Queda la lasca —recordó otro—. La sombra del yo.

—Sí —dijo Haddek—. Pero eso no es Conservación, sólo una imagen… un resto. Ahora que Ruina ha escapado, creo que podemos asumir que incluso eso ha sido destruido.

—Es más —empezó a decir otro—. Podríamos…

Sazed alzó las manos, llamando su atención.

—Si Conservación no ha regresado, ¿no habrá tomado alguien más su poder para usarlo en esta lucha? ¿No es lo que dicen vuestras enseñanzas que sucederá? Lo que ha sido separado debe de nuevo empezar a encontrar su todo.

Silencio.

—Tal vez —dijo Haddek.

Vin
, pensó Sazed, emocionándose.
¡Esto es lo que significa ser el Héroe de las Eras! Tengo razón al creer. ¡Ella puede salvarnos!

Sazed cogió una hoja de metal y empezó a anotar sus pensamientos. En ese momento, sin embargo, las puertas del Cubil de la Confianza se abrieron de golpe.

Sazed vaciló, y se volvió con el ceño fruncido. Un grupo de miembros de la Quinta Generación con huesos de roca entró en la sala, seguidos por los esbeltos miembros de la Segunda. Fuera, el pasillo de la caverna estaba vacío y no se veía a la anterior multitud.

—¡Cogedlos! —ordenó KanPaar furtivamente, señalando.

—¿Qué es esto? —exclamó Haddek.

Sazed permaneció sentado, la pluma entre los dedos. Reconoció la postura urgente y tensa en las figuras de los miembros de la Segunda Generación. Algunos parecían asustados, otros, decididos. Los miembros de la Quinta Generación avanzaron rápidamente, sus movimientos ampliados por la Bendición de la Potencia.

—¡KanPaar! —exclamó Haddek—. ¿Qué es esto?

Sazed se levantó lentamente. Cuatro miembros de la Quinta Generación se dispusieron a rodearlo, blandiendo martillos como armas.

—Es un golpe —dijo Sazed.

—No podéis seguir gobernando —dijo KanPaar a la Primera Generación—. Destruiríais lo que tenemos aquí, contaminando nuestra tierra con gente de fuera, dejando que la cháchara revolucionaria nuble la sabiduría kandra.

—Este no es el momento, KanPaar —dijo Haddek. Los miembros de la Primera Generación gritaron cuando fueron empujados y apresados.

—¿No es el momento? —preguntó KanPaar, airado—. ¡Habláis de la Resolución! ¿No tenéis ni idea del pánico que eso ha causado? Vais a destruir todo lo que tenemos.

Sin perder la tranquilidad, Sazed se volvió para mirar a KanPaar. A pesar de su furioso tono, el kandra sonreía levemente a través de sus labios transparentes.

Tenía que actuar ahora
, pensó Sazed,
antes de que la Primera Generación dijera algo más a la gente corriente… volviendo a los Segundos redundantes. KanPaar puede ocultarlos en alguna parte, y luego colocar muñecos en los nichos.

Sazed intentó coger su mentepeltre. Uno de los Quintos se la arrancó con un velocísimo movimiento, y otros dos sujetaron a Sazed por los brazos. Se debatió, pero sus captores kandra eran inhumanamente fuertes.

—¡KanPaar! —chilló Haddek. La voz del Primero sonó sorprendentemente fuerte—. Perteneces a la Segunda Generación, me debes obediencia. ¡Nosotros os creamos!

KanPaar lo ignoró, dirigiendo a sus kandra para que ataran a los miembros de la Primera Generación. Los otros Segundos se congregaron tras él, cada vez más aprensivos y sorprendidos por lo que estaban haciendo.

—¡Puede que haya llegado el tiempo para la Resolución! —exclamó Haddek—. ¡Debemos…!

Se interrumpió cuando uno de los Quintos lo amordazó.

—Por eso exactamente he de asumir el liderazgo —dijo KanPaar, sacudiendo la cabeza—. Eres demasiado inestable, viejo. No confiaré el futuro de nuestro pueblo a una criatura que podría, por capricho, ordenarles que se suicidaran.

—Temes el cambio —dijo Sazed, mirando al kandra a los ojos.

—Temo la inestabilidad —respondió KanPaar—. Me aseguraré de que el pueblo kandra tenga un liderazgo firme e inmutable.

—Tu argumento es el mismo que el de muchos revolucionarios —dijo Sazed—. Y puedo ver tu preocupación. Sin embargo, no debes hacer esto. Vuestras propias profecías vienen a cumplirse. ¡Ahora lo comprendo! Sin la parte que los kandra van a representar, podrías causar sin querer el final de todas las cosas. Déjame continuar mi investigación, enciérranos en esta sala si debes, pero no…

—¡Amordázalo! —ordenó KanPaar, volviéndose.

Sazed se debatió, sin éxito, mientras le tapaban la boca y lo sacaban del Cubil de la Confianza, dejando atrás el atium, el cuerpo de un dios, y en manos de traidores.

Capítulo 76

Siempre me he preguntado por la extraña habilidad que tienen los alománticos para penetrar las brumas. Cuando uno quema estaño, puede ver más allá en la noche, mirando a través de las brumas. Para el profano, esto podría parecer una conexión lógica: el estaño, después de todo, amplifica los sentidos.

La mente lógica, sin embargo, puede encontrar un enigma en esta habilidad. ¿Cómo puede el estaño, exactamente, permitir ver a través de las brumas? Siendo una obstrucción, no están conectadas con la calidad de la vista. Tanto el erudito miope como el explorador de vista de águila tendrían el mismo problema para ver en la distancia si hubiera un muro de por medio.

Ésta tendría que haber sido, pues, nuestra primera pista. Los alománticos podían ver a través de las brumas porque las brumas estaban, de hecho, compuestas por el mismo poder que la alomancia. Al quemar estaño, el alomántico era casi parte de las brumas. Y por tanto, éstas eran más transparentes para él.

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