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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

El Héroe de las Eras (101 page)

En la otra sala, KanPaar alzó la cabeza y miró directamente hacia la posición de Sazed. Ruina lo había advertido.

Sazed no se detuvo a pensar más. Se metió la mano en el bolsillo, agarró el cerrojo de acero, y lo decantó. Atravesó corriendo el pasillo a una velocidad inhumana, y recogió el saco del suelo mientras los kandra empezaban a gritar.

Sazed abrió el saco, y encontró un conjunto de brazaletes, anillos y argollas dentro. Volcó las preciosas mentes de metal en el suelo y cogió dos en concreto. Entonces, moviéndose todavía a velocidad cegadora, se hizo a un lado.

Su menteacero se agotó. Uno de los anillos que había cogido era de peltre. Lo decantó en busca de fuerza, creciendo de tamaño y constitución. Entonces cerró las puertas del Cubil de la Confianza, haciendo que aquellos que quedaron atrapados dentro gritaran sorprendidos. Finalmente, decantó el otro anillo, éste de hierro. Se hizo más pesado, convirtiéndose en un parapeto que mantuvo cerradas las enormes puertas metálicas del Cubil de la Confianza.

Era una táctica dilatoria. Permaneció allí, manteniendo cerradas las puertas, mientras sus mentes de metal se agotaban a un ritmo alarmante. Eran los mismos anillos que llevaba en el asedio de Luthadel, los que se habían imbuido en él. Los había recargado tras el asedio, antes de renunciar a la feruquimia. No durarían mucho. ¿Qué haría cuando los kandra atravesaran la puerta? Buscó desesperadamente un medio de bloquearla, pero no pudo ver nada. Y si soltaba aunque fuera un instante, los kandra del interior se liberarían.

—Por favor —susurró, esperando que, como antes, el ser que escuchaba le ofreciera un milagro—. Voy a necesitar ayuda…

—Juro que era él, mi señor —dijo el soldado, un hombre llamado Rittle—. Creo en la Iglesia del Superviviente desde el día de la misma muerte de Kelsier. Me predicó, me convirtió a la rebelión. Estuve presente cuando visitó las cuevas e hizo que Lord Demoux luchara por su honor. Reconocería a Kelsier como reconocería a mi padre.
Era
el Superviviente.

Elend se volvió hacia el otro soldado, que asintió mostrando su acuerdo.

—Yo no lo conocí, mi señor —dijo este hombre—. Sin embargo, encajaba con la descripción. Creo que era él de verdad.

Elend se volvió hacia Demoux, quien asintió también.

—Describieron con mucha precisión a Lord Kelsier, mi señor. Nos está vigilando.

Elend…

Llegó un mensajero y le susurró algo a Demoux. La noche era oscura, y a la luz de las antorchas Elend se volvió a estudiar a los soldados que habían visto a Kelsier. No parecían testigos muy fiables: Elend no había dejado atrás precisamente a sus mejores soldados cuando salió de campaña. Sin embargo, había otros que al parecer habían visto también al Superviviente. Elend querría hablar con ellos.

Sacudió la cabeza. ¿Y dónde demonios estaba Vin?

Elend…

—Mi señor —dijo Demoux, tocándole el brazo, preocupado. Elend ordenó retirarse a los dos soldados. Fuera acertada o no su visión, les debía mucho: habían salvado muchas vidas con sus preparativos.

—Informe de los exploradores, mi señor —dijo Demoux, el rostro iluminado por una antorcha colgada de una pica que aleteaba con la brisa nocturna—. Los koloss que viste se dirigen hacia aquí. Se mueven rápido. Los exploradores los vieron acercarse desde la cima de una colina. Podrían… estar aquí antes de que termine la noche.

Elend maldijo en voz baja.

Elend…

Frunció el ceño. ¿Por qué seguía oyendo su nombre en el viento? Se volvió y contempló la oscuridad. Algo tiraba de él, guiándolo, susurrándole. Trató de ignorarlo, volviéndose hacia Demoux. Y sin embargo allí estaba, en su corazón.

Ven…

Parecía la voz de Vin.

—Reúne una guardia de honor —dijo Elend, cogiendo la antorcha, y luego echándose por encima una capa y abotonándola hasta las rodillas. Se volvió hacia la oscuridad.

—¿Mi señor? —dijo Demoux.

—¡Hazlo! —ordenó Elend, perdiéndose en la oscuridad.

Demoux llamó a unos soldados y lo siguió a toda prisa.

¿Qué estoy haciendo?
, pensó Elend, abriéndose paso en ceniza hasta la altura de la cintura, usando la capa para mantener su uniforme limpio.
¿Persigo sueños? Tal vez me estoy volviendo loco.

Pudo ver algo en su mente. Una colina con un agujero. ¿Un recuerdo, tal vez? ¿Había venido por aquí antes? Demoux y sus soldados lo seguían velozmente, con aspecto aprensivo.

Elend continuó adelante. Estaba casi…

Se detuvo. Allí estaba, la falda de la colina. Habría sido indistinguible de las otras que la rodeaban, salvo por el hecho de que había rastros que conducían a ella. Elend frunció el ceño, y avanzó hasta el lugar donde terminaban los rastros. Allí encontró un agujero en el suelo, que conducía hacia abajo.

Una caverna
, pensó.
Tal vez… ¿un lugar para que se esconda mi gente?

No sería lo bastante grande, probablemente. Con todo, las cavernas que Kelsier había utilizado para su rebelión eran capaces de albergar a diez mil hombres. Movido por la curiosidad, Elend entró en la cueva, bajó su empinada pendiente, y se quitó la capa. Demoux y sus hombres lo siguieron, llenos de curiosidad.

El túnel bajaba un poco, y Elend se sorprendió al encontrar que había luz delante. Inmediatamente, avivó peltre, y se puso tenso. Apartó su antorcha, luego quemó estaño y amplificó su visión. Pudo ver varios postes que brillaban azules en lo alto. Parecían hechos de roca.

¿Qué demonios…?

Avanzó rápidamente, indicando a Demoux y sus hombres que lo siguieran. El túnel conducía a una enorme cueva. Elend se detuvo. Era tan grande como una de las cavernas de almacenaje. Más grande, tal vez. Abajo, se movía algo.

¿Espectros de la bruma?
, advirtió con sorpresa.
¿Aquí es donde se esconden? ¿En agujeros en el suelo?

Lanzó una moneda y se disparó a través de la caverna pobremente iluminada hasta aterrizar en el suelo de piedra a cierta distancia de Demoux y los demás. Los espectros de la bruma no eran tan grandes como otros que había visto. Y… ¿por qué usaban rocas y madera en vez de huesos?

Oyó algo. Sólo sus oídos amplificados por el estaño le permitieron captarlo, pero no se parecía a los sonidos que hacían los espectros de la bruma. Piedra contra metal. Hizo una brusca seña a Demoux, entonces se movió con cuidado por un pasadizo lateral.

Al llegar al final, se detuvo sorprendido. Una figura familiar se debatía contra un par de puertas, gruñendo, al parecer intentando mantenerlas cerradas.

—¿Sazed?

Sazed alzó la cabeza, vio a Elend, y al parecer se quedó tan sorprendido que perdió el control de las puertas. Se abrieron de golpe, arrojando a un lado al terrisano, y revelando a un grupo de airados kandra de piel transparente.

—¡Majestad! —gritó Sazed—. ¡Que no escapen!

Demoux y sus soldados llegaron junto a Elend.
Ése es Sazed, o un kandra que se ha comido sus huesos
, pensó Elend. Tomó una decisión al punto. Confiaría en la voz en su cabeza. Confiaría en que éste fuera Sazed.

El grupo de kandra trató de esquivar a los soldados de Demoux. Sin embargo, los kandra no eran guerreros demasiado buenos, y sus armas estaban hechas de metal. Elend y Demoux tardaron unos dos minutos en someter al grupo, rompiendo sus huesos para impedir que curaran y escaparan.

Después, Elend se acercó a Sazed, quien se había levantado y se estaba sacudiendo.

—¿Cómo me encontraste, majestad?

—Sinceramente no lo sé. Sazed, ¿qué es este lugar?

—La Tierra Natal del pueblo kandra, majestad. Y el escondite del tesoro de atium del Lord Legislador.

Elend alzó una ceja y siguió con la mirada la dirección que Sazed indicaba con un dedo. Había una habitación tras las puertas, y un pozo en el suelo.

Magnífico
, pensó Elend.
Lo encontramos ahora.

—No pareces demasiado emocionado, majestad —advirtió Sazed—. Reyes, ejércitos, nacidos de la bruma, incluso el propio Kelsier han buscado este depósito durante años.

—No vale nada —dijo Elend—. Mi pueblo se muere de hambre, y no puede comer metal. Esta caverna, sin embargo… podría resultar útil. ¿Qué te parece, Demoux?

—Si hay otras cámaras como la primera, mi señor, podrían albergar a un porcentaje sustancial de nuestra población.

—Hay cuatro grandes cavernas —dijo Sazed—. Y cuatro entradas, que yo sepa.

Elend se volvió hacia Demoux, que ya estaba dando órdenes a sus soldados.
Tenemos que traer aquí a la gente antes de que salga el sol
, pensó Elend, recordando el calor.
Como mínimo, antes de que lleguen esos koloss.

Después de eso… bueno, ya verían. Por ahora, Elend sólo tenía un objetivo.

Sobrevivir.

Capítulo 81

La ruptura fue siempre el reverso oscuro de la alomancia. La dote genética de la persona podía convertirla en un alomántico en potencia, pero para que el poder se manifestara, el cuerpo debía sufrir un trauma extraordinario. Aunque Elend hablaba de lo terrible que había sido su paliza, en nuestro tiempo liberar la alomancia en una persona era más fácil que antaño, pues teníamos la infusión del poder de Conservación en las líneas de sangre humana a través de las pepitas que el Lord Legislador concedía a la nobleza.

Cuando Conservación estableció las brumas, tenía miedo de que Ruina escapara de su prisión. En aquellos primeros días, antes de la Ascensión, las brumas empezaron a cambiar a la gente como hacían en nuestra época, pero esta acción de las brumas era sólo una de las formas de despertar la alomancia en una persona, pues los atributos genéticos estaban enterrados demasiado profundamente para salir con una simple paliza. Las brumas de esos días crearon solamente brumosos: no hubo nacidos de la bruma hasta que el Lord Legislador dio uso a las pepitas.

La gente malinterpretó la intención de las brumas, ya que el proceso de ruptura alomántica hacía que algunos murieran, sobre todo los viejos y los niños. No era éste el deseo de Conservación, pero había renunciado a la mayor parte de su consciencia para formar la prisión de Ruina, y las brumas tuvieron que funcionar como mejor pudieron sin direcciones específicas.

Ruina, sutil como siempre, sabía que no podía impedir que las brumas hicieran su trabajo. Pero pudo hacer lo inesperado y animarlas. Y así, ayudó a hacerlas más fuertes. Eso causó la muerte de las plantas del mundo, y creó la amenaza que sería conocida como la Profundidad.

Vin se volvió hacia Ruina, proyectando una sonrisa. La nube de retorcida bruma negra parecía agitada.

Así que puedes influir en un solo sicario
, replicó Ruina, volviéndose sobre sí mismo, alzándose en el aire. Vin lo siguió, flotando sobre la Dominación Central entera. Debajo, pudo ver a los soldados de Demoux corriendo al campamento, despertando a la gente, organizándolos para la huida. Algunos de ellos seguían ya los senderos en la ceniza hacia la seguridad de las cavernas.

Pudo sentir el sol, y supo que el planeta se hallaba demasiado cercano a él para estar a salvo. Sin embargo, no podía hacer nada más. Ruina no sólo la habría detenido, sino que ella no comprendía aún su propio poder. Se sentía como debió de hacerlo el Lord Legislador: todopoderosa, pero torpe. Si trataba de mover el mundo, sólo empeoraría las cosas.

Pero había conseguido algo. Ruina dirigía a sus koloss hacia la ciudad a paso vertiginoso, pero no llegarían a los Pozos hasta dentro de varias horas. Tiempo suficiente para que la gente se refugiara en las cavernas.

Ruina debió de advertir lo que ella estaba estudiando, o tal vez sintió su complacencia.
¿Crees que has vencido?
, preguntó, divertido.
¿Por qué, porque has conseguido detener a un puñado de kandra? Siempre fueron los sicarios más débiles que el Lord Legislador creó para mí. Tengo por costumbre ignorarlos. Sea como sea, Vin, no puedes creer de verdad que me has derrotado.

Vin esperó, viendo como la gente huía a la relativa seguridad de las cavernas. Mientras el grueso llegaba y los soldados los separaban por turnos, enviándolos a las diferentes entradas, su buen humor empezó a desvanecerse. Había conseguido contactar con Elend, y aunque pareció una gran victoria en el momento, ahora podía ver que era poco más que otra táctica dilatoria.

¿Has contado los koloss de mi ejército, Vin?
, preguntó Ruina.
Los he hecho con tu gente, ya sabes. He reunido a cientos de miles.

Vin se concentró, enumerando al instante. Él estaba diciendo la verdad.

Ésta es la fuerza que podría haber lanzado contra vosotros en cualquier momento
, dijo Ruina.
La mayoría situados en las Dominaciones Exteriores, pero los he hecho venir, marchar hacia Luthadel. ¿Cuántas veces he de decírtelo, Vin? No puedes ganar. Nunca pudiste hacerlo. He estado jugando contigo.

Vin se contuvo, ignorando sus mentiras. Él no había estado jugando con ellos: había estado tratando de descubrir los secretos que había dejado Conservación, el secreto que había guardado el Lord Legislador. Con todo, los números que Ruina había conseguido reunir seguían siendo asombrosos. Había muchos más koloss que gente dirigiéndose a las cavernas. Con una fuerza así, Ruina podía atacar incluso una posición bien fortificada. Y, según contaba Vin, Elend tenía menos de mil hombres con entrenamiento de batalla.

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