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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

El beso del arcángel: El Gremio de los Cazadores 2 (22 page)

Sintió cómo se le erizaba la piel de la espalda. Compadecía al cazador que tuviera que rastrear a esa bestia de ojos plateados que cazaba durante la noche.

Veinte minutos más tarde, estaba limpia y tenía una toalla enrollada alrededor del cuerpo. Se había sentado sobre la cama para frotarse las pantorrillas, y sopesaba la posibilidad de caminar hasta el aula de Jessamy. Sin embargo, su mente no dejaba de regresar a esa perturbadora imagen que había contemplado en el ala de los vampiros, y había algo raro en ella que la tenía abrumada.

Ese lugar, con su increíble belleza y sus secretos, con toda esa violencia disfrazada de paz, no era su hogar. Su corazón era aún el de una mortal... y allí no había mortales. Taxistas refunfuñones zigzagueando entre la lluvia, inversores de aspecto impecable con los teléfonos móviles implantados quirúrgicamente en la oreja, cazadores llenos de moratones y de sangre contando chistes después de una caza difícil...; esa era su vida. Y la echaba tanto de menos que a veces le costaba respirar.

Sara lo entendería.

Tras sujetar la toalla con más fuerza a su alrededor (alas incluidas), cogió el teléfono. Mientras escuchaba el pitido de la línea, deseó con desesperación que su mejor amiga estuviera despierta.

—Hola. —Una voz masculina, grave, tan bienvenida como lo habría sido la de Sara.

—Soy yo, Deacon.

—Me alegra oír tu voz, Ellie.

—Y a mí la tuya. —Apretó el puño sobre la toalla y parpadeó para contener unas lágrimas inesperadas—. ¿Es muy tarde ahí?

—No. Estaba viendo
Barrio Sésamo
con Zoe. Se acaba de quedar dormida.

—¿Cómo está? —Elena detestaba haberse perdido un año de la vida de su ahijada.

—Está un poco resfriada —dijo Deacon—. Pero Slayer la tiene controlada.

Elena sonrió al oír el nombre del sabueso babeante que pensaba que Zoe era suya.

—¿Y Sara?

—Vosotras dos debéis de tener una especie de conexión psíquica. —Humor seco, muy propio de Deacon—. Pensaba llamarte, pero se quedó dormida justo después de cenar. Ha pasado unos días difíciles en el Gremio... Casi pierde a una de las cazadoras.

El corazón de Elena empezó a martillear contra las costillas.

—¿A quién?

—A Ashwini. —El nombre de la cazadora que le había hablado a Elena de Nazarach por primera vez—. Fue acorralada por una manada de vampiros en un callejón de Boston... Al parecer, querían saldar cuentas con ella, ya que Ash había dado caza a uno de su grupo cuando se convirtió en un renegado. Le hicieron unos cuantos cortes bastante feos.

—¿Están muertos? —Una pregunta glacial.

—Ash mató a dos de ellos e hirió a los demás. La tinta de las órdenes de ejecución aún estaba fresca cuando sus cabezas llegaron al Gremio por correo urgente.

—Lo más probable es que las mandara el ángel a quien pertenecen. —A la mayoría de los ángeles no le gustaba que los vampiros actuaran por su cuenta. Era malo para el negocio—. ¿Ash está bien?

—Los médicos aseguran que no hay daños irreversibles. Dicen que se habrá recuperado en un mes como máximo.

El alivio hizo que todo su cuerpo empezara a temblar.

—Gracias a Dios...

—¿Y tú qué tal, Ellie?

Elena tragó saliva con fuerza al percibir la preocupación que destilaban esas palabras.

—Estoy bien. Acostumbrándome a mi nuevo cuerpo. Las cosas no funcionan igual, ¿sabes?

—Tengo en mente una ballesta especial para ti.

—¿En serio?

—Voy a diseñarla para que puedas asegurarla con comodidad en el brazo, y no en la espalda. De esa forma no tendrás que preocuparte por las alas.

—Suena bien.

—¿Qué te parecen los dardos ligeros? Harían su trabajo a la perfección y no serían un lastre durante el vuelo.

—¿Puedes conseguir que se recarguen de manera automática? —Galen podría comerse su espada, pensó. Una idea infantil, sí, pero hizo que se sintiera mejor—. Necesito velocidad.

—Algo con pequeñas hojas dentadas giratorias podría irte mejor... Déjame pensar en ello. Puedes utilizar los dardos para las escaramuzas y las hojas para defenderte en caso de peligro serio. —Una pausa—. ¿Vas a regresar al Gremio?

—Por supuesto. —Era una cazadora nata. Las alas no cambiaban ese hecho.

Rafael enfrentó los ojos de Neha en la enorme pantalla situada en la pared. La Reina de las Serpientes, de los Venenos, estaba sentada en una silla fabricada con una madera resplandeciente de color claro. No obstante, el brillo no impedía que se vieran las imágenes talladas en la madera: un millar de serpientes retorcidas cuyas escamas reflejaban la luz. Neha estaba apoyada en el respaldo de esa especie de trono, con un bindi en forma de cobra dorada en la frente.

—Rafael. —Sus labios, rojos, grandes y venenosos, se entreabrieron—. He oído que tenéis problemas en el Refugio.

—Hay un ángel que quiere Convertirse en arcángel.

—Sí, eso mismo me ha dicho mi hija. —Sacudió una de sus elegantes manos e hizo tintinear las pulseras que llevaba en las muñecas—. Siempre hay alguien empecinado en mejorar su posición social. —Estiró el brazo para coger algo, y la seda de su sari color esmeralda emitió un susurrante crujido—. Pero estoy de acuerdo en que ese personaje debe ser castigado de una forma que no se olvide jamás. Nuestros hijos son demasiado escasos para ser usados como peones.

Rafael sabía que, pese a su forma de enunciar esa frase, Neha era uno de los pocos miembros de la Cátedra que trataba a los niños humanos como objetos preciosos. Eso no impedía que acabara con la vida de los adultos, pero todos los huérfanos que originaban sus actos crecían en el lujo y la abundancia, y el recuerdo de la muerte de sus padres era borrado de sus mentes.

—Anoushka —dijo en esos momentos, mientras acariciaba a la pitón que tenía en el regazo— dice que estás al tanto del desagradable objeto que dejaron en su cama.

—Tienes muchos enemigos. —Y Anoushka, pensó, empezaba a acumular su propia falange.

La mano de Neha se deslizó sobre la piel verde azulada de la serpiente con movimientos elegantes y sensuales, como si estuviese acariciando a su amante.

—Así es.

—¿Sabes algo de los demás que pudiera ayudarnos en la caza? —El que buscaban bien podría haber cometido varios errores en actos anteriores a los ataques del Refugio.

—Titus y Charisemnon han cerrado sus fronteras, así que mi gente no puede entrar ni salir. —Un brillo de irritación llenó esos ojos oscuros—. Favashi me comentó algo acerca de que había perdido a varios de sus vampiros más antiguos hace un par de meses. Aún no ha atrapado al asesino. —Esa vez, Rafael percibió una incredulidad absoluta.

De estar en el lugar de Favashi, Neha habría matado y seguiría matando hasta que alguien confesara. No era la mejor forma de conseguir la verdad... pero, como era de esperar, la Reina de las Serpientes nunca había sufrido una rebelión.

—¿Cómo está Eris? —Solo cuando esas palabras salieron de sus labios, Rafael se dio cuenta de que le había mentido a Elena. Había otra arcángel que mantenía una relación estable. Aunque no había mentido de manera intencionada, sencillamente había olvidado a Eris, como la mayoría de la gente.

—Sigue vivo. —Las palabras de Neha resultaban escalofriantes en su precisión—. Anoushka va a investigar a su gente para encontrar al traidor que mancilló su cama. Te informaré si descubre algo de valor.

Cuando interrumpió la conexión, Rafael pensó en la última vez que había visto a Eris.

De eso hacía trescientos años.

20

E
lena leía un informe sobre acontecimientos recientes en un rincón de la clase mientras los niños hacían regalos para Sam. De pronto, el mar inundó su mente.

Ha ocurrido algo
, pensó antes de que Rafael pudiera hablar. Recorrió el aula con una mirada frenética para asegurarse de que todo el mundo estaba presente. ¿No le habría ocurrido algo a otro niño?

Lijuan te ha enviado un regalo
.

El alma de Elena se quedó congelada al imaginar lo que un ángel que usaba la muerte como emblema podría considerar un regalo apropiado.

¿Sabes lo que es?

Solo se puede abrir con tu sangre
.

La cazadora no pudo reprimir un estremecimiento.

Vamos a visitar a Sam. Me pasaré a verte después
.
Tenía la sensación de que el regalo no la dejaría en el estado de ánimo adecuado para ver a un niño herido.

Ven a mi despacho. Enviaré a alguien para que te guíe
.

A cualquiera menos a Galen
.

No tenía nada en contra de sus habilidades con las armas, el cabrón era muy bueno. Pero la antipatía que sentía por ella era sólida como una roca. Y a pesar que se conocían desde hacía muy poco, Elena sabía que no era de esos que cambian de opinión con facilidad. Era mejor evitar contactos innecesarios a fin de evitarles problemas a ambos.

El mar comenzó a retirarse.

Debo irme
.

Quería preguntarle qué pasaba, pero decidió guardarse las cuestiones hasta el momento en el que se reunieran para abrir el «regalo». Por ahora se concentraría en los niños, en el nerviosismo contagioso que sentían ante la perspectiva de ver a su amigo... No quería pensar en una arcángel que solo encontraba placer en la muerte.

Rafael voló hasta un lejano rincón del Refugio mientras el roce de la mente de Elena aún seguía fresco en su cerebro. Elijah lo esperaba en un saliente de roca, lejos de los ojos de los curiosos, y su cabello dorado se agitaba al compás de los vientos de la montaña. Rafael aterrizó a su lado en el saliente del precipicio.

—¿Qué has descubierto?

—No solo han cerrado sus fronteras —contestó el otro arcángel—. Titus se está preparando para avanzar contra Charisemnon.

Los arcángeles no intervenían en los asuntos de sus compañeros, ni siquiera cuando esos asuntos tenían como resultado un derramamiento masivo de sangre. Sin embargo, necesitaban estar preparados.

—¿Titus se niega a aceptar que la prueba que está en su poder podría ser falsa?

—No está dispuesto a creer que un simple ángel pueda haber jugado con ellos —dijo Elijah—, que haya iniciado una guerra que los mantiene encerrados en sus propias tierras mientras ese aspirante profana el Refugio.

Rafael clavó la vista en las cumbres nevadas que había al otro lado del cañón mientras reflexionaba sobre la política de no interferencia.

—Morirán miles de personas, aun cuando solo sea una guerra fronteriza. Y, aun así, lo consideramos un precio aceptable para mantener el equilibrio del poder dentro de la Cátedra.

Elijah tardó bastante rato en responder.

—Ese es un comentario muy humano, Rafael.

«En ese caso, ella te matará. Te convertirá en mortal.»

Eso le había dicho Lijuan después de advertirle que debía acabar con la vida de Elena.

La más antigua de los arcángeles estaba en lo cierto: Elena había cambiado algo en su interior. Sangraba con más facilidad y tardaba más en curarse. No obstante, también había recibido el más inesperado de los dones.

—Quizá eso me mantenga cuerdo cuando llegue a la edad de Lijuan.

—Así que al menos uno de nosotros es lo bastante valiente como para decirlo en voz alta. —Elijah asintió con la cabeza—. Ella no está loca en el sentido más aceptado.

—Su mente no está rota —convino Rafael—, pero las cosas para las que utiliza dicha mente no son las que habría hecho si pensara con claridad. —Lijuan se había convertido en algo completamente desconocido, pero siempre había sabido manejar los jueguecitos políticos.

—¿Estás seguro? —Elijah se inclinó para coger un guijarro que de algún modo había acabado sobre aquel yermo saliente—. Ninguno de nosotros la conoció en su juventud, pero se rumorea que ya por aquel entonces se sentía fascinada por la muerte. Algunos dicen... No, no puedo calumniarla sin pruebas.

Rafael dijo lo que el otro arcángel no había pronunciado.

—Dicen que se lleva a los muertos a su cama.

Una mirada penetrante.

—¿Ya habías oído ese rumor?

—Olvidas, Elijah, que mis padres eran arcángeles.

—¿Caliane y Nadiel conocieron a Lijuan cuando era joven?

—No, pero conocían a gente que la conoció. —Y lo que esa gente le había contado a sus padres había sido susurrado tras el más grueso velo de secreto. Porque, ya en aquella época, Lijuan se había convertido en un ser muy temido.

—Ahora es la única anciana —dijo Elijah con un tono de voz meditabundo—. Nos llaman inmortales, pero al final, también nosotros llegamos a formar parte de las arenas del tiempo.

—Después de milenios —señaló Rafael—. Como diría Elena: ¿no sientes curiosidad por saber lo que nos espera al otro lado?

—Según muchos humanos, somos los mensajeros de los dioses.

Rafael echó un vistazo a su compañero.

—Después de Lijuan, tú eres el más antiguo entre nosotros. En su territorio, ella es considerada una semidiosa. ¿Alguna vez has pensado en erigirte como tal?

—He visto lo que ocurre cuando alguien toma ese camino. —Elijah no miró a Rafael, pero el significado de sus palabras estaba claro—. Y aunque no lo hubiera visto, tengo a Hannah. Lo que siento por ella es demasiado real, demasiado alejado de este mundo.

Rafael pensó en el amor que habían compartido sus padres, un amor poderoso y casi exaltado, y lo comparó con lo que sentía por Elena. No había nada exaltado en la dureza y el dolor que sentía en la polla cuando la tocaba, en la palpitante lascivia de su necesidad.

—Titus y Charisemnon cometerán a centenares de asesinatos —dijo al final—, pero la verdadera amenaza es Lijuan. Mis hombres me han contado que su ejército de renacidos ha doblado su número en los últimos seis meses. —Y había perturbadores rumores que afirmaban que algunos de sus soldados eran muertos recientes, como si hubieran sido sacrificados para alimentar el frío abrazo del poder de Lijuan—. Si suelta sus ejércitos por el mundo, será el augurio de una nueva Era Oscura.

La última Era Oscura había devastado civilizaciones desarrolladas durante miles de años, había destrozado edificios y obras de arte tan maravillosos que la humanidad jamás conocería nada igual. Habían caído millones y millones de humanos: simples daños colaterales de una guerra entre ángeles.

Sin embargo, no se habían enfrentado a ejércitos formados por muertos, a pesadillas vivientes.

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