Read El asesinato del profesor de matematicas Online
Authors: Jordi Sierra i Fabra
Tags: #Infanill y juvenil, Intriga
La penúltima operación:
Y por último:
De donde se obtenía que X era igual a 5.
—5 años —asintió Luc.
—Cuando el viejo tenga 75, el hijo tendrá 25, exacto —demostró su habilidad mental Nico.
—Cuatro de cuatro. Estamos a la mitad —dijo Adela.
—Ahora la pista —la apremiaron.
—¿Por qué no sumáis, restáis, multiplicáis y dividís vosotros? —protestó la chica.
—Dame —se ofreció Nico.
—¡Gracias, generoso! —adornó sus palabras ella con voz de vicetiple.
Nico situó las primeras cifras una encima de otra e inició los cálculos. Los otros dos le controlaron para que no se equivocara con tanto número.
—¡Anda que no es retorcido ni nada el Fepe! —resopló Nico al llegar al final de las operaciones, incluida la división por 200, que había hecho aparte.
—Pues tenemos otro numerito que ya me diréis —se quedó perpleja Adela—. ¿Qué es 2.001 y en qué esquina hay que buscarlo?
Se encontró con las sonrisas medio burlonas, medio suficientes de sus dos colegas.
—Venga, listos, soltadlo —suspiró.
—¿No te dice nada eso del 2.001? —entonó meloso Nico.
—¿Pero nada de nada de nada? —se puso cargante Luc.
—Pues no… —la cara de Adela cambió de golpe al hacerse la luz en su mente. Delante mismo tenía la matrícula de un coche con una letra al comienzo, dos al final y un número de cuatro cifras en medio—. ¡El coche del profe!
El Galáctico, el Odisea. Ni más ni menos.
Se pusieron en pie y miraron las cuatro esquinas de la calle. El viejo armatoste de Felipe Romero estaba en la que hacía diagonal con la suya. Se plantaron a su lado en dos saltos y miraron el interior.
El sobre señalizado con el número 5 se encontraba en el asiento del conductor.
—¿Y qué hacemos ahora? —dejó caer los hombros Adela.
—O rompemos una ventanilla o… —caviló inseguro Luc.
—No seas bestia, hombre —le espetó la chica.
—A él ya debe darle igual —dijo con un mucho de tristeza y un poco de angustia el muchacho—. Y necesitamos…
Ahora el que los observaba sobrado era Nico.
Dejaron de discutir al notarlo.
—¿Pero creéis que iba a poner el sobre ahí dentro para que no pudiéramos cogerlo o qué? —se puso chulo él.
Y abrió la puerta del coche.
Tal cual.
—¡Estaba abierta! —se sorprendió Adela.
—¿Quién iba a querer robar este trasto? —lo justificó Luc.
Nico ya tenía el sobre. Cerraron la puerta.
Luego volvieron al bordillo para comenzar con su quinto problema.
Que sea como éste, porfa, que sea como éste! —Adela juntó sus manos y cerró los ojos, muy nerviosa.
—¡Y lo mismo la pista, vamos, vamos! —le hizo de coro Luc.
Nico no habló.
—¡Léelo! —le dio un codazo por su lado Adela.
—¡Venga, hombre! —le dio otro por el suyo Luc.
—¡Vale, dejad de darme codazos, caramba! —gritó el que estaba en medio. Y leyó:
PROBLEMA 5
: Voy a proponeros tres pruebas rápidas de cálculo mental e INTELIGENCIA (sabéis qué es eso, ¿no?). Dos de los resultados serán iguales. El resultado válido es el tercero, el diferente.
Pero cuidado. ¿Preparados?
Prueba A: Si arrancamos las páginas 29, 52, 77, 78 y 95 de un libro, ¿cuántas hojas habremos arrancado?
Prueba B: ¿Cuál es la mitad derecha de 8?
Prueba C: ¿Qué tienen en común la raíz cuadrada de 16, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis y 197 menos 193?
PISTA PARA DAR CON EL SIGUIENTE SOBRE: En el parque, el árbol que obtendréis si resolvéis este problema: Dos personas van en bicicleta, una hacia la otra, y tienen 20 kilómetros de distancia entre sí. En el momento de salir, una mosca que está en el volante de una de las bicicletas, empieza a volar hacia la otra. En cuanto llega al segundo volante, da media vuelta y regresa al primero. La mosca vuela ida y vuelta de volante a volante hasta que las dos bicicletas se reúnen. Si cada bicicleta iba a una velocidad constante de 10 kilómetros por hora y la mosca ha volado a una velocidad también constante de 15 kilómetros a la hora, ¿qué distancia habrá volado la mosca en total?
NOTA: No tratéis de resolverlo con fórmulas porque os daría una serie infinita de sumas. Sed elementales. Sed moscas. ¡A divertirsel
—¡Hala, se ha pasado!
—Y encima dice: «¡A divertirse!».
—¿Y eso de la INTELIGENCIA con mayúsculas?
—Se ve que se iba animando a medida que se las inventaba más complicadas.
—¿Eso es una pista? ¡Eso sí es un problema de matemáticas!
Dejaron de protestar cuando comprendieron que así no ganaban nada, sino que más bien, al contrario, estaban perdiendo un tiempo precioso. Ninguno quería mirar la hora por miedo a ponerse nerviosos.
—¿Qué, vamos allá? —se resignó Luc.
—Sí —Adela tenía un nudo en la garganta.
—Cuando él dice que el problema tiene truco y nos avisa de que vayamos con cuidado… —hundió la barbilla entre las manos Nico.
Nadie parecía dispuesto a empezar.
—Tú tienes el boli —le recordó Luc a Nico.
—¿Ah, sí? —se puso blanco.
—Da lo mismo, hemos de resolverlo pensando los tres —reconoció Adela.
—La primera prueba dice: «Si arrancamos las páginas 29, 52, 77, 78 y 95 de un libro, ¿cuántas hojas habremos arrancado?» —repitió Luc.
—Está claro, 5 —dijo Adela.
—La segunda dice: «¿Cuál es la mitad derecha de 8?».
—Cuatro —respondió Nico.
—No, esperad —Adela frunció el ceño—. Dice la mitad derecha, no la mitad. ¿Recordáis el ejemplo que nos puso el otro día con lo de la mitad superior de ocho?
—¡Claro, la mitad superior de 8 era 0, porque partía el 8 por la mitad con una raya horizontal! —exclamó Luc.
—¡Pues la mitad derecha de 8 es… 3! —cantó Nico.
Y lo demostró:
—¡Ya tenemos dos! —Nico apretó los puños, de nuevo animado.
—La tercera prueba —siguió leyendo Luc— dice:
«¿Qué tienen en común la raíz cuadrada de 16, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis y 197 menos 193?».
—La raíz cuadrada de 16 es 4 —aportó el primer indicio Adela.
—Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis también son 4 —manifestó con aplastante evidencia Nico.
—Y 197 menos 193… son 4 —concluyó Luc.
—Pues ya está —Adela resumió la conclusión final—. La primera prueba da 5, la segunda da 3 y la tercera 4.
—Entonces de dar, nada de nada —arqueó las cejas Nico—. Aquí dice que dos de los resultados han de ser iguales, y que el válido es el tercero, el diferente.
Volvieron a mirar las tres pruebas.
—Es el 8, seguro —dijo Luc—. El truco ha de estar ahí. —No puede ser —insistió Nico, que era el que había hecho la raya vertical separando las dos mitades del número—. Eso es 3.
—Y lo último… —Adela repasó lo de la raíz cuadrada de 16, lo de los Cuatro Jinetes y la resta—. Eso también está bien.
—Pues lo de las páginas del libro no puede estar más claro —expuso Luc—. Son 5 números, así que son 5 páginas.
Cada prueba daba un resultado distinto, o lo que era igual: una estaba equivocada si el planteamiento del profesor de matemáticas era correcto. Y no tenían la menor duda de que lo era.
—Mira que lo dice bien claro, ¿eh? «Cuidado.»
—Es que es imposible… —se alarmó Adela.
—Del todo —la apoyó Luc.
Nico no dijo nada. Y conocían de sobra aquella mirada de concentración, igual que si sorteara obstáculos y peligros en un videojuego.
—¿Nico? —musitó la chica.
—Parece mentira que leáis tantos libros —suspiró él.
Volvía a sonar sobradísimo.
Luc y Adela no supieron si alegrarse porque daba la impresión de que acababa de resolver el entuerto o picarse por aquel tono de voz. Pero incluso Nico comprendía más y más que eran un equipo. Los tres.
No hubo ninguna satisfacción personal en su voz, sólo el alivio de haber dado con el truco, cuando anunció: —¡Las páginas del libro no son 5, sino 4!
—¿Qué dices?
—¡Pero si está claro que son 5!
—¿Ah, sí? —Nico señaló las cifras de la prueba—. ¡Si arrancamos la 77 y la 78, no arrancamos 2, sino 1!
Adela y Nico se quedaron de una pieza.
Hasta que lo comprendieron.
¡La página 77 era la frontal y la 78 la del otro lado, pero ambas ocupaban una misma hoja! ¡5 números, pero sólo 4 hojas!
—¡Páginas, hojas!
—¡No es lo mismo!
—¡Y aunque lo sea…!
—¡Hemos caído en la trampa!
—¡Pero qué diabólico…!
—¡Y retorcido!
—¡Y…!
Recordaron que estaban hablando de un muerto y se refrenaron. Lo que importaba a la postre era que de nuevo habían resuelto el problema.
—Ahora tenemos dos pruebas que dan como resultado 4 y una que da como resultado 3 —dijo Adela.
—Luego 3 es el número válido —asintió Luc.
—¡Buf! —resopló Nico—. ¡Por los pelos!
—Ésta ha sido difícil, y no lo parecía —convino Adela—. Menos mal que los resultados eran distintos, o no lo habríamos notado.
—Es astuto el profe —dijo Nico—. Lo ha hecho para que nos diéramos cuenta si metíamos la pata.
—Juega limpio —aseguró Luc—, pero si llegamos a decir que la mitad de 8 es 4, teniendo en cuenta que la prueba C es la más clara y también da 4, habríamos obtenido un resultado equívoco al considerar el 5 de la prueba A como válido.