Read El asesinato del profesor de matematicas Online
Authors: Jordi Sierra i Fabra
Tags: #Infanill y juvenil, Intriga
—¿Que vayamos dónde? —exclamó perplejo Nico.
—La clave está en eso de las iniciales, seguro —señaló Luc.
—¿Resolvemos primero el problema? —propuso Adela.
—No, espera —la detuvo Luc al ver que ella ya tenía el bolígrafo en la mano.
—Como nos quedemos pendientes de una cosa y nos pongamos tozudos… —advirtió la muchacha.
—Fijaos —siguió Luc—. Esto parece una dirección.
Se fijaron.
—Sí, hay un 5, una raya en diagonal y un punto, como cuando ponemos calle en una carta —manifestó Nico.
—Y al final, en lugar de número tal, escrito con la ene minúscula y el cerito pequeño arriba, hay un número y una letra.
—Dame el boli —le pidió Luc a Adela.
Ella se lo pasó, y el chico anotó en la hoja de papel:
CUDTCCSSON
—¿Eso qué es? —quedó pasmado Nico.
—Las iniciales de los números del 0 al 9.
—Entonces si las cambiamos por los números… —empezó a comprender Adela.
Luc hizo las permutas.
—El 5 empieza por ce. Así que ya tenemos C/. —su mano voló rápida sobre el papel—. El 3 es te, el 1 es u, el 9 es ene, el 8 es o, y el 7 es ese. En cuanto a lo de 9°D, es justo al contrario. El nueve es ene y la de final sólo puede ser un 2, ya que es el único número que empieza por esa letra. Eso nos da…
C/. TUN0S N.° 2
—¡Es la dirección del profe! —saltó Adela.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Luc.
—¡Porque un día hacíamos bromas sobre música, y yo le dije que no me gustaban las tunas, que me parecían algo anacrónico, y él nos comentó que vivía en la calle Tunos!
—¡Es cierto, sí! —estuvo de acuerdo Nico.
—Pues yo no recuerdo nada —se extrañó Luc.
—Puede que ese día estuvieras enfermo. Tuviste la gripe en enero.
Era lo de menos. Tenían la pista para dar con el cuarto problema.
Aunque todavía les faltaba resolver el tercero.
—Venga, venga —les dio marcha Nico—. A ver qué pasa con eso de los chicos y las chicas de la clase.
—¿Hay alguna fórmula matemática para plantear esto? —Luc los miró a los dos.
—Déjame —Adela recuperó el bolígrafo—. Debe ser un cálculo de probabilidades o algo así.
—Ah —Nico y Luc se miraron sin entender muy bien de qué iba la cosa.
—Veamos —empezó su amiga—. En primer lugar hay que buscar los números comprendidos entre 40 y 50 que sean múltiplos de 3 y sumarles 1, que es el que sobra según el enunciado. El primero sería… a ver… —hizo el cálculo mentalmente—. 12 por 3, 36… no. 13 por 3, 39… no. 14 por 3, 42… Sí, ése es el primero.
42 + 1 = 43
45 + 1 = 46
48 + 1 = 49
Y anotó éste y los siguientes que cumplían tales condiciones.
—Ya no hay más —dijo.
Luc y Nico seguían atentamente sus operaciones, tratando de pillarla. Su cara se les iluminó al entender lo que estaba haciendo.
—Ahora hay que buscar todos los números entre el 40 y el 50 múltiplos de 4 y sumarles 2. El que coincida…
El primero que escribió, después de multiplicar por 4 dos o tres veces mentalmente, fue el 40:
40 + 2 = 42
44 + 2 = 46
48 + 2 = 50
—¡Coincide el 46! —hizo notar Nico.
—Pues ése es el número que buscamos —expresó su satisfacción Adela—. El único que coincide en ambos planteamientos. Si agrupamos a los alumnos de 3 en 3, formamos 15 grupos de 3 y sobra 1, el alumno 46. Si los agrupamos de 4 en 4, podemos formar 11 grupos de 4, y sobran 2 hasta el 46.
—Entonces la respuesta final es… —Luc hizo la rápida resta—. Si 27 son chicas y hay 46 alumnos, ¡el número de chicos es 19!
—¡Ya tenemos otro! —apretó los puños Nico.
—¡Sí! —gritó Adela.
Tenían ya una cita en la calle Tunos número 2, así que ni se lo pensaron.
¿Dónde está esa calle? —preguntó Luc al ver que Adela tomaba el mando del grupo.
—Cerca. Yo la conozco —dijo ella—. Mi prima vive al lado.
—¿No podemos coger un taxi? —protestó Nico.
—¿Tienes dinero? —alzó las cejas Luc.
—¿Yo? ¡Sí, hombre!
—Pues entonces… —se resignó Luc.
—Tomaremos el tranvía de San Fernando —dijo Adela.
—¿Qué tranvía es ése? Y además, aquí no hay tranvías —frunció el ceño Nico.
—El tranvía de San Fernando es el que va un rato a pie y otro rato andando —se echó a reír Adela.
—¡Ja, qué graciosa! —hizo una mueca el burlado.
—¿De dónde has sacado eso? —la secundó en su risa Luc.
—Mi abuelo. Es un pozo de frases, dichos y refranes. Me encanta escucharle.
—Qué suerte tienes —Luc bajó la cabeza—. Mi abuelo paterno murió siendo yo un crío, y el padre de mi madre vive en el otro extremo de España, así que… unos días en verano y poco más.
—A mí me encantan mis abuelos —confesó Adela.
—Y a mí los míos, sobre todo el materno —se apuntó a la conversación Nico ya recuperado—. Como fue músico en su juventud, cuenta cada batallita que es para mearse.
—Fino —rezongó ella.
—Usted perdone —puso cara de extrema exquisitez Nico.
—Eh —los detuvo Luc—. ¿Creéis que todos los problemas y las pistas serán tan sencillos como hasta ahora?
—¿Sencillos? —le demostró no estar nada de acuerdo Nico—. ¡Ahora me dirás que lo de las cajas del comienzo era sencillo!
—Pues anda que lo del jeroglífico… —asintió Adela—. Y la pista de la calle del profe…
—Para lo burros que somos nosotros en mates, haber resuelto ya tres problemas es mucho, así que deben ser sencillos —justificó su comentario Luc.
—Tranquilo, que ya habrá alguna jugarreta —sentenció Adela.
—¿Tú crees? —se inquietó Nico—. El Fepe parecía querer ayudarnos.
—Pero no nos lo iba a poner fácil, seguro —insistió Adela.
—Bueno, ¿y si dejamos de hablar y corremos un poco? Porque a este paso no llegamos —propuso Luc.
Incluso Nico, que era enemigo de las carreras, comprendió que su amigo llevaba razón. Forzaron la máquina y se pusieron a trotar, igual que si hicieran
footing.
Ya no hablaron hasta que, menos de diez minutos después, Adela señaló la calle a la que se aproximaban.
Nico estaba rojo, congestionado, sin aliento, a punto de desfallecer.
—Pues… me… nos… mal… —estalló al límite de sus fuerzas.
El número 2 de la calle Tunos era la primera casa.
Se detuvieron en el portal y la contemplaron dándose cuenta de que no sabían qué más hacer. La pista sólo decía eso: calle Tunos número 2.
Miraron la hoja de papel por si había algo más.
—No dice nada. Sólo «Id a ese lugar» —mencionó Adela.
—¿Dónde dejarías tú un sobre? —razonó en voz alta Luc.
—En el piso, seguro —sentenció Nico—. Y como no hay nadie…
—No puede haberlo dejado en el piso —dijo con más esperanza que seguridad Adela
—Pues aquí no hay tablón de anuncios —suspiró Luc.
—¡Pero hay buzones! —exclamó de pronto Nico.
Se precipitaron dentro. Los buzones estaban en la parte de la derecha. Buscaron el del profesor Felipe Romero y cuando lo encontraron volvieron casi a gritar de alegría: la parte superior de un sobre asomaba por la boca del receptáculo metálico.
—¡Sobre número 4, tachán! —lo extrajo Adela.
—Vamonos, rápido —pidió Nico.
Lo comprendieron al verle la cara. Seguían olvidando que su maestro estaba muerto, cruelmente asesinado, y que ahora estaban en su propia casa. Salieron de ella y se alejaron lo justo para no verla. Fue en una nueva esquina. Se sentaron en el bordillo, entre dos coches aparcados. Adela fue la que abrió el sobre y extrajo la hoja de papel cuadriculado. Los tres casi contuvieron la respiración mientras leían:
PROBLEMA 4
: Un hombre tiene 70 años y su hijo 20. ¿Cuántos años habrán de transcurrir para que el padre triplique en edad al hijo?
PISTA PARA DAR CON EL SIGUIENTE SOBRE: Buscad en la esquina el [(37.624.806 – 19.592.905) x 2 +9.594.198]/200 – 226.289.
NOTA: Chupado, ¿vale? (¡Ja, ja, ja!)
—¿Qué clase de pista es ésta? —puso cara de asco Nico.
—Sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, hombre. Pan comido —le hizo ver Adela.
—Pues el problema es bastante sencillo. Como que fue el único que resolví rápido en el examen —dijo Luc.
—Y yo —afirmó Nico.
—Y yo —se apuntó al carro del éxito Adela.
Se miraron alarmados.
—Demasiado fácil, ¿no os parece?
—Bueno, de momento.
—Faltan cuatro problemas y tres pistas más.
Volvieron a leer el enunciado despacio, por si había alguna trampa en el problema o en la pista. Todo siguió pareciendo la mar de sencillo.
Tal y como decía la nota al pie de la hoja.
—Encima de cachondeo —movió la cabeza horizontalmente Luc.
—Era un pasota —reconoció Nico.
—Venga, vamos —se estremeció Adela—. ¿Quién tiene el boli?
—¡Tú! —le dijeron sus dos amigos al unísono.
Ella misma procedió a resolver la sencilla ecuación, aunque en esta ocasión Luc y Nico le fueron soplando también los números, sólo para que quedara constancia de que sabían hacerlo. Primero se planteó la incógnita:
Después iniciaron las operaciones. Primero:
Segundo:
A continuación:
En cuarto lugar, porque iban paso a paso, para no equivocarse: