Read El asesinato del profesor de matematicas Online
Authors: Jordi Sierra i Fabra
Tags: #Infanill y juvenil, Intriga
—Eso habría significado meter la pata en dos pruebas —aclaró Adela.
—Y si la hubiéramos metido, nos habríamos merecido fallar —fue categórico Nico.
—No podemos dar nada por sentado, por evidente que parezca —propuso Luc.
Se recuperaron un momento del susto.
Aún quedaba la pista para dar con el sobre número 6. Y eso sí era un verdadero problemón de matemáticas.
—¿Qué, vamos allá? —volvió a la carga Adela.
—Vamos allá.
Leyeron el largo enunciado de la pista. La más difícil de todas hasta el momento. Matemáticas puras.
Y no tenían ni la menor idea de cómo empezar, ni de cómo plantear una posible ecuación, ni…
—Dice que no tratemos de emplear fórmulas.
—Porque nos daría una serie infinita de sumas.
—Imaginaos. Si ya nos advierte eso…
—¿Cómo quiere que seamos elementales?
—Moscas. Dice que seamos moscas.
—Ya, porque acabaremos en la mierda.
Volvieron los más funestos presagios.
—Cuando la mosca llega al volante de la segunda bici, ha recorrido… —Adela le cogió el bolígrafo a Nico y empezó a sumar y restar—. Si tenemos en cuenta que las dos bicis se han acercado… Pero contando con lo que las dos bicis han recorrido más la ida y vuelta de la misma…
—¿Y si primero miramos lo que ha hecho la mosca? —quiso meter baza Luc.
—No, mejor lo que han corrido las bicis —lo intentó Nico.
Adela dejó de escribir.
—Vamos a ser racionales, ¿de acuerdo?
Ninguno de los dos tenía muy claro cómo ser racional con algo como aquello, pero le vieron la cara de malas pulgas a su amiga y prefirieron no provocarla.
Adela pasó cerca de un minuto haciendo operaciones. —Nada —se rindió.
—A ver yo —le quitó el bolígrafo Luc.
Fue otro minuto largo, muy largo.
Nico ya ni lo intentó.
—¿Cómo podemos ser elementales? —protestó Luc golpeando la hoja de papel.
—¿Y moscas? ¿Cómo podemos ser moscas? —resopló Adela.
—El profe lo habrá puesto por algo —hizo hincapié en el tema Nico—. La clave ha de ser la mosca.
Era el primer indicio inteligente. «Sed moscas.»
—Esto debe ser como aquel ejemplo de la liebre, la tortuga y el caracol —dijo Adela.
—Veamos, ¿cuándo se encontrarán las dos bicis? —comenzó a tranquilizarse Luc.
—A 10 kilómetros por hora y separadas por una distancia de 20, se reunirán en una hora —dijo Adela.
Algo les dijo que estaban en el buen camino.
Eran moscas.
—O sea, que hay que contar cuánto recorre la mosca en una hora, prescindiendo de distancias o viajes de ida y vuelta —dijo Nico.
—Pero si ya nos dice el enunciado que la mosca vuela a 15 kilómetros por hora… —empezó a decir Luc.
Se miraron unos a otros.
—No puede ser tan sencillo.
—Tan elemental.
—Tan…
Lo era.
Lo comprendieron al momento.
¡Lo era!
—Esto es… ¡demasiado! —alucinó Nico.
—La respuesta es 15 —asintió Adela.
—¡Lo tenemos! —apretó el puño izquierdo Luc mientras se guardaba el bolígrafo—. Es el árbol número 15 del parque.
Llegaron al parque aún más cansados que cuando la carrera hacia la casa de Felipe Romero, porque el parque se encontraba a unos veinte minutos.
Seguían sin querer mirar el reloj. Aún faltaba lo suficiente, pero les quedaban tres problemas y además, al final, conjuntar los resultados, algo que no tenían ni la menor idea de cómo llevar a cabo. Fue Nico el que lo recordó.
—El primer problema ha dado 4, el segundo 9, el tercero 19, el cuarto 5… ¿Le veis alguna lógica a eso?
—Ninguna —reconoció Adela.
—Puede ser una clave, uno de esos acertijos de calcular el sistema numérico, o tal vez sumándolos todos… —consideró Luc.
—Pasemos por ahora. A lo mejor con el último problema nos da un indicio —quiso tranquilizarlos Nico.
—Eso espero —dijo Adela.
—Hay algo peor —Luc puso cara de circunstancias—: Que nos hayamos equivocado en un resultado, pese a todo, y tengamos un ejercicio mal resuelto.
—Sí, ¿cómo sabemos si lo hemos hecho bien? —preguntó Nico.
—No lo sabemos —manifestó Adela encogiéndose de hombros—. Ahí está la dichosa cosa.
—Entonces…
—Hemos de arriesgarnos. Tal vez al final, con los ocho resultados, veamos que algo falla o…
—Venga, concentrémonos en la búsqueda de ese árbol.
Pero era fácil. Justo a la entrada del parque había una fila de árboles en la parte izquierda del camino.
Los árboles conducían directamente al pequeño estanque central. Contaron desde el primero.
—Uno, dos, tres…
—Siete, ocho, nueve…
—Doce, trece, catorce y…
El árbol número 15 era de los más hermosos, con un grueso tronco y unas raíces que sobresalían a ras de suelo anudándose entre sí. Buscaron primero por ellas sin encontrar nada.
—¿Y si un niño ha encontrado el sobre y se lo ha llevado?
La pregunta fatalista de Nico los hizo estremecer.
—No creo que el Fepe hubiera sido tan tonto. Seguro que pensó en eso y también en la posibilidad de que fuese a llover —dijo Adela.
Eso último era más difícil, porque lucía un sol radiante pese a que la tarde ya se inclinaba hacia el final.
No había nada en el suelo, así que levantaron las cabezas y rodearon el árbol buscando en el tronco y en las ramas.
—¡Ahí! —señaló Nico.
En un hueco, a una altura de unos dos metros y medio, asomaba el sobre, protegido dentro de una bolsa de plástico.
—¿Lo veis? —la cara de Adela fue triunfal.
—¿Cómo lo cogemos?
—Es imposible trepar por ese tronco tan grueso.
—Habrá que ponerse uno encima del otro.
Se miraron para decidir quién se ponía abajo, quién se subía y quién sujetaba. Ni Adela ni Luc querían soportar el exceso de peso de Nico, que sin embargo era fuerte y robusto.
—Tú te pones abajo, yo me subo encima de ti y que Adela me sujete por las piernas por si nos falla el equilibrio —propuso Luc.
Era lo más lógico, así que lo hicieron.
Nico se arrodilló, Luc se le subió encima ayudado por Adela. Apoyados en el árbol recuperaron la vertical con cuidado.
—¡Cómo pesas, tío! —protestó Nico.
—Es mi cabeza —bromeó Luc—. Todo cerebro.
—¡Entonces será tu culo! —se echó a reír Nico.
—Concentraos, que como os caigáis… —advirtió Adela.
—Ya casi… lo tengo… —Luc alargó la mano.
—Venga, que me haces daño. Me estás clavando la…
—Ya, ya…
Nico se movió. Por más que Adela quiso sujetar a Luc, éste se vino abajo. Para que no le cayera encima, Nico se echó a un lado, que casualmente fue el mismo al que se vino Adela con Luc casi encima.
Acabaron los tres convertidos en un amasijo de brazos y piernas tratando de recomponerse.
—¡Huy, huy!
—¡Bestia!
—¿Pero qué has hecho?
—¡Qué daño!
—¡Serás tonto!
—¿Lo tienes?
Lo tenía. Luc mostró orgulloso el sobre protegido en una bolsita de plástico transparente. Era el número 6.
—¡Vamos allá!
Gatearon hasta el tronco y apoyaron sus espaldas en él, protegidos a ambos lados por las gruesas raíces, así que era como estar encajonados y pegados unos a otros. Luc abrió el sobre y extrajo la nueva hoja. Sus corazones temblaban después de lo complicado que había sido resolver el problema y la pista anteriores.
Leyó:
PROBLEMA 6
: Dos correos van por el mismo camino. El primero salió del punto A y anda 5 kilómetros por hora. El segundo partió del punto B y anda 3 kilómetros a la hora. El correo del punto A emprendió la marcha 6 horas antes que él del punto B. La distancia del punto A al punto B es de 60 kilómetros, ¿En qué lugar del camino van a juntarse? ¿Cuánto habrá recorrido el correo A? ¿Cuánto el B? ¿Qué tiempo habrá empleado el A? ¿Qué tiempo el B? De todas las respuestas, la que deberéis utilizar es precisamente la penúltima: «¿Qué tiempo ha empleado el correo A?».
PISTA PARA DAR CON EL SIGUIENTE SOBRE: Deberéis resolver este ejercicio de deducción:
Pregunta: ¿Dónde está la pista 7?
NOTA: Tomáoslo con calma, chicos.
Se quedaron como si les hubiera caído encima un barreño de agua helada, especialmente por la pista para dar con el siguiente sobre.
—El problema no es difícil —reconoció Adela—. Lo hemos dado no hace mucho. Pero la pista…
—¿Que no es difícil el problema? —se estremeció Luc—. ¡Pues ya me dirás!
—Pero, ¿qué es todo esto de las casas, los espías, las pistas y los nombres? —balbuceó Nico impresionadísimo—. ¿Cómo demonios quiere que sepamos lo que pregunta con sólo esos diez indicios? ¡Esto es un galimatías!
—Dice: «Tomáoslo con calma». Eso significa que es cuestión de paciencia —hizo hincapié en el detalle Adela.
—¿Calma? ¿Calma? —Nico estaba enfadado—. ¡Yo no resuelvo eso ni aunque viva cien años!
—Bueno, vamos a intentarlo, ¿no? —Luc trató de apaciguar a su amigo.
—¡Si es que esto ya es demasiado! —continuó él.
—¿Seguro que sabes resolver el problema? —Luc se dirigió a Adela dejando a Nico con su enfado.
—Y tú también, ya lo verás. Dame el bolígrafo.
Adela empezó a escribir, esta vez en el sobre.
—Mira, no es solamente un problema con una solución —explicó—. Como ves, son cuatro problemas con cuatro soluciones. Vamos a ponerles una letra para saber cuál es cada una de las incógnitas, ¿de acuerdo?
X = camino recorrido por el correo A.
Y = camino recorrido por el correo B.
Z = tiempo invertido por el correo A.
W = tiempo invertido por el correo B.
—La respuesta que nos interesa es la Z, pero habrá que resolverlo todo igualmente —siguió Adela—. La ecuación, si no recuerdo mal lo que nos explicó el Fepe, debería ser… ésta:
BR=AR–AB
—¿Qué es la R? —preguntó Luc.
—Es el punto de encuentro. Mira.
Y lo marcó en una simple línea horizontal:
—Creo que lo recuerdo, sí —se animó Luc—. Nos lo explicó con palomas mensajeras o algo así, lo que pasa es que me pareció tan complicado que…
—Pasaste —le ayudó a completar la frase Adela.
—Sí —reconoció Luc.
—Yo también lo recuerdo —se recuperó de su enfado momentáneo Nico.
—Bienvenido —sonrió Adela.
—Venga, sigue —la apremió Luc.
—Bien… Pues… Puede decirse que el trayecto recorrido por el correo B es igual al recorrido por el A, menos el tiempo que media entre ambos puntos de partida, o sea que la primera ecuación…
—Como el correo A va a 5 kilómetros por hora
—Adela hablaba muy despacio, concentrándose en la exposición del tema—, conseguiremos saber el número de horas que ha marchado dividiendo por 5 el total de kilómetros. Y ésa será la segunda ecuación: