Tommy dejó la enciclopedia y caminó hacia la chimenea, comenzando a despojarse de la chaqueta y la camisa con lentitud, ante la ardiente mirada de su amante.
Se desnudó lentamente, sintiendo el calor del fuego a su espalda y la pasión de Sasha encendida en sus ojos. Desnudo, con las llamas dibujando caprichosas formas sobre su piel dorada, se irguió y le tendió los brazos:
—Ven. Quiero demostrarte lo agradecido que estoy.
Se amaron con ansiedad apenas reprimida, mordiéndose los labios para reprimir los gritos que pugnaban por salir. No importaba dónde estuviesen ni cómo, la magia siempre se encendía en ellos.
Tommy se acurrucó en brazos de Sasha que onduló, pegándose más a él. Se estaba quedando dormido cuando el ruso susurró:
—Tommy, creo que lo de Richie y Cindy va en serio.
Él frunció el entrecejo. Esa Navidad Richie había ido a Chipping Camden como todos los años, pero luego había comentado algo de pasar las vacaciones con Cindy.
—No podemos evitarlo, ¿verdad? Se acabará alejando —murmuró—. En el fondo siempre lo he sabido, pero esperaba que no fuera así. Quería que estuviéramos por siempre los tres juntos. Como en tu última visita…
Sasha suspiró también y tomó la mano de Tommy para besársela.
—¿De verdad esperabas eso? Es extraño… Una relación de tres a largo plazo. ¿Funcionaría? Una cosa es verse los fines de semana y otra vivir juntos con todo lo que eso implica. En todo caso, creo que Richie ya hizo su elección.
—Yo me siento cómodo con los dos, y aunque el cariño que siento por ambos es distinto, no por ello es menos importante. Creo que juntos, los tres, siempre hemos estado maravillosamente. Pero tienes razón, es elección de Richie y es su felicidad… Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme, ¿será feliz?
—Supongo que sí. —Sasha lo abrazó más estrechamente—. Es mayor como para saber lo que quiere, ¿no? Imagino que querrá sentar cabeza y que nuestras fiestecitas en su apartamento se acabarán. De todos modos, no está bien acostarnos con él sabiendo que está con Cindy y que lo toma en serio.
—No quiero pensar en eso —dijo Tommy muy bajo—. He perdido ya demasiado —agregó tan bajo que Sasha no lo oyó.
Eran las once y Sasha y Tommy no bajaban. La hora del desayuno había pasado hacía mucho rato y Alex se había ido a su estudio a hacer una llamada que ya estaba durando bastante.
Angel se asomó al estudio a tiempo para oír cómo Alex colgaba el teléfono después de decir un «Manténme informado» que auguraba problemas.
—¿Todo va bien?
—No. ¡Demonios! Ese inútil de Stoner…. Desde la conversación de la cena le he estado dando vueltas a lo de Birmingham y llamé a Maurice Stevens para desearle feliz Navidad y de paso averiguar cómo le iba a Stoner.
Angel se sentó junto a su marido. Stevens era el gerente de Birmingham y defendía a su personal con uñas y dientes.
—¿Y cómo le va?
—Stoner ha presentado una lista de cuarenta personas a las que quiere despedir a fines de año porque ha efectuado una evaluación y señala que son los causantes de los errores en las licitaciones. Varios de ellos son veteranos.
—Oh. ¿Cómo lo ha tomado Stevens?
—Como era de esperarse, se sube por las paredes. Me ha dicho que no despedirá a nadie, bajo su responsabilidad, y que ha hablado con McAllister, que les ha garantizado que no habrá despidos. Quiere que saque de allí a Stoner.
—¿Qué vas a hacer?
Alex apartó el mechón que cayó sobre su frente y que le daba una apariencia juvenil. Mientras hablaba con Stevens había pensado en muchas cosas, desde pedirle a McAllister que no se entrometa en sus decisiones, despedir a Stoner, a Stevens y a los cuarenta, venderle a McAllister su parte de acciones, enviar a Ebenezer allí, pero no iba a hacer nada de eso. Se obligó a serenarse, a pensar como lo haría Alistair, a recordar sus consejos. La idea que había tenido noches atrás se concretó frente a sus ojos, tan sencilla, tan poderosa, como solamente pueden serlo las grandes ideas.
—Por ahora no habrá despidos. Pediré informes detallados a Stoner, escucharé a ambas partes, haré algunas mejoras, eventualmente lo haré volver. Así ganaré un poco de tiempo hasta octubre porque he pensado en algo que solucionará el problema en modo definitivo: enviaré a Sasha a la planta de Birmingham.
—Pero... ¡Alex!
—Sí, ya sé. Tommy pensaba que estarían juntos en Londres, trabajando. Pero quizá no sea bueno para ninguno de los dos... La situación de Sasha sería muy incómoda y tú sabes cómo actúa cuando tiene presión. Además, no confío en nadie más para poder manejar lo de Birmingham.
—Cuando Sasha se propone algo es imparable, pero también es joven, Alex. Tiene expectativas…
—Es cierto. Sasha es muy frío cuando se trata de trabajo, pero Tommy es su debilidad.
—Lo ama, querido.
—Ya. El caso es que todavía no daré los pasos definitivos hasta no hablar con Stoner, pero me inclino por ofrecerle a Sasha la subdirección de ventas de Birmingham. Es un cargo directivo... Aún no sé cómo se lo voy a plantear, sólo espero que lo acepte.
Angel lo pensó un momento.
—Ofrécele un sueldo atractivo y condiciones que no encontrará aquí, pero también hazle ver que lo necesitas. Y creo que es así, por lo que acabo de oír.
—Tienes razón. ¿Qué haría yo sin ti?
La quincena de enero le trajo a Tommy la respuesta de Oxford: su solicitud para estudiar Filosofía había sido rechazada. La carta llegó a la casa de Alex y Angel le avisó para que fuera a buscarla. Era una carta amable y formal, como seguramente las harían a cientos.
«No es que me importe mucho —se dijo—. Siempre me queda estudiar en Kingston.»
Pero sí le importaba. Se lo había prometido a su tío Joseph y sabía que se sentiría decepcionado.
—Querido, no es el fin del mundo —dijo Angel cuando se lo contó—. Hay ocasiones en que alguien se retira y se abren nuevas vacantes según el orden de méritos, quizá Alex podría…
—No, gracias. Mejor me olvido de ello por un tiempo. Postularé a Kingston en octubre y dedicaré el año perdido a trabajar. Dios sabe que necesito hacer algo de provecho con mi vida.
Procuró no pensar en ello y trató de mostrarse despreocupado cuando su tío Joseph lo llamó para confortarlo. El anciano le dijo algo parecido a lo que Angel ya le había explicado y Tommy fingió sentirse mejor, pero ese nuevo rechazo influyó mucho en su ánimo.
Aguantó durante unos días, haciendo como si no hubiera pasado nada para no preocupar a los Andrew, pero finalmente la necesidad de ser mimado pudo más y el fin de semana se encontró frente a la puerta de Richie esperando que no hubiera salido con Cindy.
La puerta se abrió y el pelirrojo lo recibió con una radiante sonrisa.
—¡Hola! No sabía que vendrías.
—No pensaba venir —respondió sin animarse a entrar—. ¿Molesto? ¿Tienes tiempo o has quedado?
—Jamás molestas, pasa. —Richie tiró de él como si temiera que huyese y cerró la puerta.
—Estaba estudiando y me aburrí, no tenía ningún plan y pensé en venir, pero si has quedado con Cindy o algo puedo ir a dar una vuelta para airearme y volver al campus —dijo rápidamente mientras se quitaba la chaqueta pero sin soltarla por si tenía que irse.
—No he quedado —dijo Richie—. Cindy tiene que estudiar hoy—. Le quitó la chaqueta y la lanzó sobre el sillón—. ¿Desde cuándo eres tan tímido?
—No soy tímido, es sólo que no quiero inmiscuirme en tu relación con Cindy… parece que va en serio —repitió las palabras que Sasha le había dicho esa Navidad.
Richie lo tomó de la mano y lo condujo al sillón. Se miraron sin decir nada, hasta que el pelirrojo rompió el silencio.
—Va en serio —reconoció—. Yo soy el principal sorprendido, pero va en serio.
—Me alegro por ti… —Tras un breve instante, añadió—: No me alegro por mí, pero sí por ti, de verdad. Soy egoísta.
—No lo eres —repuso Richie y su mano comenzó a acariciarle el hombro—. Yo sentiría lo mismo si se tratara de ti. Estamos muy unidos… Los tres.
—Lo sé, pero… —Se mordió el labio—. Soy estúpido y egoísta. Siempre he pensado que tú estarías para mí toda la vida. Y ahora, ahora me he dado cuenta de que no, y que soy una persona horrible por haber pensado eso.
—Tommy, Tommy. ¿Quién dice que no estaré contigo? El que vaya en serio con Cindy no significa que os querré menos. Sobre todo a ti. Y no eres una persona horrible, tienes la nariz un poco grande, pero no eres horrible. Vamos, quiero ver una sonrisa.
—No será lo mismo, Richie. —Tommy arrugó el entrecejo—. Tú lo sabes y yo lo sé. Sasha también lo sabe, incluso dijo que no estaba bien que nos acostáramos contigo si estás en serio con Cindy… y creo que tiene razón.
—Sasha te ha metido esa idea… ¡Lo sabía! Últimamente estás sonando como él. Pero aunque me cueste reconocerlo, tiene razón. Su maldito sentido ruso de la decencia ha acertado esta vez. No es que os desee menos, pero estoy con Cindy. No sería correcto. ¿Me odiarás por eso?
—Nunca podría odiarte. Te quiero. Te quiero mucho. —Una ligera sonrisa adornó su rostro—. Y sí, Sasha tiene razón, pero eso no quita que duela menos. Voy a echarte de menos, voy a «echarlo» de menos —añadió en referencia al sexo.
—Podemos despedirnos —susurró Richie—. Tal como empezó: solos tú y yo.
—No sé… —titubeó—. Me sentiré culpable… Ya me siento culpable por lo del otro día. Y no es que no esté deseándolo —añadió con una tímida sonrisa.
—Ya. ¿Quieres beber algo? ¿Qué tal las clases?
—Las clases genial. —Tommy se levantó para ir al mueble bar y volver con una cerveza y un whisky. Por un momento pensó contarle lo del rechazo en Oxford, pero lo descartó. Era mejor pensar sólo en lo bueno—. He tenido unas notas fantásticas, nunca creí que podría sacar algo más que un aprobado en Literatura, pero también es verdad que he estudiado mucho. —Le tendió la cerveza—. Me han dado ganas ver hasta dónde puedo llegar. —Sonrió y dio un largo trago a su bebida.
—Uh-huh. —Richie lo estudió unos momentos. El pequeño Tommy había cambiado y se dijo que Sasha estaría orgulloso. Claro que Tommy había esperado el último año de carrera para tomarse las cosas en serio, pero era un comienzo—. Eso debe celebrarse. Salud. —Entrechocaron los tragos.
—Y… ¿qué tienes pensado hacer con respecto a Cindy? —preguntó dubitativo—. Si no es indiscreción —añadió con una sonrisilla pícara.
—Quiero estar siempre con ella, Tommy —dijo Richie—. Siempre.
—Me alegro. —Sonrió con dulzura—. Pero espero que jamás te haga daño o iré a por ella y la mataré.
La mano de Richie volvió a acariciarle el hombro y lentamente subió hacia su mejilla, deteniéndose en la incipiente barba que había olvidado afeitar. Se miraron sin decir nada y el pelirrojo se inclinó rozándole los labios.
Durante un momento, Tommy dudó: Sasha había dicho que no estaba bien tener sexo con Richie y él ciertamente también lo creía. Pero era Richie… su Richie, y a su manera lo amaba, así que profundizó el beso y deslizó una mano por su cintura y hacia su espalda, para apretarlo más contra su cuerpo.
Al sentir la respuesta de Tommy, Richie se excitó como esa primera vez hacía tantos años, estrechándolo hasta que sus erecciones aprisionadas bajo el pantalón, se rozaron.
—Solos tú y yo —susurró y descubrió que muy en el fondo, seguía deseando que eso fuera así para siempre.
—La primera vez que te vi… —comenzó a decir Tommy entre besos y mientras se desnudaba y desnudaba a Richie— tuve mucha vergüenza. Estaba literalmente babeando con tu escaparate y entonces me miraste y me sonreíste… y sólo pude pensar en agacharme y esconderme. Si me hubieran dicho entonces todo lo que iba a pasar…
Richie rió irguiéndose desnudo y llevando a Tommy de la mano al dormitorio que tantas veces habían compartido.
—¿Te habrías escapado corriendo?
—Tal vez sí, o tal vez hubiera corrido a tus brazos. —Rió con picardía dejándose llevar.
Volvieron a besarse de pie junto a la cama, disfrutando la sensación de piel a piel. Richie besó la boca de Tommy y se arrodilló frente a su miembro para tomarlo entre sus labios, e inició una deliciosa succión.
—¿Recuerdas cómo era yo entonces? —preguntó Tommy entre jadeos—. ¿Cómo te gusto más? ¿Como soy ahora o como era entonces?
Richie interrumpió su tarea para mirar hacia arriba con gesto juguetón.
—Eras más pequeño. Pero me gustas más ahora, bebé.
—No me refería sólo a esto. —Señaló su polla—. Ya sé que era más pequeño. Pero…también era más inocente… menos puto… —añadió en un susurro.
Richie comenzó a acariciarlo, estimulándolo con suavidad mientras hablaba. Ciertamente el tímido muchachito de antaño había desaparecido para dar paso a un hombre sumamente atractivo y sexual, pero él amaba a ambos. Amaba a Tommy.
—Me gustas. Antes o después, no importa. Y ríete si quieres, pero siempre serás mi Tommy.
—Tú también serás para siempre mi Richie. —Jugueteó con los suaves mechones de la pelirroja cabeza—. Y siempre estaré ahí para ti… pase lo que pase, acabemos donde acabemos. Siempre estaré ahí para ti.
La intensidad del momento conmovió a Richie que se puso de pie para besarlo con ternura y tumbarlo en la cama. Sabía que era la última vez que compartía un momento tan íntimo con Tommy y quería disfrutarlo lentamente, plenamente, para que ese recuerdo lo acompañara.
Lo acarició mirándolo a los ojos. Esos bellos ojos celestes que tan pocas personas habían visto de cerca. Bajó besando y acariciando la piel dorada y comenzó una lenta y torturante preparación.
Tommy quiso dejarse hacer, como aquella primera vez en la que la inexperiencia y la timidez lo limitaban, pero nunca fue uno de los que no participan, y de pronto hizo girarse al pelirrojo para hacer un 69.
—Ah, demonio. —Richie jadeó al sentir los dedos que lo exploraban y onduló, clavándose en ellos.
—Creo que vamos a tener ciertas complicaciones si los dos queremos estar abajo. Nos faltan pollas. —Tommy rió tras un largo lametón a la erección del pelirrojo—. ¿Dónde tienes ese consolador negro? El enorme…
—En el armario. A Cindy no le gusta —repuso Richie, poniéndose de pie y regresó con el consolador que le lanzó a Tommy.
—¿Ni siquiera usarlo contigo? —preguntó sin pensar—. Olvídalo, no es mi asunto. ¿Qué quieres que hagamos? ¿Te lo hago yo a ti y tú usas el consolador en mí, o al revés?