—Tengo un nombre para eso…
—Te equivocas. No se trata de homofobia…
—… sino de su ostentación —completó Sasha—. Pero no estamos en la era Victoriana. Eso estaba bien para Wilde. ¿Cuál es tu maldito problema?
—Mi problema es que no puedo darte una subdirección aquí. Ni siquiera una gerencia. Tendrías muchos problemas y no quiero exponerte a eso. Es verdad que te necesito en Birmingham y eso te dará oportunidad de probar lo que vales. Un año o dos y podrás volver a Londres y establecerte aquí como quieres. Te estoy ofreciendo condiciones inmejorables, Sasha. Piénsalo.
—¿Esto tiene que ver con Tommy?
—¡Claro que no! Yo no interferiré en vuestras vidas, vosotros decidiréis cómo vivirlas. Escucha, sé que esto ha sido inesperado, pero no me has dejado alternativa. Podría recomendarte con algún amigo para otra empresa pero realmente te quiero en Thot Labs y junto a nosotros. Créeme que hago esto pensando en el bien de todos.
Sasha no estaba tan seguro. Apretó los labios, callándose muchas cosas. Ebenezer se había salido con la suya esta vez, pero no volvería a dar un paso en falso. Viviría como le diera la gana y ni Alex ni Ebenezer ni McAllister ni nadie en el maldito universo le diría qué hacer.
—Estoy seguro de ello —ironizó—. Voy a pensarlo. Luego te haré saber mi respuesta —declaró, despidiéndose.
Alex lo vio salir y negó con la cabeza. Sasha tendría que aprender a reconocer cuando se equivocaba o en el futuro tendría problemas más difíciles que ése.
—¡No puedo creerlo! —dijo Sasha furioso. Había ido al
college
de Tommy a contarle lo ocurrido—. ¡Alex me engañó completamente!
—¿No crees que estás juzgando a Alex muy duramente? Te ha ofrecido un puesto que es mucho mejor que el que esperabas y yo creo que trata de protegerte. Seguramente Ebenezer y McAllister han puesto en contra tuya a todo el mundo.
—Pero yo quería quedarme en Londres —dijo Sasha. ¿Acaso no veía que estarían separados?—. ¡Maldita sea yo no necesito que me protejan!
—Todo el mundo necesita que lo protejan de algo…
—Tonterías. Para Alex se trata de una relación causa-efecto. El «efecto Mariposa», vaya que sí.
Tommy sonrió y se levantó de la cama para abrazarlo. Allí estaba Sasha con sus teorías extrañas. Quizá era el producto de estudiar tanto.
—¿Qué es el «efecto Mariposa»? ¿Un nuevo enfoque de gestión?
Sasha lo miró brevemente y luego esbozó una sonrisa.
—Es más bien un concepto matemático que se deriva de la Teoría del Caos. En pocas palabras, un pequeño cambio puede generar grandes efectos: el vuelo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tormenta en Nueva York.
—Ya veo. ¿Ir juntos a la cena fue nuestro pequeño cambio?
—Sí. No medí las consecuencias y ahora todo se ha trastornado con ese ofrecimiento de Alex. ¡Maldita sea, no quiero ir a Birmingham!
—Yo también querría que te quedaras en Londres, pero no puedes desechar una oferta como la de Alex. —Enterró el rostro en el cuello de Sasha—. Pasará pronto, ya verás. Y podremos ir a vernos el uno al otro. —Esperaba de corazón que esta vez pudieran verse más seguido. Había sido una decepción que Sasha tuviera que irse lejos otra vez, pero jamás podría recriminarle algo a Alex.
—Me ha dado condiciones inmejorables, la verdad —reconoció Sasha—. Pero no quiero darle el gusto. Había hecho muchos planes —«Contigo», pensó. Pero parecía que eso no le importaba demasiado a Tommy.
—Bueno, seguro que puedes modificar los planes y en cuanto a Ebenezer… ¿no crees que le molestará más si triunfas en Birmingham?
—Ya. —Era obvio que Tommy estaba de parte de Alex. Quizá en el fondo estuviera feliz con ese arreglo porque así no tendría que pensar en la extraña relación que llevaban. Se puso de pie—. Iré a caminar un poco. Necesito pensar.
—De acuerdo… Yo te espero aquí —murmuró dubitativo. Le apetecía mimarlo, aprovechar que estaría todo el fin de semana en Londres, pero si Sasha quería pasear solo no le impondría su presencia.
—No es necesario que me esperes —dijo Sasha tomando su chaqueta—. Estaré por allí.
Salió, todavía enfadado, y estuvo vagando por el campus, recordando momentos más felices cuando no tenía que preocuparse de mariposas ni de las oscuras maniobras de sus propios amigos. Caminó hacia el muro que comunicaba con Saint Michael y lo saltó sin esfuerzo.
Sin saber por qué, iba rumbo al viejo roble en donde el corazón que habían tallado le dio la bienvenida, burlón.
«Estúpido —pensó Sasha—. Estúpido, mil veces estúpido.»
Se sentó al pie del árbol y comenzó a arrancar hierbitas, tratando de recobrar la sangre fría y pensar sin el corazón en qué era lo que realmente le convenía.
—Te he seguido —dijo Tommy apareciendo de repente tras un árbol—. Estás molesto y lo entiendo, pero quiero estar contigo aunque tú no me quieras a tu lado.
Sasha le hizo un ademán para que se sentara y encendió un cigarrillo.
Tommy se sentó a su lado, apoyó la cabeza en su hombro y no pudo evitar sonreír aunque trató de escondérselo. Estaba feliz sólo con eso.
Sasha finalizó lentamente el cigarrillo, sin decir palabra. Pero tampoco se apartó. Simplemente no tenía ningún deseo de hablar.
—Se me está quedando el culo helado —dijo Tommy al cabo de un rato. No le gustaba ver a Sasha tan callado así que sin pensar mucho y tratando de animarlo añadió—: ¿Se te ocurre alguna idea de cómo calentármelo?
Sasha sonrió a su pesar.
—Varias —confesó—. Vamos, yo también tengo un poco de frío.
—Vale. —Tendió la mano a Sasha para levantarse—. Quiero que me enseñes cada una de esas ideas. —Le guiñó un ojo.
Caminaron en silencio hasta la habitación de Tommy y nada más entrar, Sasha dijo lo que más lo estaba atormentando:
—Supongo que eso tira por la borda la idea que teníamos de ver lo que pasaba con nuestra relación.
—Si es lo que quieres... —dijo Tommy—. También podemos tomárnoslo como una prórroga y esperar un poco más o… tratar de llevarla en la distancia.
No era lo que quería. Maldita sea si lo era.
—Ya. Eso simplifica mucho las cosas. Buen sexo y sin complicaciones.
—Bueno… si es lo que quieres —repitió Tommy comenzando a temerse que pasaría otro año esperando las visitas de Sasha y su amor a cuentagotas.
—Lo siento. —Sasha alzó la mano para acariciarle la mejilla, pero la bajó—. No es un buen momento para hablar. No me esperaba esto y la verdad es que necesito estar solo.
—Vale, aquí estaré para cuando quieras… —Lo vio alejarse y no pudo decir más. Estaba visto que la mala suerte lo perseguía desde la desafortunda cena. «‘Efecto Mariposa’, cómo no. ¿Es posible que todo se nos haya torcido?»
Eran casi las seis cuando Sasha entró Sextasis. Había estado sentado en la estación, sin que se decidiera a tomar el tren a Oxford. Se sentía traicionado por las personas en quienes más había confiado: los Andrew y Tommy. Sobre todo por Tommy que lo había aceptado como si nada, como si realmente quisiera deshacerse de él.
Sí, eso era lo que sacaba por quererlo de esa manera. Un «sigamos esperando» y una vaga promesa de estar siempre allí, dondequiera que fuera eso.
¡Qué injusto era todo! No quería ir a Birmingham. ¿Por qué todos habían decidido por él sin siquiera consultarle? ¿Acaso pensaban que estaba tan desesperado como para no buscar otras ofertas? El propio Derek tenía varios ofrecimientos de trabajo y estaba dándose el lujo de escoger. Todavía recordaba a ese tal Bierce, que le ofreció una gerencia de finanzas en Chemical United. Sí, los
head hunters
comenzaban a buscarlo y él tendría que mover sus piezas.
Pero no le apetecían los juegos de poder en ese momento. Solamente quería que alguien pudiera comprenderlo. Alguien que no fuera Tommy, que por lo visto no estaba de su lado.
Con una media sonrisa, decidió buscar a Richie.
El pelirrojo alzó la vista apenas lo oyó entrar en Sextasis y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¡Sasha! —exclamó, avanzando a su encuentro—. ¿Qué pasó? —dijo al momento, viendo su expresión.
—Todo es una mierda —dijo el ruso y en pocas palabras le contó lo que lo estaba atormentando.
Richie escuchó sin interrumpir y antes de que dijera nada, dos personas entraron al
sexshop
y tuvo que atenderlos.
Sasha, frustrado, comenzó a caminar entre los escaparates, recordando sus escapadas con Tommy, cuando Sextasis era para ellos como una caja del tesoro, llena de maravillas que descubrir.
Alcanzó a oír parte de la conversación de Richie y de pronto notó que esos dos hombres no eran clientes. Estaban haciéndole a su amigo una oferta por Sextasis. Una oferta no muy ventajosa.
—Podemos firmar mañana mismo —decía uno de ellos—. Si no tiene ninguna duda más…
—Yo sí la tengo —dijo Sasha, acercándose al grupo—. ¿Por qué ofrecen una miseria por el traspaso de un negocio tan exitoso? El señor Porter no aceptará esas condiciones.
—¿Y quién es usted, caballero? —preguntó el otro hombre.
—Soy el asesor financiero del señor Porter. Sasha Ivanov.
Los minutos siguientes fueron tensos. Sasha expuso lo que él consideraba condiciones justas para el traspaso y los dos hombres tomaron nota y ofrecieron evaluar la propuesta y volver la semana siguiente.
Cuando por fin se fueron, Richie se echó a reír.
—¿Mi asesor financiero? Debería matarte…
—Yo debería matarte a ti. ¡Iban a robarte! —exclamó Sasha—. ¿Por qué no dijiste nada? ¿Tommy lo sabe?
Richie se puso serio de nuevo y se sentó detrás del mostrador.
—Os lo pensaba decir la próxima semana, cuando todo estuviera hecho y no tuviera opción de arrepentirme. Tommy no lo sabe, no sé cómo va a afectarle.
Sasha también se puso serio. Su vista abarcó el negocio de su amigo y luego lo miró.
—Esto tiene que ver con Cindy. —No era una pregunta, era una certeza—. Pero debiste asesorarte, puedes sacar el doble de lo que te ofrecieron y quizá un poco más. La ubicación, la clientela fija…
—Tú les pediste el triple —observó Richie.
—Tenía que negociar. Así parecerá que cedo si después acepto menos. Principio básico de ventas. Deberías saberlo.
—Sí. Supongo que debí llamarte. Es que tampoco sabía cómo te lo ibas a tomar.
Sasha sonrió y le palmeó la espalda.
—Supongo que lo has meditado bien. Y es un cambio… No te imagino a los sesenta atendiendo un
sexshop
. ¿Qué has pensado hacer?
—Poner un restaurante. La comida siempre es negocio. Cindy me ayudará.
—Sí, claro.
—Espérame un momento. Voy a cerrar y luego hablaremos de ese asunto tuyo en mi apartamento.
Sasha esperó con un nudo en el corazón. Sabía que esa era probablemente la última vez que vería Sextasis. Era una etapa más de su vida que terminaba para siempre.
«Otra mariposa —se dijo—. ¡Oh, vamos! ¡Para ya!»
Salió con Richie y ambos evitaron hablar de lo que preocupaba a Sasha hasta que estuvieron en el salón del pequeño apartamento. Entonces, Richie lo miró.
—Lo que hiciste hoy fue grandioso. Se te dan muy bien las estrategias de ventas.
—Es lo elemental en una negociación. Tú lo haces todo el tiempo cuando colocas ofertas y haces rebajas, sólo que esto fue a mayor escala.
—Por eso lo digo. Nunca consideré lo que planteaste, sólo quería cerrar el trato pronto.
—Lo cerrarás la próxima semana y con mejores condiciones.
—Y te lo agradezco, Tigre. Te lo agradezco mucho. Espero que no estés enfadado por no habéroslo dicho.
—Descuida, estoy acostumbrado a la traición.
—¡Sasha, por un demonio! No siempre se trata de ti, ¿sabes? Piensa un poco en los demás, piensa en Tommy…
—Precisamente es en Tommy en quien pienso. Alex hace lo imposible por enviarme a Birmingham un año o dos y a nadie le importa. Luego decís que me queréis… ¡Al carajo!
—¿Y no te conviene lo que plantea Alex? Una subdirección en una corporación como Thot Labs es para tener en cuenta, Sasha. Analízalo. Hace un rato me ayudaste porque pensaste con la mente fría. Yo no podía hacerlo: es mi negocio y eso me bloquea, supongo. Pero tú pudiste. Ahora yo veo lo que me cuentas desde una perspectiva distinta. Alex te está ofreciendo incluso pagarte la vivienda y darte movilidad, eso sin contar el sueldo. ¿No era eso lo que querías? ¿Más de lo que querías?
—Era eso, pero en Londres. Yo quería quedarme aquí, con Tommy.
—Lo sé. —La voz de Richie se suavizó—. Pero por lo que me has contado, creo que Alex tiene razón. Tú mismo reconociste hace unos meses que se te había pasado la mano. ¿Y cuándo Alex ha hecho algo que te perjudicara? Menciona una sola vez que lo haya hecho.
Sasha reflexionó brevemente.
—Nunca lo ha hecho, hasta ahora. Siempre ha estado ayudándome.
—¿Y por qué crees que esta vez es distinto?
—Ya te lo he dicho. Creo que quiere separarme de Tommy.
Richie miró al cielo y unió las manos, apoyando la barbilla en ellas. Luego miró a Sasha.
—¿Realmente crees eso? Alex os ha seguido tratando como siempre, invitándoos a su casa, sabiendo que dormís juntos. ¿Por qué querría que os separáseis?
El enojo de Sasha fue cediendo a la lógica con la que Richie le mostraba las cosas.
—¡No lo sé! ¡Demonios! ¿Por qué entonces me envía lejos?
—¿Para que lo ayudes? ¿Para que no te destrocen por un error de juventud? Nosotros los ingleses somos muy conservadores en el fondo. Residuos de la era victoriana, supongo. Uno puede hacer lo que le venga en gana, siempre que conserve las apariencias…
—Y yo no las conservé…
—Eso es. Te reíste de Ebenezer en sus propias narices y fuiste el héroe de muchos. Eso no va a perdonártelo…
—Un enemigo jamás perdona que se burlen de él —reflexionó Sasha—. Pero ya está hecho y tendré que aguantarlo. ¿Acaso Alex cree que no podré trabajar con él?
—Quizá cree que Ebenezer podría frenarte y no olvides que es accionista, es amigo de McAllister y es el hermano del dueño. Quizá Alex desee que regreses cubierto de gloria para que puedas ser director.
—Y castigarme un poco también. —Sasha estaba recobrando su capacidad de análisis mirando el problema desde un ángulo impersonal—. Creo que yo habría hecho lo mismo… una lección que jamás olvidaría. Y de hecho, no lo haré.
—Sí, quizá haya algo de lo que dices. —Richie sonrió al verlo relajarse—. Dicen que hay cosas que sólo se aprenden con dolor.