(Ella sale. Cyrano permanece inmóvil con los ojos fijos en el suelo. Pausa. La puerta se abre. Ragueneau asoma la cabeza.)
C
YRANO
, R
AGUENEAU
, los poetas, C
ARBON
D
E
C
ASTEL
-J
ALOUX
, los cadetes, la multitud, etc. Después D
E
G
UICHE
.
R
AGUENEAU
.— ¿Puedo pasar ya?
C
YRANO
.—
(Sin moverse.)
¡Adelante!
(Ragueneau hace una seña y sus amigos entran. Al mismo tiempo, por la puerta del fondo, aparece Carbon de Castel-Jaloux vestido de capitán de guardias. Hace grandes gestos al ver a Cyrano.)
C
ARBON
D
E
C
ASTEL
-J
ALOUX
.— ¡Aquí está!
C
YRANO
.—
(Levantando la cabeza.)
¡Mi capitán!
C
ARBON
.—
(Alegre.)
¡Nuestro héroe!… ¡Lo sabemos todo!… Una treintena de cadetes están aquí.
C
YRANO
.—
(Retrocediendo.)
Pero…
C
ARBON
.—
(Intentando arrastrarle.)
¡Ven!… ¡quisiera verte!
C
YRANO
.— ¡No!
C
ARBON
.— Están todos ahí, en la taberna de enfrente, «La Cruz del Traidor».
C
YRANO
.— Pero yo…
C
ARBON
.—
(Dirigiéndose a la puerta y gritando entre bastidores con voz de trueno.)
¡El héroe no quiere!… ¡Está de un humor de perros!
U
NA
V
OZ
.—
(Desde fuera.)
¡Ah!… ¡vaya!…
(Tumulto, ruido de espadas que se acercan.)
C
ARBON
.—
(Frotándose las manos.)
¡Ya están atravesando la calle!
L
OS
C
ADETES
.
(Entrando en la pastelería.)
¡Mil diablos…! ¡«Capdedious»!… ¡«Mordious»!… ¡«Pocapdedious»!…
R
AGUENEAU
.—
(Retrocediendo espantado.)
Caballeros… ¿sois todos de Gascuña?
L
OS
C
ADETES
.— ¡Todos!
U
N
C
ADETE
.—
(A Cyrano.)
¡Bravo!
C
YRANO
.— ¡Barón!
O
TRO
C
ADETE
.—
(Dándole un apretón de manos.)
¡Viva!
C
YRANO
.— ¡Barón!
T
ERCER
C
ADETE
.— ¡Venga un abrazo!
C
YRANO
.— ¡Barón!
V
ARIOS
G
ASCONES
.— ¡Abracémosle!
C
YRANO
.—
(No sabiendo cómo responder.)
¡Barón!… ¡Barón!… ¡Barón!… ¡Gracias!
R
AGUENEAU
.— ¿Y todos sois barones, caballeros?
L
OS
C
ADETES
.— ¡Todos!
R
AGUENEAU
.— ¿Todos?
P
RIMER
C
ADETE
.— ¡Con nuestras rodelas, podría levantarse una torre!
L
E
B
RET
.—
(Entrando y corriendo hacia Cyrano.)
¡Te buscan! Una multitud delirante viene hacia acá, conducida por los que anoche te siguieron.
C
YRANO
.—
(Espantado.)
¿No les habréis dicho dónde estoy?
L
E
B
RET
.—
(Frotándose las manos.)
¿Por qué no se lo íbamos a decir?
U
N
B
URGUÉS
.—
(Entra, seguido de un grupo.)
Caballero, ¡todo el Marais quiere presentarse aquí!
(Fuera, la calle está llena de gente. Las sillas de mano y las carrozas se detienen.)
L
E
B
RET
.—
(En voz baja y sonriendo a Cyrano.)
¿Y Roxana?
C
YRANO
.—
(Con viveza.)
¡Cállate!
L
A
M
ULTITUD
.—
(Gritando desde fuera.)
¡C
YRANO
!…
(Una muchedumbre se precipita en la pastelería. Tumulto. Aclamaciones.)
R
AGUENEAU
.—
(De pie sobre una silla.)
¡Han invadido mi tienda!… ¡Están rompiéndolo todo!… ¡Es formidable!…
L
A
G
ENTE
.—
(Alrededor de Cyrano.)
¡Amigo mío!… ¡Amigo mío!…
C
YRANO
.— Que yo recuerde… ¡no tenía ayer tantos amigos!
L
E
B
RET
.—
(Emocionado.)
¡El éxito!
U
N
J
OVEN
M
ARQUÉS
.—
(Corriendo hacia él con los brazos abiertos.)
¡Si tú supieras, querido amigo!…
C
YRANO
.— Si tú… ¿Tú?… ¿Puede saberse dónde hemos bebido juntos?
O
TRO
.— ¡Caballero!… quisiera presentaros algunas damas que hay en mi carroza.
C
YRANO
.—
(Con frialdad.)
Y a vos… ¿quién os ha presentado ante mí?
L
E
B
RET
.—
(Estupefacto.)
Pero ¿que haces?
C
YRANO
.— ¡Cállate!
U
N
H
OMBRE
D
E
L
ETRAS
.—
(Que trae un escritorio.)
¿Podríais darme algunos detalles sobre…?
C
YRANO
.— ¡No!
L
E
B
RET
.—
(Dándole un codazo.)
¡Pero si es Teofastro Renaudot, el inventor de la Gaceta!
C
YRANO
.— ¡Basta!
L
E
B
RET
.— ¡Ten en cuenta que en esas hojillas que publica se cuenta todo y que al parecer tendrá un gran porvenir!
E
L
P
OETA
.—
(Adelantándose.)
¡Caballero!…
C
YRANO
.— ¡Otro más!
E
L
P
OETA
.— Quisiera hacer un acróstico con las iniciales de vuestro apellido…
O
TRO
C
UALQUIERA
.—
(Avanzando.)
¡Caballero!…
C
YRANO
.— ¡Basta ya!
(Movimiento. La gente se divide en dos filas. De Guiche aparece escoltado por los oficiales, Cuigy, Brissaille, y los que marcharon con Cyrano al terminar el primer acto. Cuigy presenta a Cyrano.)
C
UIGY
.—
(A Cyrano.)
El señor De Guiche.
(Murmullo. La gente deja paso.)
Viene de parte del mariscal De Gassión…
D
E
G
UICHE
.—
(Saludando a Cyrano.)
…que me encarga demostraros su admiración por vuestra última hazaña.
L
A
M
ULTITUD
.— ¡Bravo!
C
YRANO
.—
(Inclinándose.)
¡El mariscal sabe reconocer el valor!
D
E
G
UICHE
.— ¡Nunca hubiera creído lo que hicisteis si estos caballeros no hubieran jurado haberlo visto!
C
UIGY
.— ¡Con nuestros propios ojos!
L
E
B
RET
.—
(En voz baja, a Cyrano, que está como ausente.)
Pero…
C
YRANO
.— ¡Cállate!
L
E
B
RET
.— Me parece que estás sufriendo por algo.
C
YRANO
.—
(Temblando e irguiéndose rápidamente.)
¿Ante esta gente?…
(Su mostacho se atiesa y respira con fuerza.)
¿Yo… sufrir? ¡Ahora verás!
D
E
G
UICHE
.—
(Al que Cuigy ha dicho algo al oído.)
Vuestra carrera está llena de grandes hazañas y, según tengo entendido, servís con esos locos de los gascones, ¿no es así?
C
YRANO
.— ¡Con los cadetes!
U
N
C
ADETE
.—
(Dando una gran voz.)
¡Con nosotros!
D
E
G
UICHE
.—
(Mirando a los gascones, colocados detrás de Cyrano.)
¡Ah!… Todos estos caballeros tienen la mirada altiva… ¿Son los famosos cadetes de Gascuña?
C
ARBON
.— ¡Cyrano!
C
YRANO
.— ¡Capitán!
C
ARBON
.— Ya que, según parece, está aquí toda mí compañía, ¿queréis presentársela al conde?
C
YRANO
.—
(Adelantando dos pasos hacia De Guiche y señalando a los cadetes.)
¡Éstos son los cadetes de Gascuña
con Carbon, su capitán!
¡Luchadores, mentirosos,
nobles, firmes, valerosos,
así son los cadetes de Gascuña
con Carbon, su capitán!
¡Ojos de buitre, pies de cigüeña,
mostacho tieso, dientes de lobo
cuando su furia enseña a la canalla!
¡Ojos de buitre, pies de cigüeña,
con viejos chambergos, de agujeros
llenos y calzados rotos
vestidos van!
¡Ojos de buitre, pies de cigüeña,
mostacho tieso, fiero ademán!
Raja-Tripas y Rompe-Hocicos
son los apodos que ellos se dan!
Ebrios de gloria,
Raja-Tripas y Rompe-Hocicos
en cualquier parte donde haya riña
allí ellos cita se dan.
Raja-Tripas y Rompe-Hocicos
son los apodos que ellos se dan!
¡Éstos son los cadetes de Gascuña
con Carbon, su capitán!
Hacen cornudos a los celosos.
De las mujeres, ¡dulce placer!
¡Éstos son los cadetes de Gascuña
con Carbon su capitán!
¡Que los maridos frunzan el ceño!
¡Suenen trompetas! ¡Pájaros, cantad!
¡Que aquí están los cadetes de Gascuña
con Carbon, su capitán!
D
E
G
UICHE
.—
(Que ha permanecido sentado negligentemente en un sillón que Ragueneau trajo apresuradamente.)
Un poeta es un lujo hoy día… ¿queréis servir en mi casa?
C
YRANO
.— ¡No! ¡Con nadie!
D
E
G
UICHE
.— Vuestra verborrea divirtió ayer a mi tío Richelieu. Desearía que sirvieseis a su lado.
L
E
B
RET
.—
(Entusiasmado.)
¡Dios mío!
D
E
G
UICHE
.— Según tengo entendido, habéis escrito alguna obra de teatro…
L
E
B
RET
.—
(Al oído de Cyrano.)
¡Al fin se representará tu «Agripina»!
D
E
G
UICHE
.— … Llevádselas…
C
YRANO
.— ¡La verdad es que…!
D
E
G
UICHE
.— El es un hombre experto en estas cosas y os corregirá sólo algunos versos.
C
YRANO
.—
(Cuya mirada se ha oscurecido repentinamente.)
¡Imposible, señor! ¡Mi sangre se hiela al pensar que alguien pueda tocar un solo de mis versos!
D
E
G
UICHE
.— ¿No sabéis, amigo mío, que cuando un verso le agrada, lo paga muy bien?
C
YRANO
.— ¡No tan bien como yo, que, cuando hago un verso que me gusta, me lo pago cantándomelo a mí mismo!
D
E
G
UICHE
.— ¡Sois orgulloso!
C
YRANO
.— ¿Lo habéis notado?
U
N
C
ADETE
.—
(Entra trayendo ensartados en su espada, varios sombreros sucios y agujereados.)
¡Mira, Cyrano!… Son los sombreros de los cobardes que anoche pusiste en fuga. Los hemos encontrado esta mañana junto al muelle.
C
ARBON
.— ¡Bellos despojos!
L
A
G
ENTE
.—
(Riendo.)
¡Ja, ja, ja!
C
UIGY
.— El que pagó a aquellos miserables, debe estar rabiando como un perro.
B
RISSAILLE
.— ¿Se sabe ya quién es?
D
E
G
UICHE
.— ¡Fui yo!
(Las risas se detienen.)
Les ordené castigar un poetastro borrachín, porque hacerlo en persona me resultaba desagradable.
(Silencio molesto.)
E
L
C
ADETE
.—
(A media voz, mostrando a Cyrano los sombreros.)
¿Qué quieres que haga con esto? Están llenos de grasa… ¿Una pepitoria?
C
YRANO
.—
(Cogiendo la espada en la que están ensartados los sombreros y dejándolos caer a los pies de De Guiche, con un saludo.)
Señor, ¿quisierais devolvérselos a vuestros amigos?
D
E
G
UICHE
.—
(Levantándose y diciendo con voz grave.)
¡Mi silla! en seguida ¡Parto al instante!
(A Cyrano, violentamente.)
¡En cuanto a vos…!
U
NA
V
OZ
.—
(Desde la calle, gritando.)
¡La silla del señor conde De Guiche!…
D
E
G
UICHE
.—
(Que se ha dominado, con una sonrisa.)
¿Habéis leído el Quijote?
C
YRANO
.— Sí, y me descubro ante el nombre de ese genial loco.
D
E
G
UICHE
.— Deberías meditar entonces…
U
NA
V
OZ
.—
(Desde el fondo.)
¡Ya está aquí la silla!
D
E
G
UICHE
.— …sobre el capítulo de los molinos.
C
YRANO
.—
(Saludando.)
Capítulo trece.
D
E
G
UICHE
.— Tened cuidado, porque cuando se les ataca puede suceder…
C
YRANO
.— ¿Es que yo ataco a gente que cambia según los vientos?
D
E
G
UICHE
.— …que un molinete de sus grandes brazos de tela, os lance al barro.
C
YRANO
.— ¡O a las estrellas!