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Authors: Paul Ekman

Tags: #Ensayo, Psicología

Como detectar mentiras en los niños (16 page)

Sin embargo, Kohlberg nunca sostuvo que la etapa del desarrollo moral fuera lo único que determinaba el engaño. Una persona puede saber lo que está bien y no hacerlo, debido a otros factores determinantes. Se realizó un estudio con estudiantes universitarios masculinos que ilustra cuántos factores pueden influir en el mentir o engañar, y el papel que juega en ello el juicio moral
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. Los doctores Carl Malinowski y Charles Smith crearon una situación de engaño similar al clásico estudio de Hartshorne y May que describí antes. Se daba a los sujetos una aguja de fonógrafo, que tenían que sostener sobre una luz en movimiento continuo. Les dijeron que lo que su puntuación mediría sería la atención y concentración, habilidades necesarias para muchas ocupaciones. Les dieron unas normas falsas, altas e inalcanzables, que supuestamente habían conseguido otros atletas y estudiantes universitarios, y otras bajas que se suponía habían conseguido niños de orfelinatos y otras instituciones. Los resultados de cinco primeras prácticas convencían al sujeto de que estaba situado en el extremo bajo de la escala. El investigador le ofrecía entonces la tentación de hacer trampa dejando solo al sujeto, diciéndole que tomara nota del tiempo que consiguiera sostener la aguja sobre el objetivo en los próximos diez segundos. El sujeto no sabía que el tiempo real se estaba registrando en otra sala.

La mayoría de estudiantes (el 77 %) hicieron trampa como mínimo una vez, pero los que estaban en una etapa más elevada de desarrollo moral engañaron menos y más tarde que los de las primeras etapas. De aquellos que nunca engañaron, todos menos uno tenían un elevado juicio moral. De los que tenían un juicio moral más bajo, el 96 % hizo trampa.

Igualmente importantes para predecir el engaño fueron los buenos resultados que el sujeto obtenía en las sesiones de práctica. Aquellos que lo hacían mejor engañaban después menos. Esto concuerda con los hallazgos de Hartshorne y May de que los niños con buenas capacidades escolares hacían menos trampa en los exámenes.

Con las respuestas a una pregunta de cierto estudio también se podía predecir quién iba a engañar. Los hombres que decían que generalmente esperan sentirse culpables cuando están pensando en cometer algo malo, también engañan menos. Pero esta respuesta no era un factor de predicción tan bueno como el estadio del juicio moral o una habilidad preexistente. Los que sacaban una puntuación baja en el factor de ansiedad ante un examen, y los que también tenían menos puntos en su necesidad de aprobación de los demás, engañaban menos. Pero ninguno de éstos era un factor de predicción tan preciso como el estadio del juicio moral o las habilidades prácticas.

Este estudio demuestra que hay muchos temas a considerar para comprender por qué una persona engaña. El estadio del juicio moral es uno de ellos, pero no el único. Igual de importantes son los factores específicos de una situación determinada, como por ejemplo si las aptitudes que se poseen son suficientes para alcanzar el éxito sin tener que hacer trampa. Existe una relación entre la etapa de desarrollo moral y la conducta moral real, pero también hay otros factores en juego.

Los padres deberían saber que ellos y sus hijos no tendrán la misma opinión sobre las mentiras y otros temas morales. Las actitudes de los niños frente a temas morales cambian al crecer, aun que no necesariamente de la manera ordenada o en los mismos términos que propone Kohlberg. El mensaje importante es comprender lo que su hijo piensa sobre el hecho de mentir. Sepa escuchar, consiga que su hijo le hable. Utilice cuentos y preséntele dilemas morales como el de Heinz. Descubra cuál es el marco de referencia de su hijo. Si usted responde desde ese mismo marco, tendrá más posibilidades de influir en su hijo.

Aunque la frecuencia de la mentira puede ser una excepción, casi todos los factores relacionados con el mentir cambian cuando el niño va creciendo. Su comprensión del concepto de mentira, sus actitudes sobre lo equivocado que es mentir, su capacidad de mentir sin ser descubierto, y su juicio moral y social van cambiando a medida que crece.

Hay dos períodos concretos que parecen ser especialmente cruciales. Uno es sobre los tres o cuatro años, cuando los niños empiezan a ser capaces de contar deliberadamente una mentira. Ésta es una buena época para los padres para empezar a educar a sus hijos sobre el tema de la mentira. Como hemos visto, lo que el niño puede comprender a esta temprana edad es muy diferente de lo que será posible más adelante.

La adolescencia es el otro período crucial. Algunas de las pruebas sugieren que el hecho de mentir, así como la influencia de los compañeros, llega a su pico en la adolescencia y puede que después disminuya. Yo creo que en gran parte dependerá de cómo sepan tratar los padres la necesidad de intimidad del adolescente y de si pueden otorgar a su hijo adolescente un poder y responsabilidad cada vez mayor sobre nuevas parcelas de su vida.

4.
Opinión de un adolescente sobre el hecho de mentir

Tom Ekman

«Enfréntese a ello: su hijo le mentirá hasta que uno de los dos muera.»

Aunque había entrevistado a muchos adolescentes, siempre me preguntaba qué parte de lo que escuchaba estaba adaptado para mis oídos. Pensé que conocía a mi hijo, Tom, lo suficientemente bien para creer que no me censuraría sus pensamientos, así que le pedí que escribiera este capítulo. En ese momento tenía catorce años. La adolescencia es un período tan difícil, tanto para los niños como para los padres, que pensé que la opinión no censurada de un adolescente sobre el tema de la mentira sería una oportunidad única de la cual todos podríamos obtener más comprensión.

No le dije lo que tenía que escribir, ni él había leído nada de lo que yo había escrito. Le pasé una corta lista de temas para que tuviera en cuenta. Dado el hecho de que Tom no estaba de ningún modo influido directamente por mí, me tranquiliza ver que muchas de sus ideas concuerdan con las mías, tales como la teoría de que el evitar el castigo es uno de los motivos principales por el cual mienten tanto los niños como los adultos. El análisis de Tom de por qué los niños inteligentes mienten menos también encaja con los descubrimiento que expuse anteriormente de que los niños listos no hacen tantas trampas en los exámenes escolares. Además, como él destaca, en la adolescencia los niños mienten para conseguir una mayor intimidad Y la enorme presión por mantener una condición social puede llevar a mentir.

Aunque acorté algunas frases demasiado largas y arreglé otras para mejorar la gramática, todas las palabras y las ideas son de Tom. He añadido algunos comentarios sobre estos puntos al final del capítulo.

Creo que estarán ustedes de acuerdo en que Tom sabe escribir.

De hecho, está pensando en seguir la carrera de periodista. Aunque algunas ideas puede que le hagan olvidar que tiene catorce años, de vez en cuando alguna de sus defensas más audaces sobre las mentiras le harán recordar de repente su edad.

Paul Ekman

Era el verano de 1986 y acababa de terminar el octavo curso. Mi amigo de Londres, Lucien, estaba conmigo y ambos íbamos a ir a un campamento de vela situado a una corta distancia de nuestra casa de veraneo en Inverness, una pequeña comunidad de Tomales Bay. El campamento era de día, y como se puede suponer practicábamos la vela durante el día. Por la noche los chicos del campamento, de trece a dieciocho años de edad, salían e iban a fiestas. Nosotros éramos los más jóvenes del grupo. Era verano y mi padre trabajaba de miércoles al lunes siguiente en Inverness, regresando a su despacho de la ciudad el martes por la mañana y volviendo a casa el miércoles por la mañana, así que los martes por la noche estábamos solos. (Mi madre se quedaba en la ciudad durante ese tiempo, mientras que mi padre se quedaba principalmente en Inverness, exceptuando esa noche a la semana). Como verán ustedes, no teníamos suficiente edad para asumir la responsabilidad.

Todo empezó un día en que Lucien y yo les contamos a los demás chicos sobre nuestro nuevo jacuzzi. Entonces decidí celebrar una fiesta el martes por la noche, cuando mi padre estuviera ausente. Mi razón para querer celebrar una fiesta sin supervisión de adultos era que si mis padres estuvieran allí los chicos se sentirían coartados, sobre todo con respecto al tema de las bebidas, y yo sabía que mis padres nunca permitirían que los mayores trajeran cerveza.

La fiesta fue estupenda, y nadie trajo cerveza. La gente venía, se daba un baño en el jacuzzi y entraba en la casa, y a mí me pareció que yo iba a salir ileso porque nadie rompió nada ni los vecinos se quejaron por el ruido ni nada. A la mañana siguiente llegó el sentimiento de culpabilidad y empecé a preocuparme por ser descubierto. Le dije a Lucien que lo confesaría en el momento en que mi padre llegara a casa. Pero cuando éste llegó estaba de un humor de perros, producido por la tensión del trabajo, la falta de sueño y el hecho de que habíamos descuidado cumplir con las tareas que nos habían sido asignadas. Entonces me sentí demasiado atemorizado para decírselo, y decidí hacerlo más tarde, pero nunca reuní el suficiente valor. En realidad nunca mentí a mi padre, pero alguien de la fiesta había roto un pato de madera que valía cien dólares sin yo saberlo, y cuando mi padre me preguntó cómo había ocurrido, le dije que no lo sabía, engañándole, porque yo sabía que tenía que haber sido alguien de la fiesta.

Transcurrió una semana y pensé que conseguiría ocultar mi fiesta secreta, pero mis padres lo descubrieron por otros padres, y les escandalizó que los chicos que habían estado en la fiesta hubieran dicho a sus padres que los míos habían estado en la fiesta pero se habían mantenido ocultos. El castigo fue bastante severo, pero lo peor fue, con diferencia, que todavía no me dejan quedarme solo en casa casi nunca.

Mis padres se sintieron muy mal porque yo había dado esa fiesta. No creían que fuera capaz de un engaño así. También estaban enfadados porque me habían ofrecido celebrar una fiesta para disfrutar del jacuzzi pero con ellos presentes y entonces yo había dado una cuando ellos no estaban. Se sintieron avergonzados cuando otros padres descubrieron que habían dejado a dos chicos de trece años solos y que habían celebrado una fiesta, y se sintieron irresponsables. Mi imagen se había reducido drásticamente ante sus ojos y ellos sintieron que ya no se me podía considerar responsable, como antes parecía que era. Les gustaba dejarme mi libertad y creían que era estupendo que yo supiera manejarla, pero después de la fiesta estaban preocupados por si se habían equivocado al darme tanta libertad.

La principal diferencia en la manera en que mis padres y yo vimos la mentira radicaba en la pérdida de confianza. Cuando conté la mentira, naturalmente que tuve en cuenta las consecuencias de ser descubierto. Supuse que mis padres se enfadarían por el hecho de que hubiera dado la fiesta, por si se bebía, por el desorden, etcétera. Pensé que sería castigado y que no me dejarían volver a quedarme solo en casa, pero con todo el jaleo de la fiesta y de todo lo demás, no presté mucha atención a eso.

Mis padres vieron la mentira de una manera muy diferente a la mía. Su disgusto porque yo hubiera celebrado una fiesta sin adultos no era nada comparado con su enfado por el hecho de haberles engañado. Para ellos esto era mucho más grave que cualquier otra cosa, porque de repente yo había hecho algo que no pensaban que pudiera hacer, y después les había engañado. Esto demuestra cómo los hijos y los padres pueden ver una mentira de manera bien diferente.

Para el niño, mentir significa lo mismo que para un adulto. Ofrecer a otro información falsa para evitar, conseguir, engañar, vencer o beneficiarse es lo mismo para los niños que para los adultos. Pero como pueden ver por el relato anterior, los adultos y los niños pueden ver la mentira de maneras diferentes. La diferencia realmente depende de la propia mentira, como verán si siguen leyendo.

MENTIRAS PIADOSAS

La única categoría de mentira que creo que es virtualmente la misma tanto para los niños como para los adultos es la de las piadosas. Lo que yo considero una mentira piadosa es aquella que beneficia a alguien y que no se espera tenga una gran repercusión. Se suelen decir este tipo de mentiras para no herir los sentimientos de otra persona, como por ejemplo decirle a alguien que te gusta su ropa cuando en realidad no es así. Por lo que puedo ver, este tipo de mentira protectora es igual de común entre adultos que entre niños, al contrario que otros tipos de mentira.

Creo que cualquier mentira que se cuenta para hacer que una situación se pueda tratar más fácilmente, o la que beneficia a alguien, es una mentira piadosa. Entre ellas incluyo las pequeñas mentiras sobre no vaciar el lavaplatos o por qué no estás de buen humor. Por ejemplo, muchas veces cuando regreso a casa después de un mal día en la escuela, estoy de mal humor y deprimido y no tengo ganas de hablar con nadie. Cuando papá o mamá me preguntan qué me pasa, a veces miento para evitar una confrontación y digo que nada, o algo insignificante. Una mentirijilla no es grave cuando la cuentas, pero potencialmente puede llegar a serlo si es descubierta. Por ejemplo, mentir sobre el tema de vaciar el lavaplatos no es una mentira grave, a menos que siempre evadas tu tarea de vaciarlo, o que mientas repetidamente sobre si lo has vaciado o no. En ese caso la mentira se convertiría en grave, porque podría implicar alguna repercusión por parte de los padres, bajo la forma de un castigo o reprimenda.

MENTIRAS SOCIALES

Después de las mentiras piadosas viene toda la gama de mentiras sociales, que normalmente son una variante más grave de mentira. En muchos casos, este tipo de mentira es más grave cuando la utilizan los adultos, como en casos de infidelidad. Obviamente, cuanto más importante y fuerte sea la relación entre un hombre y una mujer, más graves serán las mentiras sobre infidelidades Aunque durante los años de instituto muchos adolescentes se involucran muy en serio en relaciones, en general estas relaciones y cualquier mentira referente a ellas no podrían ser tan graves como en el caso de adultos, donde los problemas se agravan con más sexo y el factor añadido del matrimonio e hijos.

Casi todo el mundo que conozco estaría de acuerdo en que son mucho más honrados y veraces con sus mejores amigos del mismo sexo que con un novio o una novia. Pero muchos también dirían que son más honrados y veraces con su novio o su novia que con sus amigos normales. Así pues, parece que el orden de importancia de la sinceridad en situaciones sociales empieza por los amigos más íntimos, después novios o novias, y finalmente los amigos normales. Todos mis mejores amigos están de acuerdo en que no hay ninguna chica que sea más importante que nuestra amistad, y que si tuvieran que escoger entre su novia o sus amigos íntimos, dejarían a la chica. Esto en realidad pasa muchas veces.

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