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Authors: Irvine Welsh

Tags: #Humor

Col recalentada (16 page)

Un tipo de mandíbula cuadrada y bigote se acercó a Crooky y Calum. «¿Qué tal, chicos? Tengo números para una rifa. Club 86. Primer premio, Rover Metro. Segundo premio, vale por quinientas libras para Sphere Travel, ¿eh? Tercer premio, cesta de Navidad por valor de cien libras. A una libra el número.»

«Eh, yo no quiero un número…», dijo Crooky.

El tío les miró con una expresión de indignación beligerante. «Que es un sorteo de Navidad, joder», saltó mientras agitaba el taco de billetes delante de sus narices.

«Eh, vale…», dijo Crooky, revolviendo en los bolsillos. Calum pensó que sería mejor hacer otro tanto.

«Un puto sorteo de Navidad, cabrón…, una libra por un puto número para una cesta, unas vacaciones o un carro. ¡No me hacéis ningún favor, ¿eh?!»

«Eh, yo me quedo uno…» Y Calum hizo ademán de entregarle una moneda de una libra.

«¡Eh! ¡Un puto billete! ¡Vete al carajo, agarrao de los cojones! ¡Que es un puto sorteo de Navidad! Club 86. Fundación Juventud de los Hibs. ¿No seréis unos putos
Jambos,
[19]
no?

«Eh…, no…, ¡me llevo cinco!», gritó Calum, súbitamente entusiasmado.

«¡Así se habla, hombre!», exclamó el tío del bigote.

Crooky, que era un
Jambo,
entregó a regañadientes dos libras.

«¿Vas al partido el sábado?», preguntó Calum al vendedor.

«¿Eh?» El hombre le miró con gesto hostil.

«A Easter Road.»

El hombre se quedó mirando a Calum por un instante y sacudió la cabeza de forma hosca y agresiva. «Yo he venido aquí a una puta fiesta y a vender putos números, no a hablar del puto fútbol.»

Y dicho eso se marchó, dejando a Crooky y a Calum con una sensación de paranoia tremenda.

«Para un viaje como éste, lo único que se puede hacer es privar. Como es un depresivo, te ayuda a bajar», dijo Crooky, llevándose la lata de cerveza a los labios.

«A mí lo que me jode es que no hayamos traído bebida», comentó Calum nerviosamente mientras bebía.

«Detrás de nosotros hay una pila de birras, pero cuando se acaben, te toca a ti ir a la cocina a arramblar con unas cuantas más», le dijo Crooky.

Calum tragó con fuerza.

Al cabo de una hora, sin embargo, empezaron a encontrarse mejor y decidieron que darían menos impresión de estar al margen si se levantaban y se ponían a bailar con los demás. Alguien había puesto una cinta de rollo trance, y eso iba bien con el ácido. Calum se movió al son de la música y miró a algunas de las chicas, y luego a Boaby, que estaba profundamente dormido en la mecedora.

Un tipo fibroso con el pelo cortado al rape empezó a chillar: «¡CHIZZIE! ¡PON MI PUTA CINTA! ¡PON MI PUTA CINTA, CABRÓN! ¡PRIMAL SCREAM, CHIZZIE!» Levantó una funda de casete roja con una mancha azul en medio, mientras la señalaba con el dedo índice de la otra mano.

«Nah… Finitribe, eh», farfulló un tío delgado al que el pelo le tapaba los ojos. A Crooky le pareció reconocerle de alguna parte.

Calum empezó a sentirse paranoico otra vez. En realidad no conocía a ninguno de los presentes y empezaba a sentirse cada vez más fuera de lugar, como si no fuera bienvenido. Tendrían que haber traído un lote de bebidas. Presentarse de vacío como habían hecho era una sobrada. Se sentó al lado de Boaby.

«Boab, tío, esto es raro que te cagas. Sé que no es más que el ácido y tal, pero hay un par de tíos de Lochend por aquí y creo que uno de ellos es el hermano del zumbao ese de Keith Allison, el cabrón que rajó a Mooby. Toda la familia, tío, son unos navajeros totales. Una vez oí que un tío trató de rajar con un vaso a uno de los Allison en el Post Office Club; le quitó el vaso al chaval, tranquilo que te cagas, y le abrió la cara al pobre cabrón…, entiéndeme, psicópata total, eh…, ahora mismo hay muchas cosas malas en mi vida, Boab…, es un mal momento para meterse un ácido…, ¿sabes Helen y tal? Es mi piba, a ver, no creo que os conozcáis, Boaby, pero tiene una hermana que se llama Julia…»

Boaby seguía sin decir nada.

«¡PON MI PUTA CINTA, CHIZZIE, CACHO CABRÓN! ¡PRIMAL SCREAM, COÑO!», chilló el tipo fibroso con el pelo rapado, pero sin dirigirse a Chizzie claramente, y empezó a bailar frenéticamente con la música que estaba puesta.

Calum se volvió de nuevo hacia Boaby, que seguía callado. «… no es que me ponga, Boab, en realidad no. Julia es la hermana de Helen y tal, Boab. Pero es que Helen y yo no nos hablábamos en ese momento, y yo estaba por el centro y acabé en Buster’s, y su hermana Julia pues estaba allí con unas amigas. El caso es que en realidad no pasó nada. A ver, unos piquitos y tal…, pero el caso es que yo quise que pasara algo. Como que sí, como que no, no sé si me explico, ¿eh? A ver, ya sabes cómo son las cosas, ¿no, Boab?»

Boaby no decía una palabra.

«Sabes, Boab, mi problema es que en realidad no sé qué le pido a la vida. Todo se reduce a eso…, al carajo con el tripi este…, aquí todo el mundo parece del pleistoceno, joder…, decrépitos y tal…, hasta la Sandra esa está aquí, ¿te acuerdas? Antes salía con Kev MacKay…, tú te la tiraste una vez, Boab, so guarro…, de eso me acuerdo…»

«A ése no vas a sacarle una puta mierda», le dijo a Calum un tipo flaco de pelo negro, «se estaba chutando en el lavabo. Chutándose cuando había chavalas que querían entrar a hacer pis, joder.»

El tío tenía un aspecto espantoso. Parecía algo salido de un campo de concentración: era esquelético. En cuanto Calum se dio cuenta, el tío se convirtió en un esqueleto de verdad.

«Eh…, ¿dónde está Crooky?», le preguntó Calum.

«¿Tu colega?», traqueteó la mandíbula del esqueleto.

«Sí…»

«En la cocina, totalmente ido de la puta olla. Es un poco bocas, ¿no?»

«No…, eh…, sí…, esto…, ¿qué ha dicho?»

«Demasiado bocas, ¿no?»

«Sí.»

El esqueleto se marchó y dejó a Calum preguntándose cómo salir de aquella pesadilla.

«Eh, Boaby, a lo mejor deberíamos irnos…, ¿eh, Boab? No me acaban de molar las vibraciones de este sitio, ¿eh?»

Boaby seguía sin decir nada.

Entonces una chica que llevaba un vestido rojo se acercó y se sentó junto a Calum. Era rubia, aunque con raíces castaño claro y con el pelo corto. A él le pareció guapa, pero sus brazos le parecían nervudos y escuálidos. «¿Has venido aquí con Crooky?», le preguntó.

«Eh, sí. Eh, me llamo Calum…»

«No serás hermano de Ricky Prentice, ¿verdad?»

Calum se sentía como si acabaran de electrocutarle. Todo el mundo sabía que su hermano Ricky era un gilipollas. Si se enteraban de que era hermano de Ricky, entonces pensarían que él también era gilipollas.

«Sí…, pero yo no soy como Ricky…»

«No he dicho que lo fueras», dijo la chica, encogiéndose de hombros.

«Ya, pero lo que quería decir es que Ricky es Ricky y yo soy yo. Ricky no tiene nada que ver conmigo. Quiero decir, él tiene su película y yo la mía. ¿Sabes cómo te digo?»

«Estás flipadísimo.»

«Son micropuntos… eh, ¿cómo te llamas?»

«Gillian.»

«Son micropuntos, Gillian. Son increíbles.»

«Yo paso del ácido. La mayoría de los que se meten ácidos acaban en el manicomio. Acaba superándoles. Conozco a un tío que le pegaba al ácido y se quedó en coma…»

«Eh…, sí…, no está mal la fiesta esta, ¿eh?», dijo Calum con nerviosismo y timidez.

«Espera un momento», dijo Gillian, súbitamente distraída por algo. «Vuelvo enseguida.»

En el mismo instante en que ella se levantó, el tío del pelo al cero empezó a gritar otra vez: «¡CHI-ZIII! ¡PON MI PUTA CINTA! ¡PRIMAL SCREAAAM, COÑO!»

«Venga, Chizzie, pon la cinta de Omelette», concedió Gillian.

El voceras llamado Omelette se volvió hacia Gillian asintiendo con gesto adusto y reivindicativo. «¿Te das cuenta?» Miró a Chizzie, que estaba liando un porro encima de la portada de un LP, y señaló después a Gillian. «¿Te das cuenta? ¡PON MI PUTA CINTA!»

«Enseguida, chaval», dijo Chizzie, levantando la vista y mirando a Omelette.

Crooky se acercó a Calum. «Esto es una pasada que te cagas, Cally…, y encima tu ligándote a la Gillian esa, so guarro…»

«¿La conoces?», preguntó Calum.

«La tienes en el bote, le va la marcha cantidad», comentó Crooky con una sonrisa.

«No está mal», dijo Calum, ligeramente convulsionado. «Parece maja y tal…»

«Ésa ha llenado más botes con abortos que tu abuelita con mermelada», se burló Crooky.

Gillian se acercaba de nuevo. Crooky sintió una punzada de sentimiento de culpa al cruzarse sus miradas y le sonrió tímidamente antes de marcharse hacia la cocina.

«Oye», le dijo Gillian a Calum, «¿quieres comprar unos números para el sorteo de Navidad? Club 86», dijo con una sonrisa, antes de añadir: «Fundación Juventud de los Hibs.»

«Sí», contestó Calum antes de acordarse de que acababa de comprar varios. Ella parecía tan contenta, sin embargo, que no podía darle ese disgusto. Compró otros cinco números.

«¿De qué estaba yo hablando? Ya, del tío que se quedó en coma después de meterse un tripi.»

Calum empezó a sudar a chorro. El corazón le latía al galope. Empujó suavemente a Boaby, pero Boaby se cayó de la mecedora y golpeó ruidosamente el suelo, igual que un saco.

«Hostia puta», dijo Calum con voz entrecortada, viendo a Boaby postrado ante él.

La gente se congregó a su alrededor. El tipo del bigote que le había vendido a Calum la primera tanda de números del Club 86 se puso a buscarle el pulso.

Chizzie cogió al tío del hombro. «¡Eh, Geggs! ¡Déjame a mí!», gritó. «Tú no tienes mi formación médica. Venga, Geggsie, cabrón.»

«Aguanta un poquito», le dijo Geggsie espantándole con la mano. A Calum, el pelo de Geggsie sobre el pecho enfermizo de Boaby le hizo pensar en unos feísimos tentáculos de cola de rata que estuvieran extrayendo la vida del cuerpo de Boaby. Entonces Geggsie se incorporó. «Este tío está muerto. Tu colega», dijo, volviéndose con gesto acusador hacia Calum, como si lo hubiera asesinado él. «Muerto. Joder, ¿eh?»

«No jodas…, no me tomes el pelo…», rogó Calum.

Chizzie se inclinó sobre el cadáver de Boaby. «Sí que está muerto, coño. Lo sé; tengo formación médica, y el diploma oficial de primeros auxilios en Ferranti’s. Nos mandaron a un cursillo en Haymarket con la banda esa de las ambulancias de St. Andrews. Certificado y toda la puta pesca», dijo en tono de suficiencia. Después se levantó de un salto. «¡Crooky! Lo siento, chaval, vosotros le trajisteis aquí. No me apetece tener por aquí a la puta pasma, tío. Tenéis que llevároslo.»

«Eh», empezó a decir Crooky.

«No puedo hacer otra cosa, chaval. Intenta ponerte en mi sitio. No me apetece que venga por aquí la puta pasma, ¿vale?»

«¡QUE OS LO LLEVÉIS DE AQUÍ!», rugió el tipo llamado Geggsie.

«No podemos… Quiero decir…, ¿adónde vamos a llevarle?», preguntó Crooky con voz entrecortada.

«Eso es cosa vuestra, putos zumbaos. Mira que traer a un puto yonqui a casa de alguien», escupió Geggsie sacudiendo la cabeza con amargura.

«Ni siquiera han traído de beber, joder», se burló otra voz. Era el tío del pelo rubio pelado al cero, el tal Omelette. «A lo mejor ahora sí te apetece poner mi cinta, ¿eh? Mira lo que le ha hecho la otra a ése», dijo, riéndose.

Crooky miró a Calum y asintió. Se colocaron a ambos lados de Boaby, lo cogieron de los sobacos y lo sacaron del piso y a la escalera.

«Siento que las cosas hayan salido así, chaval. ¿Era majo tu colega?», preguntó Chizzie. Calum y Crooky se limitaron a mirarle. «Oye, colega, sé que a lo mejor no es momento, pero tengo unos números para el sorteo de Navidad…»

«Ya tenemos», bufó Calum.

«Ah, bueno, vale», dijo Chizzie en tono gélido.

Empezaron a bajar por la escalera con el cuerpo de Boaby. Por suerte, pesaba poco y era bajito. Gillian y otra chica salieron detrás de ellos.

«La mitad de las putas pibas se han ido con esos capullos», protestó Omelette antes de que la puerta se cerrase de golpe.

«Esto es increíble», dijo la otra chica. «¿Vale que vamos con vosotros?»

Ni Crooky ni Calum respondieron. Las peores alucinaciones ya habían pasado, pero todo seguía un tanto distorsionado y el peso de Boaby les hacía flaquear las piernas.

«Quiero ver lo que van a hacerle», dijo Gillian.

«¿Qué vamos a hacer?», preguntó Calum mientras bajaban con Boaby por la escalera. Si bien no pesaba mucho, era como si fuera una bolsa de agua; su peso se desplazaba continuamente. Lo agarraron mejor, y mientras bajaban las escaleras, arrastraban las piernas de Boaby por los escalones tras ellos.

«¡A saber, coño! Vámonos a tomar por culo de este puto sitio», saltó Crooky.

«¡Aggfff! ¡Aggfff! No sé ni cómo podéis tocarle», dijo la otra chica.

«Chiss, cállate, Michelle», le dijo Gillian, empujándola suavemente.

Sacaron a Boaby de la escalera y le arrastraron por aquella calle oscura y desierta. Las piernas y los pies iban coleando, destrozando las puntas y los lados de sus zapatos. Al principio Gillian y Michelle caminaron unos pasos por detrás, y luego fueron corriendo por delante o, si veían a alguien acercarse por la misma acera, cruzaban la calle y caminaban a la misma altura que ellos. «Nunca había visto a un muerto», declaró Gillian.

«Yo sí. A mi abuelo. Le vi tendido todo largo», le dijo Michelle.

«¿Quién fue el que le dejó tendido?», preguntó Gillian, visualizando a alguien matando al abuelo de Michelle de un golpe.

«El cura… en la iglesia», dijo Michelle en un tono triste y extraño.

«Ah, ya…», asintió Gillian después de volver a tierra. Miró a Boaby. «¿Llevaba dinero encima?»

Crooky y Calum, y por tanto Boaby, se pararon abruptamente. «¿Qué quieres decir?», preguntó Calum.

«Pues hombre, ahora no va a servirle de mucho. Mejor subirlo a un taxi o algo.»

Calum y Crooky lo pensaron un poco. Entonces Calum dijo: «¡El pobre cabrón está muerto! ¡Podrían encarcelarnos por asesinato! ¡No podemos meterlo en un puto taxi!»

«Sólo era una sugerencia», dijo Gillian.

«Eso», saltó Crooky mirando a Calum, «la chica sólo estaba haciendo una sugerencia. No pasa nada, Cal. No lo pagues con la chica…»

Calum estaba a punto de explotar. Se trataba de Boaby…, del cuerpo de Boaby. Se acordaba de la Noche de las Hogueras. Se acordaba de haber participado en asaltos a las otras hogueras de la barriada con Boaby. Boaby. Boaby Preston. Se acordaba de haber jugado a IRA contra UDA con Boaby. Se acordaba de haberle disparado y de Boaby haciéndose el muerto, tendido sobre el montículo de hierba, junto a la carretera principal. Cuando se levantó, tenía el dorso de la camiseta llena de mierda de perro.

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