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Authors: Margaret Weis

Tags: #Fantástico

Ámbar y Hierro (42 page)

-Falta uno de nosotros -dijo Gilean con tono grave-. ¿Dónde está Majere? -Estoy aquí. -Majere avanzó lentamente entre ellos, sin mirar a ninguno, fijos los ojos en Mina, y su semblante reflejaba una aflicción indecible. -Zivilyn me ha dicho que tú sabes algo de esto. —Así es, Guardián del Libro. —Majere no apartó la vista de Mina.

-¿Desde cuándo lo sabes?

—Desde hace muchos, muchísimos eones, Guardián del Libro. —¿Y por qué lo mantuviste en secreto? —inquirió Gilean. -No me correspondía a mí revelarlo -contestó Majere-. Lo juré solemnemente.

-¿A quién? -demandó Gilean.

—A alguien que ya no está entre nosotros.

Los dioses guardaron silencio.

-Supongo que te refieres a Paladine -manifestó Gilean—, pero hay alguien más que tampoco está entre nosotros. ¿Esto tiene algo que ver con ella?

-¿Con Takhisis? -La voz de Majere sonó cortante y se endureció aún más al añadir—: Fue responsable de esto.

-Sus últimas palabras, antes de que el Dios Supremo viniera a llevársela, fueron: «¡Estáis cometiendo un error! Lo que he hecho no se puede deshacer. La maldición está entre vosotros. Destruidme, y os destruiréis a vosotros mismos» —intervino Chemosh.

—¿Por qué no nos lo dijiste? -bramó Sargonnas.

—Porque siempre estaba lanzando amenazas. —Chemosh se encogió de hombros—. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez?

Los otros dioses no tenían nada que responder y guardaron silencio, esperando.

—Es culpa mía -manifestó finalmente Majere-. Actué de acuerdo con lo que creía que era para bien.

Mina yacía inmóvil y fría. Chemosh deseaba acercarse a ella, pero no podía estando todos ellos delante, observándolo.

—¿Está muerta? —le preguntó a Majere.

—No está muerta, porque no puede morir. —La mirada de Majere pasó de un dios a otro, por todos ellos-. Habéis estado ciegos, pero ahora veis la verdad.

—Vemos, pero no entendemos.

-Claro que entendéis -contradijo Majere. Enlazó las manos y su mirada se perdió en el firmamento—. Pero no queréis entender.

No veía las estrellas, sino la primera luz que habían irradiado.

—Empezó al comienzo de los tiempos -dijo—. Y empezó gozosamente. -Soltó un profundo suspiro—. Ahora, por no haber hablado yo, podría acabar con un amargo pesar.

-¡Explícate, Majere! -gruñó Sargonnas-. ¡No tenemos tiempo para tus tonterías.

Majere desvió la mirada del principio de los tiempos al presente
y con
templó a sus iguales.

—No necesitáis explicación alguna, podéis verlo por vosotros mismos. Ella es una diosa. Una diosa que no sabe que lo es. Una diosa a la que Takhisis engañó haciéndola creer que era humana.

-¡Una diosa de la oscuridad! -exclamó Sargonnas, exultante.

Majere hizo una pausa y cuando habló su voz sonó queda por la tristeza.

-Takhisis la embaucó para que sirviera a la oscuridad. Es, o era, una diosa de la luz.

Apéndice

Los Predilectos de Chemosh

Por Jamie Chambers

La muerte es el mayor temor de las razas mortales que pueblan Krynn. Doncella y vieja gruñona, guerrero y hechicero, pecador y clérigo; sólo los pocos que han hallado la verdadera paz son capaces de afrontar el tránsito de su alma sin temblar con el roce helado de las puntas de los dedos de la muerte sobre la carne viva y cálida. Chemosh es el dios de la muerte y todos lo conocen, ya sea directamente por el nombre o simplemente como un aterrador concepto abstracto.

El miedo a la muerte le ha proporcionado muchas almas y muchos devotos a Chemosh a lo largo de las eras del mundo. Sus clérigos esgrimen la magia oscura y consiguen que cadáveres que llevan mucho tiempo muertos se levanten de la tumba. Hechiceros leales al Cónclave y a las enseñanzas de Nuitari a lo largo de su vida también acuden a Chemosh para aprender secretos de la nigromancia y se convierten en poderosos agentes de la muerte. Ladrones de tumbas, temerosos de ofender al Príncipe de los Huesos, dejan ofrendas para sus sacerdotes.

El robo del mundo a manos de la derrotada y aniquilada diosa, Takhisis, ha cambiado para siempre los reinos de los dioses y su relación con el mundo mortal. Algunos dioses han luchado por el vacío de poder que han dejado sus antiguos hermanos, decididos a ocupar los tronos-vacantes. Otros se han visto forzados a evaluar sus aspiraciones, sus planes y sus métodos -establecidos durante eones- y a buscar el lugar que pueda haber para los dioses en una Era de Mortales. El dios de la
muer
te está decidido a llenar el vacío dejado por la Reina de la
Oscuridad y
también a cambiar la propia imagen que se tiene de la muerte en la mente de los vivos. Chemosh ya no busca la devoción de
nigromante y
embalsamadores. Ahora prefiere tener seguidores enérgicos, que sean jóvenes llenos de vida. En vez de disfrutar con el miedo de los mortales, desea ganarse su amor.

El amor del dios de la
muerte se ha extendido por todo Ansalon como una plaga.

Seducción

Cuando uno de los Predilectos de Chemosh entra en una comunidad, a menudo se lo recuerda por su ansia por la vida, y no se lo relaciona con la muerte. Por lo general atractivos, seguros de sí mismos y encantadores, los Predilectos son el alma de la fiesta. Ansían la comida sabrosa y las bebidas fuertes, gustan de los juegos y animan las conversaciones. La gente que regresa tambaleándose a casa tras pasar una velada con algún elegido de Chemosh, lleno el estómago y un poco alegre, será más fácil que imagine que ha pasado el rato con un gully amante de la juerga que con un servidor predilecto del Príncipe de los Huesos.

Los que vuelven a casa de una velada así son los afortunados, sin embargo. Un Predilecto elegirá inevitablemente a un compañero especial para dedicarle una atención aún más especial. Aunque podría ser un hombre o una mujer de cualquier edad o profesión, a menudo se trata de alguien joven y atractivo, alguien deseoso de entablar una relación con el Predilecto.

Al principio el encuentro se desarrolla como la víctima esperaba. Los Predilectos se muestran apasionados en la intimidad. Cuando se ha despertado el deseo y la víctima es más propensa a aceptar cualquier cosa, el Predilecto plantea su requerimiento.

La víctima ha de jurar entregar su alma a Chemosh.

Muchas veces esta petición se hace a la ligera, como si un juramento así no tuviera consecuencias. Otras veces, el requerimiento es solemne y serio, con protestas de que Chemosh no es realmente el dios de la muerte, sino que de hecho es el dios de una vida interminable. Si el Predilecto no alcanza su objetivo inmediatamente, suplicará, implorará e incluso amenazará con tal de conseguir el juramento de su víctima.

Una vez que se han pronunciado las palabras «Me entrego a Chemosh», el Predilecto le da un beso a la víctima justo encima del corazón.

La muerte reclama a la víctima, tanto en el sentido literal como en el espiritual. Al principio la víctima siente pánico y dolor a medida que la vida se le escapa, pero la quietud se adueña del cuerpo cuando al espíritu se le separa de la carne aún tibia. Cuando los ojos de la víctima se vuelven a abrir, surge un nuevo Predilecto de Chemosh, listo para procurar más almas al Señor de la Muerte.

Revelación

Al principio, el nuevo Predilecto cree que todas las promesas de vida y juventud eternas se han hecho realidad. Le parece un sueño bello e imposible, y eso es exactamente -un sueño imposible- porque en lugar de vida eterna, con lo que se encuentra un Predilecto es con una muerte interminable.

La lujuria y los deseos que conducen a un Predilecto por el camino de la condenación y la servidumbre lo siguen acosando en la muerte en vida. Pero el vino y otras bebidas alcohólicas no apagan la sed ni proporcionan placer ni conducen a una agradable embriaguez que embote la mente; por mucha comida que ingiera, un Predilecto jamás saciará su hambre voraz. Aunque consumido por el deseo, jamás se siente colmado.

Los recuerdos del Predilecto, tanto los de su vida previa como sus actividades tras la muerre, acaban por borrarse como un sueño al despertar. Amigos, familia y antiguos amantes quedan olvidados. Sólo el ansia insaciable y las órdenes de Chemosh perduran.

Con el tiempo, sin embargo, los Predilectos de Chemosh descubren un horrible dolor en su remedo de existencia. Mientras que otros sentidos se embotan, empiezan a experimentar una presión palpitante. Sólo matar alivia ese dolor. Veneno, espada, asfixia... da lo mismo. Todas las almas van ante Chemosh y el sufrimiento del Predilecto se alivia durante un tiempo.

Lo único que se sepa que distrae a un Predilecto de su propósito es la mención de un nombre: Mina. Todo interés y actividad cesan al oír ese nombre. Todos esperan encontrarla. Aunque la mayoría no la conoce personalmente, todos saben su nombre y la ven en su mente cada vez que cierran los ojos. Su voz les resuena en los oídos y les transmite los mándalos del Señor de la Muerte.

Detección

Resulta particularmente difícil localizar a los nuevos discípulos de Chemosh, incluso para aquellos sabedores de la amenaza que representan. Los hechizos no funcionan a la hora de descubrir a los lobos entre las ovejas. Si se observa a los juerguistas en la fiesta de un pueblo, cualquiera de ellos podría ser un Predilecto. Algunos mantienen la fachada de su vida anterior, por lo que los Predilectos podrían ser incluso los conocidos o los seres queridos de quienes andan a la caza de los muertos vivientes.

Algunos de los que han mirado intensamente a los ojos de un Predilecto afirman ser capaces de ver el vacío que hay en ellos, pero eso no es lo bastante seguro ni consistente en la práctica para fiarse de ello. Algunos animales huyen o incluso atacan cuando se encuentran en presencia de un Predilecto, pero sólo los que son sensibles o excepcionales parecen percibir que algo va realmente mal en esas personas.

Físicamente, los Predilectos conservan el mismo aspecto que tenían en vida. Aunque muertos, la carne sigue siendo cálida al tacto. Respiran, comen, beben, sonríen, ríen y lloran. La única indicación fidedigna de identificar a un Predilecto es una marca que siempre tienen sobre el corazón, una decoloración en la piel en forma de labios de mujer; el «Beso de Mina», lo llaman quienes lo llevan y pronuncian el nombre con reverencia y anhelo.

La magia divina es el único método fiable para desenmascarar a los Predilectos, e incluso eso es exclusiva competencia de aquellos cuya magia está relacionada con las almas o los espíritus de los muertos. Clérigos y místicos capaces de detectar el halo de los seres vivos, así como los escasos kenders que se autodenominan «acechadores nocturnos», pueden ver que los Predilectos no tienen alma ni halo de vida, que sólo son unos cadáveres muy vivos.

Destrucción

Tras unos primeros intentos fallidos para frenar la amenaza de los Predilectos, algunos temieron que no se los pudiera destruir. En efecto, los Predilectos parecen ser inmortales realmente. Tanto los hechizos arcanos como los divinos causan poco o ningún efecto en los Predilectos de Chemosh y por lo general rebotan contra quien los lanza, mientras que a los Predilectos rara vez les arrancan una mueca de dolor. Asfixia, fuego, hielo, rayos y agua bendita pueden retardar a los Predilectos, pero poco más. Desmembrarlos sólo es un inconveniente para los Predilectos, ya que el muerto viviente en seguida es capaz de recomponerse de nuevo.

Aunque un Predilecto es más fuerte muerto de lo que era en vida, no adquiere poderes especiales aparte de su invulnerabilidad al envejecimiento. Por ende, la mayoría de los Predilectos han de recurrir a métodos mundanos para cubrir su cuota de almas para Chemosh, ya que muy pocos poseedores de poder y habilidad reales se entregarán al dios de la muerte.

Recientemente se ha corrido la voz de que los Predilectos tienen un punto débil, uno tan horrible que son contados los que se sienten con fuerzas para pagar el alto precio que exige acabar con la amenaza de los discípulos predilectos de Chemosh. Las leyes del equilibrio y de la magia de Krynn, que fueron establecidas por el Dios Supremo durante la Era del Nacimiento de las Estrellas, no permiten a Chemosh crear servidores inmortales, así que el hechizo que da vida a los muertos se puede deshacer... por la mano de un niño.

Si el niño golpea a un Predilecto con cólera, su verdadera naturaleza de cadáver andante queda al descubierto y se consume en un fuego antinatural que no causará daño a nadie salvo al sirviente fracasado del oscuro dios. La inocencia destruye a los Predilectos, aunque a su vez queda destruida. Los niños que presencian un espectáculo tan horrendo sin duda quedarán traumatizados de por vida a no ser que los poderes curativos de otros dioses puedan intervenir.

Futuro

Los Predilectos se propagan de una ciudad a otra y a su paso toman a los jóvenes y hermosos, aquellos ansiosos de complacer o predispuestos a caer fácilmente en las falsas promesas. Nadie sabe cuántos
Predilectos
existen, pero es muy probable que en cada ciudad haya varios dentro de sus murallas. Aunque los secretos de su detección y destrucción se han revelado, puede que sea demasiado tarde para impedir que lleven a
cabo
sean cuales sean los terribles propósitos a los que aspira el dios de la muerte.

Predilectos de Chemosh

Habiendo entregado el alma al Príncipe de los Huesos, los Predilectos ofrecen una parodia de vida convincente. Su propósito es llevar más almas a su oscuro dios.

Los Predilectos conservan casi exactamente el mismo aspecto que tenían en vida y mantienen gran parte de su personalidad original, aunque la gente que los conoce bien advierte un comportamiento extraño. Los Predilectos respiran, comen, beben y, por lo demás, tienen toda la apariencia de seguir vivos. Alguien que se acerque y mire fijamente los ojos de un Predilecto quizá vea la verdad. Son unos ojos inexpresivos y vacíos, desprovistos de vida y de esperanza. Los que poseen el talento de ver el halo vital o con el poder de ver y comunicarse con espíritus incorpóreos (como hacen los kenders acechadores nocturnos) inmediatamente se dan cuenta de que algo va mal con los Predilectos, porque todos carecen de un alma viva.

Los Predilectos hablan cualquier lengua que conocieran en vida.

Ejemplo de un Predilecto de Chemosh: Cam, antiguo guardia de los vallenwoods

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