—Tómala y haz lo que te pido en nombre de Dios —dijo, presionando mi mano con la pistola—. Mátame. Es la única manera de terminar con mis sufrimientos.
«Lleva razón —pensé—. Es la única manera de que termine de sufrir». «Cuando yo era niño solía veranear en la casa de campo de mi abuelo, en Arkansas. Un día me encontraba en el ahumadero de carnes, viendo cómo mi abuela elaboraba lejía en una gran cazuela de hierro, cuando vino mi abuelo por la era, muy excitado. “
Nellie
se ha roto una pierna”, dijo mi abuelo. La abuela y yo fuimos hacia el portalón que conducía al huerto donde mi abuelo había estado arando. La vieja
Nellie
estaba tendida en el suelo gimiendo, atada todavía al arado. Nos quedamos allí de pie, mirándola, sólo mirándola. Al poco regresó el abuelo con el fúsil que había usado en Chickamauga Ridge. “Ha metido la pata en un agujero”, dijo, mientras le daba palmadas cariñosas en la cabeza. La abuela me hizo volver la cabeza y mirar hacia otro lado. Comencé a llorar. Oí el disparo. Todavía lo oigo. Corrí, me agaché y me abracé al cuello de
Nellie
. Yo quería al caballo. Y odiaba a mi abuelo. Me levanté y empecé a propinar puñetazos a las piernas de mi abuelo... Al día siguiente, el abuelo me explicó que él también quería a
Nellie
, pero que no había tenido más remedio que matarla “Era lo mejor que podía hacer —dijo—, el pobre animal ya no habría podido hacer nada más. Era la única manera de acabar con sus sufrimientos...”».
Tenía la pistola en la mano.
—Muy bien —le dije a Gloria—. Cuando quieras.
—Estoy preparada.
—¿Dónde?
—Aquí. A un lado de la cabeza
El muelle se agitó al recibir el golpe de una ola.
—¿Ahora?
—Sí.
Disparé.
El muelle volvió a agitarse, el agua borboteó y resbaló nuevamente hacia el océano.
Tiré la pistola por la barandilla.
Un policía iba sentado a mi lado en el asiento posterior del coche, otro conducía. Íbamos a gran velocidad y la sirena chillaba. Era la misma sirena que usaban para despertarnos en la competición de baile.
—¿Por qué la has matado? —me preguntó el policía que iba sentado a mi lado.
—Ella me lo pidió.
—¿Has oído eso, Ben?
—Es un muchacho muy servicial —dijo Ben por encima del hombro.
—¿Es eso lo único que puedes alegar?
—¿Acaso no matan a los caballos?
*
«Calcetines» en inglés.
(N. del T.)