Franklin era el decimoquinto hijo de Josiah Franklin, un fabricante de candelabros que emigró a Boston a finales del siglo XVII. Cuando tenía 12 años, se puso a trabajar para uno de sus hermanos, un editor periodístico. Sus tareas consistían en operar con las prensas, pero pronto empezó a escribir artículos para el periódico. Cansado de trabajar para un hermano desagradecido, Franklin se trasladó al sur de Filadelfia con 17 años. Allí Publicó periódicos y libros de humor y terminó por convertirse en uno de los ciudadanos más prominentes de la ciudad. Hombre de talento y curiosidad infinitos, promovió la creación de un hospital, una compañía de seguros, una sociedad filosófica y una universidad (en la actualidad la Universidad de Pensilvania), que siguen funcionando hoy en día. Finalmente se retiró del mundo editorial y se pasó a la ciencia. Franklin colaboró en la investigación sobre las propiedades de la electricidad e inventó las lentes bifocales y la estufa que lleva su nombre, un aparato de hierro de gran eficacia energética.
En las décadas de 1750 y 1760, cuando las colonias empezaban a estar hartas del mandato británico, Franklin vivía en Inglaterra. Colaboró a la hora de llevar las opiniones de los norteamericanos ante el Parlamento. Regresó de Londres convencido de que las colonias tenían que liberarse de Inglaterra. En 1776 firmó la Declaración de Independencia en su ciudad de residencia, Filadelfia. Luego regresó a Europa para representar a Estados Unidos ante Francia, donde era una celebridad debido a sus descubrimientos científicos. A los ojos de muchos europeos, la joven nación ganaba credibilidad sólo por el hecho de verse asociada a ese gran científico. Luego regresaría a Pensilvania, donde seguiría trabajando prácticamente hasta el día de su muerte.
OTROS DATOS DE INTERÉS
1.
Entre los inventos de Franklin se cuenta un instrumento musical hecho de cristal y conocido como armónica de cristal. Antes de que su popularidad desapareciera, ya en el siglo XIX, el gran compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart escribió dos composiciones para ese instrumento.
Martes, día 2
SEMANA 23
LITERATURA
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or literatura poscolonial se conoce el conjunto de trabajos escritos por autores originarios de zonas que antiguamente fueron colonias, así como las obras sobre los pueblos originarios de esos mismos territorios. La mayor parte de esta literatura se ha escrito a partir de las décadas de 1950 y 1960, que es cuando las principales colonias europeas repartidas por África, Asia, América Latina y el Caribe lograron su independencia.
En la cúspide del colonialismo europeo, a finales del siglo XIX, los autores del viejo continente tendían a celebrar el dominio que sus países ejercían sobre el resto del mundo, encomiando la supuesta «carga del hombre blanco» de tener que civilizar a los que aún no lo estaban. El escritor británico Rudyard Kipling lideraba esta corriente de opinión a través de poemas y novelas a menudo abiertamente racistas. Sin embargo, paulatinamente, trabajos como
El corazón de las tinieblas
(1899), de Joseph Conrad, o
Pasaje a la India
(1924), de E. M. Forster, aportaron una visión más crítica sobre la participación europea en el colonialismo.
Una vez que la descolonización barrió toda Asia y África, al término de la Segunda Guerra Mundial, autores originarios de los países recientemente independizados empezaron a escribir sus propias crónicas sobre su identidad racial, étnica y nacional. Del mismo modo, analizaban las tensiones religiosas y políticas nacidas como consecuencia de las fronteras nacionales artificiales que los europeos impusieron sobre los pueblos nativos. Los críticos han resaltado que a menudo las obras del poscolonialismo giran en torno al concepto del otro, una idea que el teórico Edward Said elaboró con enorme éxito en
Orientalismo
(1978), su tratado insignia sobre cómo Occidente tiende a convertir a Oriente en exótico.
El poscolonialismo es un movimiento en auge, en el que se aunan muchos autores y regiones. Algunos de los trabajos de origen africano más destacables son
Llanto por la tierra amada
(1948), de Alan Patón, y
Todo se desmorona
(1958), de Chinua Achebe. En el entorno asiático cabe destacar
El americano impasible
(1955), de Graham Greene;
Games at Twilight
(1978), de Anita Desai, e
Hijos de la medianoche
(1981), de Salman Rushdie. Algunos de los trabajos más destacados de la región caribeña son
Una casa para el señor Biswas
(1961), de V. S. Naipaul;
Ancho mar de los Sargazos
(1966), de Jean Rhys, y
Annie John
(1985), de Jamaican Kincaid.
Desde finales de los años ochenta, ha tomado las riendas una nueva generación de escritores poscolonialistas que han aportado una nueva perspectiva a los mismos temas. Un número significativo de estas obras, entre las que se incluyen
El buda de los suburbios
(1990), de Hanif Kureishi, y
Dientes blancos
(2000), de Zadie Smith, giran en torno a inmigrantes que no tienen un origen occidental pero que viven en el Reino Unido o en Estados Unidos. Por regla general se puede decir que son más optimistas que sus predecesores, que se mostraban algo más angustiados. La nueva generación acepta su condición de inmigrante desarraigado como una realidad del mundo moderno y se adentra en sus aspectos positivos e incluso cómicos.
Miércoles, día 3
SEMANA 23
ARTES PLÁSTICAS
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robablemente Katsushika Hokusai (1760-1849) sea el artista japonés más famoso en Occidente.
Hokusai nació en el seno de una familia humilde y fue adoptado por un fabricante de espejos que le enseñó el arte de grabar. Cuando contaba 18 años, entró a formar parte del taller de Katsukawa Shunsho, un artista reconocido por sus retratos de actores. De naturaleza inquieta, Hokusai se marchó de la tienda de Shunsho en 1778 y empezó una vida errante. Cambió de nombre más de 50 veces y no se presentó como Hokusai hasta que cumplió los 46 años. A los 75 se llamaba a sí mismo Gakyo Rojin, «el anciano loco por la pintura». A lo largo de su vida, Hokusai vivió en más de 90 casas. Cuando una de ellas fue pasto de las llamas, escribió este haiku (un tipo de poema tradicional): «Se ha calcinado: qué serenas están las flores cuando caen».
Rara vez disfrutaba de estabilidad económica, por lo que a menudo salía adelante gracias a trucos publicitarios. En una ocasión, retó a Tani Buncho a una competición para determinar quién era mejor artista. Al comenzar, Hokusai trazó una gran pincelada de azul sobre un enorme trozo de papel, luego sumergió una pata de pollo en pintura roja y la apoyó varias veces sobre el papel. Al resultado final lo denominó
Hojas de arce sobre un río
.
A lo largo de los años, Hokusai realizó más de 30 000 dibujos en medio millar de cuadernos de trabajo. Entre los años 1814 y 1878 publicó una quincena de volúmenes de
mangas
(diseños poco elaborados) que describían una amplia gama de temas imaginarios y reales a través de un enorme abanico de estilos. La última serie apareció en 1878, 29 años después de su muerte.
Sin embargo, Hokusai le debe su fama a su
ukiyo-e
, una técnica originaria de Tokio.
Ukiyo-e
significa «imágenes del mundo flotante»; son grabados en color en los que se utilizan sucesivamente diversas planchas de madera para aplicar distintos colores. El
ukiyo-e
más famoso de Hokusai es
La gran ola de Kanagawa
, perteneciente a su serie «Treinta y seis vistas del monte Fuji». Esta xilografía, en la que se muestra a unos pescadores luchando contra las fuerzas de la naturaleza (un tema que no es precisamente tradicional en Japón), es muy probable que pueda deberse a la influencia de los grabados holandeses que habían llegado hasta tierras japonesas.
La primera vez que se contempló el trabajo de Hokusai en Europa causó un enorme impacto en pintores como Paul Gauguin y Vincent van Gogh. James Whistler defendía que Hokusai era el artista más grande desde Velázquez. La exposición que sobre Rembrandt, Van Gogh y Hokusai tuvo lugar en Ámsterdam en 1951 pretendía en gran medida reforzar la reputación del maestro japonés en el siglo XX.
OTROS DATOS DE INTERÉS
1.
Hokusai era uno de los principales maestros de
shunga
(grabados eróticos), como puede verse en su colección Fukojuso.
2.
En
Fugaku Hyakkei
(«Cien vistas del monte Fuji», 1834-1835), Hokusai capturó el famoso pico en un montaje con vistas desde diversas perspectivas, una demostración innegable de su familiaridad con el lugar.
3.
La obra más grande de Hokusai mide más de 200 metros cuadrados.
Jueves, día 4
SEMANA 23
CIENCIA
D
urante más de 200 años se ha intentado definir qué es la hipnosis. La mayor parte de la gente se imagina a un hombre con un siniestro bigote y un sombrero negro, balanceando lentamente un reloj de bolsillo frente a nuestros ojos como si fuera un péndulo, y diciéndonos con voz pausada y tono misterioso: «Tienes sueño…». Y nos imaginamos que, después de un rato, podrá controlar nuestras acciones, nuestros pensamientos y nuestros recuerdos.
En la actualidad los psiquiatras entienden la hipnosis como un estado parecido al trance en el que la capacidad de sugestión es extrema. Sin embargo, tiene más que ver con soñar despierto de forma guiada que con el control sobre la mente. A pesar de que los sujetos a los que se hipnotiza a menudo se sienten desinhibidos, no hacen nada que vaya contra su voluntad. Los estudios encefalográficos de las ondas cerebrales que se producen durante la hipnosis muestran un incremento de las ondas de baja frecuencia, que son las relacionadas con dormir y soñar, y una reducción de las de alta frecuencia (las relacionadas con la conciencia total), que sin embargo no desaparecen del todo. Esto podría explicar el carácter somnoliento de la hipnosis, pero no indica que el sujeto se haya convertido en una marioneta humana. Sigue pensando por sí mismo.
Básicamente, hay tres formas de hipnotizar a alguien. La primera se denomina inducción por mirada fija: se le pide al sujeto que mire fijamente un objeto (un reloj de bolsillo, por ejemplo) para desconectarlo del mundo exterior. Aunque era el método más utilizado en los inicios de la hipnosis, en la actualidad se recurre a él con muy poca frecuencia, pues no funciona en una franja muy amplia de la población. El segundo método consiste en bombardear la mente con ordenes rápidas: «Levántate, siéntate, pestañea, levántate». Suele utilizarse en las representaciones sobre el escenario, y también en los interrogatorios. Los psiquiatras se inclinan por el tercer método, la relajación progresiva, para que el sujeto se concentre y se relaje hasta caer en el estado de hipnosis. Al hablar con voz suave y sugerir imágenes llenas de calma, el doctor crea un entorno en el que el sujeto puede aprender a deshacerse de hábitos dañinos tales como la gula o el tabaco
OTROS DATOS DE INTERÉS
1.
Franz Anton Mesmer, un físico austríaco del siglo XVIII, es considerado como el padre de la hipnosis. Creía que se trataba de una fuerza mística a la que denominó «magnetismo animal».
2.
Las palabras «mesmerismo» y «mesmerizar» se derivan de su nombre.
3.
Muchos expertos consideran que conducir y ver la televisión son estados de hipnosis.
4.
Aquellas personas que tienen una imaginación muy activa son las más susceptibles a la hipnosis.