Elogio durante el funeral de George Washington
George Washington (1732-1799) fue el líder militar de la revolución norteamericana y el primer presidente de Estados Unidos. Antes de que se iniciara la revolución en 1775, fue el próspero propietario de una plantación en Virginia. Había luchado junto a los británicos en las guerras contra los franceses y contra varias tribus indias, pero se revolvió contra el gobierno de la corona en las décadas de 1760 y 1770. Para cuando se inició la revolución, Washington ya era un patriota convencido. El Congreso Continental lo eligió por unanimidad para que liderara al ejército rebelde, y él aceptó el cargo en Cambridge, Massachusetts, el 3 de julio de 1775.
Sobre el papel, la tarea que le habían encomendado parecía meridianamente imposible. En 1775, Gran Bretaña era el país más poderoso del mundo. Sus tropas bien entrenadas y los mercenarios que contrataban se encontraban entre los mejores de Europa. Ante semejante enemigo, lo único con lo que podía soñar era con unas pocas y discretas victorias. Sin embargo, Washington estaba convencido de que podía desgastar a los británicos evitando la derrota. No importaba el número de tropas que los británicos enviaran para luchar contra las colonias rebeldes: éstas les plantaban cara. El empeño demostrado por Washington convenció a Francia, España y a los Países Bajos a aliarse con él. Finalmente los británicos se rindieron. Esta revolución destacó por su relativamente bajo número de muertos. Durante la guerra, el ejército patriota perdió a 6824 hombres, una mínima fracción del número de bajas que Estados Unidos sufriría en conflictos posteriores
Su inteligente liderazgo le otorgó una popularidad instantánea e el país recién independizado. Pero en lugar de acaparar poder, Washington se retiró a Monte Vernon, su plantación de Virginia. Aceptó presentarse a las elecciones presidenciales de 1789, y fue elegido sin oposición
Como presidente, su mejor legado fue aquello que no hizo. Al frente de ese cargo sentó conscientemente precedentes para los futuros presidentes. Rechazó títulos ostentosos, insistiendo en que en un país república no debían llamarlo simplemente «señor presidente». No quiso presentarse para un tercer mandato en 1796, estableciendo así una regla no escrita que ha sido respetada por todos los presidentes hasta que en 1940 Franklin D. Roosevelt fue reelegido para un tercer mandato. Cuando Washington falleció en 1799, los americanos lloraron la muerte del «padre de su país».
OTROS DATOS DE INTERÉS
1.
Doce presidentes de Estados Unidos han ostentado el rango de general. El comandante en jefe durante la Segunda Guerra Mundial, Dwight D. Eisenhower, fue el último en hacerlo (1953-1961).
2.
En calidad de presidente, Washington firmó la legislación por la que se establecieron muchas de las bases sobre las que se asienta el gobierno norteamericano. Entre las leyes que firmó en su primer mandato destacan la que estableció el dólar como moneda oficial del país, la que designó la capital de la nación y la que creó un gabinete para aconsejarle.
3.
Washington consideraba que la esclavitud era inmoral, pero poseía esclavos y rechazó las sugerencias que se le hicieron a lo Largo de su vida para que los liberara como ejemplo para el resto. Finalmente lo hizo en su testamento.
Martes, día 2
SEMANA 24
LITERATURA
A
ntón Chéjov (1860-1904) fue uno de los grandes maestros del relato corto y uno de los mejores dramaturgos de la historia. En no pocas obras que se han convertido en hitos literarios y en un número incalculable de pequeñas piezas geniales en prosa recoge historias memorables de la vida cotidiana. A pesar de que sus trabajos tienen claramente un carácter serio, él sistemáticamente camina sobre la frontera que separa la comedia de la tragedia.
Chéjov nació en el seno de una familia del sur de Rusia sumida en deudas que había comprado su libertad hacía solamente una generación. Mientras estudiaba medicina en Moscú, Chéjov escribió relatos cómicos breves para enviar dinero a sus padres, llegando a vender cientos de ellos bajo distintos seudónimos. Una vez que logró su título de medicina, en 1884, continuó escribiendo y logró un importante respaldo popular sin ni siquiera haber alcanzado los 30 años. A medida que fue cultivando temas más serios y haciendo sus primeras incursiones en la escritura dramática, los críticos literarios empezaron a fijarse en él.
El ahora legendario estreno en San Petersburgo de
La gaviota
(1896) fue un absoluto fracaso. La obra se publicitó engañosamente como una comedia y, cuando el público empezó a abuchearlo, Chéjov se marchó a hurtadillas del teatro, humillado; esta experiencia casi le llevó a abandonar el teatro. Sin embargo, las representaciones posteriores de esa obra tuvieron una buena acogida, y Chéjov se apuntó un nuevo tanto cuando revisó una obra algo mediocre de sus comienzos y la convirtió en la extraordinaria
Tío Vania
(1897). Prosiguió con
Las tres hermanas
(1901) y
El jardín de los cerezos
(1904), ambas también consideradas como obras maestras de la tragicomedia. En estas últimas refleja conflictos generacionales y otros problemas familiares, con una presentación dramática sobre el escenario reducida a la mínima expresión. Los acontecimientos más importantes tienen lugar fuera del escenario y se transmiten a través de los diálogos en lugar de la acción.
A pesar de que Chéjov debe su fama a sus obras de teatro, sus relatos cortos son brillantes y posiblemente sin igual. En ellos se despliega el paisaje melancólico de una realidad observada con ojos penetrantes y poblada de personajes que se ahogan en la autocompasión, el aburrimiento y la trivialidad de su vida cotidiana. Generalmente el hilo argumental es mínimo y engañosamente sencillo, dejando los elementos más importantes escondidos bajo la superficie y ofreciendo una resolución mínima o inexistente. Escribió más de 200 relatos cortos, y fueron esenciales a la hora de dar a este género literario el prestigio que tiene en la actualidad.
OTROS DATOS DE INTERÉS
1.
Chéjov continuó ejerciendo la medicina incluso en los momentos más brillantes de su carrera literaria. Se le atribuye esta ocurrencia: «La medicina es mi fiel esposa y la literatura es mi amante; cuando me canso de una paso la noche con la otra».
2.
Sus obras adquirieron un carácter sagrado tanto en Reino Unido como en Estados Unidos nada más ser traducidas al inglés en la década de 1920. Todavía hoy se representan frecuentemente.
3.
Los críticos y los intelectuales rusos a menudo presionaron a Chéjov para que sus escritos adquirieran un matiz más político. Siempre se negó en la creencia de que si politizaba su obra ésta sería menos universal.
Miércoles, día 3
SEMANA 24
ARTES PLÁSTICAS
E
l movimiento conocido como romanticismo (1750-1850) surgió principalmente como respuesta al neoclasicismo. Mientras que los artistas neoclásicos hacían un mayor hincapié en los valores ilustrados de la razón, la objetividad, el orden y la ciencia, los románticos se sentían atraídos por el mundo de la fantasía, la intuición, la subjetividad y las emociones. Inspirados por la pasión que había alimentado las revoluciones norteamericana y francesa, los románticos ensalzaban la rebeldía y la libertad personal por encima de las convenciones sociales. Desilusionados ante el rápido auge de la industrialización, soñaban con las maravillas de la naturaleza y la pureza de las culturas más simples y primitivas. Al contrario que el neoclasicismo, que prefería la elegancia y la claridad de líneas del arte grecorromano, los románticos sentían fascinación por la complejidad de la arquitectura gótica así como por el aspecto místico de las culturas exóticas.
En Inglaterra, el romanticismo surgió tempranamente, en 1749; fue entonces cuando el novelista Horace Walpole tomó la decisión de renovar Strawberry Hill, una villa que poseía en Twickenham, utilizando motivos góticos. Algunos de los trabajos más representativos del romanticismo inglés dentro de la pintura son
León devorando un caballo
(1763), de George Stubb;
La pesadilla
(1781), de Henry Fuseli; y las ilustraciones que WilHam Blake hizo para sus libros de poesía. El romanticismo inglés alcanzo su punto culminante con los cuadros de John Constable y Joseph Mallord William Turner. En lo que se refiere a la arquitectura, el mejor ejemplo del movimiento son las cámaras neogóticas del Parlamento británico, cuya obra se inició en 1836.
El romanticismo francés se debe en gran medida a los escritos de Jean-Jacques Rousseau y la Revolución francesa. Algunos de los pintores más destacados de este movimiento fueron Jean-Auguste-Dominique Ingres, Tbéodore Géricault y Eugène Delacroix. El mejor ejemplo de arquitectura francesa romántica es la iglesia de Pierre Vignon, la Magdalena. Bajo su cubierta neoclásica hay tres cúpulas bizantinas. Esa refundición de estilos históricos es una de las características propias de la arquitectura de este período.
En Alemania, el movimiento debe mucho al héroe infatigable de Johann Wolfgang von Goethe en
Las desventuras del joven Werther
, publicada en 1774. Otras obras representativas del romanticismo germano son
Cementerio de monasterio en la nieve
(1817-1819), de Caspar David Frie drich, y
Las horas del día
(1809), de Philipp Otto Runge.
El mayor representante del movimiento en Estados Unidos es John Singleton Copley, cuya obra maestra,
Watson y el tiburón
(1778), fue un encargo de un superviviente del ataque de un escualo.
El principal representante del romanticismo español fue Francisco de Goya.
Jueves, día 4
SEMANA 24
CIENCIA
E
n 1957, León Festinger, un psicólogo social de la Universidad de Stanford, publicó
La teoría de la disonancia cognitiva
, uno de los documentos más influyentes que se hayan escrito jamás sobre el comportamiento humano. La teoría que recoge es bastante sencilla: todos tenemos una serie de creencias, ideas y pensamientos a los que los científicos denominan cogniciones. En su mayoría, nuestras cogniciones no están relacionadas las unas con las otras. Por ejemplo, el amor por la ópera no tiene nada que ver con saber quién fue elegido presidente en 1980. Sin embargo, cuando nuestros pensamientos o acciones están relacionados entre sí, sentimos una imperante necesidad de que sean consistentes. Las contradicciones aparecen en un estado de disonancia que la mente no puede tolerar. La cognición o comportamiento que provoca el conflicto debe alterarse para que el cerebro vuelva a recuperar su estado de equilibrio. Como es más sencillo cambiar los pensamientos que los comportamientos, lo más probable es que acabemos cambiando de idea.
Festinger puso el ejemplo del tabaco. Un hombre que fuma experimenta disonancia cognitiva cuando oye hablar sobre los posibles problemas de salud que conlleva su hábito. Una solución es dejar de fumar. Sin embargo, como ese comportamiento es difícil de cambiar, lo más probable es que el fumador acabe modificando su idea sobre el tabaco para reducir el estrés que le produce la disonancia. Así, es presumible que opte por centrarse en la parte positiva del tabaco para la salud, como la reducción del estrés o la pérdida de peso. Puede que se diga a sí mismo: «Si dejo de fumar voy a engordar y eso también es malo para mi salud». De igual modo, puede acabar comparando los peligros del tabaco con otros riesgos como el de sufrir un accidente de tráfico. El fumador se dirá: «Si la gente coge el coche todos los días sin vacilar, ¿por qué debería preocuparme yo por encender un cigarrillo?». Gracias a este tipo de razonamientos la gente puede hacer que su comportamiento sea coherente con sus creencias, reduciendo así la disonancia cognitiva.