365 días para ser más culto (40 page)

Wolfgang Amadeus Mozart

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i la vida ni la música de ningún otro compositor están rodeadas de tanta leyenda como las de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Nació en Salzburgo, Austria, y era hijo de Leopold Mozart, profesor y compositor de poca monta de la corte. Pasó la mayor parte de su infancia viajando como niño prodigio a las cortes y reinos extranjeros de Múnich, Viena, Londres, París y Roma. Actuó para reyes, reinas, duques y papas, deleitándolos con pequeños trucos de memoria musical y habilidad técnica.

Tras una temporada en Salzburgo, Mozart pasó la mayor parte de su carrera en la corte del emperador Francisco José II en Viena. Su composición más innovadora fue
El rapto en el serrallo
(1781), una ópera bufa u ópera cómica, el género en el que se sentiría más cómodo. Colaboró con el reconocido libretista vienes Lorenzo da Ponte en tres óperas consecutivas:
Las bodas de Fígaro
(1786),
Don Giovanni
(1787) y
Così fan tutte
(1790). En total escribió en torno a 40 sinfonías, 30 conciertos para piano, cuatro conciertos para violín y literalmente cientos de oberturas, cuartetos y obras para flauta, oboe, clarinete, coros y otra serie de conjuntos.

Mozart fue un hombre apasionado: se dedicaba en cuerpo y alma a la música, las fiestas, la buena comida, el buen vino, los billares, el sexo Y las apuestas. Además tenía lo que parecía un pozo sin fondo de talento. Por desgracia, tanto él como su caprichosa esposa, Constanza, fueron muy irresponsables con el dinero. A pesar de que produjo gran parte de sus mejores obras durante los diez últimos años de su vida, Mozart debía dinero a un gran número de acreedores. Murió probablemente a causa de unas fiebres reumáticas, tras una vida de excesivo trabajo y mala alimentación, a la edad de 35 años.

Actualmente, Mozart sigue teniendo la reputación de genio arrogante e inmaduro, además de ser el más grande compositor de la era clásica y de todos los tiempos.

Gottfried Wilhelm Leibniz

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ottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) nació en Leipzig, Alemania. Comenzó sus estudios universitarios con 14 años y finalizó el doctorado a la temprana edad de 22. En lugar de convertirse en un académico, Leibniz trabajó para varios nobles alemanes, unas veces como librero, otras de diplomático, ingeniero o cortesano. Esta variedad de ocupaciones es un reflejo fiel del amplio abanico de intereses intelectuales de Leibniz. Aparte de importantes e imperecederos trabajos de filosofía, teología y matemáticas, Leibniz realizó significativas contribuciones en las áreas de química, física, lógica, medicina, botánica, óptica, historia, lingüística, jurisprudencia, filosofía y diplomacia. Desde Aristóteles ningún otro filósofo había contribuido a tantas ramas del conocimiento.

En el ámbito de la filosofía, Leibniz era un racionalista. Su proyecto defendía el principio de razón suficiente: de que para cada proposición verdadera hay una razón por la que es verdadera en lugar de falsa.

Como Leibniz creía que había una razón para todo, pensaba que debía haber una razón por la que Dios decidió crear el mundo tal y como es en lugar de hacerlo de otra manera. La razón, según Leibniz, era que este mundo era el mejor mundo posible. Ésa fue la argumentación que Leibniz desplegó en el único libro que publicó,
Teodicea
(1710).

En una obra más breve denominada
Monadología
, Leibniz presentó una teoría poco común. Sugirió que el mundo está compuesto de un número infinito de elementos inmateriales del tamaño de un punto que se llaman mónadas. Nuestras mentes son mónadas, pero no todas las mónadas son conscientes de su propia existencia como lo somos nosotros. Los objetos físicos, tales como las mesas o las sillas, no son mónadas ni están compuestas de ellas. Existen porque las mónadas las perciben; son el sueño colectivo de las mónadas. La teoría de las mónadas cuenta con pocos seguidores en la actualidad.

La última cena

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a última cena fue el encuentro que Jesús tuvo la noche antes de morir. Son muchos los que creen, y en los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas se sugiere, que se trataba del
seder
de la Pascua judía.

Si fuera así, entonces la última cena habría tenido lugar un jueves, que se conmemora en el Jueves Santo; y Jesús habría sido crucificado un viernes (el Viernes Santo). Sin embargo, en el Evangelio de san Juan se indica que la cena aconteció varios días antes de la Pascua judía; los ortodoxos del Este aceptan la narración de san Juan.

Jesús compartió esta cena con los 12 apóstoles. Había visto los acontecimientos que ocurrirían entre la cena y su muerte inminente, así que anunció a sus apóstoles que uno de ellos lo traicionaría. Uno por uno fueron diciendo: «¿Seré yo?». Finalmente, Judas Iscariote, que ya había llegado a un acuerdo con el sanedrín para entregarlo, también le preguntó; Jesús contestó: «Sí, serás tú».

Mientras comían el pan y bebían el vino, Jesús dijo a sus discípulos: «Este es mi cuerpo» y «Esta es mi sangre». Anunció que no podría volver a tomar el pan y el vino hasta que se alzara el Reino de los Cielos e instruyó a los apóstoles sobre cómo tomarlos en su recuerdo, dando origen a la eucaristía. Hay quien cree que el cáliz que Jesús utilizó para beber el vino durante la última cena es el santo grial, al que se atribuyen poderes milagrosos. Fue el mismo cáliz que José de Arimatea utilizó para recoger la sangre que se derramaba de su cuerpo crucificado.

Jesús predijo durante la cena que Pedro le negaría hasta tres veces. Pedro contestó que preferiría morir a repudiar a Jesús. Sin embargo, después de que Jesús fuera acusado de blasfemia ante el sanedrín, hasta tres personas se acercaron a Pedro cuando estaba intentando escapar de la ciudad. Cada uno de ellos lo acusó de conocer a Jesús y él lo negó en las tres ocasiones. Tras darse cuenta de lo que había hecho, Pedro lloró de vergüenza.

Luis XIV de Francia

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l rey Luis XIV (1638-1715) heredó la corona en 1643, cuando tan sólo tenía 4 años, y dirigió Francia durante nada y más y nada menos que 72 años. Durante su largo reinado, el monarca, apodado el Rey Sol, expandió el poder de Francia por Europa y consolidó el suyo propio de puertas para adentro. Desde su fastuoso palacio de Versalles dirigió el país creando una monarquía centralizada y absoluta en torno a la que se ejerció un poder sin parangón en la historia del país.

Durante su reinado, Luis XIV fue construyendo palacios por toda la geografía francesa y amplió Versalles hasta convertirlo en el más opulento de toda Europa. Tanto el arte como las ciencias florecieron bajo su mandato, y las fronteras francesas se ampliaron.

Se cuenta que llegó a decir: «L'état, c'est moi» («El Estado soy yo»). Los contrapoderes tradicionales de la realeza francesa, el clero y la nobleza, cedieron una parte importante de su autoridad en beneficio del ambicioso monarca. Acabó con el poder de los levantiscos nobles franceses invitándolos a Versalles: allí estaban tan preocupados por las intrigas de la corte y la política que no tuvieron tiempo de provocar ningún problema. Obligó además al papa a que le diera un mayor control sobre la Iglesia católica francesa. Ordenó la persecución de los protestantes y los judíos para reforzar la unidad religiosa del país.