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Authors: Jonathan Maberry

Tags: #Terror

Paciente cero (39 page)

—He estado mejor —admití, pero antes de poder explicarme Gus Dietrich llegó a paso ligero.

—Capitán Ledger —dijo—, tengo a la mayoría de los expertos forenses que usted quería. Los demás están de camino y deberían estar aquí hacia el mediodía. Jerry Spencer ya está en el lugar de los hechos.

—De acuerdo, sargento, quiero que todo el mundo salga del edificio. Dígale a Jerry que estaré allí en unos minutos para hacer el recorrido de inspección con él.

Dietrich sonrió.

—El detective Spencer parece estar bastante furioso con usted por haberle traído aquí, especialmente a estas horas de la mañana.

—Lo superará. Especialmente cuando tenga una escena del crimen grandiosa y suculenta con la que jugar.

—El señor Church pidió una carpa de tamaño medio para utilizarla como laboratorio forense temporal. La están montando alrededor de la esquina, al otro extremo del aparcamiento.

—¿Church fue capaz de conseguir una carpa tan pronto? —preguntó Rudy.

Dietrich le dedicó una triste sonrisa.

—El señor Church tiene un amigo en la industria.

—¡Santo Dios! —dijo Rudy, sacudiendo la cabeza.

—¡Ah, sí!, y ¿Gus…? —dije mientras Dietrich se retiraba.

—¿Señor?

Extendí mi mano.

—Gracias por salvarnos el pellejo allí dentro.

Me miró avergonzado mientras me estrechaba la mano.

—Siento que no fuera más pronto.

—Créame si le digo que fue justo a tiempo.

Asintió y se marchó. Rudy y yo le vimos irse.

—Es un buen tipo —dijo Rudy—. Tuve la oportunidad de conocerle ayer y le he visto en acción esta mañana. Si realmente hay un topo en el DCM, seguro que no es él.

—¿Te jugarías el cuello por eso?

Rudy lo pensó y asintió.

—Por supuesto que sí.

—Me encanta oírlo. —Comenzamos a caminar hacia una mesa de cartas sobre la que estaban colocados cubos de plástico con hielo. Revolví dentro y saqué una botella de té verde para él y una Coca-Cola para mí.

Rudy hizo chocar suavemente mi botella contra la suya.

—¡Por la vida!

—Por eso mismo. Mira, Rude, Church ha terminado de interrogar al prisionero. —Le hablé sobre lo que Church le había dicho a Aldin.

—¿Salvará a la familia del hombre?

—Eso creo, le oí hacer la llamada y no creo que estuviera tirándose un farol.

—Eso es reconfortante.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir? Ese tipo ha admitido que es un monstruo ¡por el amor de Dios!

—Joe, estás cansado y tienes síntomas de estrés postraumático, así que voy a darte un gran período de vacaciones. Estás disgustado porque Church amenazó a la familia del hombre, porque utilizó manipulación psicológica, porque él…

—Hizo mucho más que eso, Rude. Ha hecho polvo a ese tipo.

—¿Físicamente?

—No, pero…

—Entonces, lo único que hizo fue asustarlo para que colaborase. Sin tortura física, sin empulgueras, sin humillación sexual ni religiosa. —Sacudió la cabeza—. Me habría gustado estar allí para verlo. Suena magnífico.

Lo miré.

—¡Por Dios! ¿No me digas que apruebas esto?

—¿Aprobar? Puede ser. Admirar, por supuesto. Pero míralo de otro modo, vaquero, y dime cómo habrías obtenido esa misma información. ¿Podrías haber hecho que el hombre hablara sin recurrir a la tortura física? No, lo que te horroriza de todo esto es que no sabes si se estaba tirando un farol sobre las amenazas a la familia del hombre. Vosotros, los soldados y policías, habláis de una forma muy dura. En las últimas veinticuatro horas he oído un montón de cosas sobre «matarlos a todos» y «dejar que Dios ajuste cuentas con ellos»; mucha basura tipo «Somos rompecorazones; hacemos viudas». En gran medida, eso podría ser incluso cierto, pero una cantidad bastante grande de todo esto son ovaciones de equipo para hacer que los jugadores se animen. Luego, en el mundo real, todos sois humanos y no hay forma de que os podáis separar verdaderamente de las realidades de la guerra. Podríais haber tenido que hacer daño físicamente a Aldin para hacerle hablar; podríais haber tenido que provocarle un daño físico permanente. Hacerle eso habría sido doloroso para vosotros, pero es algo inherente al campo de batalla, y al final no se diferencia tanto de una estocada o una patada en los cojones*. Ahora estás reaccionando porque Church le infligió daño a un nivel completamente diferente. Hirió al hombre psíquica y emocionalmente. No estoy seguro de que puedas hacer eso por muy duro que seas y tú sabes que no puedes. Y sin embargo… lo único que hizo Church fue darle una bofetada a ese hombre.

—De acuerdo, de acuerdo, ya pillo la relatividad de todo eso, oh, sabio Yoda —me quejé—, pero eso sigue sin explicarlo todo.

—Lo sé —dijo Rudy asintiendo—, tienes miedo de que Church pudiese estar hablando en serio cuando amenazó a los hijos de ese hombre.

Miré la boca abierta de mi botella de Coca-Cola.

—Sí —dije—, se denominó a sí mismo «monstruo».

—Sí, pero esperemos que realmente no sea esa clase de monstruo.

—¿Y si lo fuera?

Rudy sacudió la cabeza.

—Ya te lo dije antes, vaquero, debe de ser terrible ser como él.

72

Crisfield, Maryland / Miércoles, 1 de julio; 6.50 a. m.

Rudy volvió a uno de los remolques para tener algunas sesiones postevento con el resto del equipo Alfa. Observé a Grace de pie, en el puesto de socorro, y seguí adelante. Sus ojos presentaban un reborde rojo, pero sus lágrimas ya habían desaparecido. Tal vez ella hubiera llorado para sus adentros y tenía la recámara vacía. Esperaba que Rudy le dedicase algo de tiempo pronto.

Cuando me acerqué, ella levantó la vista y durante el transcurso de unos segundos varias emociones cruzaron su rostro: tristeza, por supuesto, pero también placer y un poco de sorpresa, quizás al darse cuenta de que estaba sonriendo al verme. Yo también sonreí al verla y eso me provocó un cosquilleo en el estómago. El darme cuenta de aquella sensación me produjo una sorpresa inesperada. Era algo muy profundo. Entiéndanme, en cierto modo siempre he despreciado los romances entre compañeros de trabajo y he considerado a los amantes autores de desaciertos, pero a medida que me daba cuenta de mis sentimientos por Grace, aunque fuese algo nuevo y reciente, no sentía ni el mínimo atisbo de desprecio hacia mí mismo. El ángel de mi hombro derecho estaba sufriendo una derrota estruendosa por parte del demonio situado a mi izquierda.

—¿Cómo estás? —pregunté—. ¿O es esa la pregunta más estúpida hecha desde que Nerón preguntó a sus amigos si les gustaría oír un poco de música?

—Me las arreglaré —respondió ella, pasándome un vaso de cartón con café—. No voy a permitirme pensar demasiado en ello… en mi equipo. —Contuvo el llanto y trató de sonreír—. Pienso tomarme un descanso completo cuando todo esto haya acabado.

—Si deseas tener compañía en ese momento, házmelo saber.

Ella me lanzó una mirada penetrante y asintió.

—A lo mejor te tomo la palabra —dijo, y luego cambió de conversación—. Tu amigo el detective Spencer ha estado preguntando por ti. O para ser más exactos, ha estado preguntando dónde demonios estabas y a qué te crees que juegas haciendo que un grupo de matones lo saque de la cama estando de baja. Algo por el estilo. No es el hombre más afable que conozca, vaya.

—Jerry es majo. Es un buen poli.

—Debes saber que lo entrevistamos —dijo, y luego hizo una pausa—. Esa es la razón por la que el señor Church y yo estábamos en el hospital. En St. Michael. No le quitamos ojo de encima a Spencer desde que se incorporó por primera vez al destacamento especial y después de que le disparasen seguimos a su ambulancia hasta el hospital y lo pedimos prestado, entre comillas, una vez que lo dejaron en paz los médicos de urgencias. —Entonces se estremeció—. No quiero ni pensar qué habría ocurrido si el señor Church no hubiera estado allí cuando la infección empezó a extenderse por todo el hospital.

—¿Crees que podría haber sido peor?

—Sé que lo habría sido —dijo, y me dedicó una extraña sonrisa—. Es curioso, pero desde que lo conozco, en todo lo que el DCM ha hecho desde que fui trasladada temporalmente desde Barrier, es la única vez que he visto a Church actuar directamente.

—Tengo la sensación de que sería bastante eficaz. Da esa impresión. ¿A qué perteneció, a las Fuerzas Especiales?

—Realmente no sé cuál ha sido su trayectoria profesional y he tratado de averiguarlo por mi cuenta. Creo que ha utilizado su sistema MindReader para borrar su pasado. No hay huellas, no hay ADN en su archivo, no hay modelos de impresión vocal, nada. Es un fantasma y hoy en día nadie es un fantasma. —Sacudió la cabeza—. Cuando los caminantes llegaron en masa por los pasillos dirigiéndose al vestíbulo, Church no se puso furioso, ni siquiera dio muestras del susto que tenía que estar pasando. Simplemente pasó a la acción. En aquel momento yo estaba fuera, estableciendo un perímetro, por lo que solo lo vi fugazmente a través de las grandes puertas de cristal del vestíbulo. No parecía estar haciendo demasiado, pero a medida que los caminantes llegaban a su lado, iban cayendo uno tras otro. Solo he visto a una persona moverse con esa clase de eficacia despiadada.

—¿Sí? ¿Quién es ese? Tal vez deberíamos reclutarle.

—Ya lo hemos hecho —dijo ella, mientras nuestros ojos se cruzaban.

—¡Ah! —dije, sintiéndome enormemente incómodo—. Supongo que necesito añadir «eficacia despiadada» a mi currículum.

—Ya me entiendes. Tú no dudas. Parece que no te afecta.

En mi mente apareció súbitamente la imagen de los caminantes en el vestíbulo subiéndose unos encima de otros para llegar hasta mí y cómo mis manos casi resbalan cuando encajé un cargador en mi pistola. Luego, una segunda imagen, más terrible si cabe, comenzó a destellar en la gran pantalla cinematográfica de mi cabeza: mis manos extendiéndose hacia Grace en el laboratorio en el momento de duda que sentí cuando conseguí reunir el valor para romperle el cuello y así evitar que se convirtiera en zombi.

—Créeme, Grace, sí me afecta. De verdad, y mucho. Durante el último día estuve a punto de perder el control un par de veces. Y no bromeo.

Grace sacudió la cabeza.

—«A punto de» no cuenta. Pero aun así… Church es diferente, más frío. Es menos… —Intentó encontrar una palabra apropiada, pero no pudo.

—Sí —coincidí—. Hoy he visto algo parecido. —Le hablé del interrogatorio, pero al igual que Rudy, Grace se mostró indiferente.

—¿De qué te enteraste? —preguntó ella.

—De poca cosa, aunque Church sigue con él. El nombre en código para la plaga de los caminantes es Seif al Din. Se traduce como «la espada del fiel»; pero tiene una segunda conexión y puede ser lo más jugoso que le hayamos sacado a Aldin. Él confirmó que El Mujahid a veces adopta el nombre de Seif al Din. Algo así como Carlos con la identidad de Chacal.

Ella asintió.

—El Mujahid es un capullo inteligente. Hay muchos tipos en lucha antiterrorista a los que les encantaría colgarle lentamente de un árbol bien alto.

—Yo compraré la cuerda. Pero no estoy seguro de debamos etiquetar a El Mujahid tan rápido como nuestro supervillano, Grace. Leí el perfil que Seguridad Nacional tiene sobre él cuando estaba con el destacamento especial y no recuerdo nada que dijese que tiene formación en ciencias. Tal vez en explosivos, pero no en medicina. Él tiene más de general de campo que de rata de laboratorio.

—Entonces ha contratado a ratas de laboratorio. Bin Laden no es un piloto de líneas aéreas, pero, sin embargo, su gente estrelló aviones contra las torres.

—Mmm —dije sin comprometerme—. Bueno, será mejor que entre antes de que a Jerry le dé un ataque de nervios.

Ella me tomó la mano y le dio un apretón fuerte y rápido, luego y comenzó a alejarse, entonces se paró, su rostro expresaba duda.

—¿Joe…? Tenemos la planta, el ejército de caminantes que estaban creando, los ordenadores. ¿Aldin mencionó algo sobre algún otro sitio? ¿Algunas células que se nos hayan pasado?

—No. Dijo que había oído por casualidad a los guardias hablar de posibles ubicaciones de otro emplazamiento, pero no creía que se hubieran decidido por ninguna ubicación todavía. Esta planta es la ubicación principal. La fábrica, por así decirlo; y gran parte de las cosas que se almacenaban aquí tenían como objetivo utilizarse con futuras células. Dijo que la planta de empaquetado de carne de Delaware era relativamente nueva. Un diminuto laboratorio, sin ordenadores, solo un grupo de caminantes almacenados. Ni siquiera sabía nada de los chicos capturados ni de los experimentos que planeaban hacer con ellos.

—¿Crees que mentía?

Sacudí la cabeza.

—No estabas allí. En cuanto empezó a hablar no paró. Hu obtuvo bastante información como para empezar a trabajar en un protocolo de investigación.

—Aun así, ¿qué te dice tu intuición? ¿Hemos detenido la amenaza inmediata? ¿Tenemos tiempo para reconstruir nuestros equipos? ¿O el reloj sigue haciendo tictac?

—Yo… no sé, Grace —le dije honestamente. Ella asintió con tristeza, se alejó y fue a buscar a Jerry Spencer.

73

Crisfield, Maryland / Miércoles, 1 de julio; 7.07 a. m.

Jerry Spencer estaba de mal humor.

—Hola —le dije—. Gracias por venir…

—Creía que te había dicho que no te metieras en esta mierda, Joe.

—No, me dijiste que no habías oído hablar del DCM y me dijiste que yo tampoco.

—Es lo mismo, joder. Un poli más inteligente habría dado marcha atrás y, además, no me gusta verme arrastrado a esto. Se lo dejé claro a Church y a esa mujer inglesa y creía que te lo había dejado claro a ti.

—El nombre de la mujer inglesa es comandante Courtland —le corregí—. Y es muy chungo que no quieras participar. Mira, sé que estás a punto de retirarte y que ya tienes planificada toda tu jubilación, pero esto es seguridad nacional. Esta es una crisis del mismo nivel que la del 11-S, y en muchos sentidos es peor. Así que deja de lloriquear, échale huevos al asunto y ayúdanos a cazar a estos cabrones.

Él intentó cambiar de tema.

—¿Por qué hiciste que me metieran en esto? El FBI tiene mejores investigadores forenses que yo.

—Bobadas. Puede que seas un grano en el culo, Jerry, pero también eres el mejor de los mejores. No tengo tiempo para crear un segundo equipo. Tú tenías algo especial y estabas disponible. ¿Quieres que te lo suplique? ¿Es eso?

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