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Authors: Jonathan Maberry

Tags: #Terror

Paciente cero (30 page)

—Claro —dijo Ollie—. Es más fácil mantenerlo todo en secreto.

—Pero eso presenta otro problema —dijo Bunny, pero luego sacudió la cabeza—. No, quizá sea una ventaja. Si está reclutando a gente de fuera de su propio grupo entonces hay que pensar en que en alguna ocasión recibirá una respuesta negativa. No todo el mundo quiere jugar a ese tipo de juegos. Si este tío es tan listo como parece, entonces no dejaría vivo a nadie que supiese lo más mínimo de lo que está haciendo.

Skip chasqueó los dedos.

—¡Correcto! Deberíamos consultar los registros internacionales para ver si algún terrorista con habilidades conocidas en armas de última generación o en medicina ha desaparecido. Este tío probablemente mataría a cualquiera que no se uniese a su equipo.

Church se giró hacia mí.

—Al parecer su equipo es capaz de leerle la mente. —Y luego le dijo a los hombres—: El capitán Ledger pensó lo mismo y como resultado acabamos de iniciar dicha búsqueda en las bases de datos. Por sugerencia suya, también hemos comenzado a buscar científicos no afiliados con terroristas en los campos pertinentes que puedan haber desaparecido o cuyos familiares hayan desaparecido en circunstancias sospechosas.

—Los científicos podrían enfrentarse a todo tipo de riesgos radicales de investigación si alguien les estuviese apuntando a la cabeza a sus esposas o a sus hijas —asintió Top—. Si mis hijos corriesen un peligro similar yo haría cualquier cosa. —Vi como se le ensombrecía el rostro y recordé que había enterrado a su hijo y había visto a su hija tullida para toda la vida por culpa de esta guerra.

—De acuerdo —dije—, decidme por qué nuestro hombre misterioso está buscando tan lejos.

Bunny estaba a punto de hablar, pero Ollie se le adelantó.

—Porque incluso en un grupo grande o en un país pequeño no vas a tener tantas mentes privilegiadas en los campos requeridos que también sean extremistas dispuestos a morir por su causa.

—Así es —dijo Skip.

Top asintió y dijo:

—Sí, eso es pedir demasiado y es un mar poco profundo. Hay que pescar y elegir; hay que encontrar a los tíos adecuados: astutos como zorros y dispuestos a morir. Ese club tiene que ser muy pequeño, incluso a nivel mundial.

—Eso digo yo —dijo Bunny, asintiendo—. Todo esto está muy logrado. Realmente logrado. —Bebió un poco de café de una taza de metal y miró a Church por encima del borde—. ¿A nadie de Seguridad Nacional se le ocurrió eso?

—Los formulismos y demasiados niveles de burocracia pueden llegar a impedir el pensamiento práctico —dijo Church.

—Que es una forma bonita de decir que no hacen otra cosa más que tocarse los huevos —interpretó Ollie.

Church no dijo nada, pero parecía no disentir.

Top entrecerró los ojos y miró a Church como evaluándolo.

—Señor… creo que ya sé por qué nos eligió. ¿Y esos frikis de laboratorio que tiene en su equipo? Adivino que ninguno de ellos fue el segundo de la clase.

Church sonrió.

—Así que lo que tenemos aquí es una brigada con la crême de la crême.

Ollie sonrió.

—De acuerdo, así que ellos tienen una brigada de expertos y el DCM tiene una brigada de expertos. Pero ustedes también tienen un equipo de tiradores de primera. ¿A quién tienen ellos?

—Javad Mustapha —dije—, uno de los jugadores de su equipo, inició un brote que mató a dos equipos del DCM y a más de doscientos civiles. Fuisteis testigos de primera mano y visteis lo que los caminantes les hicieron a aquellos niños, a los guardias y a los técnicos de laboratorio en Delaware; y sabéis lo que ocurrió en la sala 12. Nosotros tenemos tiradores y ellos tienen caminantes.

Aquello hizo callar a todo el mundo durante un rato y permanecimos sentados en el vientre del helicóptero mientras atravesaba el cielo de Maryland.

—La sorpresa fue un factor determinante en las muertes del hospital. Y ocurre lo mismo con lo que pasó anoche —dije—. ¿Qué posibilidades tenemos cualquiera de nosotros de que nos sorprendan si nos encontramos con un caminante en la planta de cangrejo?

Bunny resopló.

—Si gime y se mueve le dispararé.

—¡Júa! —dijeron todos a la vez.

—¿Y si hay muchos? —preguntó Church.

—Yo mismo maté un puñado de caminantes en Delaware, señor —dijo Top—, y estaba de buen humor. Después de lo de la sala 12 estoy un pelín cabreado.

—De puta madre —concordó Skip.

—Bien —dijo Church—, pero hay una cosa más. El equipo Eco va a la planta para mirar y no tocar. Tal y como han dicho, nuestra información no está completa. El objetivo de la misión es obtener más información porque apenas hemos obtenido nada que valga la pena en Delaware. Si lo que parece es que vamos a echar marcha atrás y volver a pensar, entonces eso es lo que haremos. Tenemos la opción de atacar, pero existen prioridades operativas que incluyen asegurarnos de no dañar los ordenadores ni los discos, y capturar sospechosos. Si tienen que pulsar el gatillo entonces intenten, y reitero, intenten, traerme a alguien con pulso.

Skip dijo:

—Pensé que esos payasos se morían después de seis u ocho horas a menos que se tomen una pastilla. ¿Cómo va a sacarles información en tan poco tiempo?

El rostro del señor Church era impenetrable:

—Mi perro se comió mi copia de los Convenios de Ginebra. No necesito seis horas.

Los cuatro eran hombres muy duros y todos se quedaron en silencio y muertos de miedo por el tono tajante con el que habló. Después de un rato, Ollie carraspeó y dijo:

—¿Qué hacemos si nos encontramos con resistencia armada?

—Si le disparan, dispare. Esta no es una misión suicida, teniente Brown. Ya he enterrado a demasiada de mi gente la semana pasada. —Hizo una pausa para asegurarse de que todo el mundo le prestaba un poco de atención—. Intentarán cumplir el objetivo de la misión siguiendo el orden de prioridades, pero harán lo que tengan que hacer para regresar con vida.

—De acuerdo —dije—, mirad el mapa. La planta de procesado de cangrejo está situada en la bahía de Chesapeake, frente a Tangier Sound. La parte sudoeste del edificio está orientada al río Pocomoke, a setecientos treinta y un metros de la desembocadura del río en la bahía. Hay un muelle de madera donde atracan los barcos que pescan cangrejo. El resto de la propiedad consiste en un aparcamiento en forma de «U». Mucho terreno abierto.

Ollie dio golpecitos en el mapa.

—Casi no hay donde cubrirse. Si tienen cámaras con visión nocturna nos harán pedazos. Necesitaremos un plan alternativo u otra ruta para entrar.

—Se me ocurre algo —dije—. El edificio es de una planta y tiene unos cinco mil metros cuadrados. Antes de utilizarse para el procesado de marisco era un almacén de barcas, pero lo han modificado. Gracias al informe que el inspector del edificio redactó el pasado enero, sabemos que la esquina nordeste se utiliza para oficinas y para almacenamiento a granel: contenedores vacíos, etiquetas, rollos de plástico transparente y ese tipo de cosas. El resto es la planta en sí.

—¿Todavía procesan cangrejo ahí? —preguntó Skip.

—Negativo. El lugar está en suspensión de pagos. La plantilla original fue despedida el 15 de febrero.

—Vale, entonces si este lugar está cerrado, ¿por qué hay ocho o nueve vehículos en el aparcamiento?

—Esa es una de esas cosas que no sabemos —dije—. En circunstancias normales supondría que están ahí para supervisar la reorganización de la empresa. Pero los tres camiones tienen la misma forma y son del mismo modelo que el que las fuerzas especiales siguieron hasta la planta de cangrejo.

—¿Qué transportan los camiones? —preguntó Bunny.

—Un cargamento desconocido, pero podría haber sido una o más de esas enormes cajas azules.

Ollie entrecerró los ojos mientras estudiaba la imagen por satélite.

—¿Qué tipo de tráfico entra o sale de allí desde entonces?

—A excepción de un guardia de seguridad, nadie —dije.

Top parecía dudar.

—¿Han visto a alguien más aparte del guardia?

Yo negué con la cabeza.

—No, solo un guardia y trabaja en turnos de diez horas cuatro días a la semana, de diez a seis de la mañana. Las fotos de largo alcance lo han identificado como Simon Walford, cincuenta y tres años, trabaja para una empresa con sede en Elkton, aunque Walford vive al final de la calle. Lleva dos años trabajando en la planta.

—¿Sabemos algo sobre él? —preguntó Skip.

—Nada que encaje con el perfil de un simpatizante de terroristas. Está viudo y vive solo. No tiene antecedentes militares, arrestos ni está afiliado a nada, excepto a Netflix, el servicio de alquiler de películas por correo, y a BJ’s Wholesale, una tienda por Internet. Trampea con los impuestos, pero es algo de poca monta para ocultar las ganancias que tiene reparando motores de dos tiempos. Cortacéspedes y podadoras. Su hijo tiene una empresa de jardinería. Sus registros bancarios muestran lo esperado: casi ningún ahorro, sin cartera de valores y unos dos mil en una cuenta bancaria de cheques. No vive al día, pero casi. Su correo electrónico está limpio y prácticamente lo único para lo que utiliza Internet es para visitar la página Classmates.com. En agosto tiene la reunión del trigésimo quinto aniversario de su promoción del instituto.

—Así que es un don nadie —concluyó Skip, pero Bunny y Top se giraron hacia él.

—No ha dicho eso, chico —soltó Top—. Ha dicho que no hay rastros. Eso no significa que no esté involucrado.

—No confíes en nadie —dijo Bunny—. ¿Es que nunca has visto Expediente X?

Skip se puso colorado.

—He revisado el perfil de este tipo —dije— y, claro, parece que todo está bien. Pero podría ser cualquier cosa, desde un renegado, un mercenario secreto o un converso a la causa. O podría no tener ni la menor idea. No lo sabremos hasta que lleguemos allí.

—¿Es el único guardia? —dijo Skip, ansioso por enmendar su error—. ¿Cuatro turnos a la semana?

—Uno que hayamos visto —corrigió Church, satisfecho con la observación. Se inclinó y deslizó la caja de barras de cereales hacia el joven marine. Skip dudó, luego cogió una de muesli y la miró durante un buen rato sin abrirla. Me pregunté si pensaba enmarcarla.

—Nadie patrulla la zona durante el día —dije—. Cuando Walford se va a casa cierra la verja con llave desde fuera. A excepción de Walford, nadie más ha entrado o salido.

—Si digo que eso es raro no me dará una galleta, ¿verdad? —dijo Bunny, y Church sonrió. Bunny extendió el brazo y cogió una barra de cereales y chocolate con una expresión en su rostro como si dijese «Mami, ¿puedo?». La abrió y se la metió en la boca.

Se oyó un ruido procedente del silenciador y la voz del piloto dijo:

—Tiempo estimado de llegada: cuarenta y cinco minutos.

—De acuerdo, chicos… valoración —dije, y sus rostros se tensaron.

Skip dijo:

—Nueve vehículos… así que tenemos nueve hostiles potenciales.

—El camión tenía dos —dijo Ollie mirando sus notas—, así que eso hacen diez.

—No —dijo Top sacando su copia del informe de inteligencia—, mirad la página cuatro. Los camiones están registrados a nombre de la empresa. Probablemente estén aparcados allí normalmente, lo que significa que los dos tíos que lo llevaron hasta allí probablemente se desplazaron en coche. Tenemos seis coches en el aparcamiento. —Levantó la mirada—. ¿Escáneres térmicos?

—En ese lugar empaquetan marisco —dijo Church—. Tienen máquinas de hielo y refrigeración. Las señales térmicas son débiles. Hemos captado un máximo de cuatro señales humanas débiles a la vez. Hay demasiada distorsión como para suponer cuánta gente hay ahí dentro.

—Esperad, esperad —dijo Bunny—. Si este lugar lleva cerrado desde comienzos de año, ¿por qué coño tienen encendidas las máquinas de hielo y los frigoríficos?

Le sonreí abiertamente.

—Esa es la pregunta del millón, ¿verdad?

Church lo evaluó durante un momento y luego le acercó el paquete de barras de cereales a Bunny. Skip parecía indignado.

—Mierda —murmuró Top—. Así que no tenemos ni idea de dónde coño nos estamos metiendo. Podría haber veinte personas ahí dentro. Podría haber veinte de esos puñeteros zombis también.

—Tenemos que estar abiertos a cualquier posibilidad —dije yo.

Church asintió.

—Sabemos lo siguiente: según la orden presidencial que tengo en el bolsillo, esa planta de procesado de cangrejo ha sido designada como suelo enemigo. Se aplican las reglas de la guerra y la Constitución queda suspendida. Los hostiles son ahora combatientes enemigos.

—No me gustaría estar en su pellejo —dijo Bunny masticando una galleta.

58

Crisfield, Maryland / Miércoles, 1 de julio; 2.33 a. m.

El helicóptero aterrizó detrás de un parque de bomberos voluntarios situado a kilómetro y medio de la planta. Junto a nosotros había un segundo helicóptero y el aparcamiento estaba atestado de todo tipo de vehículos oficiales, la mayoría pintados para que no pudiesen ser identificados. Pero ya he visto suficientes como para saberlo.

Salimos y entramos corriendo por la puerta trasera de la estación. Gus Dietrich ya estaba allí, junto a dos estanterías con ruedas llenas de equipamiento. Cada miembro del equipo recibió un comunicador que parecía un dispositivo Bluetooth aerodinámico. Se podía cambiar de canal tocando el auricular. El canal uno era un canal seguro para la comunicación entre el equipo, que sería monitorizado por Church y su grupo de mando desde una furgoneta que estaba aparcada a un kilómetro de la planta. Otros canales eran para operaciones de todo el equipo, en caso de que fuese necesaria la intervención de grupos de operaciones especiales, SWAT y otros especialistas que estaban en alerta. Uno de los canales estaba reservado como línea privada entre Church y yo.

Los trajes Hammer de Saratoga habían llegado y todos nos los pusimos. Parecían monos normales y eran sorprendentemente cómodos y móviles. Di algunas patadas y puñetazos al aire con el traje puesto e, incluso con el chaleco de Kevlar y otros protectores de piernas y brazos, no ralentizaban mis movimientos demasiado. El de Bunny le quedaba un poco más apretado y parecía un lomo embuchado.

Elegimos las armas. Yo todavía no tenía silenciador para mi 45, así que me quedé con la Beretta M9; de todas formas era más ligera y ya estaba cargada con balas Parabellum de nueve milímetros de punta hueca. Cuando levanté la mirada vi que Rudy me estaba mirando. Sus ojos transmitían duda y preocupación.

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