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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su perro (7 page)

La segunda solución es suscitar en el agresor un estado de ánimo que entre en conflicto con su hostilidad, y por lo tanto la apacigüe. Por lo general, los adultos tienen fuertes inhibiciones respecto a atacar a alguien más joven de su misma especie, por lo que una repentina exhibición de conducta de seudocachorro en un perro adulto puede tener el efecto deseado de bloquear un asalto.

Los perros emplean dos mecanismos, uno para los momentos de sumisión pasiva, y otro para la sumisión activa. En la exhibición pasiva el animal débil no tiene elección. El agresor se aproxima y amenaza. El individuo subordinado se acurruca, tratando de hacerse lo más pequeño posible y luego, si esto no logra detener el ataque, rueda sobre su lomo con las garras colgando fláccidamente en el aire. Repite la conducta de los cachorrillos cuando la madre se les aproxima para lamerlos y, al mismo tiempo, estimularles para que orinen. Cuando tienen sólo unos días no orinan por sí mismos. La madre tiene que tumbarlos con el hocico y luego lamerles el vientre repetidas veces para estimular el flujo urinario. Al adoptar de forma voluntaria una postura así, un adulto sumiso transmite la más poderosa señal infantil disponible en el lenguaje corporal canino. Por lo general tiene éxito y hace desaparecer la hostilidad del agresor como por arte de magia.

La sumisión activa requiere una táctica diferente. Si un animal débil desea aproximarse a otro dominante, no puede hacerlo tumbado de espaldas. Debe presentar una exhibición de mansedumbre como señal de que sus intenciones son por completo pacíficas. Y lo consigue empleando otra acción realizada por los cachorros ante sus mayores. La mejor manera de describirla es como «agacharse con cara lametona». Cuando los cachorros tienen ya un mes, comienzan a pedir comida a los adultos. Y lo hacen levantando el hocico y rozando con él la boca de sus padres. Les lamen la cara y aprietan la cabeza hasta que hacen salir un poco de comida. La sumisión activa sigue la misma pauta. El problema radica en que el animal subordinado tiene ahora, más o menos, el mismo tamaño que el dominante. Si, simplemente, se acerca al «perro superior» y le lame la cara, el movimiento podría parecer demasiado enérgico. Para evitarlo, encoge el cuerpo hasta quedar casi agazapado y aproximarse así al «nivel del cachorrillo». Luego puede alzar la cabeza hacia la boca del perro dominante y, de ese modo, crear de nuevo la necesaria actitud infantil.

Al adoptar la postura de pedir alimentos, un adulto subordinado puede acercarse a cualquier perro de su grupo social sin arriesgarse a un ataque. Y ello permite a los animales estar cerca unos de otros sin que se desencadenen repetidas peleas.

¿Ofrece un perro vencido su garganta al vencedor?

No, no lo hace. La razón de preguntarlo es que el famoso naturalista austriaco Konrad Lorenz armó un gran alboroto con la observación de que, cuando un lobo salvajemente agresivo (o perro) ha vencido a su rival y está a punto de morderle a muerte, el animal más débil vuelve con rapidez la cabeza y expone su garganta. De esta manera, su vena yugular queda a la merced de los grandes colmillos del atacante, y se encuentra, de repente y de forma deliberada, a la voluntad de su asaltante, el cual acepta de inmediato esta versión canina de «tirar la toalla», o «izar bandera blanca» y reprime su salvaje mordisco, mostrando misericordia con el que se ha rendido. Esta caballerosa conducta impresionó a Lorenz, el cual desarrolló toda una teoría respecto a ello.

Por desgracia, era algo que se basaba en una interpretación falsa de la conducta canina. Lo que Lorenz había visto era un animal que giraba la cabeza se quedaba por completo rígido, mientras otro olisqueaba y mordía su hocico. Dio por supuesto que el animal que mordía era el agresor dominante, que deseaba morder al otro pero que se inhibía de hacerlo porque «le mostraban un lugar vulnerable». En realidad, los papeles estaban invertidos. El animal subordinado realizaba una exhibición de sumisión activa: la de los cachorros al pedir alimentos, tratando de persuadir a un padre de que regurgite comida. El animal que volvía la cabeza de una forma rígida era el dominante, que respondía con desdén a la exhibición de sumisión por parte del animal más débil.

En muy raras ocasiones cuando una pelea se pone realmente seria no existe «exhibición de la garganta». La única esperanza para un perro vencido es huir lo más rápidamente posible y todo lo lejos que pueda. De otra forma podrían matarle. Ésta es la causa de que ciertos machos jóvenes se conviertan en proscritos de las manadas de perros asilvestrados (o lobos salvajes). Si han realizado un serio desafío y han sido vencidos por el perro dominante, deben dejar el grupo y tratar de sobrevivir por sus propios medios, o unirse a otros parias de distintos grupos, para formar una nueva manada. En su hogar humano, esos aspectos de la violencia canina tienen escasa significación. El perro superior es su amo, que es demasiado dominante para enzarzarse en una disputa seria. Por lo tanto, para ellos existe una vida de amistosa sumisión, paz y tranquilidad… hasta que llega el cartero. Como extraño, se le considera miembro de otra manada y ello exige un desafío inmediato. Si da la casualidad de que el desgraciado cartero ha leído alguno de los libros de Lorenz, y ofrece su yugular al perro que corre por la senda hacia él, lo más probable es que se lleve una terrible sorpresa.

¿Por qué un perro asustado mete la cola entre las patas?

Todo el mundo sabe el significado de esta posición de la cola, pero ¿por qué ha evolucionado este gesto particular en el lenguaje corporal de los perros? ¿Cuál es la causa de que una posición de cola caída esté relacionada con miedo, inseguridad, subordinación y apaciguamiento y exhibición de bajo status, mientras la cola elevada es señal de dominio y alto status?

La respuesta no se basa en la cola en sí, sino en lo que está debajo de ella. Al bajar la cola, y luego curvarla con fuerza entre las patas traseras, el perro rastrero está eliminando de una manera efectiva todas las señales de olor de su región anal.

Cuando se encuentran dos perros de elevado rango, alzan orgullosos sus colas y exponen sus zonas anales para que sean examinadas de cerca. Dado que las glándulas anales poseen olores personales que identifican a los perros individuales, la acción de meter la cola entre las patas es el equivalente canino del humano inseguro que desvía la mirada.

En un perro doméstico solo que vive con una familia humana, esta exhibición no posee una gran importancia, pero donde existe una agrupación social de perros, en que los status relativos y el orden de rango son importantes, sustituye una señal vital que protege al más débil del grupo del más fuerte. Y, como es lógico, es de gran trascendencia en la sociedad de los lobos en estado salvaje. Se puede observar cómo un lobo subordinado al aproximarse a un miembro dominante, baja la cola y la aprieta con fuerza entre las patas traseras cuando pasa cerca del «lobo superior», y luego la alza de nuevo al alejarse de su radio de acción.

Existe una intrigante diferencia entre los perros domésticos y sus antepasados salvajes en relación a esa exhibición. En la cola de todos los lobos, pero no en los perros, existe una glándula precaudal, que puede observarse como un lugar oscuro a unos siete centímetros y medio de la base, rodeado por unos pelos negros y tiesos, esta pequeña parte de la piel está formada por un grupo de glándulas sebáceas modificadas que exudan una secreción grasa. Al igual que las glándulas anales, sólo se vincula a la señalización de olores y su posición en el exterior de la cola resulta significativa. El que se halle colocada donde está, otorga la posibilidad de ofrecer una sustitución a la búsqueda de olores, pues sustituye a la zona anal. Si un lobo se aproxima a otro para olerle por detrás, encontrará una clase de olor glandular si la cola está alzada (la glándula anal) y otra, cuando la cola está bajada (la glándula precaudal de la cola). Esto significa que la señal de olor del lobo es más compleja que la del perro doméstico.

¿Por qué el perro ha abandonado la señal de glándula de la cola y no la posee en absoluto? Todos los demás cambios que han tenido lugar durante el desarrollo de diez mil años del perro, desde el lobo, han sido seleccionados de modo deliberado por los criadores de perros humanos para mejorar una u otra cualidad en sus animales, acabando el proceso en las numerosas razas que tenemos hoy. Pero la función de la glándula de la cola del lobo no se ha discutido hasta tiempos muy recientes, por lo que resulta muy difícil comprender que se haya convertido en el foco de las tendencias de la raza en los siglos anteriores. Sin embargo, debió eliminarse en un estadio muy temprano porque su pérdida parece ser completa en todas las razas de perros. Se trata de la única diferencia entre lobos y perros que continúa siendo un completo misterio en la actualidad.

Digamos algo más acerca de las exhibiciones de cola alzada y cola bajada de perros y lobos. Aunque la función primaria sea indudablemente la modificación de las señales olorosas, se ha hecho mucho más importante otra de tipo secundario en forma de mensaje visual. Cualquier animal puede observar a distancia, con un simple vistazo, cuál de los dos «intérpretes» es dominante y cuál subordinado, simplemente por sus siluetas. Una ojeada es todo lo que se necesita para comprobar si se ha producido cualquier cambio en las relaciones de status y si un animal más débil está tal vez, al fin, planteando su desafío a otro más fuerte.

¿Cómo se comporta un «perro superior»?

La parte principal de la conducta que los dueños ven en sus perros es amistosa o sumisa, porque son los miembros humanos de la «manada» los verdaderamente dominantes. Pero donde varios perros viven juntos es posible observar la forma en que el «perro superior» trata a sus subordinados.

Si el dominio del perro superior es cuestionado, realizará una exhibición de amenaza en un intento de someter al que despunta, sin tener que recurrir a la fuerza. En esencia, la exhibición consigue dos cosas: que el animal dominante parezca más grande y más fuerte, y demuestra la prontitud con que está dispuesto a lanzarse al ataque, en el caso de que fuese necesario. Esto es suficiente para espantar a cualquier rival.

La exhibición de amenaza está compuesta de diez elementos característicos, cada uno de los cuales contribuye con su señal especial de atemorizar al enemigo:

Los dientes se desnudan al fruncir el labio superior y bajar el inferior. Esto expone los caninos y los incisivos, e indica que el animal amenazador está dispuesto a clavárselos a su enemigo.

La boca está abierta, mostrando que el perro se halla preparado para apresar con sus mandíbulas.

Las comisuras de la boca aparecen distendidas hacia delante, todo lo contrario que en las expresiones faciales amistosas, juguetonas y sumisas, en las cuales se echan hacia atrás, en dirección de las orejas. Este elemento de la exhibición de amenaza deja claro que el perro no se encuentra en un estado amistoso, ni juguetón, ni sumiso.

Las orejas se ven erectas y apuntan al frente. Incluso en las razas de perros de orejas caídas, existe un denodado intento por asumir esta posición, la cual le sirve para decirle a su enemigo que se halla en estado de alerta y que escucha con atención para captar cualquier presunto sonido de miedo o de ataque. Demuestra asimismo que el agresor se siente tan seguro que no experimenta la menor necesidad de proteger las orejas aplastándolas.

Existen además las expresiones faciales como elementos de amenaza. El resto del cuerpo se halla también transmitiendo señales:

La cola es mantenida alta, en contraste con la postura de sumisión de la cola entre las patas. Esta postura de cola en alto expone la región anal con sus olores especiales, por medio de los cuales se identifica. Al contrario que la cola baja, que trata de ocultar su identidad. Esto hace saber al animal más débil a quién tiene enfrente.

El cuerpo del individuo amenazador se conforma para parecer lo más grande posible.

Existen zonas especiales eréctiles de pelo alrededor de los hombros, en el lomo y en las ancas. Todas estas señales de penachos y crestas permanecen hasta el final cuando se realiza la forma más intensa de exhibición de amenaza.

Al mismo tiempo, las piernas están por completo estiradas y, de repente, todo el cuerpo parece terriblemente más macizo y poderoso.

El efecto es resaltado por una mirada intensa y sin parpadeos. Emite un ronco gruñido.

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