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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su perro (13 page)

Las autoridades difieren en sus observaciones de cuánto dura la trabazón. Cinco minutos es uno de los períodos más breves registrados; pero, por lo general, las cifras son mucho más elevadas: se ha informado en diferentes casos que ha durado, quince, veinte, veinticinco, treinta, treinta y seis, cuarenta y cinco y setenta y cinco minutos, llegando incluso a las dos horas. El período más frecuente parece que va de veinte a treinta minutos y las duraciones mayores son rarísimas. La trabazón concluye cuando el pene del macho comienza a perder su plena erección y puede al fin retirarse.

Ésta es la pauta de conducta y vamos a enumerar algunas de las pasadas explicaciones que se han ofrecido: en primer lugar, existe la teoría de que la trabazón ayuda a reforzar la unión emocional entre el macho y la hembra. La idea es que, al prolongar el acto del apareamiento, éste se convierte en algo más personal y deriva en la formación de un vínculo de pareja. Es cierto que el macho y la hembra, si les es permitido, llegan a ser más íntimos después de la cópula y de experimentar la trabazón, pero es muy poco probable que este proceso, por lo general doloroso, de estar trabados impotentemente durante algunos minutos lleve a una aproximación más íntima del perro y la perra. Es posible, pero sería muy raro.

En segundo lugar, se ha supuesto que la trabazón haga la cópula más cómoda para el macho. Parece probable que un comentario de este tipo sólo pueda proceder de alguien acostumbrado a «matrimonios arreglados» entre buenos garañones perrunos y perras de pedigrí, donde se aísla a la pareja de los otros perros y sus dueños les calman. En unas condiciones así, el macho y la hembra pueden, simplemente, permanecer juntos y tranquilos hasta que se acabe la trabazón, dando la impresión de que descansan. En circunstancias más naturales, con perros salvajes, perros de parque, chuchos callejeros, o lobos, estar enganchados es algo que queda muy lejos de ser pacífico y da la impresión de una profunda incomodidad, por lo menos durante parte del tiempo.

En tercer lugar, se ha planteado la extraña sugerencia de que la trabazón es un mecanismo defensivo que da a la pareja que se aparea una «unión profunda», que ningún otro animal puede interferir. Cualquiera que haya observado una de estas uniones en una manada de lobos, apreciará que la trabazón hace al macho en extremo vulnerable. Existe escasa coordinación entre sus movimientos y los de la hembra, en el caso de que se acerque un animal dominante.

En cuarto lugar, se ha alegado que este lazo impide que el semen se salga de la hembra. Pero no se explica por qué una perra debería estar tan mal diseñada como recipiente del esperma del macho.

Una explicación mucho más aceptable ha emergido recientemente a partir de experimentos de inseminación artificial, y ya sabemos lo que tiene lugar dentro del sistema reproductor de la pareja que copula. En vez de una simple y sola eyaculación de la clase que resulta familiar a los humanos, el perro atraviesa por tres fases distintas. La primera fase tiene lugar entre treinta y cincuenta segundos. Esta eyaculación inicial la constituye un fluido claro y sin espermatozoides. Durante la segunda fase, que va de los cincuenta a los noventa segundos, la eyaculación es espesa y blanca y contiene mil doscientos cincuenta millones de espermatozoides. La fase tercera y última consiste en una cantidad mucho mayor de eyaculación, de nuevo un líquido claro y sin esperma. Se trata de líquido prostático que se seguirá produciendo mientras dure la ligazón. Obviamente, la función de la prolongada unión es conferir al macho tiempo para producir este último fluido que se desparrama por el tracto femenino reproductor y activa el esperma que acaba de ser depositado en él.

Por lo tanto, conocemos ya el misterio de que los perros se queden pegados. No se trata de algo que siga a la eyaculación, sino algo que la acompaña. Dado que la eyaculación humana es tan breve, nos hemos equivocado al pensar que el perro se porta de la misma manera. La idea de que un perro eyacule durante media hora, nos parece algo muy extraño. Ciertamente resulta difícil de comprender por qué el proceso de la inseminación canina ha de ser tan molesto y prolongado. Pero, como es así, la ligazón tiene sentido: es la manera infalible de asegurarse de que la entrada del esperma se ha producido con éxito.

¿Por qué algunos perros tratan de copular con la pierna de su amo?

Muchas personas han experimentado el embarazoso momento en que su perro, de repente, se ha aferrado en torno a su pierna y ha empezado a realizar vigorosos impulsos pelvianos. ¿Por qué esos perros se embarcan en una actividad tan comprometida?

La respuesta es que los perros pasan a través de una fase especial de socialización cuando son cachorros, durante cuyo tiempo establecen su identidad. Este período crítico dura desde la edad de cuatro a doce semanas, y cualquier especie que comparta este tiempo con ellos, en una íntima y amistosa proximidad, se convierte en su especie. Para todos los perros domésticos siempre ha habido dos especies presentes durante este estadio crucial de crecimiento: los perros y los humanos. Como resultado de ello, se convierten en «híbridos mentales», fuertemente unidos a ambas especies. El resto de sus días siguen mostrándose a gusto tanto en la sociedad canina como en la humana. Los miembros de su familia humana sirven muy bien como una «manada» de adopción. Comparten sus alimentos, su guarida, salen a patrullar juntos por su territorio, juegan con ellos, se muestran indulgentes ante su vida social; llevan a cabo las ceremonias requeridas de saludarse y, por lo general, se aprestan a desempeñar el papel de perros compañeros. La sociedad de los perros y la sociedad humana hacen buenas migas. Esta relación sólo se rompe en lo que se refiere al sexo.

Afortunadamente, existen algunas poderosas respuestas innatas implicadas en la atracción sexual canina, que por lo general sirven para mantener a los perros situados en lo correcto. Dado que los humanos carecen de la particular fragancia erótica del perro, casi nunca desencadenan las respuestas sexuales de los machos que comparten sus casas. Y en lo que a los perros se refiere, ven a las personas como «miembros de su manada, que no se encuentran nunca en situación sexual».

Todo debería marchar bien; pero, por desgracia, para la mayoría de los machos, el encuentro con perras en celo es un suceso muy raro en sus vidas domésticas. Se va formando un nivel de frustración sexual, e incluso la gata familiar empieza a parecer apetitosa. En este punto, un perro excitado tratará de montar cualquier cosa que se quede quieta el tiempo suficiente, incluyendo gatas, otros perros, cojines y piernas humanas. Las piernas humanas son atractivas porque resultan fáciles de aferrar. La elección de una pierna en lugar de otra parte más apropiada de la anatomía humana, se debe, simplemente a la rara forma de las personas, tan diferentes a los perros. Son demasiado grandes y de superior estatura, y la pierna es la única región fácilmente accesible para un avance sexual de último recurso.

La respuesta correcta a un perro que te aferré la pierna es de compasión más bien que de cólera. Somos nosotros, a fin de cuentas, los que hemos condenado a esos perros a una anormal existencia de célibes. Un rechazo cortés de sus insinuaciones es todo lo que se necesita, no un airado castigo que, a veces, es desmedido.

El comentario acerca del interés del perro por el gato de la familia no pretendía ser ninguna broma. Algunos perros frustrados sexualmente pueden tratar de copular con gatas, pero esto sólo sucede cuando los animales han crecido juntos desde pequeñitos. Una relación íntima con gatos jóvenes durante la fase crítica de desarrollo del cachorro, simplemente incluye a los felinos en el grupo de «mi especie» en la mente del can. Un cachorro que, durante la fase de socialización, haya jugado, de cuatro a doce semanas, con: a) otros cachorros de la camada; b) el gatito familiar, y c) los dueños humanos, tendrá un triple apego que le durará toda la vida.

Existe otra cara de la moneda en este proceso de afectividad. La ausencia de una especie durante el período de socialización en el desarrollo del cachorro significará que ésta habrá de evitarse más tarde. Y es algo que se aplica incluso al cachorro de la propia especie. Si un cachorrillo es separado de su madre antes de que se le abran los ojos y los oídos, supongamos que cuando cuenta una sola semana de vida, y es cuidadosamente aislado, se apegará mucho a los humanos, pero se mostrará siempre tímido con los otros perros. Por ello es un gran error retirar tan pronto a un cachorro de su familia. Por ejemplo, si ha ocurrido un desastre, se ha muerto la madre y ha sobrevivido un solo cachorrillo, conviene en ese caso, tratar de tener otros cachorros y perros alrededor de la cría mientras se la amamanta artificialmente, para que se acostumbre a la compañía de su propia especie durante su crítico período de crecimiento.

Si dejamos a un cachorrillo en el seno de su propia familia canina, pero por completo apartado de los humanos hasta que cumpla las doce semanas, nunca se mostrará cariñoso ni amistoso con las personas. Cachorros criados en el campo, en una granja experimental, donde no han tenido un contacto íntimo con la gente hasta que la camada tuvo catorce semanas, se convirtieron en animales salvajes. Por lo tanto, no es verdad que el perro doméstico sea un animal «genéticamente domesticado». La creencia de que los lobos son «más salvajes» e indomesticables que los perros es también incorrecta. Un lobezno apartado de su madre en un estadio lo suficientemente juvenil se convierte en un compañero muy cordial, hasta el punto de que la mayoría de las personas, al verle dando un paseo con collar y correa, imaginan que se trata de un perro grande. En una ocasión, un lobo adulto domesticado fue llevado de Inglaterra a Estados Unidos en el Queen Elizabeth, registrado como pastor alemán, sin que se produjera ninguna sospecha. Todos los días era sacado a pasear por cubierta y lo acariciaban tanto los pasajeros como la tripulación, que hubieran quedado aterrados de haber sabido su verdadera identidad.

¿Por qué los perros quieren dormir en la cama de sus amos?

Muchos propietarios de perros han sufrido porque un perro de compañía pide que le dejen dormir en la cama. Los perros falderos a veces ganan esta batalla, pero si un gran danés lo consigue, la cosa puede terminar en la disputa de la custodia en un tribunal de divorcios. ¿Por qué se muestran tan deseosos de pasar la noche cerca de sus amos?

La respuesta es que, en cierto modo, nunca se desarrollan más allá del estadio de cachorro. Porque, incluso como adultos, ven a sus amos humanos como seudoparientes, y consideran una pretensión muy natural querer tumbarse cerca del cuerpo de su «madre». El concepto de «madre» no tiene por qué corresponder a una mujer. Si el perro está más apegado al hombre de la casa, será él quien se convierta en la madre de adopción y, por tanto, el objeto deseado para estar en contacto con él en la cama. De una forma o de otra, ello puede representar una considerable dificultad en las relaciones maritales y, en algunos casos, tanto literal como legalmente, ha conducido a que se separe un matrimonio.

Incluso si, a través de un estricto adiestramiento, el perro de la familia es apartado de la cama, seguirá queriendo dormir lo más cerca posible de su «manada». En estado salvaje, una vez han abandonado el cubículo de la camada, los lobos jóvenes prefieren dormir relativamente cerca unos de otros. Sólo a un individuo que haya sido expulsado de la manada se le verá dormir a cierta distancia del grupo. De esto se infiere que un perro mantenido rígidamente apartado de sus dueños humanos por la noche, puede llegar a sentirse como un proscrito de su manada de adopción. Donde hay un grupo de perros de guarda o jauría de sabuesos, esto no presenta el menor problema, como es natural, porque los animales tienen la compañía de una madre. Pero si hay un solo perro viviendo en una casa, le será difícil comprender por qué lo destierran a la hora de irse a la cama, manteniéndolo a la fuerza apartado de sus compañeros humanos. Al final, la mayoría de las familias llegan a su propio compromiso, permitiendo que el perro esté lo más cerca posible del dormitorio, sin que se convierta en un estorbo para los que duermen en la cama.

¿Por qué ciertos perros son tan difíciles de controlar?

La mayoría de los perros domésticos se acomodan muy bien a la vida familiar; pero, de cuando en cuando, surge un macho que se convierte en un ser perturbador. Muerde a los visitantes sin que exista provocación alguna; se orina en la casa y, tozudamente, se niega a obedecer las órdenes. Cuando sale a la calle, es él quien lleva a su amo a pasear en vez de ser a la inversa. Se para cuando le viene en gana y anda cuando le apetece. Todos los intentos para hacerle avanzar con la correa son vigorosamente resistidos. A la hora de comer, ignoran el cuenco de la comida y tienen que ser tentados con delicadezas especiales. ¿Cómo puede un animal doméstico desarrollar ese tipo de personalidad?

La respuesta es penosamente obvia, aunque los dueños de tales perros se niegan a aceptarla. El hecho es que, a los perros de esta clase, se les ha permitido convertirse en los miembros dominantes de su «manada». Cada lobo macho trata de conseguir este status en una manada salvaje, y los perros domésticos no son diferentes. Los humanos tienen una gran ventaja sobre sus perros en el pulso por el dominio, porque físicamente son mayores, pero si se les consiente demasiado, pueden querer optar por la jefatura de la manada. Si vencen en una confrontación tras otra, llegarán a la conclusión de que son, en realidad, el individuo dominante del grupo. Esto no quiere decir que existan luchas auténticas con sus amos. Simplemente, se puede vencer en una confrontación porque el perro se las arregla para imponerse a sus compañeros humanos cuando desean que haga una cosa y el perro insiste en hacer otra. Tras una larga serie de «victorias» de ese tipo, el can considerará que es el dominante y comenzará a obrar en consecuencia. Esto incluye orinar dentro de la casa para mostrar que es su territorio, y tomar todas las decisiones cuando se sale a dar un paseo. Esta conducta no es anormal. Es perfectamente natural para el animal jefe llevar la iniciativa siempre que la «manada» está de «caza». Por lo tanto, no puede entender por qué sus decisiones acerca de echar a andar o detenerse son desafiadas. Asimismo, uno de los deberes de su jefatura es defender a sus subordinados (es decir, sus compañeros humanos) contra ataques de extraños. De ahí sus agresiones al cartero, al lechero y a otros visitantes que llegan a la puerta.

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