—Extraño a mi Britte. También extraño a su madre. De todos modos, me alegro de que estén sanas y salvas, y al parecer felices. Britte me envía bocetos y acuarelas, y son obras realmente alegres. Tove escribe regularmente. Habla con mucho afecto de su amigo Neylan y de la atención que él les dispensa. Por supuesto, nunca conocí a este hombre. Pero sé que jamás hubo escándalos alrededor de su trabajo como sacerdote… Pero usted no ha venido aquí para hablar de mis asuntos de familia. ¿Qué quiere saber?
—Este consistorio. Parece un paso anticuado, casi retrógrado. Después del Vaticano II la idea fue siempre continuar y acentuar la colegialidad, el papel de los obispos. Hasta ahora los Sínodos han originado más cosas para la galería que resultados, pero por lo menos se ha confirmado el principio. Y ahora, este consistorio privado, según yo entiendo el asunto, se limitará a los miembros del Colegio de Cardenales. ¿Por qué?
Drexel no contestó inmediatamente. Permaneció sentado, cortando una rebanada de queso de campo y eligiendo una pera para acompañarla. Finalmente, depositó el cuchillo sobre la mesa y explicó cuidadosamente su opinión.
—No puede citar lo que le diré. Provocaría celos y sería perjudicial; porque estoy retirado y no debe parecer que trato de interferir en los asuntos de la Curia. Por otra parte, me agradaría que usted registrase exactamente lo que voy a decirle. Es importante. Usted sabe que este Pontífice por naturaleza es un hombre anticuado. Ha cambiado, ha cambiado profundamente; pero en lugar de intentar la creación de una nueva imagen de su persona, ha decidido vivir con la antigua, de la cual, quizá usted no lo sabe, a menudo se siente avergonzado. Se ve a sí mismo como un hombre feo con una naturaleza ingrata. Durante mucho tiempo fue precisamente eso. Pero ahora ha adoptado una decisión, a mi juicio sensata, y ha decidido despreocuparse de la imagen y atender únicamente a los hechos y a las prácticas de la Iglesia moderna. Además, se atiene rigurosamente al protocolo. De acuerdo con la tradición, un consistorio no es una asamblea consultiva. Es una reunión en que el Pontífice anuncia designaciones, informa sobre sus sentimientos personales en asuntos de interés, comunica anticipadamente sus decisiones personales. Un Sínodo es otro asunto. Es un cuerpo de discusión, deliberación y decisión, formado por los obispos reunidos con el Obispo de Roma. Sus actos son actos colegiales.
—De modo que en apariencia —dijo intencionadamente Nicol Peters— León XIV está abrogando el procedimiento colegiado y pasando directamente a la promulgación.
—Eso es lo que creen que hará. Corresponde totalmente al carácter del Pontífice. Comenzará anunciando cambios y designaciones en la Curia.
—Eminencia, ¿tiene información acerca de los mismos?
—Sé algo, pero no puedo comentarlo. Después del anuncio, Su Santidad pronunciará una alocución, en la cual delineará sus opiniones en temas importantes. Ese anuncio será previo a un documento más formal, el
Motu Proprio
, que será emitido poco más tarde.
—¿Después del discurso habrá debate o discusión?
—Eso dependerá completamente del Pontífice.
—¿El discurso será entregado a la prensa?
—No…
—¿Por qué no?
—De nuevo el protocolo. Es un consistorio privado, no público. De todos modos, Su Santidad bien puede ordenar que el
Osservatore Romano
publique un resumen, o que se distribuya por intermedio de la Sala Stampa… Pruebe un poco de este queso. Es muy bueno. ¿Café?
—Por favor.
—¿Más preguntas?
—Ahora, ¿podemos hablar oficiosamente?
—Si así lo desea.
—La política de León XIV ha sido estricta y al mismo tiempo divisionista.
—Sin comentarios.
—¿Modificará esos criterios?
—Sí, lo intentará.
—¿Podría salvar las divisiones existentes en la Iglesia?
—Algunas, sí. Otras, no. Sea como fuere, nada de eso sucederá de la noche a la mañana. Vea, amigo mío, decimos que somos la Iglesia Única, Santa, Universal y Apostólica. Somos todas estas cosas y ninguna. Ahí está la paradoja y el misterio. En Cristo y a través de Cristo somos una, y somos santos, somos hermanos y hermanas en una familia mundial, y la palabra que predicamos es la que predicaron los primeros Apóstoles que la recibieron de labios del Señor. Pero apartados de Él, sin Él, a nuestra suerte, ¿qué somos? Una raza perdida en un minúsculo sistema planetario, errante en las profundidades espaciales.
—¿Y cómo considera Su Eminencia a esos millones que no comparten y no pueden compartir esta fe? ¿Cómo los considera Su Santidad?
—Puedo responder sólo por mí mismo —dijo el Cardenal Antón Drexel—. El tiempo que conocemos es un puente entre dos eternidades. Esa luz que nos ilumina se ha desplazado innumerables años antes de llegar a nosotros. Las lenguas que hablamos, los símbolos que empleamos, son invenciones humanas, e ineficaces salvo para los usos del momento, aunque siempre están buscando expresar ese inefable misterio de una Divinidad que nos contiene, nos alimenta y sostiene. Mi estimado Nico, cuando uno envejece tiene mucha menos conciencia de la diferencia que de la identidad. ¡Plántenos en el suelo y nos convertiremos en narcisos!
—Lo cual me lleva a la última pregunta, Eminencia. La amenaza de asesinar al Pontífice fue hecha por un grupo islámico. ¿Es posible que se le odie tanto que un miembro de su propia grey quiera asesinarle?
El Cardenal Antón Drexel conocía demasiado bien a aquel hombre como para ignorar la pregunta. Frunció el ceño y dijo:
—Nico, nos conocemos desde hace demasiado tiempo como para jugar. ¿Qué está pensando exactamente?
—La amenaza terrorista ha gozado de amplia publicidad. Me pregunto si otro grupo o incluso otra persona querría aprovechar la situación para organizar una ejecución privada.
—Es posible. Todo es posible en este mundo absurdo. ¿Tiene alguna idea?
—¿Recuerda a Lorenzo De Rosa?
—Demasiado bien.
—El otro día estaba repasando mi archivo y pensé que nunca me había molestado en seguir las secuelas de ese asunto. De Rosa, su esposa, sus hijas, están muertos. La policía se hizo cargo. ¡Basta! Fin de la historia.
—No es del todo así. Su Santidad está preparando reformas que se han visto aceleradas por ese triste asunto.
—¡Bien! Pero no estaba pensando en eso. Hubo familias comprometidas en el caso… padres, tías y tíos, primos. Lorenzo era toscano, y su esposa siciliana, de una antigua familia de Palermo, con muchos parientes.
—¿Quiere decirme que hicieron amenazas?
—No. Pero todos los miembros del Club de Prensa las recibimos, y había una fijada en el tablero de los mensajes. —Buscó en su billetera y extrajo una de esas pequeñas tarjetas fúnebres, con una cruz negra y un reborde negro, las que los amigos y los parientes del fallecido suelen conservar en sus libros de oraciones. Traía una fotografía de Lorenzo de Rosa con su esposa y sus hijas, la fecha de la tragedia y el lugar de la sepultura. La inscripción decía: «Dios siempre recuerda. Exige el pago. Que los seres amados descansen en paz».
Drexel devolvió la tarjeta y dijo casi en tono de ruego: —Ya una vez evocamos a los espectros, y vea lo que sucedió. ¡Olvide eso, amigo mío! ¡Destruyalo y olvídelo! Sabemos de dónde viene la verdadera amenaza. Esto no es más que una excusa que la gente utiliza para evitar dificultades con el mundo islámico. No podemos someternos al terror, no importa quién lo ejerza.
En la habitación más segura de la embajada israelí Menachem Avriel hablaba con el hombre que se hacía llamar Aharon Ben Shaúl. Tenían que tomar una decisión. Fue Aharon quien expuso la situación.
—¿Nos ocupamos nosotros mismos del asunto de La Espada del Islam o lo dejamos en manos de los italianos?
—¿Podemos tener la certeza de que adoptarán las medidas que deseamos?
—No.
—¿Incluso con un poco de presión del Vaticano?
—Ni siquiera así.
—Por favor, repítame lo que sabemos.
—Primer punto. Omar Asnan es el jefe de la organización en este país. Segundo. Sus tres lugartenientes ya no están en Italia. Dos se encuentran en Túnez y uno en Malta. Los restantes miembros del grupo, las personas a quienes identificamos en el Club Alhambra y en otros lugares, continúan aquí, pero inactivos. Lo cual me lleva al tercer punto. Hay firmes indicios en el sentido de que Omar Asnan no abandonó sus operaciones, y en cambio las subcontrató. Como usted sabe, no es una práctica desusada. El terror es un gran negocio, un negocio internacional. Se paga con armas, efectivo, drogas y el canje de facilidades.
—¿Con quién trata Asnan?
—Con este hombre. —Depositó una fotografía sobre la mesa—. Hyun Myung Kim, un coreano que vende espacios en las bodegas y distribuye cargas en todo el mundo. Es un agente viajero, y se sabe que cobra caro, pero entrega lo que vende. Omar Asnan se reunió con él y almorzaron en Alfredo el mismo día que sus secuaces viajaron a Túnez… No pudimos grabar la conversación, pero lo enfocamos con una cámara. Como usted ve, hubo traspaso de ciertas sumas.
—¿Los italianos disponen de esta información?
—Por supuesto. Estamos actuando rigurosamente de acuerdo con las normas. La pregunta que hicieron fue: ¿Qué podemos presentar al tribunal? Entonces, les pasé las cintas de las grabadoras instaladas en la casa de Asnan. Convinieron en que significaban lo que parecían decir, pero se repitió la pregunta: ¿Qué impresión suscitarán en la sala del tribunal? Tuvimos que reconocer que habíamos empalmado distintos fragmentos, y en vista de los riesgos de represalias contra los aviones, los barcos y los ciudadanos italianos que viajan por los países islámicos, los italianos no están dispuestos a aceptar nada que no sea un caso perfecto, la pistola humeante, el asesino de pie mirando el cadáver. Están dispuestos a deportar discretamente a Asnan, pero eso no nos lleva a ninguna parte. Necesitamos arrancarle información.
—De modo que Asnan queda completamente libre.
—A menos que nosotros mismos le detengamos.
—¿Cómo demonios lo hará? Ese hombre es residente permanente. Asiste a las recepciones de la embajada. Vive lujosamente…
—También mató a nuestro hombre y preparó eficazmente su desaparición.
—Una tarea no muy difícil en esa zona arqueológica. Hay tres catacumbas principales y muchas otras que nunca se abren al público. Por si le interesa, hay una llamada la Catacumba de los Judíos.
—Me interesa mucho —dijo Aharon Ben Shaúl—. Me interesa tanto que preparé un corte de energía eléctrica en la villa del señor Asnan, y envié un par de electricistas con el fin de que inspeccionaran la instalación. Descubrieron un acondicionador de aire que es demasiado grande para una villa de esas proporciones, con cables y conductos que no se ajustan al plano registrado…
—¿Y?
—De modo que antes de hablar de nuevo con los italianos o de que decida que podremos prescindir de ellos, desearía realizar un trabajo a fondo en la villa del señor Asnan.
—¿Qué clase de trabajo?
—Un robo a la antigua. Adormecer a los perros y los criados y apoderarnos de los objetos valiosos. La Appia Antica es un sector muy vulnerable. Allí se cobran elevadas primas por los seguros. ¡Y no han sufrido un robo decente en casi tres meses!
—¿Y dónde estará Omar Asnan mientras sucede eso?
—Una buena pregunta, señor embajador. Cuando tenga la respuesta, le informaré.
—Por favor, no lo haga —dijo Avriel—. ¡Por favor, ni siquiera me diga la hora del día!
—No siento muchos deseos de llegar a esta sesión. —El Pontífice estaba sentado frente a su escritorio, y con los dedos marcaba un ritmo impaciente sobre los documentos que Hopgood le había traído—. Clements llegará exactamente a las diez. Ocúpese de que no le hagan esperar.
—Santidad, ¿cuánto tiempo debe durar el encuentro?
—Todo lo que sea necesario. Invítele a café cuando llegue. Después, no entre si no le llamo.
—Santidad, una sugerencia.
—¿Sí?
—El volumen encuadernado que tiene bajo la mano es el informe del estado financiero de la Iglesia; trescientas cincuenta páginas, con cifras, grabados y comentarios acerca de cada título.
—Hoy no puedo siquiera comenzar a pensar en esto.
—Con todo respeto, Santidad, creo que debería leer las últimas diez páginas antes de que llegue el Cardenal Clemens. Son las conclusiones y las recomendaciones, y confirman las líneas principales de los argumentos que usted expondrá a Su Eminencia.
—¿Quién ha visto este documento?
—Ayer por la tarde se entregaron ejemplares simultáneamente a Su Santidad, a la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede, al Instituto de Obras Religiosas y a la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. Seguramente nadie ha tenido tiempo de leer o asimilar el material; creo que Su Santidad debería hacerlo, pues contaría con la ventaja de una primera ojeada. Hay un antiguo proverbio inglés que puede traducirse bastante bien al italiano: «Doblemente armado está aquél cuya causa es justa; y triplemente quien descarga el primer golpe».
—Y le recuerdo que ése, mi estimado Hopgood, continúa siendo el lenguaje de la confrontación, que es precisamente lo que intentamos evitar.
—Santidad, con todo respeto, dudo que usted pueda evitarlo esta mañana.
—¿Cuánto tiempo tenemos antes de que llegue Clemens?
—Cuarenta minutos.
—Echaré una ojeada a este informe. Le llamaré cuando esté listo.
Los autores del documento habían escrito con el estilo seco y desapasionado de los financieros del mundo entero, pero el resumen final inevitablemente mostraba una severa elocuencia.
«…Es difícil evitar la conclusión de que las congregaciones católicas que están expandiéndose más rápidamente en los países del Tercer Mundo son también las más necesitadas, y en cambio las que no crecen o muestran un bajo índice de crecimiento son las más prósperas y las menos generosas en la práctica tradicional de la donación.
»En los países llamados católicos, por ejemplo los de América del Sur, España, Italia, Filipinas, donde existe una clase tradicionalmente rica y privilegiada, todavía fiel a la Iglesia, a menudo se observa una impresionante disparidad de las condiciones sociales y una hostilidad que es fruto del temor entre los privilegiados y los desposeídos, los explotadores y los explotados. Los privilegiados utilizan su excedente para mejorar o proteger su propia posición. No hay un incremento perceptible de los recursos utilizables en la educación, las obras de caridad o el progreso social…