Luis María de Barbosa:
Memoria de salidas y entradas secretas
… lo colocó allí, en su sitio, en medio de cientos, de miles de libros que nadie había leído nunca… cientos, miles, millares de libros olvidados… eran miles, millones de muertos devorados lentamente por las ratas… la memoria de la humanidad, las voces de los muertos, las vidas vividas, las músicas perdidas, el cementerio, el osario…
a Jaime le resultaría fácil llegar hasta aquel libro, pensó, y entonces habría llegado al final de su búsqueda… no podía creer que Jaime hubiera desistido
para siempre
de buscar la Región Confabulada; el libro que habían «descubierto» juntos en la cuesta de Moyano le animaría a seguir tan sólo un poco más su investigación, y entonces… y si no era Jaime, sería cualquier otro, ya que los buscadores de la Región eran innumerables, y Jaime, tarde o temprano, se toparía con uno de ellos y compartiría con él sus hallazgos, y entonces sería este otro el que, con sólo avanzar un poco más, encontraría…
(cuando salía, uno de los que estaban leyendo en la sala levantó la cabeza y miró en su dirección, extrañado… éste presentía la cercanía de lo invisible, pensó Block)
lo invisible, los invisibles… la idea de una vasta conjuración de lo invisible, reverso, quizá, o metáfora, de un vasto empeño colectivo, la historia a secas o el punto en que la historia se vuelve sobre sí misma y se contempla como serpiente de la imagen… ese volverse sobre sí misma es también el espasmo del dragón (la serpiente con alas) que, empujado hacia el borde del abismo, cae, y se retuerce en los aires un instante antes de hundirse en las aguas del espejo… la graciosa interpretación que Estrella, medio en serio medio en broma, dio de «la leyenda épica de Block» en los días posteriores a la desaparición de Karmin, señala, con la evidencia del diagrama de una flor abierta, la dificultad para decidir de qué lado ponerse en el espejo… la conjuración no existe, sólo existe el gesto del que creer oír, el gesto del que oye, y el gesto del que se queda inmóvil y levanta los ojos o extiende la mano (la segunda posibilidad es mejor), intentando tocar una dimensión perdida, una esfera que alcanzaremos…
Jaime podría haberlo descubierto si se hubiera puesto a pensar: ya que
todo el tiempo habían estado rodeados por seres invisibles
… ¿cuál era la razón de que aquel libro de «entradas y salidas» fuera tan importante?… ¿por qué Block quiere dejar constancia, en el último momento —igual que un hombre caminando por las montañas, graba en un momento de agotamiento un mensaje sobre una piedra… era aquella la esencia del libro, las palabras grabadas sobre una piedra, las runas, y como tal su sitio final debería haber sido el cementerio de la Biblioteca; la piedra perdida entre las flores se corresponde a un anonimato idéntico aunque de signo contrario, y era precisamente el
signo
global de la Biblioteca lo que Block quería subvertir: ¿convertir los libros en piedras? no, ya que son las piedras las que se convierten en palabras, en elocuencia, en luz y música (tal y como les había mostrado entre las ruinas de Almadrea), en «memoria de la humanidad», en archivo secreto, cifra y melodía de los espíritus del aire —no, sino perder los libros de la Biblioteca entre las flores, vaciar la Biblioteca en un jardín… se maravilló Block de poder todavía alcanzar la invisibilidad a pesar del intenso amor que corría por sus venas —ya que el amor era en él tan fuerte en esos momentos como una sensación física, una especie de bendición física que le hacía sentirse un ser del mundo, un ángel enamorado y abandonado por su condición angélica… habían estado todo el tiempo rodeados de seres invisibles… en su paseo por el parque Servadac, a medida que se acercaban a la puerta oculta entre los helechos, habían interrumpido varios picnics de comensales inmóviles e invisibles, y más tarde, rumbo a Almadrea, el balancearse de un columpio vacío debería haber sugerido también la verdad a los intrépidos viajeros… más tarde, en la casa de Godawlia, toda llena de seres invisibles, llena la cocina de comidas invisibles cociendo en las cazuelas, llenas las camas de invisibles durmientes… un aroma de comida que no existe, el rizo de humo de un cigarro que no se ve… más tarde, en la embajada de Estonia: el invisible fumador de la sala de proyecciones, con el humo de su cigarro traicionándole aquí y allá, el invisible que atacó a Saaremaa y la arrojó «fuera del mundo visible», a las galerías ocultas de la casa, hasta terminar en el interior de una estufa de porcelana, el invisible ladrón que robó los libros, entrando en la habitación sin que Jaime pudiera verle…
«la leyenda épica de Block» se formaba a partir de aquí
Estrella había jugado a descubrir una de las variantes de esta leyenda… pero todo lo que ella había «averiguado» (recordemos que sólo estaba bromeando) se puede transformar, por la verdad de una metáfora, en una imaginación aún más delirante, en un imposible mayor: y entonces ponemos en palabras lo que veníamos sospechando desde el principio del libro: Block, es, en realidad, un agente de la Región Confabulada, venido desde allá… «entradas y salidas», el título del último libro, es además la clave de este «venido» que define para siempre a Block (ya que Block es, siempre, el
venido
a Países) y quizá la clave del libro, cuyos personajes quieren todos entrar o salir, colarse «dentro» o escapar al «exterior»…
«la leyenda épica de Block» se reanuda en el
hall
de columnas… surgiendo de detrás de una columna (una de las columnas grises de este
hall
de cuyas inmoderadas proporciones ya habíamos hablado) en dirección a la calle, Block es «visible» de nuevo… si alguien hubiera estado presente, si alguien se hubiera asomado detrás de esa columna, se habría llevado un buen susto… Block sale de la Biblioteca, un rayo de luz que cae desde el sol, originado a más de ciento cincuenta millones de kilómetros, le atrapa suavemente… la ciudad era un enorme organismo, todo veteado de arterias de diversos colores, y él, su corazón, sentía en su piel, en sus ojos, en sus manos, el flujo y el reflujo de su sangre… saliendo a la avenida de Verdulia, echó a caminar por uno de los bulevares, sombreado por grandes pinos… el ambiente de felicidad y de vida antigua que creaban estos pinos, estas sombras sobre las losas de las aceras, estos bancos de piedra… el fluido de la sangre viajaba ahora por la avenida de Verdulia hasta allá abajo, bajo la bóveda gris de la estación de tren (surgiendo al fondo, en un espacio lógicamente invisible, revelado ahora en una perspectiva fantástica por la concavidad de su imaginación, arqueándose como un gato enamorado, o como una serpiente flexible que contempla en el cristal del cual ha surgido y le nutre su propio reflejo), donde en ese momento Jaime estaría bajando del tren y corriendo a los brazos de Estrella
«gracias», pensó Block, mirando a través de la ventanilla del tren, por donde corrían los abedules, y entre sus hojas los últimos rayos del sol de la tarde… «adiós», de nuevo… adiós, torres del amor, adiós, campanarios y cigüeñas de Países, adiós, luz, amor, perfume de las flores de Países… el sol era de nuevo el sol embriagador, el sol musical de su último paseo por Viena… y era éste el mismo sol, el que venía ahora a saludarle, alcanzando su ventanilla del tren por entre las hojas de los chopos…
hundido en su asiento mientras contemplaba los azules cielos del principio del verano, pensó en todo lo que había vivido desde su llegada a Países… y al volver en la imaginación a los días pasados, comprendió que había sido feliz, aunque cada uno de esos días, cada momento individual, se había sentido desdichado… comprendió que la felicidad era algo ajeno al tiempo…
era como un éxtasis: comprendía, pero no sabía qué comprendía… ahora el tren ascendía por la falda de las montañas, y el sol entraba directamente a través de la ventanilla… «si sólo pudiéramos mirar como tú, amor mío, miras, lo sabríamos todo»… ya que ¿de dónde provenía el vislumbre de esa felicidad que él sentía en el aire de su alrededor…? ¿esa felicidad, en medio de su desdicha…? nosotros somos los vivientes, había escrito Block en un poema, y la felicidad era la percepción correcta del mundo, la mirada del sabio… era más sabio el que sentía más amor… ya que sólo el que ama ve, oye, respira…
es un ejercicio de amor, hacia la pura percepción del otro
… «la canción ya no es cantada, había dicho Otón, es oída»… una pura actitud de espera, hacia la pura percepción del otro…
se recostó en su asiento, con un suspiro… en el asiento de enfrente, había una chica que pelaba una manzana… la miró: creía reconocerla… oh, esto era gracioso, ¿quién podría ser?… ella levantó los ojos, le miró y sonrió… seguía pelando su manzana: sabía hacer una sola monda… no, no sabía… ¿quién era?… se recostó… el sol inundaba completamente el compartimento…
«mira…» levantó de nuevo los ojos, en dirección a la chica: ella le estaba mirando, y apartó los ojos, pero no dejó de sonreír… «mira, Block…»
—¿nos conocemos? le dijo Block
—¿tú y yo? dijo la chica, abriendo mucho los ojos… como si se sintiera sorprendida…
—sí, tú y yo… tu cara me suena mucho
—ah, ¿sí?
qué chica más imposible, pensó Block, ¿creerá que quiero ligar?
—sí, insistió Block, me suenas mucho
—sí, es posible que nos hayamos visto
alguna
vez, concedió la chica
«mira, Block…»
aquellos ojos claros, aquella sonrisa… pero, ¡claro! pensó Block, aquella sonrisa… ¡era algo extraordinario!… la chica que tenía frente a él era increíblemente parecida a Ribemependros, la pequeña sirena… es decir,
era
Ribemependros, ya que no es posible un «parecido» así… ella seguía sonriendo, jugaba con él diciéndole que no le conocía, pero sus ojos llameaban… su sonrisa, sus ojos, el gesto de su boca, el sonido de su voz…
—oh, Dios mío, dijo Block, ya sé quién eres
—¿ah, sí?
—¿ya no eres una sirena? le dijo Block… ¿ahora eres una mujer?
ella le miró divertida… le ofreció un gajo de manzana, sin hacer ni caso de lo que él le decía…
—sé quién eres, repitió Block, aceptando el gajo de manzana y probando su sabor dulce y ácido
—tú sabes mucho, me parece a mí
—Ribemependros, dijo Block… ahora comprendo lo que me dijiste aquel día… qué extraña es la lengua de las sirenas… lo comprendo, lo comprendo todo…
«mira Block, así era la felicidad»
—¿qué es lo que comprendes? dijo ella, dándole otro trozo de manzana
—las sirenas viven fuera del tiempo de los hombres… tú me hablabas desde el futuro, continuó Block… «mira, así era la felicidad»… pero para los hombres, esa clarividencia es imposible, ya que están atrapados en el tiempo… ya que no pueden apenas llegar a la felicidad…
ella le escuchaba con interés, incluso había dejado de cortar trozos de manzana —pero en aquel momento entró el revisor, y su conversación se interrumpió…
—pero tú… empezó ella al cabo de un rato, y luego se detuvo…
—y tú, ¿adónde vas? le preguntó Block
—a Valencia…
—pero ¿qué vas a hacer en Valencia? se extrañó Block… empezaba a dudar, después de todo, que ella fuera Ribemependros…
salió al pasillo… anochecía… los bosques de las montañas corrían, más allá de la vía del tren… el tiempo corría, caía la noche, su gran manto azul cubría el mundo… los viajes; le ponían triste los viajes… ella se acercaba caminando por el pasillo… iba vestida de azul, con una falda plisada, y tenía el pelo recogido con un pasador; parecía una colegiala…
contemplaron juntos los últimos rayos de sol, ondulando por encima de la hilera de abetos más alta, la que se recortaba contra el cielo… Block ya no decía nada… en silencio, ella le cogió del brazo y se acurrucó junto a él… Block sintió miedo, ya que las sirenas son seres inhumanos y crueles, y un capricho suyo puede matarnos fácilmente… luego se volvió, la miró… sus ojos claros le daban miedo… temía sus dientes de plata, pero la muchacha volvió a sonreír, mostrando sus bellos dientes humanos, como intentando tranquilizarle…
—gracias, le dijo ella
—¿gracias? ¿por qué?
no le contestó… se había empeñado en hacerse la misteriosa —mira, dijo ella… la felicidad…
—¿qué? ¿dónde? dijo él, creyendo que era algo que debía descubrir —en el aire, en la luz del sol, en las montañas, en los verdes valles en movimiento que corrían a sus pies
—¿no era eso lo que tú decías antes? dijo ella, con una media sonrisa, como tomándole el pelo…
—no, lo que yo decía…
—la felicidad nos aguarda, dijo ella… no te resistas a la felicidad
y aunque nadie podrá devolvernos el perfil y la gracia que tuvieron los días, la vida se hace más oscura y más valiosa cada vez… el tiempo nos arrebata y nos perfecciona… no volverán los días amables del postverano de Países, la tarde en que me enamoré de Estrella, los dos mundos unidos en el charco de sol, los paseos entre la nieve de «Invierno de zarzamora»; no volverá la terrible tristeza del monzón de mayo, y el verano del amor en nuestros muslos tranquilos, una medusa que roza su muslo de amor y sus ojos tan bellos diciendo adiós a mis ojos…
la vida inmensa nos hace cada vez más perfectos y más tristes…
pero, de igual modo que el libro espera agazapado al final de mis palabras, como un lobo o un conejo en el interior del matorral, de igual modo, por todas partes, nos espera la felicidad… salgo al bosque a buscarla, me paseo por esos bosques…
viven en mi amor y en mis ojos, en los bosques vacíos de Shishkin, los misteriosos atrios del Palacio del Mundo… y en una de sus ramas, Gamayún, el pájaro del dolor, aguarda al viajero de los ojos grises, vigilando el camino resplandeciente… ¿quién caminará por el camino resplandeciente? venid, entrad, es el dolor quien espera en el fondo del bosque… un árbol gimió en el fondo del bosque: yo fui un hombre una vez, pero fui seducido… ¿de qué te quejas, árbol-hombre, tú que conociste la felicidad? ya que el árbol se hace hombre, y también, más raramente, algunos hombres se hacen árboles… la felicidad nos aguarda… llegará un mundo en que reinará la felicidad, los más sabios serán más felices… será un mundo no interpretado, un «universo oído»… las cosas significarán menos, o apenas significarán, y esto nos permitirá vivir… entro por entre los árboles, en el jardín del mundo, y entonces comprendo… nuestro yo no será tan fuerte, no importará mucho la intención… si quieres saber algo del mundo del mañana, escucha, porque así será… las mujeres se pondrán trajes de lujo para ir al campo, los cristianos practicantes tendrán imágenes de Siva copulando con Kali… habrá entre las cosas nuevas relaciones, los significados se relacionarán de una manera diferente, o apenas se relacionarán… se debilitará el sentido, el efecto ya no tendrá apenas efecto… no se trata del mundo al revés, o el caos, sino de la libertad, de la pureza… cada acción será pura, sin intención, sin significado, y entre unas acciones y otras podremos curvarnos como melodías… libres del yo, nos libraremos de los grupos, de las consignas, ya no tendremos tanto miedo…