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Authors: Andrés Ibáñez

Tags: #Fantasía, Relato

La música del mundo (31 page)

—nos acercamos a la isla, dijo, ¿por dónde quieren empezar?

—vamos a ir a lo largo de la orilla, dijo Jaime, deje que la barca vaya sola… por ahí, cerca de los árboles de la orilla…

—sí, es mejor así, dijo Estrella, vamos viendo lo que hay por las orillas, y cuando nos apetezca atracamos y bajamos a tierra

—muy bien, dijo el barquero… por este lado no suele haber mucha actividad, es una zona bastante silvestre

la barca flotaba por debajo de las copas de los árboles de la isla, apenas a dos metros de la orilla; de pronto se oyeron voces entre los matorrales

—¡silencio! dijo Jaime, alguien viene

la barca estaba casi inmóvil cuando, entre los helechos gigantes, aparecieron los cinco hombres… iban vestidos con ropas estrafalarias, y parecían no ver a los ocupantes de la barca; por el contrario, estaban tan ajetreados y nerviosos, que parecía imposible que la escena no fuera real… se trataba de cinco miembros de la Real Sociedad Geográfica de la
Titania
, provistos de sextantes, brújulas, telescopios, teodolitos y una mesa portátil sobre la que extendieron los enormes pliegos de papel; la elaboración del mapa de la isla les estaba causando muchos problemas, debido sobre todo a la penuria de instrumental científico —pero había de cumplirse en el plazo previsto, y por eso andaban todos los geógrafos tan nerviosos, tropezándose unos con otros y gritando al dibujante que no añadiera cosas por su cuenta… «no recuerdo esta colina, amigo mío», le dijo el coronel Franchi a Stompkin, el dibujante (para gran asombro de Block, Jaime y Estrella conocían perfectamente los nombres de los personajes) «juraría que esta mañana no había en este lugar de nuestras tierras colina alguna»… «¿insinúa usted que me la he inventado?» preguntó Stompkin fastidiado; era un muchacho rubio y corpulento, con los dedos manchados de tinta y poca facilidad de palabra… «no insinúo, afirmo», continuó el coronel tozudamente, «¡cielo santo! ¡y no sólo eso, sino que ha tenido usted el valor de ponerle nombre!»… «esa colina, dijo entonces Guarissimi, pertenece en realidad a los Monires occidentales, ya que forma parte de la sierra de Kapomir…» «lo niego, dijo Titelbaum, la sierra de Kapomir termina en la cascada de la Vieja Mujer, en el río Flumis-Irízar, que la separa de la planicie de Malidonia… esta colina que mi docto colega ha llamado colina del Ánade Salvaje, pertenece por tanto a la planicie de Malidonia» «esto nos obligará a celebrar una nueva reunión para decidir a partir de cuántos metros se considera que una altura es "loma", "colina" o "montaña", se quejó Guarissimi… señores, no se juega con estas cosas» «¡jamás he visto tal loma, colina o montaña!» se quejó Franchi, que seguía observando con atención los planos del cartógrafo: «¡cielos, este tunante quiere volverme loco! ¿qué diablos es este río de Barcial que yo debería encontrarme cada jueves en medio de mi camino y que jamás he visto?» «eso no es un río, estimado colega, murmuró Stompkin malévolo, debería usted saber que una línea quebrada representa siempre en los mapas una rambla, un cauce seco»… los demás, entretanto, discutían apasionadamente sobre la conveniencia o no de dividir la provincia de Malidonia, la más extensa de la isla, en dos departamentos diferenciados, uno que ocupara la planicie y otro que ocupara el valle de Nueva Silesia, y luego la discusión derivó hacia uno de los temas favoritos de la Real Sociedad Geográfica: la creación de reservas naturales en el interior de la isla para proteger la vida salvaje; algunos extremistas proponían declarar la isla entera y las aguas circundantes como zona protegida, pero esto hubiera convertido automáticamente a la caza, la agricultura y la pesca en actividades ilegales, lo cual habría causado a los colonos problemas irresolubles…

los náufragos del
Titania
, condenados a una vida de ocio y felicidad, se habían dedicado a fundar toda clase de sociedades, organizaciones y comisiones, de las que posteriormente se hacían socios y cuyas reglas seguían a rajatabla: la Real Sociedad Geográfica era tan sólo una de las muchas Reales Sociedades (de pescadores, de jugadores de ajedrez, de marinos, de amigos del mar, de defensa de la naturaleza, de nudistas, etc.) entre las cuales era posible encontrar agrupaciones tan curiosas como la Real Sociedad Pitagórica, cuyo desiderátum supremo era hacer un inventario global de los objetos comprendidos en la isla (el número de árboles, el número aproximado de hojas de árboles, el número de monos, el número de mariposas que había en la isla), o la Real Sociedad Telepática, cuyos miembros soñaban con establecer contacto mental con algún punto del mundo civilizado para pedir socorro, y que a los pocos meses de esfuerzos inútiles se contentaron con transmitirse a través del pensamiento, de un extremo al otro de la isla, páginas de la Biblia abiertas al azar… florecieron los coleccionistas (de flores secas, de conchas marinas, de mariposas), los juegos y las sociedades artísticas: varios grupos de teatro ensayaban sus obras para estrenarlas en el Festival Internacional de Teatro de
Titania
, que duraba tres semanas; seis equipos de fútbol luchaban durante meses para lograr la copa de
Titania
, y lo mismo sucedía con el tenis, las carreras pedestres o la natación; sin embargo la gran diversión, la principal ocupación de los alegres colonos durante todos esos años, fue el amor… la prostitución estaba prohibida en la isla (hubiera sido difícil, por otra parte, acusar a nadie de dedicarse a la prostitución en una sociedad donde no existía el dinero), y había una severa legislación para reprimir el escándalo público; sin embargo, y a pesar de los desvelos de los escasos representantes de la moral tradicional, se imponía año tras año una alegre promiscuidad y una saludable relajación de las costumbres… las mujeres perdieron la costumbre de cubrirse el pecho, y la moda alcanzó a pintar los pezones de imaginativos colores: un año se llevó el malva, otro el azul oscuro, otro el verde manzana…

entre los árboles, entre los helechos, se veían numerosas parejas de jóvenes besándose y acariciándose, tendidos entre las altas hierbas, y a Block le sorprendió tanto realismo

—bueno, a estas alturas esos idilios ya serán auténticos, dijo Estrella… además, la mayoría de los actores viven aquí, y no abandonan su papel ni un instante

—debe de ser enloquecedor, dijo Block… pero ¿hay un texto escrito que se representa día tras día? ¿cada uno debe repetir siempre su papel?

—en un principio creo que era así, dijo Jaime… se escribió una especie de obra de teatro en la que se condensaban los principales acontecimientos de la historia de los náufragos del
Titania
:; duraba una semana, y no creo que nadie la viera completa… después, los actores estaban tan metidos en sus papeles que empezaron a improvisar; ahora, todo lo que sucede aquí es improvisación total…

Jaime, Estrella y Block dieron una vuelta completa a la isla en el
punt
y luego descendieron en una playa y subieron caminando hasta lo alto de una colina, donde los náufragos habían levantado un fuerte (abandonado más tarde, cuando se hizo evidente que no había nadie que fuera a atacarles) desde el que se tenía una visión casi completa de la isla y las aguas circundantes… cuando bajaban de nuevo en dirección a la barca, se encontraron con una escena singular: se estaba celebrando una boda en la playa, y la novia, vestida con un traje blanco muy ligero, se había apartado de la comitiva un instante para entrar entre la hierba a arrancar unas flores… en el momento en que arrancaba unas azucenas que crecían al borde de una charca, una víbora que estaba escondida entre las plantas le mordió en un tobillo; la muchacha dio un grito, cayeron desordenadamente las flores, unas al agua, otras sobre la hierba, y en seguida, al ver la mordedura y la sangre, comprendió lo que había sucedido… cayó entre la hierba, mientras el veneno corría tembloroso por sus venas; cuando llegaron los familiares, asustados por sus gritos y su aparente desmayo, ya estaba muerta… la levantaron en hombros, la llevaron hasta la orilla, y el novio cayó de rodillas ante ella, llorando y lamentándose…

—esta noche velarán el cadáver, le contaron Jaime y Estrella a Block, y mañana lo echarán al mar

—ah, ¿sí? ¿no será enterrado?

—no… hay muy pocas tumbas en la isla, muy pocas cruces… la costumbre es colocar el cadáver en una barca o en un tronco ahuecado .y lanzarlo al mar —y las corrientes se encargan del resto…

el
punt
, deslizándose con ligereza por entre los abetos hidrópicos, les devolvió a las escalinatas del Palacio de Cristal, y una vez allí echaron a caminar de nuevo por entre los árboles…

por el camino, Estrella volvió a preguntarle a Block más detalles sobre su vida, su familia, su infancia áulica, sus muchas mansiones; a medida que sus preguntas retrocedían en el tiempo (y Block se preguntó si ella sería consciente de este fenómeno), entraban en una dimensión cada vez más imaginaria y poética…

—bueno, dijo Jaime, que a estas alturas ya se sabía de memoria las historias de Block, ¿oís eso?

—¿qué es?

—las cascadas

—ah, dijo Block titubeante

—ya estamos, dijo Estrella…

el camino dio una vuelta, y las cascadas aparecieron ante su vista

—aquí están las cascadas de las sirenas, dijo Estrella

—oh, dijo Block, así, de improviso

—¡de improviso! dijo Estrella, levantando a lo alto las palmas de las manos

el estanque de las sirenas estaba al pie de una colina, por la que caían blancas cascadas entre los helechos y las oscuras hojas de acanto, como fuentes que manaran por todas partes, como torrentes primaverales… el estanque donde giraban las sirenas era extraordinariamente transparente, una hoja verde y nervada que caía sobre la superficie iba al encuentro de una hoja idéntica, que caía desde el interior cielo reflejado… el fondo en penumbra estaba cubierto de joyas: coronas doradas, cofres de esmeraldas, rubíes, jarras de plata rebosantes de perlas, puñales de amatistas en forma de águila —que llenaban la profundidad de reflejos dorados y de brillos azul-mágico, rojo-rescoldo y verde-encantamiento… de vez en cuando las sirenas se sumergían, se probaban una corona de oro o un collar de perlas naturales (lo que les daba, de pronto, un turbador y maléfico aspecto humano) y luego se lo quitaban y lo dejaban caer blandamente al fondo con total desinterés… aunque eran muy hermosas, con grandes ojos color verde claro y ondulantes cabelleras y redondos pechos gemelos, no parecían mujeres en absoluto —y menos aún «mujeres-pez», ya que su cola enorme y ondulante se parecía más al cuerpo de una serpiente que al de un pez… lo que más le asustaba a Block de ellas eran sus dientes, pequeños y delicados pero del color de la plata, y sus ojos demasiado claros: sus sonrisas tenían una belleza terrible, esa belleza inmediata y no premeditada que es propia de los animales: no eran peces, ni mujeres, no eran animales, ni representaciones de Dios, eran como palabras no pronunciadas por nadie, hermosos imposibles…

—pero ¿no es peligroso que estén aquí, sin ninguna protección? preguntó Block

—no hay nada peligroso para una sirena, sonrió Estrella; pueden matarte fácilmente si lo desean… son las sirenas las que son peligrosas… además, son prácticamente inmortales

ahora todos los que estaban por allí contaban historias y anécdotas sobre sirenas: en algunas, eran seres musicales y dulces, en otras, crueles y sanguinarios demonios… una vez, tres sirenas habían raptado a un grupo de jóvenes que se bañaban en la desembocadura del Obrantes; hacía muchos años, una sirena, atrapada en la red de unos pescadores, había pedido ser admitida entre los hombres: hablaba una confusa y anhelante mezcla de griego, árabe y maltés, y se arrodilló ante el capitán del barco con los ojos llenos de lágrimas, pero los marineros, aterrorizados, la volvieron a arrojar al mar…

por lo que pudo entender Block, las sirenas del parque Servadac (seguramente las últimas representaciones de su especie en todo nuestro triste y malhadado planeta) eran muy populares, y la gente incluso conocía sus nombres: según contaban, una de las que pasaban ahora bajo las cascadas, se llamaba Gozalmaynar, y la que tomaba el sol sentada en una roca algo así como Orioniaynar

—me gustaría oírlas cantar, dijo Block

—eso es bastante difícil, suspiró Jaime… pueden estarse meses, y a veces años enteros sin cantar… y a menudo cuando cantan no es demasiado agradable: un grito agudísimo, una especie de largo gemido en el extremo del registro de coloratura, y luego melodías extrañas, perversas, melodías de unas pocas notas repetidas una y otra vez, palabras ininteligibles… pero como ya sabes, hay dos tipos de sirenas, y son las otras, las sirenas con alas, las que hablan y cantan más a menudo

—y ¿alguien se ha lanzado al estanque al oírlas? preguntó Block

—no, no… esas cosas sólo pasaban en la antigüedad… además, a estas sirenas es muy difícil entenderlas; la historia de que el canto de las sirenas embrujaba por su belleza de otro mundo, es romántica; en realidad, lo que ellas soplaron al oído de Ulises fue la promesa del conocimiento

—los griegos apreciaban más el conocimiento que la belleza, dijo Block

—sí, aunque «
Beauty is Truth, Truth, Beauty
», etcétera

—«¿de qué naturaleza era el canto de las sirenas?» (M. Blanchot, en uno de los libros de cabecera de Jaime:
El libro que vendrá
)… sirenas con alas: son más pequeñas, dijo Estrella, y viven en los árboles del parque, por todo el parque: tienen cola de serpiente, cuerpo de mujer y alas de pájaro, y son aproximadamente del tamaño de una gaviota… después de contemplar atentamente las copas de los árboles que flotaban por encima del estanque, Estrella y Block descubrieron tres o cuatro de estas pequeñas sirenas escondidas entre las hojas, mordisqueando moras o cerezas…

—pero cuando cantan, ¿qué es lo que cantan? insistió Block

—nada como para tirarse al estanque, dijo Jaime… a uno le da que pensar… en la antigüedad debían de oír más cosas de las que nosotros oímos

—quizá lo que oían los antiguos en las sirenas, dijo Estrella, era el sonido de lo puramente animal, la pura voz de la naturaleza… al oírlas recordaban ese vínculo, que nosotros hemos perdido, el vínculo que les unía a los pájaros, a los animales marinos, al viento, a las rocas…

—de todos modos, suspiró Block, aunque no sea nada del otro mundo, me gustaría oírlas…

un pájaro empezó a cantar entre las hojas: no era un mirlo, ni un cuclillo, ni un jilguero, en realidad, ni siquiera parecía un pájaro, pero al principio Block no le prestó demasiada atención… de pronto se dio cuenta de que el resto de los pájaros habían quedado en absoluto silencio, y comprendió que quien cantaba era una de las pequeñas sirenas…

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