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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3 (43 page)

BOOK: La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3
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—Sire… —comenzó a decir Illium, cuya sonrisa se había borrado.

—Illium. —Una sola palabra. Una orden.

El ángel de alas azules quiso discutir, pero al final inclinó la cabeza. Sin embargo, Elena no era uno de los Siete de Rafael. No tenía obligación de obedecer sus órdenes. Lo rodeó para situarse frente a él y cruzó los brazos.

—Si tu madre es tan poderosa —dijo—, podrá encontrarnos aquí con tanta facilidad como en ese agujero.

—Caliane no está acostumbrada a ir en busca de nadie.

Ella enarcó una ceja y, rezando para que lo que iba decir no los enviara a todos a la tumba, añadió:

—O quizá solo sea poderosa cuando su presa está atrapada y sola. Tú nunca has tenido problemas para enfrentarte a alguien a plena luz del día.

El templo se sacudió bajo sus pies. Tembló con tanta fuerza que Elena estuvo a punto de caer sobre Rafael. Por un momento temió que la estructura se viniera abajo y los enterrara… Pero había olvidado que Caliane era la diosa de Amanat, y que su gente dormía indefensa bajo el tejado de piedra.

Cuando los temblores cesaron, todo permanecía como había estado siempre. Salvo por el hecho de que Rafael e Illium tenían los ojos clavados en el pedestal. En lo que había aparecido encima de la piedra.

Rafael subió a lo que ahora reconocía como un altar, consciente de que su consorte e Illium iban detrás de él con las espadas preparadas. Pero su atención estaba puesta en la losa de piedra que había frente a él. Con casi dos metros de largo, uno de ancho y otro de alto, era una losa de frío color gris sin ningún tipo de adorno. Al igual que la puerta que había por debajo, la losa parecía no tener fisuras. Pero a diferencia de la puerta, él no sabía cómo solucionar aquel puzle.

Rafael

Colocó la palma de la mano sobre la piedra. Debería haber estado fría, pero desprendía calidez. Bajó un poco sus escudos.

Madre
.

No hubo respuesta, pero sabía que…

—Está despierta. —Era demasiado tarde para matarla mientras yacía débil y vulnerable.

¿
Podrías haberme hecho algo así, Rafael
?

Su voz, aquella voz hermosa y hechizante, le caló hasta los mismos huesos y lo dejó desnudo.

Soy un arcángel
.


. Una única palabra cargada de orgullo, de un millar de sentimientos no pronunciados.
Eres el hijo de dos arcángeles
.

Rafael extendió los dedos sobre la piedra.

¿
Estás cuerda, madre
?

Risas en su mente, dolorosas porque le resultaban familiares.

¿
Hay algún inmortal que esté verdaderamente cuerdo
?

El templo se estremeció de nuevo, pero en esta ocasión fue un temblor diferente. Cayeron polvo y rocas desde el techo. Rafael notó el roce de la muerte, un instante antes de percibir el poder de otro arcángel.

—Lijuan está aquí.

—¡Espera! —Elena le agarró del brazo cuando intentó darse la vuelta—. Paladeo la esencia de tu madre en el aire… exótica, rica y sensual. Orquídeas negras.

—Debo irme, Elena.

—Pero está teñida con una inesperada nota de girasoles. —Le clavó los dedos en el brazo—. No había girasoles en el cuerpo de la chica torturada, ni en el puente, ni en los vampiros que se volvieron locos en Boston. La esencia era demasiado pura, demasiado exacta. ¿Lo entiendes?

Gracias, cazadora del Gremio
. Ya se había puesto en movimiento.

Illium y Elena corrieron por el templo tras él.

Salieron hacia las calles de Amanat y vieron a la arcángel de China en su forma física. Arrojaba flechas de poder contra el edificio del templo. Cada explosión era negra como la pez. El color negro en sí no tenía nada de malo (todas las habilidades de Jason se manifestaban en aquel tono azabache), pero el poder de Lijuan revelaba un núcleo putrefacto que a Rafael le revolvía las tripas.

Se elevó para enfrentarse a ella sobre el templo y bloqueó uno de sus disparos con el azul vívido que manifestaba su propio poder.

—No he solicitado tu ayuda, Lijuan.

El cabello de la arcángel voló hacia atrás.

—Ella no debe despertar, Rafael. No puedes permitir que las emociones te impidan ver su locura.

Sabía que lo que Lijuan había dicho era verdad hasta cierto punto. Tras bloquear otra de las flechas de poder, una que lo hizo retroceder varios metros en el aire, empezó a acumular fuego de ángel en las palmas de sus manos. Ya no le haría un daño mortal, pero puesto que estaba allí en su forma física, un golpe directo podría causarle lesiones significativas.

—La cuestión de su demencia aún no tiene respuesta.

—Se llevó al joven —dijo Lijuan, cuyo cabello estaba cargado de electricidad y mostraba mechones negros. En aquel instante, Rafael comprendió que aquellos mechones eran corrientes de pura energía oscura—. Y tu consorte parece herida. Esos actos no son los de una persona cuerda.

Tal vez no, pensó Rafael, pero la mayoría de los arcángeles caminaban por la estrecha línea que separaba la cordura de la demencia.

—Cualquiera de nosotros podría haber hecho lo mismo. —Hablaba no para defender a Caliane, sino para oponerse a Lijuan, y porque su madre, pese a haber actuado con la fría arrogancia del poder, aún no había hecho nada que delatara su locura. Lijuan en cambio…

—¿Qué hay de todas las personas que ha matado a lo largo y ancho del mundo? ¿Y los que colgaban del puente de tu ciudad? —Lanzó una lluvia negra de granizo destinada a mutilar y matar.

Rafael se apartó y lanzó una bola de fuego de ángel que ella inundó de negro.

—Esos actos no llevan su firma, Lijuan, sino la tuya.

Era un disparo a ciegas. Aquellos actos de asesinato y tortura bien podrían haber sido orquestados por Neha, pero Lijuan era quien más tenía que perder si Caliane despertaba.

Una pausa en la lluvia de fuego negro. Luego, una risa suave e infantil.

—Siempre fuiste muy inteligente.

Rafael la atacó con fuego de ángel mientras estaba distraída. Lijuan erigió una pared de llamas oscuras para bloquearlo, haciendo gala de un poder que iba más allá de la comprensión. Y su voz, cuando sonó de nuevo, no tenía ni rastro de humanidad.

—Adiós, Rafael.

No hubo forma de evitarlos, los rayos llegaban desde todas partes.

Oyó el grito de Elena cuando uno de ellos le dio justo en el pecho. No era fuego de ángel, porque Lijuan nunca había poseído la habilidad de crearlo, pero eso carecía de importancia. Infectado de su poder tóxico, el golpe era letal, incluso para un arcángel. La negrura invadió su sangre y se extendió por sus células; Rafael pudo ver cómo sus venas se volvían negras bajo la piel y sintió cómo reptaba esa cosa hasta sus iris.

—Lo siento, Rafael. —Era la voz de Lijuan—. Siempre me caíste bien, pero la habrías protegido.

Intentó hablar a Elena, decirle que ella estaría a salvo. Sus Siete mantendrían sus juramentos de lealtad incluso después de su muerte. Ellos la protegerían. Sin embargo, el veneno de Lijuan se extendió por su sistema y bloqueó sus esfuerzos para defenderse con el azul cortante de su propio poder. Y luchó. Luchó con cada latido de su corazón inmortal, con cada gota de la emoción innombrable y eterna que sentía por Elena.

Incluso moribundo, consiguió lanzar una última bola de fuego de ángel utilizando una visión que cada vez se nublaba más. Lijuan gritó. Con aquel sonido estridente en los oídos, Rafael cayó y se estrelló contra el tejado del templo. Sus alas quedaron aplastadas, pero no rotas. Su caída se había visto amortiguada por un poder similar a aquel que una vez había servido de medida para juzgarse a sí mismo.

¡
Hijo mío! Mi Rafael

Demasiado tarde, pensó él. Era demasiado tarde. Caliane nunca había sido una sanadora, y todo su cuerpo estaba impregnado con el veneno de Lijuan. Intentó utilizar su reciente don de sanación para curarse, pero esa habilidad era muy reciente, apenas desarrollada. No tenía ninguna posibilidad contra la marca maligna de Lijuan.

—¡Rafael! —Unas manos cubrieron su rostro. Había una feroz determinación en la voz de su cazadora.

El arcángel quiso ordenarle que se marchara, advertirle que la infección del poder de Lijuan podía propagarse, como había ocurrido con los renacidos, pero sabía que Elena, su consorte de corazón mortal, jamás se marcharía.

Elena mía

Elena se tragó las lágrimas y el pánico que amenazaban con ahogarla cuando vio que la maldad de Lijuan teñía de negro los hermosos ojos de Rafael, oscureciendo aquellos iris de un azul cautivador que solo se encuentra en la parte más profunda de los océanos, intenso y absoluto.

—No —dijo—. ¡No!

Sobre ella, el cielo se fracturó en un cataclismo de luz, y cuando miró hacia arriba, Lijuan ya no estaba sola. Una arcángel con el cabello del color de los cuervos y las alas del más puro blanco se enfrentaba a ella. Sus manos estaban cubiertas por llamas azules.

El molde a partir del cual fui creado
.

Elena volvió a bajar la cabeza de inmediato y apretó la mano de Rafael. Su piel dorada cubría venas que se habían vuelto negras y rígidas.

¿
Puedes oírme, arcángel
?

Estas palabras contienen los últimos vestigios de mi poder
.

Elena se concentró en el hecho de que seguía vivo y se negó a considerar nada más. Esquivó un trozo de roca que pasó volando a su lado y luego extendió las alas sobre Rafael.

¡
Vete, Elena! Lucharán a muerte
.

¿
Quieres darme órdenes incluso en este estado, arcángel
? No lo abandonaría. Jamás lo abandonaría. Levantó la cabeza y vio que Illium seguía de guardia, con el rostro marcado por la furia y la angustia.

Campanilla nos dirá cuándo debemos agacharnos
.

Un momento de silencio que a punto estuvo de causarle un infarto.

Debería estar muerto
.

Temblorosa, Elena apoyó la frente sobre la suya.

No digas eso. Sobreviviste a Lijuan una vez. Volverás a hacerlo
.

No obstante, su piel dorada estaba pálida y fría; sus ojos se habían convertido en escalofriantes bloques negros; y sus alas… Elena se metió un puño en la boca y se mordió los nudillos con fuerza.

La maldad se extendía por sus alas muy despacio y sustituía los tonos blancos y dorados por una negrura aceitosa que despertaba en ella los más agresivos instintos. Quería luchar contra aquello, hacerlo pedazos. Pero los cuchillos no le servirían de nada. No cuando el lienzo era el cuerpo de Rafael.

—¡A cubierto, Elena!

Empezó a moverse al escuchar la primera sílaba de Illium y extendió las alas sobre el cuerpo indefenso de Rafael. Algo le golpeó el hombro con la fuerza suficiente para magullarlo, pero mantuvo su posición hasta que Illium le dijo que el terreno estaba despejado.

—¿Qué coño están haciendo?

Me gustaría saber la respuesta a esa pregunta
.

Al darse cuenta de que su arcángel ya no veía nada, de que sus hermosos ojos habían sido cegados por el negro, Elena miró hacia arriba y se quedó sin aliento.

—Dios mío, Rafael. Están… —Tragó saliva para humedecerse la garganta y se concentró en las dos inmortales del cielo—. Tu madre ha conseguido dañar las alas de Lijuan, y parece que la arcángel de China aparece y desaparece.

Entonces es que necesita bastante poder para mantener su forma física. Eso no lo sabíamos
.

—Tu madre no parece herida, pero no evita los rayos de Lijuan lo bastante rápido. —Caliane se movía a una velocidad impresionante, pero… —. En comparación con Lijuan, parece casi lenta.

Me equivoqué. Todavía no está lista para despertar
.

Elena lo entendió todo y sintió que se le encogía el corazón: Caliane había despertado por su hijo.

—Se defiende bien. —Pero ahora que se fijaba, veía la debilidad de Caliane. Y, por supuesto, Lijuan también.

Bajó la mirada hasta el rostro de Rafael. Deseaba mentirle, darle algo de paz, pero ellos no eran así.

—Creo que tu madre va a perder, Rafael.

El cuerpo del arcángel se estremeció. Sus alas se habían vuelto completamente negras. Su piel no tenía vida.

¡
Arcángel
!

Rafael oyó a Elena, pero no pudo responder, ya que su mente estaba invadida por un fuego ardiente, tan tórrido que llenaba su visión de llamas incandescentes. Su mundo pasó de ser negro y frío a convertirse en un incendio abrasador.

Los instintos de supervivencia, agudizados durante más de un millar de años, lo instaban a luchar contra el furor de las llamas… pero entonces se dio cuenta de lo que ocurría. El incendio estaba engullendo la negrura, desintegrándola con una furia tan devastadora como el fuego de ángel. Y mientras lo hacía, dejaba atrás un regusto en sus sentidos, un sabor que no podía identificar y que aun así reconocía en las profundidades de su alma.

Rafael, no te atrevas a dejarme. ¡Juntos! Prometiste que si caíamos, ¡caeríamos juntos
!

Incluso en mitad de la batalla brutal que se libraba en su cuerpo, la orden de Elena hizo que deseara apoderarse de sus labios, pasar las manos por aquellas alas de guerrera en un inconfundible gesto de posesión.

La descarga de un relámpago recorrió su médula espinal y se extendió como un estallido nuclear a través de sus alas. Lo arrasó todo con semejante oleada de calor que Rafael creyó que su cuerpo quedaría reducido a cenizas. Sin embargo, cuando el incendio no fue más que un zumbido apagado y palpitante, abrió los párpados y vio el rostro de Elena, que lo miraba con absoluta determinación.

No dejaré que te vayas, arcángel. ¡No lo haré
!

Luego añadió con una voz desgarradoramente tranquila:

—No puedo hacer esto sin ti, Rafael.

Rafael levantó la mano y le cubrió la mejilla.

—No soy tan fácil de matar, Elena.

Pero lo cierto era que debería estar muerto. Era un arcángel, pero Lijuan había evolucionado hacia otro plano de existencia. Su poder iba más allá de todo lo conocido, de todo contra lo que se podía luchar. Causaba la muerte tanto en los mortales como en los inmortales.

Elena se estremeció de arriba abajo y apoyó la frente sobre la de él durante un largo segundo de angustia. Rafael notó una gota de su dolor sobre la mejilla antes de que ella levantara la cabeza. Se puso en pie a su lado. Le dolía todo el cuerpo, pero había luchado en condiciones mucho peores. Ni siquiera el calor arrasador que ardía en su interior, buscando y erradicando los últimos rastros del veneno de Lijuan, era ya el infierno insoportable que había sido.

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