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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3 (37 page)

—Elena. —Inclinó la cabeza en una leve reverencia. Su voz aún le resultaba extraña, ya que Elena la había oído en muy pocas ocasiones.

—Rafael llegará enseguida. —Se acercó a la mesa y se sirvió una humeante taza de café. El vino le habría provocado sueño después de la dura sesión de entrenamiento—. Regresó de Atlanta hace diez minutos. —Del territorio de un ángel que a Elena le ponía la piel de gallina antes incluso de que Ashwini la pusiera en antecedentes. «Gritos. Las paredes están llenas de gritos», le había dicho Ash al describirle el hogar de Nazarach.

Aodhan no dijo nada, se limitó a contemplar la lluvia una vez más. Elena sabía que aquel aislamiento era deliberado. El ángel la fascinaba. Era una especie de obra de arte, algo que uno podía admirar sin llegar a entenderlo en realidad. Pero había mucho más en él. Dolor, sufrimiento y una herida que lo mantenía encerrado en sí mismo, como la mayoría de los animales heridos.

Elena no conocía los detalles de lo que le habían hecho, pero sabía lo que se sentía cuando uno estaba tan malherido. Dejó el café a un lado y sirvió una copa de vino.

—Aodhan.

Con las alas replegadas sobre la espalda, el ángel recorrió la distancia que los separaba para coger la copa de vino.

—Gracias.

—De nada.

Asegurándose de no tocarlo, Elena se sentó a la mesa y comenzó a preparar un bocadillo. Montgomery se habría horrorizado al ver el uso que le daba a los platos que había situado sobre la mesa, pero un buen bocadillo le parecía el alimento perfecto en aquel momento. Preparó también uno para Rafael, solo para ver la cara que ponía.

Después de casi un minuto de silencio, Aodhan se acercó para tomar asiento en la silla que había frente a ella y apoyó las alas con elegancia sobre el respaldo diseñado para los ángeles. No comió, pero bebió vino, y cuando Elena levantó la vista, descubrió que aquellos extraños y hermosos ojos estaban clavados en ella.

—Eres un artista —le dijo, preguntándose qué veía él—. ¿Te has fijado en mi jarrón, el que está en el vestíbulo principal?

Una chispa de interés.

—Sí.

Elena se tragó el trozo de bocadillo que había mordido.

—Pues no puedes llevártelo. —Compuso una expresión seria—. Montgomery te lo robaría para traerlo de vuelta.

Aodhan inclinó la cabeza hacia un lado, como si intentara entender sus palabras. Sin embargo, no dijo nada, así que Elena decidió no bromear más. No era como Illium, que habría replicado al instante con algún comentario perverso. A Aodhan había que tratarlo con mucho más cuidado… porque en realidad era igual de letal. Lo había visto en la lucha y sabía que podía ser muy peligroso con aquellas dos espadas que llevaba en unas fundas paralelas sobre su espalda; por algo formaba parte de los Siete de Rafael. No obstante, era una criatura destrozada al más profundo de los niveles.

Oyó el susurro de unas alas a su espalda y notó la esencia del mar en su mente.

—Hola, arcángel. —
Eso sí que ha sido una ducha rápida
.

No había tentaciones que me impulsaran a demorarla
. Un contacto firme sobre la parte superior del ala de Elena, un contacto que le provocó un hormigueo por todo el cuerpo. Delante de ella, Aodhan se puso en pie.

—Sire.

—¿Qué tienes para mí, Aodhan? —Tras inclinar la cabeza para indicarle al ángel que se sentara, Rafael se acomodó en su propia silla. Esbozó una sonrisa al ver lo que Elena le había puesto en el plato—. Creo que esto no es lo que Montgomery tenía en mente cuando trajo los bollos de pan. —Con todo, le dio un mordisco al bocadillo.

—Están hechos con amor —replicó Elena, y vio que en los ojos de Aodhan había una chispa de… ¿sorpresa?

Su voz, no obstante, no revelaba nada.

—Como sabes, el mundo entero ha padecido el azote de la lluvia, el viento y la nieve. El Lejano Oriente sufrió daños considerables a causa de las inundaciones, los tifones y los terremotos. Japón también se vio afectado, salvo una región que ha salido indemne del terremoto que sacudió el resto de la isla.

A Elena se le erizó el vello de la nuca, y dejó la taza de café vacía sobre la mesa en el momento en que Rafael abandonó su cena y se puso en pie.

—¿No ha sufrido ninguna alteración? —preguntó mientras se acercaba a la chimenea apagada.

—Ninguna. —Aodhan también se levantó, y aquellas alas compuestas por luz y fragmentos de cristal se desplegaron un poco, como si se sintiera lo bastante cómodo para confiar en que nadie intentaría tocarlo.

—¿Dónde?

—Se trata de un área localizada en el interior de una prefectura montañosa denominada Kagoshima.

Elena se levantó también y se apoyó sobre una de las estanterías para poder hablar más fácilmente con ambos hombres, aunque sus siguientes palabras iban dirigidas a Rafael.

—Vas a ir allí.

—Debo hacerlo. —Con una expresión vacía, el arcángel contempló la oscura tormenta a través de la ventana—. Ahora que hemos logrado reducir el marco de búsqueda hasta una localización tan específica, es posible que sea capaz de percibir el lugar donde duerme.

Elena formuló su siguiente pregunta en privado.

¿
Qué harás si la encuentras
?

Lo que tenga que hacer
.

La cazadora sintió una opresión en el pecho ante la frialdad de aquellas palabras, porque sabía lo que significaban. Había sentido el poder del corazón de Rafael, sabía lo mucho que sangraría si resultaba que Caliane seguía estando loca.

—Iré contigo.

Unos ojos del color de la medianoche se clavaron en ella.

—Tienes responsabilidades aquí.

—Tu gente vigila a mi familia, y si existe alguna posibilidad de que se repita lo de Boston… lo mejor es dirigirse a la fuente del problema y solucionarlo. —No podía hacerlo por él, no tenía poder suficiente para matar a un arcángel, pero sí podía estar a su lado. Y allí estaría.

—Ella es mucho peor que Uram, Elena.

Se le hizo un nudo en el estómago y su corazón empezó a latir a mil por hora. El arcángel nacido a la sangre, con el cuerpo inundado de veneno, había matado a centenares de personas, y habría asesinado a miles si no se lo hubieran impedido.

—Conseguimos detenerlo —señaló ella, que hablaba tanto para él como para sí misma—, y ahora somos más fuertes de lo que lo éramos entonces.

Tal vez
.

Rafael se dirigió a Aodhan antes de que ella pudiera cuestionar aquel comentario tan ambiguo.

—Habla con Dmitri. Organizad todo lo relacionado con el transporte. Volaremos hacia allí en cuanto cese la tormenta.

Elena esperó a que Aodhan saliera de la biblioteca para recorrer la distancia que los separaba.

—Rafael… —dijo, con el estómago convertido en un dolorosísimo nudo—, tu fuerza… ¿Sigues siendo más susceptible a las heridas? ¿Todavía tardas más en curarte?

—Sí.

La culpabilidad clavó sus garras en ella. Era por su culpa. De algún modo, era la culpable de que le ocurriera aquello.

—¿Es grave?

—Mi capacidad para curar a otros no ha dejado de aumentar, cazadora del Gremio. No me parece un mal negocio.

Sí lo era en el Grupo. Sí lo era si quería sobrevivir.

—Cuéntamelo.

Rafael esbozó una pequeña sonrisa, una peligrosa señal de que al inmortal aquello le había hecho gracia.

—Importa poco, Elena. Incluso aunque mi poder estuviera al máximo de sus capacidades, mi madre sería una adversaria letal. Es posible que tenga cien veces más poder que Lijuan.

A Elena se le heló la sangre.

—Yo…

—Quédate aquí, Elena. Esto no será como dar caza a un inmortal recién nacido.

Eso lo sabía muy bien. Pero también sabía otra cosa.

—La lógica no tiene nada que ver con esto, arcángel. Me estás pidiendo que me quede aquí a salvo mientras tú te adentras en una pesadilla. No. —Un movimiento negativo de la cabeza—. No puedo hacerlo. No soy así.

—¿Y si te dejo atrás?

—Conoces la respuesta a esa pregunta. —Se limitaría a seguirlo y punto.

Rafael le apartó el pelo de la cara con una mano y sonrió. Una sonrisa diminuta.

—¿Estás segura de que no deseas parecerte más a Hannah?

—Si me lo pides con amabilidad, tal vez acceda a aprender algo de caligrafía. —Sin embargo, las risas se apagaron pronto—. ¿Los demás miembros del Grupo te ayudarán a luchar contra ella?

—Elijah y Favashi sí, pero los demás… no lo sé. El comportamiento de Astaad sigue siendo errático. Michaela ya no responde a nadie, y acabo de enterarme de que Titus y Charisemnon muestran arrebatos de violencia. Favashi dice que Neha permanece estable, pero la Reina de los Venenos posee la habilidad de atacar sin previo aviso.

Elena escuchó las siguientes palabras en su mente:
Mi madre es el monstruo que asusta a los demás monstruos
.

29

L
a tormenta continuaba siendo un aguacero salvaje a la mañana siguiente, pero las predicciones meteorológicas aseguraban que pasaría en un par de horas.

—Tengo que hablar con Evelyn —dijo Elena cuando aterrizaron en la azotea de la Torre. La lluvia le había dejado la ropa pegada a la piel. Rafael podría haberlos protegido a ambos utilizando sus habilidades, pero ella le había pedido que conservara sus fuerzas para la posible batalla que tendrían que librar.

—Tu hermana vive en el hogar familiar —señaló él al tiempo que alzaba las alas para protegerla de las afiladas gotas de lluvia—. Es inevitable que te encuentres con tu padre.

—Lo sé —respondió Elena, alzando la voz para hacerse oír sobre el estruendo de las gotas que azotaban el metal y el cemento de Manhattan.

—No irás sola.

—Debo hacerlo. —Su padre intentaría aplastarla y desmoralizarla, y no quería que su arcángel la viera herida y destrozada.

Rafael captó el dolor en los ojos de su consorte antes de que ella lograra ocultarlo, y su furia se convirtió en una espada desenvainada.

—No.

Elena sacudió la cabeza y apoyó las manos sobre su pecho.

—Le harías daño en cuanto él me lo hiciera a mí —comentó con total sinceridad mientras parpadeaba para retirar las gotas de agua de sus pestañas—. No serías capaz de contenerte. Y, a pesar de todo, sigue siendo mi padre.

Rafael cubrió su mejilla con una mano y enredó los dedos en los mechones húmedos de su cabello.

—No se merece tu protección.

Jeffrey no se merecía nada salvo el desprecio de la mayor de las hijas que le quedaban.

—Tal vez no —admitió Elena, inclinando la cabeza hacia su mano—. Pero también es el padre de Beth, de Evelyn y de Amethyst… y ellas lo aman.

—Pides lo imposible.

—No, pido lo que necesito. —Se mantuvo firme en el momento en que otros ángeles habrían cedido—. Solo lo que necesito, arcángel.

Rafael le había concedido más libertad de la que jamás habría creído posible, pero no le concedería aquella petición.

—Iré contigo. —Le sujetó la barbilla cuando ella hizo ademán de protestar—. No aterrizaré. Y esa es la única concesión que estoy dispuesto a hacer.

Elena cruzó los brazos. Sus ojos se habían vuelto plateados en aquel ambiente tormentoso.

—No sé si puede considerarse una concesión, pero no tenemos tiempo para discutir.

Rafael le habló mentalmente mientras volaban en medio de la tempestad de viento y lluvia una vez más.

Escucha esto, Elena: si él cruza la línea, lo haré pedazos. Yo no tengo tanta paciencia
.

Menos de quince minutos después, y muy consciente de la presencia de Rafael en el cielo, Elena echó a andar hacia las escaleras que conducían hasta el hogar de su padre. Una vez más, no fue una criada quien abrió la puerta.

—Gwendolyn —dijo mientras se sacudía el agua de las alas—, solo he venido a charlar con Evelyn antes de marcharme de la ciudad. —No quería que su hermana pequeña creyera que se había olvidado de ella. Esa era una herida que jamás infligiría a nadie de los suyos.

—Pasa —dijo Gwendolyn, con la preocupación pintada en aquel rostro maquillado con tanta elegancia—. Debes de estar helada.

Elena se quedó en el pasillo, chorreando.

—Lo siento, estoy empapada.

—Dame un momento. —Gwendolyn desapareció y regresó con una toalla que ofreció a Elena.

La cazadora se secó la cara e hizo cuanto pudo para escurrir el agua de su coleta.

—Me quedaré en el pasillo… No quiero estropearte la alfombra.

—Puedo limpiarla.

Mientras se secaba las partes de las alas que podía alcanzar, Elena se dio cuenta de que Gwendolyn la miraba fijamente.

—Debo de estar hecha un asco —dijo entre risas.

Esperaba una réplica educada, pero jamás habría podido predecir la que obtuvo.

—Siempre me he preguntado —dijo la otra mujer con voz ronca— qué tenía de maravilloso esa mujer para que él no pudiera olvidarla, qué era lo que le hizo elegir una amante que le recordaba a ella.

Elena sintió que el suelo se abría bajo sus pies. No quería mantener aquella conversación con la segunda esposa de su padre.

—Gwen…

—Ahora lo veo —añadió Gwendolyn, que mostraba profundos surcos blanquecinos alrededor de la boca—. Hay algo en ti, algo que debiste de heredar de ella… y es algo que yo nunca tendré jamás. Por eso se casó conmigo.

Incómoda como pocas veces en su vida, Elena no pudo quedarse de brazos cruzados ante tan intenso dolor.

—Ya sabes cómo reaccionó cuando yo quise asistir a la Academia del Gremio. —El hecho de que se matriculara en la academia sin su permiso (un permiso que jamás le habría dado) fue lo que les condujo a la discusión en la que él había acabado llamándola «abominación» antes de echarla de casa—. Sin embargo, ha permitido que Eve asista. Y eso ha ocurrido gracias a ti. Él te escucha.

Gwendolyn se rodeó con los brazos, y en las comisuras de sus ojos aparecieron diminutas líneas.

—Lo peor de todo es que lo amo. Siempre lo he amado. —Se dio la vuelta y comenzó a avanzar por el pasillo—. Está en su estudio.

—Espera… Yo solo quiero hablar con Eve.

La esbelta mujer se puso tras la oreja un mechón de cabello, negro como el ala de un cuervo, cuando miró hacia atrás.

—La traeré aquí abajo, pero no puedes evitar hablar con él. Ya lo sabes.

Tal vez no, pero sí podía retrasar aquel momento el mayor tiempo posible. Así pues, esperó a que Eve bajara y pasó más de media hora con su hermana. Respondió las preguntas sobre la caza que Eve había acumulado desde su último encuentro y le hizo saber que podía llamarla siempre que quisiera.

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