Casi no podía creerlo, pero el parecido con las imágenes de los periódicos no engañaba. Por increíble que pareciera, frente a él, sonriendo afablemente, estaba el hombre que se había enfrentado a Estados Unidos, el creyente que había hecho recuperar el orgullo al islam: el gran Osama bin Laden.
¡Por Alá, qué privilegio!
—
Allah u akbar
! —exclamó Ibn Taymiyyah, inclinando el cuerpo en señal de respeto—. Le agradezco la invitación. Es un gran honor poder estar ante usted. El jeque es un regalo de Alá, el orgullo de la
umma
, la luz que…
—Bueno, bueno —lo interrumpió Bin Laden, casi incómodo con tanta adulación—. Aquí sólo soy un hermano, como tú y como todos los que están en este Nido del Águila. ¡No soy más que un súbdito de Alá, que Dios me ayude a servirlo por toda la eternidad! —Llevó a su invitado del brazo junto a los demás—. Ven, siéntate aquí con nosotros. —Lo presentó a sus compañeros—. Éste es nuestro hermano Uthman bin Affan, y éste es nuestro hermano Ayman Al-Zawahiri…, egipcio, como tú.
Aún aturdido, Ibn Taymiyyah saludó a los dos compañeros del jeque, tras lo cual se sentaron todos en un tapete. Pensó que no se estaba mal en aquel lugar. La galería tenía unos cuatro por seis metros. Un hornillo de leña la mantenía caliente. Crepitaba lentamente, lo que creaba un ambiente acogedor. La luz amarillenta de las llamas bailaba de forma intermitente por la gruta y dibujaba figuras danzantes sobre los estantes de libros y los kalashnikov que colgaban de clavos en la pared.
—¿Todo bien? —preguntó Bin Laden acomodándose en su lugar—. ¿Qué tal el viaje?
El jeque tenía una voz suave y tranquila, casi meliflua, y una sonrisa agradable.
—Quizás un poco largo —dijo el recién llegado quien, inclinándose un poco, se tocó la región lumbar e hizo una mueca—. El todoterreno tenía la suspensión dura. Voy a necesitar un tiempo para recuperarme…
Los anfitriones rieron cortésmente.
—Te pido disculpas por haberte sometido a semejante prueba, hermano —exclamó Bin Laden—. Es por una buena causa, créeme.
—Estoy a sus órdenes, jeque. ¡Es un honor que haya pensado en mí! Nunca imaginé que podría servir a un creyente así.
—No me sirves a mí —replicó Bin Laden, que señaló hacia arriba—. Sirves a Alá.
—Al servirlo a usted —dijo con gran respeto—, sirvo a Alá.
Un muyahidín entró en la galería trayendo una bandeja con una tetera, dos tazas y dos vasos de agua. Aprovechando la pausa, Ibn Taymiyyah estudió al héroe de la
umma
. Bin Laden era un hombre delgado y, sobre todo, alto, lo que le sorprendió. No esperaba a alguien de tanta estatura. En las fotografías de los periódicos no parecía tan alto. El jeque tenía una barba larga y puntiaguda, llevaba un
shalwar kammeez
cubierto por una chaqueta de camuflaje sin insignias y un turbante blanco en la cabeza.
El muyahidín que acababa de entrar dejó la bandeja en el suelo, puso los vasos frente a Bin Laden y Al-Zawahiri, y las tazas frente a los otros dos hombres sentados en la alfombra, y sirvió el té.
—¿Tienes hambre, hermano? —preguntó Bin Laden a su invitado.
Desde su llegada a Afganistán, Ibn Taymiyyah vivía en estado permanente de desnutrición, debido a las circunstancias de su presencia en Jaldan. En cierto modo, se había acostumbrado, tras concluir que el entrenamiento también pretendía familiarizar a los muyahidines con el hambre ininterrumpida. Por eso hizo un esfuerzo por dominar el apetito que lo consumía.
—Estoy bien, jeque.
Pese a su respuesta, el anfitrión parecía conocer bien la vida en los campos de entrenamiento e hizo señas al muyahidín que les servía el té.
—Hassan, ¿cuándo podremos cenar?
—Dentro de quince minutos, Abu Abdullah.
El visitante memorizó este nuevo nombre. Por lo visto, las personas más próximas al jeque le llamaban Abu Abdullah, el padre de Abdullah. Ansió que llegara el día en que tuviera suficiente confianza con él como para llamarle así.
El muyahidín se retiró y los cuatro probaron la bebida. Bin Laden dejó el vaso de agua junto al kalashnikov y suspiró.
—Como debes saber —dijo, cambiando el tono de voz para indicar que iban a abordar la parte seria de la conversación—, con la ayuda de Dios golpeamos el corazón de Estados Unidos hace dos semanas.
—Fue una gran victoria, jeque —afirmó Ibn Taymiyyah—. Gracias a usted, el islam está recuperando su sitio. La
umma
se siente orgullosa de su hazaña.
—Éste es el camino de la virtud, pero es un camino duro —prosiguió el anfitrión—. La acción gloriosa que nuestros hermanos, que Alá los tenga para siempre rodeados de vírgenes en el Paraíso eterno, llevaron a cabo en Nueva York y Washington implica que la yihad ha alcanzado su punto álgido. Nada será como antes. Ahora ya no hay vuelta atrás y, con la gracia de Dios, la guerra se propagará por todo el mundo. Aunque no hayamos reivindicado la operación, los
kafirun
de la alianza de cruzados-sionistas ya saben que hemos sido nosotros y están preparando su venganza. No tardarán mucho en atacarnos en nuestro santuario en Afganistán.
—Que vengan —dijo Uthman, irritado, con el puño cerrado—. Les daremos una lección como se la dimos a los rusos en la anterior yihad. Y estos
kafirun
norteamericanos no tienen el aguante de los rusos, como ya han demostrado en muchas ocasiones. Tienen mucha tecnología y mucha fanfarria, pero cuando se les aprieta fuerte…, se vienen abajo.
—Es verdad —asintió Bin Laden—. Esta gente es cobarde, hermano. Les gusta usar aviones para no tener que arriesgar la vida en el terreno. Pero aquí, en esta tierra que conocemos tan bien, las cosas serán diferentes. Los obligaremos a entablar un combate para el que no tienen valor suficiente. ¡Nunca olvidaré que bastó una explosión para que salieran despavoridos de Beirut, dos para que huyeran de Adén, y que fue suficiente con derribar un helicóptero y matar a un puñado de soldados para que salieran de Mogadiscio! ¡Por Alá, les espera algo mucho peor que eso! —Suspiró—. Claro que, con toda la tecnología y los recursos financieros de los que disponen, son muy poderosos y no podemos enfrentarnos a ellos de manera convencional. En un primer momento, tendremos que recular, y Afganistán dejará de ser un lugar seguro.
—Pakistán nos ayudará, con la gracia de Alá —sugirió Uthman.
—No estés tan seguro, hermano —replicó Bin Laden—. Los
kafirun
dominan nuestros gobiernos corruptos. Casi ninguno es capaz de resistir la presión de la alianza de los cruzados-sionistas. Estamos rodeados de
jahiliyya
, y por eso el islam nos necesita. Como en el tiempo del Profeta, que la paz sea con él, un pequeño grupo debe asumir la vanguardia y conducir a la humanidad a la sumisión a Alá. No olvides lo que Dios dice en la sura 2, versículo 249: «Cuando hubieron pasado él y quienes creían, dijeron: «No tenemos fuerzas hoy frente a Goliat y sus tropas”. Quienes creían que iban a encontrar a Dios, dijeron: “¡Cuántas pequeñas partidas vencieron a grandes ejércitos con permiso de Dios!».».
—Esa pequeña partida somos nosotros —aclaró Al-Zawahiri, rompiendo su mutismo—. Con la ayuda de Dios, seremos la luz que iluminará a la
umma
y la extenderá al resto de la humanidad, como nos ordenó Alá en el Santo Corán y a través de la sunna del Profeta, que la paz sea con él. ¡Llegará el día en que sólo habrá creyentes o
dhimmies
que paguen el
jizyah, inch’Allah
!
—Vamos a poner fin a la humillación de ver que los
kafirun
tienen más poder que nosotros —afirmó Bin Laden—. ¡Mirad lo que hacen en Palestina! ¡Mirad cómo manipulan a nuestros gobiernos como si fueran títeres! ¡Mirad las leyes humanas contrarias a la
sharia
que nos imponen con su cultura corrupta! ¡Mirad las bases militares que la alianza de cruzados-sionistas ha instalado en la Tierra de las Dos Mezquitas Sagradas violando la voluntad del Profeta en su último sermón! ¿Cómo es posible que hayamos llegado a este punto? ¿Cómo es posible que los creyentes se hayan dejado humillar de esa manera? ¡Esto, hermanos, sólo es posible porque nos hemos desviado de la Ley Divina! ¡Alá nos ha castigado así por haber ignorado su
sharia
y por haber cedido a las tentaciones y deseos humanos! Si Alá creó y gobierna el universo, ¿quién puede saber más que Él de leyes verdaderas? Por tanto, debemos recuperar la ley divina, como hizo el Profeta, que la paz sea con él, y como hicieron los primeros califas, que Alá los bendiga. Si la
umma
cumple todos los preceptos de la ley divina, como es su obligación, el islam volverá a ser la fuerza dominante de la humanidad. Pero mientras no se respete la
sharia
, seguiremos humillados y los
kafirun
de la alianza de cruzados-sionistas mandarán sobre nosotros.
—¡Eso no lo podemos tolerar! —vociferó Uthman—. ¡Nuestra yihad es justa! Los
kafirun
combaten por dinero y por el deseo de someter a los demás hombres a su voluntad, mientras que los muyahidines combaten por el deber de servir a Alá y sólo a Alá. ¿Cuál es el combate que Dios favorecerá? ¿El de los avariciosos o el de los justos? ¡La yihad de los muyahidines está destinada a gozar del favor de Alá! ¡Por eso, aunque el camino de la yihad sea difícil, venceremos con la gracia y la ayuda de Dios!
—Hemos alcanzado nuestro punto álgido —dijo Bin Laden, repitiendo la idea que había expresado momentos antes—. Además de ser un pago justo a las humillaciones a las que los
kafirun
de cruzados-sionistas han sometido a la
umma
a lo largo de los años, la yihad que hemos lanzado ahora contra el corazón de Estados Unidos persigue sobre todo provocarlos, forzarlos a invadir la tierra de los creyentes. Pero es sólo la primera fase de un largo camino. La segunda fase será usar ese ataque de los
kafirun
para despertar al gran gigante adormecido, la mayor fuerza existente sobre la Tierra: la
umma
. Cuando los
kafirun
se quiten la máscara y ataquen los territorios islámicos, y demuestren así que realmente son cruzados, los creyentes verán la realidad y muchos se nos unirán.
Ibn Taymiyyah, que hasta entonces había seguido la exposición en silencio, se movió en su lugar, inquieto.
—¿Cree usted que los
kafirun
nos atacarán aquí, en Afganistán?
—No tienen alternativa, hermano. Los hemos provocado. Me decepcionarían mucho si no lo hicieran. Tienes que entender que, en estas circunstancias, no los podremos derrotar en un combate convencional. Por eso necesitamos atraerlos a la tierra de los creyentes. Aquí podremos darles una lección que jamás olvidarán. Rezo para que ataquen Afganistán y cuento con que no se contenten con eso, sino que ataquen también otros territorios islámicos, como Pakistán o la Tierra de los Dos Ríos, Iraq, y otros si fuera posible. Al atacarnos, los
kafirun
harán más por nuestra causa que mil
fatwas
. Caerán en una gran emboscada y, lo que es aún más importante, harán que miles de creyentes se unan a nosotros para participar en la yihad. O sea, los ataques de los cruzados-sionistas encenderán a la
umma
y la empujarán a actuar. Así pasaremos a la tercera fase: la expansión del conflicto a todo el mundo islámico. Con la gracia de Dios, obligaremos a los
kafirun
a entablar un combate cuerpo a cuerpo, que ellos claramente rehúyen. A los
kafirun
les gustan las guerras de Hollywood, con un principio, un nudo y un final bien definidos, pero nosotros vamos a obligarlos a librar una guerra interminable. La cuarta fase será conseguir que nuestra yihad sea global. Cualquier creyente podrá unirse a nosotros a través de Internet y lanzar acciones desde cualquier parte del mundo. Ya disponemos de células durmientes en Occidente y estamos creando otras para que actúen en su momento,
inch’Allah
.
—Y ¿cuándo será eso?
Bin Laden mostró los cinco dedos de la mano.
—Será el momento que conducirá a la quinta fase —dijo—. Tenemos la intención de atraer a los
kafirun
de la alianza de cruzados-sionistas a una emboscada global y presionar sus capacidades militares hasta el límite. Estarán preocupados con Afganistán, con la Tierra de los Dos Ríos, con Irán, con el Líbano, con Somalia, con los campos petrolíferos, con la protección de los ocupantes sionistas de Palestina…, con toda una serie de cosas que se darán al mismo tiempo. Llegará un momento en que no tendrán capacidad militar o financiera para soportar la situación por más tiempo. En ese momento, Estados Unidos entrará en colapso.
—Y… ¿después?
—Con la implosión de Estados Unidos, los gobiernos corruptos del islam se quedarán sin apoyos y, con la gracia de Dios, serán derrocados por la
umma
. Llegaremos entonces al objetivo final.
El jeque se calló, como si hubiera concluido su exposición, y el visitante se movió en su silla. Aquella visión de la gloria le había picado la curiosidad.
—Disculpe, jeque —dijo tímidamente—. ¿Cuál es el objetivo final?
—El nuevo califato.
Se hizo el silencio en la gruta, sólo interrumpido por el crepitar acogedor de la leña que ardía en el hornillo. El invitado aún estaba digiriendo la grandiosidad de lo que había oído.
—¿Eso es lo que ocurrirá? —preguntó al fin Ibn Taymiyyah, con los ojos brillantes de fascinación—. ¿Se reinstaurará el califato?
Bin Laden asintió con la cabeza.
—Ése es el plan, alabado sea Dios —dijo—. Con la yihad que lanzamos hace dos semanas en el corazón de Estados Unidos, alcanzamos el punto álgido. Ahora vamos a esperar que los acontecimientos que hemos desencadenado sigan su curso natural. Los
kafirun
van a recibir tal lección que se verán obligados a dejar en paz a los creyentes. Cuando los
kafirun
dejen de fortalecer a nuestros gobiernos corruptos, los verdaderos creyentes contarán con la ayuda de Dios y recuperarán el control de sus países. Como un dominó, los países se liberarán uno tras otro hasta que la
sharia
rija en todos ellos. Así, todos los países musulmanes pasarán a ser uno solo. Entonces, la
umma
estará unida y se proclamará el gran califato,
inch’Allah
. Cuando el califato retorne, el califa tendrá que cumplir la voluntad de Alá recogida en el Santo Corán y en la sunna del Profeta, que la paz sea con él, y ordenar una o dos yihads al año contra los
kafirun
, hasta que el mundo entero se convierta al islam, o los que no se conviertan paguen el
jizyah
a los creyentes, conforme al deseo de Dios.