Las pirámides eran grandes estructuras de piedra destinadas a servir de vastas tumbas para el soberano.
La religión egipcia estaba sólidamente asentada en la muerte, y se creía que el camino a la vida eterna residía en la preservación física del cuerpo. Se elaboró un método enormemente complicado para el embalsamamiento, y se realizó con mucho celo la producción de momias, algunas de las cuales han sobrevivido muchos siglos hasta llegar a nuestros días. La momia del soberano se enterraba con grandes riquezas para que le sirvieran en el otro mundo, y se tomaban precauciones para evitar el pillaje sacrílego de las tumbas. Las pirámides pretendían evitar tales robos mediante su volumen y solidez, junto con salidas secretas y pasos astutamente ideados. Fallaron casi por completo en su propósito, aunque el conde de Carvanon y Howard Carter, descubrieron en 1922 la tumba intacta de Tutankamon, soberano que murió en el 1343 aC; tal hallazgo produjo gran sensación.
La locura de las pirámides alcanzó su punto álgido en la cuarta dinastía con Kufu, segundo rey de esa dinastía y mejor conocido por la versión griega de su nombre, Kéops. Reinó del 2590 al 2568aC, poco antes de la primera dinastía de Ur. Construyó lo que hoy conocemos como «Gran Pirámide», un edificio monstruoso levantado sobre un basamento cuadrado de 230 metros de lado y que alcanza una altura de 147 metros sobre el nivel de la base. Está construido con enormes bloques de granito de un peso medio de 2 1/2 toneladas cada uno; la estructura contiene un total de2.300.000 bloques. Según Herodoto, 100.000 hombres tardaron treinta años en construir la estructura. Quizá no sea muy exagerado. En cuanto a la tecnología de la época, la Gran Pirámide es el proyecto humano más ambicioso, con la posible excepción de la Muralla China, que desde luego es el más inútil de todos.
Al final de la dinastía sexta, Egipto vivió un período de práctica anarquía; como consecuencia de la lenta decadencia de la autoridad central durante los últimos años del Antiguo Reino y de la continua ascensión al poder de los señores feudales de las diversas ciudades y regiones, el reino se dividió en secciones separadas. A lo largo de ciento veinticinco años, reinaron cinco dinastías diferentes, tal vez superponiéndose unas a otras. Únicamente el aislamiento de Egipto le permitió el lujo de tal anarquía; de otro modo, habría sido presa segura de algún enemigo exterior.
Hasta el 2052 aC, durante la undécima dinastía, no empezó a dejarse sentir de nuevo la autoridad central. En el 1991 aC, hacia la época del nacimiento de Abraham, Amenhotep I, primer rey de la duodécima dinastía, llegó al trono. Se inició el «Reino Medio», un segundo período de gran civilización y cultura.
En Egipto, Abraham se vio finalmente envuelto en una posición incómoda cuando la belleza de su mujer atrajo atenciones mal recibidas:
Génesis 12.15.
... y viéndola los jefes del faraón... la mujer fue llamada al palacio del faraón.
El nombre de «faraón», generalmente usado por los egipcios como título de respeto, procede del egipcio
pero
, que significa «casa grande»; es decir, el palacio del soberano. (Indirectamente, se dice lo mismo con «la Casa Blanca» al referirse al presidente norteamericano, y con el «Kremlin» a la corporación dirigente soviética.)
La dificultad de esa fórmula de reverencia es que muchas veces resulta imposible saber a qué faraón se hace mención. Si nos preguntamos cuál fue el faraón que trató de incorporar a su harén ala mujer de Abraham, sólo podemos responder que, a menos que lo adivinemos, jamás se averiguará.
Me gustaría sugerir que se trataba de Sesostris I, el segundo rey de la dinastía XII, que reinó del 1971 aC, al 1928 aC. Extendió el poderío de Egipto hacia el sur y el oeste, y en su reinado Egipto conoció una prosperidad que pudo ser muy atractiva para un «vagabundo arameo».
En realidad, Abraham prosperó en Egipto. Si al fin tuvo conflictos con el faraón, recobrando a su esposa tras considerables disgustos y armándose de valor para volver a Canán, al menos ya era un hombre rico.
A su vuelta a Canán, Abraham se encontró con que sus rebaños se habían multiplicado tanto, que no había forraje suficiente para los suyos y los de su sobrino Lot. Pensaron que era sensato separarse y, con generosidad, dejó que Lot escogiera el territorio en primer lugar.
Génesis 13.10.
Alzando Lot sus ojos, vio toda la hoya del Jordán, enteramente regada —antes de que destruyera Yahvé a Sodoma y Gomorra—,que era como el paraíso de Yahvé, como Egipto ...
Génesis 13.11.
Eligió, pues, Lot la hoya del Jordán ...
Génesis 13.12.
... asentando su tierra hasta Sodoma.
En gran parte, Canán es un país semiárido, y el único lugar donde había (y hay) agua con toda seguridad era el valle del río Jordán. En este versículo se describe su fertilidad como la de la tierra de las dos grandes civilizaciones: Sumeria («el paraíso de Yahvé»; es decir, Edén) y Egipto.
Para su tamaño, el Jordán es sin lugar a dudas el río más famoso del mundo, gracias enteramente a sus vinculaciones bíblicas. Nace en las montañas que corren por la línea fronteriza de los modernos Estados de Líbano, Siria e Israel, y fluye en línea recta hacia el sur durante 215 kilómetros aproximadamente, desembocando en un mar interior sin salida. Las aguas del Jordán no llegan al océano. Sin embargo, el río es tan sinuoso y tiene tantos meandros, que si lo estiráramos su longitud completa sería de 395 kilómetros.
En cierto aspecto, el Jordán es un río insólito. Su nivel desciende con rapidez, y a todo lo largo de su curso relativamente breve, entre el nacimiento y la desembocadura el nivel baja más de ochocientos metros. En realidad, a veces se sugiere que su nombre se deriva de ese hecho y de una palabra hebrea que significa «descender». Sin embargo, puede tratarse de una simple coincidencia; es posible que su nombre proceda de fuentes presemíticas.
El resultado de tal disminución es que, durante las dos terceras partes de su curso más bajo, las aguas están realmente por debajo del nivel del mar. Por lo que sabemos, esto no ocurre en ningún otro río del mundo.
La causa de ello es que el Jordán ocupa el extremo norte de la gran fosa africana, gigantesca depresión de la corteza terrestre que continúa hacia el sur por la desembocadura del río atravesando el largo y estrecho mar Rojo (que inunda esa parte de la depresión) para formar un amplio semicírculo en el África oriental. Rodolfo, Alberta, Tanganica y Niasa, los grandes y profundos lagos, cubren sectores de la parte africana de la depresión. En resumen, la fosa del nordeste africano tiene unos seis mil cuatrocientos kilómetros de longitud.
Pese al juicio de Lot, el Jordán no es un río muy agradable. No es navegable, y en verano desprende un calor abrasador, con temperaturas normales de 43 grados en la sombra. La general falta de interés del valle del Jordán queda, reconocida en el Génesis 13.10, que explica cuidadosamente que la decisión de Lot se produjo antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, cuya historia se relata más adelante, en el capítulo 19.
En tiempos modernos, el Jordán ha cobrado importancia de otro tipo. En principio, como frontera nacional. Tras la Primera Guerra Mundial, lo que antiguamente había sido Canán quedó liberada del dominio turco en una zona aparte, Palestina, bajo dominio inglés. El río Jordán le sirvió de frontera. Y hacia el este quedó otra región, Transjordania («más allá de Jordania»), también bajo administración británica.
En 1946, Transjordania se convirtió en reino independiente. Luego, en 1948, una parte de Palestina se estableció como un Estado judío independiente que adoptó el nombre de Israel. En una ocasión, hubo guerra entre Israel y los vecinos Estados árabes. Transjordania ocupó y se anexionó una parte del territorio al oeste del río Jordán y cambió de nombre, llamándose Jordania. Después de la Guerra de los Seis Días de 1967, la parte de Jordania al oeste del río fue ocupada por Israel.
Después de la marcha de Lot, Abraham se contentó con la región al suroeste del Jordán, menos fértil y aparentemente menos deseable.
Génesis 13.18.
Levantó, pues, Abraham sus tiendas y se fue a habitar al encinar de Mambré, cerca de Hebrón...
En la Biblia King James se dice: «planicie de Mambré», lo que es una traducción errónea; en la Revised Standard Version se dice: «encinar de Mambré», con una nota a pie de página indicando que podría ser «terebintos de Mambré». En cualquier caso, parece que se hace referencia a un bosquecillo sagrado (según la tradición) a tres kilómetros y doscientos metros al norte de Hebrón.
Hebrón está a treinta y dos kilómetros al sur de Jerusalén, y es una de las ciudades más antiguas de Canán. Aunque aquí se le llama Hebrón, pues ése era su nombre en la época en que el Génesis recibió su forma definitiva, parece que en tiempos cananeos se llamaba Quiriat Arbe, tal como se afirma posteriormente en Génesis 23.2:
Génesis 23.2.
... en Quiriat Arbe, que es Hebrón...
Hebrón existe en nuestros días y tiene una población de unos veinticinco mil habitantes.
[9]
Su nombre árabe es El Jalil («El amigo»), en honor de Abraham, «el amigo de Dios». En sus alrededores hay varias encinas que se han identificado como el encinar de Mambré», pero no es posible que ninguno de esos árboles tengan cuatro mil años de edad.
Tras la separación de Abraham y su sobrino, las «ciudades de la llanura» donde Lot había escogido sus terrenos fueron sometidas por ejércitos invasores procedentes del este. Se enumeran los jefes de las fuerzas invasoras:
Génesis 14.1.
... Amrafel, rey de Senaar; Arioc, rey de Elasar; Codorlaomor, rey de Elam, y Tadal, rey de Goyim
[10]
.
Esto parece describir la situación que se daba en los días del declive definitivo de Sumeria.
Entonces, la potencia dominante era Elam perpetua enemiga de Sumeria (v. este mismo cap.). La había conquistado Sargón de Acade, y durante siglos siguió más o menos sometida a la dominación sumerio-acadia. Cuando el poder de Ur dio sus últimas boqueadas, Elam ocupó su puesto. En realidad, los furiosos ataques elamitas pudieron contribuir a la ruina definitiva de Ur. (Me gustaría imaginar que Abraham recibió noticias de ello en Jarán o Canán. Si fue así, quizá diera la impresión de que Caín asesinaba por fin a Abel (v. este mismo cap.), contribuyendo a arraigar tal leyenda, en la mente de aquellos cuyo linaje partía de Ur.)
Elasar bien podía ser la ciudad que en documentos babilónicos se conoce como Larsa. Era una ciudad sobre el Éufrates, a unos treinta y dos kilómetros corriente arriba de Ur. La caída de Ur significó su ascensión temporal. A Tadal a veces se le identifica con Tudaliya I, soberano de alguna tribu hitita. (Más adelante diré algo más sobre los hititas.)
Sin embargo, el monarca de este versículo a quien los estudiosos bíblicos dedican mayor atención, es Amrafel, rey de Senaar. En esa época, alrededor del 1900 aC, los amorreos (v. este mismo cap.) dominaban Babilonia. Al final conquistarían toda Sumeria, de manera que a Amrafel, posiblemente nada más que un soberano local, se le llama rey de Senaar de modo un tanto prematuro.
Como he dicho antes, el más grande soberano de la línea amorrea fue Hammurabi, que reinó hacia el 1700 aC y que es más conocido por el código jurídico que dictó en su reinado. En tiempos modernos se descubrió una copia del código en una estela de diorita de ocho pies de altura. Hammurabi llegó a conquistar Larsa, que bajo el poderoso rey Rim Sin le había puesto difíciles las cosas durante un tiempo. También conquistó Elam. (Sin embargo, Elam logró periódicas etapas de poder más adelante. La columna sobre la que se inscribió el código de Hammurabi se encontró en Susa, la capital de Elam, a donde tal vez se llevara después de una triunfante incursión elamita sobre Babilonia durante una de las etapas de debilidad de esta última ciudad.)
Desde hace tiempo, suele identificarse a Amrafel con Hammurabi, pero esto parece imposible. Hammurabi reinó unos siglos después de que tuvieran lugar los acontecimientos relatados en este capítulo del Génesis. La historia bíblica hace de Codorlaomor el elemento más importante de la coalición (aunque Amrafel se mencione en primer lugar en el 14.1), y eso sería impensable en el reinado de Hammurabi.
Por tanto, la situación es la siguiente: Sumeria está en su declive, con Babilonia y Larsa obrando como dos ciudades-estados bajo la dominación de Elam, con quien se han aliado varios elementos hititas (o que tal vez sirven como mercenarios).
Al parecer, Elam, que ya se ha asegurado el Tigris-Éufrates, llega ahora al Oeste a dominar el resto del Semicírculo Fértil, que durante varios siglos había estado bajo el dominio de la nación que rigiera en el Este.
Hicieron frente a los invasores las fuerzas de lo que entonces eran las ciudades más populosas y prósperas de Canán, las cinco «ciudades de la llanura»: Sodoma, Gomorra, Admaj, Zeboim y Zoar, de las que en adelante diremos más cosas.
Al parecer, habían pagado tributo durante doce años, pero entonces se negaron a seguir pagando y se prepararon para resistir.
Génesis 14.3.
Éstos se concentraron en el valle de Sidim, que es el mar de la Sal.
El «mar de la Sal» es el mar interior en que desemboca el Jordán, y es de lo más insólito. No presenta una extensión considerable, solo tiene setenta y cinco kilómetros de largo y no más de dieciséis de anchura. Su área mide 592 kilómetros cuadrados, lo que le hace ligeramente mayor que los cinco distritos de la ciudad de Nueva York.
El río Jordán se pone a 425 metros por debajo del nivel del mar cuando desemboca finalmente en el «mar de la Sal», cuyas costas son más bajas que cualquier otro territorio del mundo.
Si la depresión en que se asienta el mar de la Sal pudiera llenarse hasta el nivel del mar, formaría un mar interior mucho mayor, de trescientos veinte kilómetros de largo por treinta y dos de ancho, una extensión casi como el Estado de Connecticut.
La razón por la que el mar de la Sal no llena la depresión es muy sencilla. El volumen de agua que recibe es pequeño: el del río Jordán que deposita las lluvias de las montañas del sur de Siria y del Líbano. Su temperatura es alta, y en sus alrededores se han registrado hasta 60 grados; la pérdida de agua por la evaporación es elevada. Por decirlo así, el mar de la Sal es una charca que se ha desecado en parte.