Al final, la civilización triunfó por completo, y esa victoria final e inevitable debió preverse mucho antes de que llegara a suceder. El relato, breve y oscuramente contado, de cómo Caín tuvo celos de Abel y lo mató, puede ser, en parte, el resto de un lamento nómada respecto a los tentáculos omnipresentes de la civilización asentada.
En realidad, el mismo nombre de Abel («Hebel», en hebreo) significa «un soplo de aire», lo que parece indicar la inseguridad y brevedad del estilo de vida nómada contra el esfuerzo estable del labrador. (En la historia norteamericana hemos experimentado un período semejante hacia finales del siglo diecinueve, cuando el «vaquero» nómada del Oeste tuvo al fin que dar paso al agricultor laborioso y a sus cercas de alambre de espino.)
El nombre de Abel también puede estar emparentado con el
aplu
babilonio, que significa «hijo».Eso indicaría un posible origen sumerio del relato.
Después del asesinato de Abel, Caín es expulsado:
Génesis 4.16.
Caín, alejándose de la presencia de Yahvé, habitó la región de Nod, al oriente de Edén.
Nadie ha tratado de identificar la «tierra de Nod» con ninguna región concreta, y generalmente se la considera como una expresión metafórica. La palabra hebrea «Nod» está emparentada con el término que significa «vagabundo»; en consecuencia, habitar en la región de Nod significa que alguien emprende una vida de vagabundaje y se convierte en nómada.
Si se considera que Edén es Sumeria, entonces la región al «oriente de Edén» sería la conocida como Elam. Situada en lo que ahora es el suroeste de Irán, Elam desarrolló una civilización bastante temprana, imitando sin duda a los sumerios. Su historia primitiva es muy vaga, pero parece que hubo guerras intermitentes entre Elam y la potencia que dominó el Tigris-Éufrates durante tres mil años.
¿Es posible, entonces, que la historia de Caín y Abel sea una combinación de una Elam ruin que atacara a una intachable Sumeria (tal como cuentan los sumerios), y de un labrador malvado que agrediera a un nómada inocente (tal como cuentan los nómadas)?
Parece que Caín se asentó en Nod, a pesar de su nombre. Se casó y tuvo un hijo:
Génesis 4.17.
Púsose aquél a edificar una ciudad, a la que dio el nombre de Enoc, su hijo.
Tal vez se trate de una referencia vaga a la antigua transición de una Elam pastoril a las formas de vida civilizadas. No hay documentos de ninguna ciudad llamada Enoc, pero es concebible que pudiera tratarse de la ciudad que la historia posterior conoció como Susa, que data de la Edad de Piedra y que durante milenios fue la ciudad principal de Elam.
El resto del capítulo cuarto enumera rápidamente a los descendientes de Caín, incluyendo a Tubalcaín. Luego, el libro del Génesis vuelve a Adán para seguir la línea de descendencia que lleva a los israelitas.
Adán tuvo un tercer hijo:
Génesis 5.3
Tenía Adán ciento treinta años cuando engendró un hijo..., y lo llamó Set.
Una vez más, este capítulo es una parte del S, e incluye datos estadísticos, anotando generación tras generación. Especifica la edad de cada individuo en la época del nacimiento de su primer hijo, y en la fecha de su muerte.
Génesis 5.5.
Fueron todos los días de la vida de Adán novecientos treinta años, y murió.
Tales edades eran legendarias, y reflejaban parte de las primitivas fábulas babilónicas que los judíos recogieron durante el Exilio y que el sacerdocio modificó con arreglo a ciertos principios particulares y desconocidos. Sin embargo, los que creen que cada palabra de la Biblia es literalmente cierta han tratado de utilizar esas cifras (y otras que se expresan aquí y en otras partes de la Biblia) para calcular el año en que nació Adán y se creó el universo.
Los judíos de la Edad Media calcularon que la fecha de la creación fue el 7 de octubre del 3761aC, que sigue utilizándose en el cómputo del número del año en el calendario judío. Así, por ese calendario, septiembre de 1968 dC es el comienzo del año 5729.
Los teólogos cristianos han presentado una diversidad de fechas para la creación. La más conocida es la que dio James Ussher, arzobispo anglicano de Armagh, Irlanda. En 1654 decidió que la creación tuvo lugar en el 4004 aC; según algunos, a las nueve de la mañana del 23 de octubre de ese año. La fecha del 4004 aC se encuentra con frecuencia al comienzo de las primeras páginas de la Biblia en ediciones de la versión King James.
En realidad, el 4004 aC es mala fecha para el establecimiento de tiempos históricos. La historia de la humanidad en sentido estricto empezó a raíz de que se inventara la escritura, cosa que ocurrió poco antes del 3000 aC. Sin embargo, las primeras ciudades se fundaron en fecha tan antigua como el 8000 aC, y el hombre prehistórico, o criaturas claramente semejantes al hombre, han dejado restos que se remontan a más de un millón de años.
La tierra misma tiene una edad de cinco billones
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de años, y el universo en su conjunto quizá se remonte a quince billones de años.
A continuación, se cita a los descendientes de Adán y Set a lo largo de ocho generaciones(diez, si contamos a Adán y al propio Set), de un modo menos apresurado que cuando se mencionó a los de Caín. Como grupo, son los patriarcas antediluvianos. (Un patriarca es el cabecilla de una tribu, y «antediluviano» significa «de antes del Diluvio».)
No obstante, los nombres de la línea de Set se parecen de manera sospechosa a los de la rama de Caín. Ambas incluyen un Enoc y un Lamec; otros nombres, si no idénticos, son muy semejantes. Es posible que las dos líneas representen los mismos textos legendarios, unos dados por J y otros por S.
Los patriarcas antediluvianos son notables por sus edades. Varios de ellos, incluso el propio Adán, vivieron casi mil años. El más destacado es Matusalén (cuyo nombre es sinónimo de edad avanzada), que alcanzó la edad de 969 años.
Estos patriarcas no pueden relacionarse con personajes históricos y, aparte de la concisa mención bíblica, no se sabe nada de ellos. Sin embargo, parecen ser un reflejo de leyendas sumerias. Al menos, los sumerios contaban con una serie de nueve o diez reyes anteriores al Diluvio que vivieron muchos miles de años. A uno de ellos se le atribuía un reinado de casi 65.000 años. El autor de esta parte del Génesis, lejos de abusar de la credibilidad utilizando vidas de extensa duración, tomó los textos legendarios e hizo lo que pudo para reducir tales edades a una cifra razonable.
Además, a todo lo largo del Hexateuco, los autores reducen continuamente las edades alcanzadas por los personajes principales de la narración aunque al final sigan ostentando unos cien años más de lo corriente en la duración de su vida.
Entre los patriarcas antediluvianos, uno alcanza una edad notablemente diferente de los demás. Se trata de Enoc, padre de Matusalén.
Génesis 5.23.
Fueron todos los días de la vida de Enoc trescientos sesenta y cinco años,
Génesis 5.24.
y anduvo constantemente en la presencia de Dios, y desapareció, pues se lo llevó Dios.
El hecho de decir que Enoc vivió 365 años, cuando su padre Jared vivió 962 y su hijo Matusalén969 años, parece extraño. Es una coincidencia que el año tenga 365 días; es decir, el circuito completo del sol por el firmamento. ¿Es posible que los versículos dedicados a Enoc sea todo lo que queda de algún mito solar babilónico?
No es problemático el sentido de la frase «anduvo constantemente en la presencia de Dios»,pero tradiciones posteriores aclaran que la interpretación habitual era que fue llevado en vida a loo cielos como premio por su inusitada devoción.
Los judíos de épocas postexiliares supusieron que, una vez en el cielo, Enoc era capaz de ver el pasado y el futuro de la humanidad. Entre el 200 aC y el 50 dC se escribieron varios libros que aparentemente habían salido de la pluma de Enoc y que narraban el pasado y el futuro. Son puramente legendarios, una forma de «ficción religiosa» que era bastante corriente en el período postexiliar. (Tal como veremos, parte de ella se incluyó en la Biblia.) Los libros atribuidos a Enoc no se citan en la Biblia, pero se los menciona en el Nuevo Testamento. En la Epístola de San Judas, el autor dice:
Judas 1.14.
De ellos también profetizó el séptimo desde Adán, Enoc...
Si se calculan las edades de los patriarcas antediluvianos en la época de los nacimientos de sus hijos respectivos, se averigua que Noé, tataranieto de Adán, nació 1.056 años después de la creación o, si aceptamos el cómputo de Ussher, hacia el 3000 aC. Cuando tenía 600 años de edad, es decir, hacia el 2400 aC, se produjo el Diluvio.
Según la Biblia, se trató de un diluvio universal, pero no existen documentos de un fenómeno semejante, claro está. La civilización egipcia, por ejemplo, era muy floreciente por aquella época, y estaba construyendo las pirámides. Y por lo que sabemos, las crónicas egipcias tampoco mencionan ningún diluvio, salvo las crecidas anuales del Nilo.
Sin embargo, ello no quiere decir que la historia bíblica del Diluvio no se basara en un diluvio local que realmente acaeciera en la historia sumeria.
Sumeria era una tierra llana entre dos ríos grandes. Como ocurre en todo gran río (no hay más que pensar en nuestros Missouri y Mississippi), las crecidas desacostumbradas pueden producir desbordamientos. En un país tan llano como Sumeria, no haría falta una crecida grande para cubrir amplias zonas de la región.
Una inundación especialmente grave perduraría en la memoria de generaciones posteriores; y sin duda, se produjeron inundaciones particularmente graves. En 1929, el arqueólogo inglés sir Charles Leonard Woolley informó de que había descubierto capas de agua sedimentada de diez pies de anchura durante unas excavaciones cerca del Éufrates. Tales sedimentos no se encontraron en ninguna otra parte de la región, y la cultura sumeria no muestra ningún cambio brusco. Sin embargo, existen pruebas de que hacia el 3000 aC se produjeron realmente inundaciones graves, cuando menos de carácter local.
Con el tiempo, a medida que esa historia se contaba una y otra vez, fue inevitable que de una inundación que se extendió por zonas de Sumeria y por regiones vecinas con gran pérdida de vidas, se dijera que había cubierto «todo el mundo», aludiendo a toda la región. También es inevitable que generaciones posteriores, con conocimientos geográficos mucho más amplios, aceptasen al pie de la letra la frase «todo el mundo» y se entregaran a especulaciones innecesarias sobre lo imposible.
(Un ejemplo bien conocido de esto es la afirmación que a menudo se encuentra entre los historiadores antiguos de que Alejandro el Magno «conquistó el mundo», y que luego lloraba por«otros mundos que conquistar». Lo que quería decirse, era simplemente que Alejandro había conquistado una amplia zona de las partes del mundo que en aquella época eran bien conocidas de los griegos. En realidad, Alejandro conquistó solamente el cuatro o cinco por ciento del territorio del planeta y tenía mucho espacio para ampliar sus conquistas.)
El pueblo de Sumeria y de Acadia (situada al noroeste de Sumeria) contó una y otra vez la historia de aquella inundación concreta, que pudo producirse por lluvias sumamente fuertes sobre la región. Algunos sospechan que la inundación fue demasiado grave para achacarla solamente a las lluvias, y piensan que pudo haber una súbita elevación del nivel de las aguas en el golfo Pérsico que llevara a una desastrosa avenida del mar.
Hace poco se me ha ocurrido una explicación posible para semejante invasión del mar; pudo producirse por la desafortunada caída de un gran meteorito en el golfo Pérsico, casi cercado de tierra por todas partes. El chapoteo resultante habría tomado la forma de una ola gigantesca que avanzara desastrosamente hacia tierra, arrollando todo lo que encontraba a su paso.
Cualquiera que fuese la causa, la descripción bíblica del Diluvio incluye la invasión de las aguas marinas:
Génesis 7.11.
A los seiscientos años de la vida de Noé..., se rompieron todas las fuentes del abismo, se abrieron las cataratas del cielo...
En otras palabras, una oleada y lluvias.
En 1872, un arqueólogo inglés, George Smith, descifró unas lápidas antiguas de entre los restos de una biblioteca real asiria y encontró la descripción de una inundación de la que se salvó un hombre y su familia, junto con animales de diversas especies, a bordo de una embarcación. La historia se basa en fábulas aún más antiguas, que se remontan a tiempos sumerios.
El héroe de tales leyendas es Gilgamés, rey de la ciudad acadia de Ereg. Éste salió en busca de la vida eterna y encontró a Ut-Napishtim, que poseía el secreto. Ut-Napishtim contó su historia. Según parece, era rey de una ciudad sumeria en la época del Diluvio y escapó en un barco grande. Gilgamés recibió de él el secreto de la vida eterna, estuvo a punto de lograr las condiciones necesarias y lo perdió en la desgracia.
Los detalles de la historia sumeria del diluvio son muy semejantes a una serie de aspectos del relato bíblico. Parece muy probable que la historia bíblica del diluvio sea una versión de esa leyenda, mucho más antigua.
En la historia bíblica, el arca de Noé flota durante meses sobre el caudal de la crecida. Las aguas se retiran poco a poco:
Génesis 8.4.
... se asentó el arca sobre los montes de Ararat.
Nótese que no se nombra la cima de una montaña concreta. No se menciona al «monte Ararat», dando a entender que Ararat es una región o una nación en la que había una cadena de montañas donde el arca se asentó. La Anchor Bible traduce la frase como «la sierra de Ararat».
Si se necesitan más pruebas bíblicas de que Ararat es una región y no una montaña, pueden encontrarse en el capítulo cincuenta y uno de Jeremías. El profeta refiere la promesa de Dios de destruir Babilonia, que en aquella época se aprestaba a conquistar Judá:
Jeremías 51.27.
... convocad contra ella (Babilonia) los reinos de Ararat, de Minni y Askenaz.
Pero ¿dónde estaba y qué era Ararat? Recuérdese que, al buscarlo, debe considerarse la geografía tal como la conocían los autores del Génesis, y no necesariamente como se conocía en la época sumerio-acadia.
En tiempos de los asirios había un reino entre montañas donde nacían el Tigris y el Éufrates, en lo que ahora es el oriente de Turquía. Tenía su centro en el lago Van (un lago salado de aproximadamente la forma y el tamaño de nuestro Lago Salado), y en consecuencia a veces se le llama «reino de Van». Dicho reino se extendía desde el lago hasta el Cáucaso, y en las inscripciones asirias se le menciona como reino de Urartu, nombre del que Ararat es una versión clara.