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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

Guía de la Biblia. Antiguo Testamento (17 page)

Sin embargo, los autores bíblicos mejoraron la historia. Moisés fue un hijo legítimo que fue educado por una princesa.

La Biblia no ofrece detalles respecto a la juventud de Moisés, pero las leyendas posteriores llenan el vacío con acciones destinadas a ensalzar la gloria del futuro cabecilla de los israelitas. Josefo, por ejemplo, cuenta que los invasores etíopes tenían a Egipto a su merced cuando Moisés tomó el mando del ejército egipcio y derrotó totalmente a los etíopes. Pero en los anales de la historia de Egipto no hay pruebas de los acontecimientos descritos por Josefo.

Madián

Una vez adulto, Moisés se apiada de los esclavos israelitas, posiblemente por razones humanitarias y quizá porque se había enterado de sus orígenes. En un ataque de ira mata a un capataz egipcio y, cuando se descubre el hecho, huye de Egipto a toda prisa para evitar la orden de ejecución de un faraón irritado.

Éxodo 2.15.
... huyó del faraón y se refugió en la tierra de Madián.

Parece bastante probable que Madián estuviera situada al noroeste de Arabia, al oriente del mar Rojo, a unos trescientos veinte kilómetros al sudeste de Gosen. Representa la distancia más corta que Moisés pudo recorrer para encontrarse fuera de las fronteras del imperio egipcio.

Según la tradición posterior, Moisés tenía cuarenta años cuando huyó a Madián. Eso resulta demasiado preciso, porque divide en tres tercios los 120 años de vida que le concede la Biblia. Desde su nacimiento a los 40 años sería príncipe egipcio; de los 40 a los 80, exiliado en Madián; y de los 80 a los 120, dirigente de los israelitas.

Faraón (del Éxodo)

Mientras Moisés se asentaba en Madián, se casaba y tenía un hijo, en Egipto se producía un cambio decisivo.

Éxodo 2.23.
Pasado mucho tiempo, murió el rey de Egipto...

Si el Faraón de la Opresión fue realmente Ramsés II, eso tuvo lugar en el 1223 aC.

Sucedió a Ramsés II el mucho más débil Merneptah, a quien suele considerarse el Faraón del Éxodo, bajo cuyo reinado se produjeron los dramáticos acontecimientos que se describen en el resto del libro del Éxodo. Como tales acontecimientos representan poco menos que un absoluto desastre para Egipto, sería de esperar que el reinado de Merneptah se registrase en los anales egipcios como lleno de conflictos.

Y así es. Desde luego, los acontecimientos concretos que se describen en el Éxodo no se hallan en los anales egipcios, pero hubo muchos disturbios de otra especie y el reino de Merneptah conoció un período de conflictos en toda la región de la orilla oriental del Mediterráneo.

A lo largo de la historia antigua, aparecen épocas en que los pueblos nómadas se ponían en marcha. Una tribu se lanzaba contra otra que, a su vez, importunaba a su vecina y así sucesivamente, como una serie de fichas de dominó que cayeran unas sobre otras. Finalmente, la violencia llegaba a las ciudades establecidas en el mundo civilizado, y como sus habitantes no podían ceder a la presión ni cambiar fácilmente de lugar, en aquellas épocas las civilizaciones se veían a menudo inmersas en el desastre.

El siglo trece aC presenció una de esas migraciones multitudinarias de pueblos. El empuje de las invasiones bárbaras empezaba a sentirse en Grecia y en el sureste de Europa. Bajo tal empuje, bandas procedentes de Grecia, Creta y zonas aledañas hicieron incursiones a través del mar Egeo abriéndose paso hacia el oeste, el sur y el este. Invadieron Asia Menor, y la guerra de Troya quizá formara parte de esa invasión.

A consecuencia de los desórdenes que asolaron el Asía Menor, un pueblo nativo, los frigios, subieron al poder y asestaron el golpe definitivo al imperio hitita, que sufrió un grave descalabro en la gran guerra contra Ramsés II. A continuación, los hititas decayeron hasta convertirse en un mero vestigio, por lo que a los israelitas, cuando al fin conquistaron Canán, no les pareció más que otra tribu pequeña.

Entonces, varias tribus que abandonaban Asia Menor ante el empuje de las invasiones debieron de viajar hacia el Oeste para encontrarse en Italia con la civilización etrusca.

Los invasores procedentes del sureste europeo también llegaron a las costas de Egipto. Para los egipcios, eran los «pueblos del mar». Los egipcios lograron rechazarlos, pero sólo a costa de grandes pérdidas; sin duda, el daño producido en el país contribuyó grandemente a la decadencia de su poderío. No es ilógico que los israelitas aprovecharan los desórdenes producidos por la invasión para escapar.

Además, por primera vez desde el reinado de Tutmosis I, tres siglos antes, Egipto perdió el dominio sobre Canán. Un contingente de los pueblos del mar invadió Canán y se estableció en la costa sur con el nombre de filisteos. Los ejércitos egipcios fueron derrotados o, muy probablemente, desaparecieron al recibir la llamada para defender el suelo patrio. Durante nueve siglos, Egipto no volvió a dominar Canán; los israelitas, en su campaña para conquistar Canán, sólo tuvieron que enfrentarse a los cananeos nativos y no a un poderoso ejército egipcio. En realidad, sus enemigos más inveterados durante siglos fueron los filisteos, que habían entrado en Canán por el oeste, mientras que los israelitas lo hicieron por el este.

Por consiguiente, parece tener sentido la suposición de que Merneptah fuese el Faraón del Éxodo, ya se acepten o no los detalles concretos que se describen en la Biblia.

Horeb

La misión de Moisés de sacar de Egipto a los israelitas comienza en Madián.

Éxodo 3.1.
Apacentaba Moisés el ganado de Jetró, su suegro... Llevóle un día... al monte de Dios, Horeb...

Suele considerarse a las montañas como especialmente consagradas a los seres divinos; sólo hay que pensar en los dioses griegos y en su residencia, que se hallaba en el monte Olimpo. Al parecer, la Biblia hace aquí referencia a una montaña que en las antiguas tradiciones israelitas estaba consagrada a Dios.

En este versículo se le da el nombre de Horeb, pero en otros lugares del Éxodo se le llama Sinaí. Suelen aceptarse ambos nombres para referirse a tal monte, pero el último es mucho más conocido. Todo el mundo está de acuerdo en que no se halla situado en Canán, de modo que debe representar una antigua tradición sagrada. Por otro lado, su carácter santo no está relacionado con la era patriarcal, porque en el libro del Génesis no se menciona el Sinaí.

En realidad, ese carácter sagrado debe buscarse entre la mitología sumeria, porque el nombre de Sinaí puede referirse a la diosa lunar Sin, que era importante objeto de culto tanto en Ur como en Jarán (v. cap. l). Pero en ese caso, hay que preguntarse por qué no se relaciona al Sinaí con Abraham, que vivió en Ur y en Jarán.

Algunos estudiosos creen que el monte Sinaí se encuentra en alguna parte de la orilla árabe del mar Rojo, porque allí es donde Moisés se hallaba en aquella época. Si el Sinaí estuviera realmente relacionado con la mitología sumeria, ello indicaría una situación relativamente próxima al Semicírculo Fértil. Además, en varios pasajes poéticos de la Biblia, se relaciona al Sinaí con montañas situadas al sur de Canán. Por ejemplo, en un pasaje del Deuteronomio, normalmente llamado «Bendiciones de Moisés», leemos:

Deuteronomio 33.2.
...Yahvé, al salir del Sinaí, vino a Seir...

En realidad, al considerar el paralelismo de la poesía hebrea y su costumbre de decir dos veces lo mismo con una variación leve, podría caerse en la tentación de afirmar que el Sinaí es el monte Seir, también llamado monte Hor.

Sin embargo, en los primeros tiempos del cristianismo surgió la tradición de que la montaña estaba situada en la península triangular que se extiende entre los extremos de Asia y África, lo que en la actualidad se conoce por Sinaí.

La península del Sinaí, de unos 224 kilómetros de longitud, limita al norte con el mar Mediterráneo y al sur con el mar Rojo. El extremo norte del mar Rojo se divide en dos brazos angostos, como los pedúnculos movibles de un caracol, que ciñe al Sinaí por el suroeste y por el sureste. El tentáculo occidental, el más largo y ancho, es el golfo de Suez; el oriental, el golfo de Acaba.

Cuando Egipto era poderoso, el Sinaí formaba porte de sus dominios, tanto durante el Reino Medio como durante el Imperio. Tras la invasión de los pueblos del mar, la decadencia de Egipto permitió que el poder pasara a sus propios habitantes nómadas. (En la actualidad, el Sinaí forma parte del Egipto moderno, pero fue ocupado por Israel a raíz de la guerra de los Seis Días, en 1967.)

Al sur del Sinaí hay una cadena de montañas entre las cuales, según se cree, se encuentra el monte Sinaí. Una tradición que se remonta al siglo sexto dC lo identifica concretamente con la cima más alta, que se eleva a unos 2.400 metros. Ese pico ostenta el nombre árabe de Yebel Musa, «Monte de Moisés».

Yahvé

En el monte Horeb, Moisés observa una zarza en llamas que no se consume. Se acerca a ella, y Dios, que le habla desde el matorral, le ordena volver a Egipto para librar a los israelitas de la esclavitud.

Dios revela su nombre a Moisés:

Éxodo 3.14.
Y Dios dijo a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY»...

La frase, que se escribe en letras mayúsculas en señal de reverencia, se traduce en la Revised Standard Version por YO SOY QUIEN SOY, con una nota a pie de página que da las traducciones alternativas de YO SOY LO QUE SOY y YO SERÉ LO QUE SERÉ.

Al parecer, el nombre de Yahvé está relacionado con cierta forma del verbo «ser», ya en presente o en futuro imperfecto, como si la esencia fundamental de Dios fuese la existencia eterna.

Moisés vuelve a Egipto junto con su hermano mayor, Arón, pero sus primeros esfuerzos no impresionan al faraón. El monarca egipcio incrementa la opresión, de manera que los israelitas, que al principio aclamaron a Moisés, se vuelven contra él. Dios tranquiliza a Moisés y vuelve a pronunciar su nombre, esta vez en una versión más breve:

Éxodo 6.3.
Yo me mostré a Abraham, a Isaac y a Jacob como El Saddai
[30]
, pero no les manifesté mi nombre de Yahvé.

El nombre que aquí se da a Dios es YHVH, que ya mencionamos en el capítulo 1.

En la historia posterior, los judíos fueron haciéndose cada vez más reacios a pronunciar el verdadero nombre de Dios, y para ellos se convirtió en una señal de respeto la sustitución de las cuatro consonantes siempre que aparecía el título respetuoso de «el Señor», que en hebreo es
Adonai
.

En la King James y en la Revised Standard Version, se sigue ese procedimiento, traduciéndoseYHVH de manera sistemática por «Señor». El Éxodo 6.3 es el único lugar donde la versión King James olvida tal precaución y utiliza el nombre de Dios, La Revised Standard Version no lo hace así,sino que, de modo consecuente, traduce la frase del Éxodo 6.3 como «pero no les manifesté mi nombre de el Señor». (La traducción del texto masorético da las consonantes hebreas sin traducir, con una nota a pie de página indicando que quieren decir «el Señor».)

El nombre de Jehová lo han aceptado casi de manera universal los cristianos angloparlantes como la forma correcta de pronunciar YHVH, pero se trata de una costumbre que surgió de un error.

Parece que a medida que pasaban los siglos y los judíos posteriores se extendían por todo el este prefiriendo hablar arameo, babilonio y griego en lugar de hebreo, aumentó el peligro de que se olvidase la pronunciación correcta del lenguaje bíblico. En consecuencia, los estudiosos judíos colocaron pequeños signos diacríticos bajo las consonantes hebreas, indicando los sonidos vocálicos que las acompañaban en cada palabra concreta.

Sin embargo, en YHVH no colocaron los signos diacríticos adecuados, porque ese nombre no debía pronunciarse en modo alguno. En cambio, pusieron signos diacríticos a
Adonai
, la palabra que sí podía pronunciarse. En la Edad Media, al suponer que las vocales de
Adonai
pertenecían a las consonantes YHVH, un estudioso cristiano le dio la forma de Jehová. (En latín, la J inicial se pronuncia como un Y.)

El error persistió y probablemente seguirá existiendo. De hecho, los estudiosos modernos parecen haber decidido que la pronunciación correcta de YHVH es Yahvé.

Durante la mayor parte de los tiempos del Antiguo Testamento, el culto a Yahvé, según el ritual establecido en los cinco primeros libros de la Biblia (que, con arreglo a la larga tradición tanto judía como cristiana, fueron escritos por Moisés), no tuvo éxito entre los israelitas. En este libro hablaré de quienes creían en el culto a Yahvé (en especial, de la veneración exclusiva a Yahvé como único Dios) con el apelativo de yahvistas.

Arón

Moisés y su hermano Arón pertenecían a la tribu de Leví; en generaciones posteriores, el sacerdocio quedó reservado a los descendientes de Arón, de manera que la expresión «levita» llegó a ser prácticamente sinónima de «sacerdote». En vista de ello, el Éxodo hace una pausa para enumerar la genealogía de Arón.

Se dice que Leví tuvo tres hijos; Caat, el segundo, tuvo cuatro hijos, de los que Amram y Jishar fueron los dos primeros. Se dice que en el momento de su muerte, Leví, Caat y Amram tenían respectivamente 137, 133 y 137 años, de manera que aún persisten ecos de la edad patriarcal en personajes con vidas relativamente longevas.

Éxodo 6.20.
Amram tomó por mujer a Jocabed, que le parió a Arón y a Moisés...

Éxodo 6.21.
Hijos de Jishar: Coré...

Coré, que más tarde se rebeló contra Moisés y acabó de mala manera, es primo carnal de Moisés, según la descripción que se da en este versículo. A pesar de su rebelión, también es el antepasado de uno de los gremios de músicos del templo, a quienes la Biblia se refiere en diversos lugares, sobre todo en el libro de los Salmos, como coreitas, coritas o coreos.

El linaje de Arón se lleva más lejos:

Éxodo 6.23.
Arón tomó por mujer a Elisabet... la cual parió a Nadab, Abiu, Eleazar e Itamar.

Éxodo 6.25.
Eleazar tomó por mujer a una de las hijas de Futiel, que parió a Fines.

Nadab y Abiu murieron durante el Éxodo, pero Eleazar e Itamar sobrevivieron, y llegaron a ser los antepasados de dos destacadas familias sacerdotales de épocas posteriores. Arón fue el primer Gran Sacerdote, y le sucedió primero su hijo Eleazar y, luego, su nieto Fines.

Los magos de Egipto

Tras la genealogía levita, los autores del Éxodo vuelven al tema principal de su relato.

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