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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

Guía de la Biblia. Antiguo Testamento (15 page)

BOOK: Guía de la Biblia. Antiguo Testamento
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Génesis 48.22.
Te doy a ti, a más de lo de tus hermanos, una parte...

Sin embargo, el versículo no es claro. La palabra hebrea
shekem
, que aquí se traduce como«parte», normalmente significa «hombro», y en consecuencia tal vez fuese la ladera de un monte. en la Revised Standard Version dice Jacob: «A más de lo de tus hermanos, te daré a ti la ladera de una montaña... ». Por otro lado, podría referirse a la ciudad de Siquem, y la Anchor Bible lo traduce: «Además de lo de tus hermanos, te daré Siquem... ».

En realidad, cuando Canán se distribuyó siglos más tarde entre las tribus, Efraím recibió una parte y Manasés, la segunda tribu de José, recibió otra, que incluía Siquem y sus alrededores.

Cuando Jacob se disponía a bendecir a Efraím y Manasés, José arregló las cosas para que Manasés, su primogénito, estuviera al alcance de la mano derecha de Jacob, pues el anciano, como su padre, estaba ciego por la edad y no podía distinguirlos sin ayuda.

Pero Jacob cruzó los brazos, colocando la mano derecha sobre Efraím, el más pequeño.

De nuevo, esto refleja probablemente la historia tribal primitiva y sugiere una situación semejante a la producida entre Fares y Zaraj (v. este mismo cap.). Al principio, Manasés pudo ser el grupo dominante entre las tribus de José, de manera que la tradición lo considerase como el primogénito de José. Sin embargo, en fechas posteriores, Efraím logró y conservó el poder.

Judá

Después, Jacob ordenó a sus hijos que se reunieran en torno a su lecho de muerte mientras les iba anunciando su destino. A continuación se expone el «Testamento de Jacob», que parece reflejarla situación existente en tiempos de David, de modo que el capítulo cuarenta y nueve del Génesis probablemente recibió su forma definitiva en aquella época.

Se utiliza un lenguaje profético, y aunque tal vez fuese fácilmente comprensible a los hombres de la época, conocedores de los acontecimientos históricos, con el paso del tiempo resulta oscuro.

En seguida termina con los tres hijos primeros. En la época de David, su dominio se eclipsa por completo:

Génesis 49.3.
Rubén, tú eres mi primogénito...

Génesis 49.4.
Herviste como el agua. No tendrás la primacía porque subiste al lecho de tu padre...

Génesis 49.5.
Simeón y Leví son hienas. Instrumentos de violencia son sus espaldas.

Génesis 49.7.
Maldita su cólera...

Las razones tradicionales de su fracaso son la seducción de Bala por parte de Rubén, y el ataque contra Siquem perpetrado por Simeón y Leví (v. este mismo cap.).

Se describe el entusiasmo de Jacob al dirigirse a su cuarto hijo:

Génesis 49.8.
A ti, Judá, te alabarán tus hermanos...

Génesis 49.10.
No faltará de Judá el cetro, ni de entre sus pies el báculo...

Esto refleja el hecho de que cuando se estableció un reino sólido y poderoso en la tierra de Israel, fue David, de la tribu de Judá, quien lo formó. Para entonces, Israel había derrotado a todos sus enemigos y establecido su dominio por toda la mitad occidental del Semicírculo Fértil. Pareció llevar la historia de Israel a su punto álgido, a una especie de «final feliz» que impregna esta parte del Testamento.

Desde luego, menos de un siglo después de que David llegara al poder, el reino quedó dividido en dos y la dinastía judaica de David conservó la mitad menos importante. Es probable que el capítulo cuarenta y nueve recibiera su forma definitiva antes de que se produjera la escisión.

Por supuesto, el reino de la parte sur del país quedó para los descendientes de David sin interrupción hasta el 586 aC, de modo que durante cuatro siglos no faltó el cetro de Judá.

Con una sola excepción, los demás hermanos se mencionan breve y enigmáticamente; en general, en sentido favorable. La excepción es, desde luego, José, a quien se alaba prolija y largamente. Ello es un reflejo de la importancia de las tribus de Efraím y de Manasés durante el período tribal, antes del establecimiento del reino de David.

También pudo ser una cuestión diplomática. Las tribus del Norte no acogieron bien la dominación judaica y, efectivamente, se separaron con bastante prontitud. No habría sido bueno política escatimar elogios a su representante más destacado.

Jacob murió a los 147 años y sus hijos lo llevaron de vuelta a Canán para enterrarlo en la Caverna de Macpela, donde ya estaban sepultados sus abuelos, Abraham y Sara, sus padres, Isaac, y Rebeca, y una de sus viudas, Lía.

José murió medio siglo después, a los 110 años, y con su muerte finaliza el libro del Génesis en una fecha que podría estimarse hacia el 1650 aC. Cae el telón sobre un Egipto donde los hicsos mantienen un dominio sólido y los israelitas siguen siendo bien venidos al país.

Cuando vuelve a levantarse el telón, al inicio del libro siguiente, han transcurrido unos cuatro siglos y las circunstancias han cambiado drásticamente.

2. Éxodo

Éxodo • Efraím • Faraón (de la opresión) • Pitom y Rameses • La hija del faraón •Moisés • Madián • Faraón (del Éxodo) • Horeb • Yahvé • Arón • Los magos de Egipto • Pascua • Abib • El mar Rojo • Piajirot • Omer • Amalec • Josué • Querubines • Urim y tummim • El becerro fundido.

Éxodo

Entre los dos primeros libros de la Biblia hay un largo vacío cronológico de unos cuatro siglos, después de la entrada en Egipto de Jacob y de sus hijos. Para llenar ese hueco, el libro segundo empieza con un sumario apresurado en el que se enumeran los cabezas de familia que entraron en Egipto:

Éxodo 1.1.
Estos son los nombres de los hijos de Israel...

La frase «Estos son los nombres» es una traducción del hebreo
ve-elleh shemoth
. Los judíos la utilizan como título del libro segundo, reduciendo normalmente la frase a la sola palabra «shemoth» («nombres»). La Septuaginta llama al libro «Exodos» (o Exodus, en su equivalente latino), que significa «salida», porque trata de la marcha de Egipto de los israelitas.

Efraím

Aunque al principio del Éxodo se enumeran los hijos de Jacob, la Biblia no menciona a los patriarcas epónimos de las tribus como individuos, salvo con una excepción.

En el primer libro de las Crónicas, con un rápido repaso a las genealogías de la historia primitiva bajo el punto de vista de los judíos del período postexiliar, se dice de pasada que algunos hijos de Efraím (el hijo menor de José) fueron asesinados cuando bajaban a recoger sus ganados en una ciudad al sur de Canán.

1 Crónicas 7.22.
Efraím, su padre, hizo mucho tiempo duelo por ellos, y sus hermanos vinieron a consolarla.

Este pasaje no hace clara referencia al período en que los israelitas se encontraban en Egipto, y no es probable que así fuera. Egipto pasaba entonces por una etapa sólida y tranquila de su historia, y no es probable que se permitieran incursiones de ganado dentro de sus fronteras. Y la incursión de rebaños tuvo lugar a unos 240 kilómetros de Gosen, distancia muy larga para ir a recoger ganado.

Es posible que este versículo recoja un pasaje primitivo de la historia tribal de Canán varios siglos después de la época en que vivieron los hijos de Jacob. En este sentido, Efraím puede representar a la tribu en general, en lugar de considerarse como su antepasado individual.

Salvo por esta referencia, todo lo concerniente a los hijos de Jacob es leyenda extrabíblica. José debió ser el primero de los hermanos en morir, y Leví el último. Hacia el 100 aC se escribió un libro titulado «
El testamento de los doce patriarcas
», que contenía las supuestas manifestaciones de los doce hijos de Jacob en su lecho de muerte. Cada hijo repasaba su propia vida, se lamentaba de sus errores e instaba a sus hijos para que no cometieran sus mismos pecados y practicaran la virtud. Sean cuales fueren los valores éticos y morales de tales admoniciones, carecen de todo valor histórico.

Faraón (de la opresión)

En cualquier caso, el Éxodo manifiesta que tras la muerte de José y de sus hermanos, los israelitas prosperaron, se multiplicaron y, se hicieron numerosos. Y entonces:

Éxodo 1.8.
Alzóse en Egipto un rey nuevo, que no sabía de José.

A diferencia del amable protector de José, el nuevo faraón no tenía simpatía a los israelitas; al contrario, los temía como posible fuente de peligros para el país y, en consecuencia, tomó medidas rigurosas contra ellos.

Si el faraón de José fue realmente uno de los primeros reyes hicsos, entonces los acontecimientos aparecen con bastante claridad.

Al fin y al cabo, los hicsos no dominaron Egipto por completo. Su poderío estaba concentrado en el Delta y, muy al sur, fuerzas nativas egipcias ostentaban el poder local y reunían fuerzas.

A unos 800 kilómetros Nilo arriba había una ciudad que más tarde los griegos llamarían Tebas y que era la ciudad más importante del Alto Egipto. En los reinos antiguo y medio su importancia estaba deslucida por Menfis y las ciudades del Delta. Sin embargo, en tiempos de desintegración política, las dinastías tebanas dominaban a veces en un sur prácticamente independiente. La dinastía undécima, por ejemplo, gobernaba desde Tebas en los años anteriores al establecimiento del Reino Medio.

Una vez que los hicsos conquistaron Egipto, Tebas tuvo otra oportunidad. Durante el período hicso mantuvo una independencia precaria, y poco a poco fue aprendiendo las técnicas militares (el caballo y la carreta, un arco perfeccionado, el uso de la armadura) que ignoraba y con las cuales habían conquistado el país los ejércitos hicsos.

En 1570 aC, Amés, el primer rey de una dinastía nueva, la dieciocho, subió al poder en Tebas y desencadenó un firme ataque contra los hicsos, satisfechos de sí mismos y ya en decadencia. Amés los derrotó, les arrebató el poder y se proclamó faraón de todo Egipto, que después de siglo y medio de dominio extranjero estaba de nuevo bajo una dinastía nativa.

Amés bien pudo ser el «nuevo rey de Egipto, que no sabía de José». Como representante del renacimiento egipcio no debió sentir sino recelo y desagrado hacia los israelitas, a quienes habían traído los hicsos y a los que no consideraría más que un residuo de ellos. En cualquier invasión nueva procedente de Asia, Amés pensaría que los israelitas se habían aliado con los invasores, a quienes les unían lazos de cultura y lengua.

Aunque para los israelitas pudo señalar el inicio del cambio, el reinado de Amés quizá no acabase con su suerte. Estas cosas se fomentan a sí mismas. Los israelitas, tratados como ciudadanos de segunda clase y como blancos de la sospecha manifestaron su descontento, y tal enemistad fue la excusa para intensificar la opresión. El opresor, que con razón temía el resentimiento del oprimido, convirtió la discriminación en esclavitud casi de manera instintiva.

Éxodo 1.13.
Sometieron los egipcios a los hijos de Israel a cruel servidumbre,

Éxodo 1.14.
haciéndoles amarga la vida con rudos trabajos...

El faraón concreto (no necesariamente Amés; en realidad, es casi imposible que fuese Amés) bajo el cual llegó a su punto álgido el avasallamiento de los israelitas es al que se denomina «Faraón de la opresión».

Para decidir quién podría ser el Faraón de la opresión, volvamos a la historia egipcia.

Tras la época de Amés, los egipcios, con las nuevas técnicas de combate que habían aprendido de los hicsos, entraron en la era más triunfal de su historia militar. Este período se conoce como «Nuevo Reino» o «Imperio», pues Egipto extendió su poder de manera espectacular por partes de la vecina Asia.

Las grandes hazañas militares que acompañaron al establecimiento y mantenimiento del imperio egipcio tuvieron lugar durante el período de la servidumbre israelita en Egipto; en consecuencia nada de ello se cita en la Biblia, cuyos autores se centran por completo en el destino de los israelitas.

Bajo Tutmosis I (1525-08 aC) y Tutmosis III (1490-36 aC), en especial este último, a veces llamado «Tutmosis el Grande» y el «Napoleón del antiguo Egipto», los ejércitos egipcios recorrieron victoriosos la mitad occidental del Semicírculo Fértil. En el 1479 aC, Tutmosis III ganó una gran batalla en Megiddo, ciudad al norte de Canán, a unos ochenta kilómetros al norte de Jerusalén. Apartir de entonces, Canán y todo el territorio hacia el norte, casi hasta el Éufrates, formó parte de Egipto. Bajo Amenofis III (1397-70 aC), el imperio gozó de grandes triunfos y prosperidad.

Con el hijo de Amenofis III, Amenofis IV (1370-53 aC), comenzó la decadencia. El nuevo rey era un revolucionario religioso. En un país de dioses numerosos, Amenofis IV era monoteísta y reconocía a un solo dios, Atón, representado en la naturaleza por el sol. Como su nombre, Amenofis o Amenhotep, significa «Amón está contento» y glorifica al dios Amón, el nuevo faraón lo rechazó por idólatra y adoptó el nuevo nombre de Akenatón («Atón está satisfecho»). Estableció una nueva capital en Aketaton («el horizonte de Atón»), situada a mitad de camino entre Tebas y el Delta. En su emplazamiento está ahora la aldea de Tel el Amarna.

Akenatón trató de establecer a la fuerza el nuevo monoteísmo por todo Egipto, pero los sacerdotes de los antiguos dioses se opusieron de manera inflexible; tenían de su lado el conservadurismo innato del pueblo egipcio. Tras la temprana muerte de Akenatón y un breve reinado de sólo diecisiete años, la nueva religión se desintegró. Bajo su joven yerno Tutankatón (1352-43 aC), el antiguo sacerdocio logró una victoria completa. Se abandonó Aketatón y se obligó a Tutankatón a que cambiara su nombre por Tutankamón.

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