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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

Fénix Exultante (7 page)

—O quizá el caballo aprenda a cantar —murmuró Faetón.

—¿Cómo has dicho?

—Lo lamento. Sólo meditaba sobre mis esperanzas para el futuro.

—¿Esperanzas? Hablabas de un caballo.

—Una vieja historia… Un hombre condenado por un tirano le pide un año más de vida, diciéndole que, si la sentencia se posterga un año, enseñará al caballo del tirano a cantar himnos. El tirano acepta. Los demás reos se divierten al ver que este prisionero canta pacientemente en la cuadra todos los días. Cuando los demás reos se burlan de su necedad, el hombre responde que en un año pueden pasar muchas cosas. Quizá se muera el tirano, quizá se muera el caballo. O quizá el caballo aprenda a cantar.

—Una historia estúpida.

—Yo también pensaba lo mismo. Ahora no estoy tan seguro. ¿Las falsas esperanzas son mejores que ninguna? Quizá lo sean.

Faetón fijó los ojos en un punto que estaba más allá del horizonte.

—No. Es estúpida porque no se tardaría tanto en descargar información y rutinas de canto en un caballo, si la configuración cerebral es estándar. ¿Un año? Sólo llevaría cinco minutos.

—Es una historia muy antigua, de los tiempos en que los caballos no estaban extinguidos.

Oshenkyo entornó los ojos sorprendido.

—Qué raro. Creí que los caballos eran artificiales, productos genéticos de las reinas señoriales Rojas.

—¿Artificiales? ¿Quieres decir inventados?

—¡Artificiales! Como los dragones, los grifos y los elefantes.

—Los elefantes modernos son una reconstrucción genética de una especie que existió.

Oshenkyo resopló.

—¿Con un brazo retráctil en la nariz? ¿Crees que semejante criatura evolucionaría por sí misma? De ninguna manera. Un invento de las mansiones Rojas, sin duda. Una estupidez típica de ellos. ¡Ah, espera! —Oshenkyo se levantó de un brinco y agitó el brazo—. ¡Mira allá! Menús de bienvenida. Conocerás a Ironjoy. Él te explicará cómo son las cosas. Si lo escuchas, te conseguirá trabajos bonitos… Quizá puedas comer, y comer bajo techo, al amparo de la lluvia. Estaría bien, ¿eh? Pórtate bien con él, y muestra tu mejor sonrisa.

—Procuraré desempeñarme con mi mejor conducta —dijo Faetón con voz irónica. Tres sujetos ascendían por la cuesta del acantilado hacia el lugar donde Faetón estaba con Oshenkyo. Los tres usaban mandiles verde azulado de antiguo diseño, con hombreras anchas y faldas largas, y muchos bolsillos para guardar instrumentos caseros. El del medio (quizá el líder) llevaba hebras de atención doradas en los bolsillos del pecho. Anchos y chatos sombreros de paja cuyas alas colgaban sobre sus hombros les echaban sombra sobre el rostro. Los elementos cromáticos de los mandiles no estaban correctamente afinados; los tres estaban rodeados por una telaraña irisada azul verdosa, destellos y sombras fluctuantes que creaban la impresión de que caminaban bajo el agua.

El líder parecía ser un humaniforme básico hasta que estuvo a unos pasos de Faetón. Los colores fluctuantes del mandil averiado habían ocultado su verdadera silueta. Mientras el desconocido se aproximaba, Faetón vio que un segundo par de brazos y manos surgía de sus hombros dobles. Bajo el ala del sombrero, su rostro era una máscara inmóvil de cartílago huesudo, con tres o cuatro pares de ojos y ojos secundarios, cuernos de microondas, enchufes infrarrojos, células de electrodetección y antenas de baja frecuencia. No tenía nariz, y la boca era una pinza insectoide.

Faetón miró a izquierda y derecha. Los otros dos usaban rostros estándar, masculino y semimasculino, con brillantes dientes de diamante. El varón tenía una barba entretejida con mechas de sensación multicolores. Mechas similares colgaban del cabello de la semihembra. Los dos usaban placas metálicas negras que les cubrían los ojos, quizá un tosco filtro sensorial e interfaz, controlado por pestañeos y movimientos oculares. El hombre chupaba una pajilla de color que le caía del bigote.

El líder de cuatro brazos se adelantó y miró de arriba a abajo la armadura negra y dorada de Faetón. Faetón lo inspeccionó a su vez.

Faetón reconoció que el diseño corporal era de fines de la Quinta Era, cuando las mentes colectivas, perdiendo dinero y prestigio, intentaron reducir los costes en servicios espaciales con servocuerpos especializados que reemplazaran la costosa maquinaria para excursiones extravehiculares. Las servocriaturas eran inmensamente fuertes, pues en un tiempo habían operado como estibadores y peones de mantenimiento, y podían percibir muchas frecuencias de radiación al mismo tiempo. La fabricación de su traje espacial o segunda piel era más económica que la compleja armadura espacial requerida por un hombre de forma humana. Los servos requerían poco alimento y agua; sus cuerpos podían reciclar gran parte de sus desechos.

Hacía siglos que las servoformas se habían extinguido, y por lo que Faetón sabía, nunca habían atraído a las consciencias individuales. Pero era un cuerpo excelente para el exilio, pues era duradero y muy frugal. Faetón pensaba que la criatura era detestable.

El hecho de que no usaran anuncios ni meros polímeros caseros le inducía a creer que estos tres representaban a la clase superior de esta «sociedad» de parias. Los Pares de los pobres, por así decirlo.

Faetón notó que los otros dos, siseando y regurgitando, riendo y murmurando, se habían inclinado para examinar la nueva oreja de Oshenkyo. La semihembra lanzó una jadeante risotada de admiración y deleite; el hombre cabeceaba despacio, complacido e impresionado, haciendo ondear su sombrero de paja.

La voz chata y zumbona de un altavoz mecánico salió del pecho de la servocriatura.

—Mi yo se identifica como Vulpino Primero Ironjoy, neuroforma básica con extensiones Invariantes no estándar, sin composición ni escuela. Los compatriotas se identifican como Lester Cero Haaken, básico, expulsado de una sociedad mental no jerárquica limitada, la Escuela de Reforma del Homicidio Ritual; el segundo compatriota se identifica como Drusillet Cero Autoalma, neuroforma sub Cerebelina, estasis de personalidad múltiple, autoescuela.

La semihembra, evidentemente Drusillet, se irguió y habló con afeminada voz de contralto:

—¡Incorrecto! ¡Mi escuela es el Aserto de Benevolencia Omnipresente! ¡Muchos hijos son sus miembros, llenos de amor y bondad, protegidos de los males y daños de la vida! ¡Pronto, muy pronto, revelarán su amor y gratitud por todos los beneficios que les he mostrado, y obligaré a los Exhortadores a rescindir la interdicción que pesa sobre mí!

Lester también hizo un gesto de rechazo.

—No hay tal Escuela de la Reforma del Homicidio Ritual. Semejante cosa sólo existe en las historias de terror. Soy y seré siempre un miembro de la Escuela íntima. Mis pensamientos son míos, y no están expuestos a examen ni revisión. Si quiero deleitarme con el deseo de mentir, engañar, robar y matar, no es asunto de nadie salvo mío, siempre que no actúe según ese deseo, ¿verdad? No dejes que Ironjoy te desconcierte, chico nuevo. No somos forajidos.

—Claro que no —gorjeó Oshenkyo—. Sólo gente impopular, ¿eh?

—Algunos de nosotros sufrimos por una causa justa —dijo Lester.

Faetón asintió.

—Es un gusto conocer a alguien que comparte mis opiniones en esta cuestión. Yo también sufro tribulaciones por una causa que considero digna y correcta.

—¡Aja! —exclamó Lester, dando una palmada fraternal a la hombrera de Faetón—. Almas afines, ¿eh? Un gusto conocerte. Y, créeme, la sociedad enferma que nos ha rechazado no puede durar mucho tiempo. No, señor. La Ecumene Dorada pronto se derrumbará bajo el peso de su enrarecida podredumbre. Las máquinas creen que pueden anestesiarnos, imponernos modalidades antinaturales e inhumanas. ¡Un día la verdadera y bestial naturaleza del hombre aflorará con un rugido! Ese día, los manifestantes derrumbarán los edificios de las máquinas pensantes, los violadores y saqueadores cumplirán sus oscuras fantasías, y la sangre correrá en gloriosos chorros por las calles. ¡Recuerda mis palabras!

Lester, en este punto, estaba muy cerca de Faetón, y agitaba el dedo para enfatizar.

Ironjoy apoyó una de sus manos izquierdas en el hombro de Faetón y lo hizo retroceder.

—¡Indecoroso! Permitid que el chico nuevo se aclimate. Luego hablaremos de lo demás.

—Tiene tiempo de sobra para enterarse de tus teorías, Lester —dijo Oshenkyo. Dio la vuelta y miró a Faetón con ojos entornados—. Todos tenemos que soportar las peroratas de Lester. Una especie de concurso
.
Quien las soporta más tiempo recibe un gran premio.

O bien Lester estaba habituado a estas bromas, o bien se llevaba muy bien con Oshenkyo y no se ofendía ante estos comentarios, pues saludó a Faetón con un cabeceo cortés y se volvió hacia Ironjoy.

—Oshenkyo se ganó su billete. Te mandaré una factura de mi informador, por quince módulos. ¿Justo?

Ironjoy asintió con un gruñido y Lester se volvió, dio una última y larga mirada de envidia y admiración a la nueva oreja de Oshenkyo y se alejó con paso vivaz.

—Vale más de quince —le murmuró Oshenkyo a Ironjoy—. ¡Mira el brillo de esa armadura! Admantio. Es mi pesca. Yo digo veinte.

Ironjoy hizo un gesto lacónico con la mano derecha inferior. Oshenkyo se calló y retrocedió, entornando los ojos. Era difícil interpretar los gestos de ese rostro cubierto de tatuajes, pero parecía enfadado. Ironjoy señaló a Faetón con su mano superior izquierda, evidentemente una señal para Drusillet, quien sacó una tarjeta de lectura, amarilleada por el tiempo, y se acercó a Faetón.

—Abre tu espacio mental, por favor, chico nuevo —le dijo—. Queremos ver qué puedes ofrecernos. Lo que más necesitamos son rutinas médicas. Aunque también nos vienen bien la estructuración de información, la compresión de datos y las técnicas de migración. Déjame conectarte con la Mentalidad para efectuar un chequeo.

Avanzó para insertar la cabeza lectora de la tarjeta en un enchufe de la hombrera de Faetón.

Faetón le apartó la mano antes que ella pudiera tocar los controles del traje.

Drusillet retrocedió boquiabierta, y echó una mirada temerosa a Ironjoy. Las placas de metal que le cubrían los ojos ocultaban parcialmente su expresión, pero era evidente que no había esperado un rechazo.

—Disculpa, amigo… o amiga —dijo Faetón—. Pero no nos han presentado formalmente. Y tengo gravísimos motivos personales para desear que no me enlacen con la Mentalidad. Pero quizá un par de explicaciones me tranquilicen. ¿Pensabas adueñarte gratuitamente de mi propiedad? ¿Intentabas hacer copias piratas de mis rutinas? Hay una docena de alguaciles revoloteando en las cercanías.

Señaló el enjambre de implementos semejantes a abejas, que zumbaban en el aire.

—¡No hay polis! —Ironjoy alzó las cuatro manos al mismo tiempo, un gesto inquietante, casi amenazador—. El chico nuevo está desorientado. Se cree que todavía está vivo. Cree que los alguaciles lo protegerán. ¡Explicadle la realidad! Yo me largo. Las circunstancias pronto se impondrán.

Giró con un chasquido de su atuendo verde fluctuante y echó a andar por el sendero entre los arbustos farmacéuticos.

Drusillet miraba a Faetón con una expresión fascinada y temerosa. Oshenkyo se acuclilló a poca distancia, tarareando y trazando círculos sinuosos en el suelo con una ramilla. Faetón se quedó con las manos entrelazadas detrás de la espalda, la cabeza erguida, las piernas separadas, los hombros y los codos cubiertos por los pliegues de su capa negra. Por un instante, nadie habló.

—Tú no entiendes cómo funcionan las cosas aquí —le dijo Drusillet.

—Te escucho. Explícamelo.

—Ironjoy no es un flotero. En realidad es un costero; no le importa cuánto tiempo añada a su sentencia. Partes de su cerebro murieron mucho tiempo atrás, de vejez, pero él hizo reforzar las otras partes con virus mentales Invariantes que ellos ceden gratuitamente. Aun a nosotros. De un modo u otro, Ironjoy dirige la tienda mental de aquí. Es el único que puede vendernos mercancías, o que puede operar un buscador para localizar trabajos en los mercados oscuros y las redes menores.

—¿Cómo hace Ironjoy para encontraros trabajo? —preguntó Faetón.

Drusillet se metió un mechón de cabello entre los labios y lo sorbió. Tiritó y sonrió.

—¡Te sorprenderías! Todos creen que las máquinas pueden hacer todo mejor, con mayor inteligencia y rapidez, con lo cual sería imposible conseguir trabajo. Pero ellas no pueden hacer todo al mismo tiempo, así que podemos hacer ciertas tareas por un precio menor, aunque seamos más lentos y estúpidos. En mi caso, lo último que hice fue indagar las memorias de Devolkushend para preparar su autobiografía, y eliminar o glosar las partes que no sirven para el teatro. Fue un trabajo duro, vivir su estúpida vida una y otra vez, pero él tiene sus admiradores y quería encargar esa tarea sin gastar demasiado. Se requería cierto criterio humano, y yo tengo una rutina de criterio de Ironjoy para eso, una de esas cosas presentadas por críticos semi Taumaturgos.

—¿Entendí correctamente cuando Ironjoy dijo que tenías neuroforma Cerebelina? Te expresas de manera lineal, como un básico, no como un global.

Ella puso una cara triste y tímida.

—Sub Cerebelina. Piensa en una mente colectiva con una personalidad dividida. Mientras mis otras personalidades no salgan a primer plano, mientras yo no me configure como una totalidad global, pienso y actúo como vosotros, gentes solitarias. Sólo una mente, un punto de vista, toda sola. Es lo que debo hacer para proteger a mis hijos.

Faetón sintió curiosidad, pero vio que ella no quería hablar más de ese tema. En cambio, le preguntó por su trabajo.

—¿Cómo hace Devolkushend, cuando te contrata, para no provocar la ira de los Exhortadores?

—Ah, él es un Nuncaprimerista. Odian a los Exhortadores. Los Nuncaprimeristas, los desviacionistas y los fenómenos todavía hacen tratos con nosotros. Y muchas cosas se hacen bajo cuerda, o a través de escuelas con elevadas restricciones de privacidad. Sobre todo ahora, durante la Mascarada. Algunos nos disfrazamos y vamos a mirar a escondidas a las personas reales. —Su rostro adquirió una expresión de añoranza. Faetón se la imaginó en la Mascarada, bajo la lluvia, escrutando una ventana o balcón para tener un atisbo distante de un niño crecido que ya no la reconocería. Era una imagen patética, perturbadora. ¿Era acertada? No lo sabía—. En definitiva, los Exhortadores no son los alguaciles, y no pueden obtener una orden para leer una mente ajena.

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