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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

Estado de miedo (46 page)

Fuente:
Red de Climatología Histórica de Estados Unidos (USHCN)

»Albany, un descenso de medio grado en ciento ochenta años. Evans se encogió de hombros.

—Como he dicho antes, variaciones locales.

—Pero me pregunto —dijo Jennifer— cómo encajan estas variaciones locales en una teoría del calentamiento del planeta. Tal como yo lo entiendo, el calentamiento global viene provocado por un incremento de los llamados gases de efecto invernadero, tales como el dióxido de carbono, que atrapan el calor en la atmósfera terrestre c impiden que escape al espacio. ¿Es así como lo entiendes tú?

—Sí —contestó Evans, alegrándose de no tener que ofrecer una definición propia.

—Así pues, según la teoría —continuó Jennifer—, ¿la atmósfera se calienta, tal como dentro de un invernadero?

—Sí.

—Y estos gases de efecto invernadero afectan a todo el planeta.

—Sí.

—Y sabemos que el dióxido de carbono, el gas que nos preocupa a todos, ha crecido en igual medida en todas partes del mundo…

—Extrajo otro gráfico:
[13]

Fuente:
http:/cdiac.est.ornl.gov/trends/CO2/contents.htm

—Sí…

—Y cabe suponer que su efecto es el mismo en todo el mundo. Por eso se llama calentamiento del planeta.

—Sí…

—Sin embargo, Nueva York y Albany están solo a doscientos veinticinco kilómetros de distancia, un viaje en coche de tres horas. Sus niveles de dióxido de carbono son idénticos. En cambio, una se ha calentado mucho y la otra se ha enfriado un poco. ¿Demuestra eso la existencia de una tendencia al calentamiento del planeta?

—La meteorología es local —respondió Evans—. Unos lugares son más calurosos o más fríos que otros. Siempre será así.

—Pero hablamos de clima, no de meteorología. El clima es la meteorología a lo largo de un período de tiempo prolongado.

—Sí…

—Así que estaría de acuerdo contigo si ambos lugares tendiesen a un aumento de temperatura, aunque la magnitud fuese distinta. Pero aquí uno se calienta y el otro se enfría, y como hemos visto, West Point, que está a medio camino, no presenta cambios.

—Creo que la teoría del calentamiento del planeta prevé que ciertos lugares se enfriarán —comentó Evans.

—¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?

—No estoy seguro, pero lo he leído en algún sitio.

—Toda la atmósfera de la Tierra se calienta, ¿y a causa de ello algunos lugares se enfrían?

—Eso creo.

—Y si te paras a pensar en ello ahora, ¿le ves sentido?

—No —contestó Evans—, pero, como sabemos, el clima es un sistema complejo.

—¿Y eso para ti qué significa?

—Significa que es, esto, complejo. No siempre se comporta corno uno espera.

—Eso desde luego es verdad —coincidió Jennifer—. Pero volviendo a Nueva York y Albany, el hecho de que estos dos lugares estén tan cerca y, sin embargo, presenten registros de temperatura tan distintos, ¿podría inducir a un jurado a preguntarse si en realidad estamos midiendo algo diferente de un efecto global? Estarás de acuerdo en que durante los últimos ciento ochenta y cinco años Nueva York se ha convertido en una ciudad de ocho millones de habitantes, en tanto que Albany ha crecido mucho menos.

—Sí.

—Y sabemos que debido al efecto isla de calor urbano las ciudades son más calurosas que las zonas rurales de alrededor.

—Sí…

—¿Y este efecto local del calor urbano no guarda relación con el calentamiento del planeta?

—Sí…

—Contéstame, pues: ¿Cómo sabes que el espectacular aumento de la temperatura en Nueva York se debe al calentamiento global y no simplemente al exceso de hormigón y rascacielos?

—Bueno… —Evans vaciló—. Ignoro la respuesta a eso. Pero doy por supuesto que es conocida.

—Porque si ciudades como Nueva York se hicieron más grandes y calientes, incrementaron la temperatura media global, ¿no?

—Supongo que sí.

—En cuyo caso, como las ciudades crecen en todo el mundo, podríamos asistir a un aumento de la temperatura media terrestre simplemente como resultado de la urbanización. Sin el menor efecto atmosférico global.

—Seguramente los científicos ya han pensado en eso —contestó Evans. Sin duda tienen la respuesta.

—Sí, la tienen. La respuesta es que han sustraído un factor de los datos en bruto para compensar el efecto del calor urbano.

—Pues ahí lo ves.

—¿Cómo? Tú eres abogado. Lógicamente conoces el extraordinario esfuerzo que se lleva a cabo en un juicio para asegurarse de que las pruebas llegan intactas.

—Sí, pero…

—Uno no quiere que nadie las cambie.

—Sí…

—Pero en este caso la prueba son los datos en bruto sobre las temperaturas. Y han sido alterados por los propios científicos que sostienen que el calentamiento del planeta es una crisis mundial.

—¿Alterados? Simplemente se han ajustado a la baja.

—Pero la pregunta que hará la defensa es: ¿Se han ajustado a la baja
lo suficiente
?

—No lo sé —contestó Evans—. Esto me parece ya muy especializado y traído por los pelos.

—Ni mucho menos. Es una cuestión esencial. La urbanización o los gases de efecto invernadero como causa del aumento de la temperatura media de superficie. Y la defensa dispondrá de un buen argumento. Como he dicho antes, varios estudios recientes afirman que la reducción del sesgo urbano ha sido de hecho demasiado pequeña.
[14]
Al menos un estudio sostiene que la mitad del cambio observado en la temperatura se deriva exclusivamente del uso de la tierra. Si eso es cierto, el calentamiento global en el siglo pasado no llega a las tres décimas partes de un grado. No puede llamarse a eso crisis precisamente.

Evans permaneció en silencio. Intentó ofrecer un aspecto inteligente a la cámara.

—Naturalmente —prosiguió Jennifer— ese estudio también puede discutirse. Pero la cuestión sigue siendo que en cuanto alguien ajusta los datos se expone a la queja de que el ajuste ha sido incorrecto. Ese es el mejor argumento para la defensa. Y lo que la defensa esgrimirá es que hemos permitido que los datos sean ajustados por las mismas personas que tienen más que ganar con ese ajuste.

—¿Estás diciendo que los especialistas del clima no mantienen un comportamiento ético?

—Estoy diciendo que nunca es buena política dejar que el zorro vigile el gallinero. Tales procedimientos no se aceptan, por ejemplo, en medicina, donde se exigen experimentos de doble ciego.

—Es decir, sostienes que los especialistas del clima no tienen un comportamiento ético.

—No, sostengo que existen buenas razones para que se instituyan procedimientos de doble ciego. Verás; todo científico tiene cierta idea de cuál va a ser el resultado del experimento. Si no, ni siquiera lo llevaría a cabo. Tiene una expectativa. Pero la expectativa actúa de maneras misteriosas… y es totalmente inconsciente. ¿Conoces algunos de los estudios sobre el sesgo científico?

—No. —Evans negó con la cabeza.

—De acuerdo. Un ejemplo sencillo. Se envía un grupo de ratas genéticamente idénticas a dos laboratorios distintos para una serie de ensayos. A un laboratorio se le dice que las ratas se han criado para una mayor inteligencia y recorrerán un laberinto más deprisa de lo normal. Al otro laboratorio se le dice que las ratas son tontas y recorrerán un laberinto más despacio. Vuelven los resultados: mayor velocidad en un laboratorio, menor en el otro. Sin embargo las ratas son genéticamente idénticas.

—Bien, eso es que han amañado el resultado.

—Según ellos, no. En todo caso hay mucho más —prosiguió Jennifer—. Siguiente ejemplo. A un grupo de encuestadores se le dice: «Mirad, sabemos que los encuestadores pueden influir en los resultados de maneras sutiles. Queremos evitarlo. Así que llamaréis a la puerta, y en cuanto alguien os atienda, empezaréis a leer solo lo que dice en esta ficha: “Hola, estoy realizando una encuesta, y leo de esta ficha para no influir en usted, etcétera”». Los encuestadores solo dicen lo que viene en la ficha. A un grupo de encuestadores se le dice, este cuestionario recibirá el setenta por ciento de respuestas afirmativas. Al otro grupo se le dice que cabe esperar un treinta por ciento de respuestas afirmativas. Cuestionarios idénticos. Vuelven los resultados: setenta y treinta.

—¿Cómo? —preguntó Evans.

—Eso no importa —contestó Jennifer—. Lo único que importa es que centenares de estudios demuestran una y otra vez que las expectativas determinan el resultado. La gente encuentra lo que cree que encontrará. Esa es la razón por la que deben realizarse experimentos «de doble ciego». Para eliminar el sesgo, el experimento se divide entre distintas personas que no se conocen. La gente que prepara el experimento no conoce a la gente que lleva a cabo el experimento ni a la gente que analiza los resultados. Estos grupos no se comunican de ninguna manera. Sus esposas e hijos no se conocen. Los grupos están en distintas universidades y, preferiblemente, en distintos países. Así se ensayan los nuevos fármacos. Porque es la única manera de prevenir el sesgo.

—De acuerdo…

—Así que ahora hablamos de las temperaturas. Tienen que ajustarse por diversos motivos. No solo por el sesgo del calor urbano. Intervienen otros muchos factores. Las estaciones meteorológicas se trasladan. Actualizan su tecnología, y quizá el nuevo equipo ofrece una lectura mayor o menor. El equipo falla y hay que decidir si conviene excluir ciertos datos. Es necesario evaluar muchos aspectos a la hora de componer un registro de temperaturas. Y ahí es donde aparece el sesgo. Posiblemente.

—¿Posiblemente?

—No se sabe —dijo Jennifer—, pero cuando un mismo equipo realiza todas las tareas, existe el riesgo de que el resultado sea sesgado. Si un equipo desarrolla un modelo y también lo somete a ensayo y además analiza los resultados, existe un riesgo. Sencillamente existe.

—Entonces, ¿los datos sobre la temperatura no son válidos?

—Los datos sobre la temperatura son sospechosos. Un buen abogado los desecharía. Para defenderlos, lo que nos proponemos hacer es…

De pronto, el equipo de filmación se levantó y abandonó la sala. Jennifer le apoyó una mano en el brazo.

—No te preocupes por nada de esto, el metraje que han grabado no lleva sonido. Solo quería que pareciese una discusión animada.

—Me siento como un tonto.

—Has quedado muy bien. Para la televisión, eso es lo que cuenta.

—No —dijo Evans inclinándose hacia ella—. Me refiero a que, al dar esas respuestas, no decía lo que de verdad pienso. Estoy… estoy replanteándome… estoy cambiando de idea sobre muchas de estas cosas.

—¿En serio?

—Sí —dijo bajando la voz—. Esos gráficos de temperatura, por ejemplo. Suscitan dudas considerables sobre la validez del calentamiento del planeta.

Jennifer, mirándolo con atención, movió la cabeza en un lento gesto de asentimiento.

—¿A ti también? —preguntó Evans. Ella siguió asintiendo.

Comieron en el mismo restaurante mexicano que la vez anterior. Como entonces, estaba casi vacío; los mismos montadores de Sony reían en la mesa del rincón. Debían de almorzar allí a diario, pensó Evans.

Sin embargo, de algún modo, todo era distinto, y no solo porque Evans estaba dolorido y a punto de quedarse dormido en cualquier momento. Tenía la sensación de haberse convertido en otra persona. Y la relación entre Jennifer y él también había cambiado.

Jennifer comió en silencio, sin hablar apenas. Evans tuvo la impresión de que esperaba a que él hablase primero. Al cabo de un rato, Evans dijo:

—¿Sabes?, sería un disparate imaginar que el calentamiento del planeta no es un fenómeno real.

—Un disparate —repitió ella, asintiendo.

—Es decir, todo el mundo lo cree.

—Sí. Todo el mundo. Pero en nuestro gabinete de crisis solo pensamos en el jurado. Y la defensa se lo pasará en grande con el jurado.

—¿Te refieres al ejemplo que me has dado?

—Ah, es mucho peor que eso. Prevemos que la defensa utilice argumentos como estos: Señoras y señores del jurado, todos habrán oído decir que está produciéndose algo llamado «calentamiento del planeta» a causa del aumento de dióxido de carbono y otros gases invernadero. Pero lo que nadie les ha dicho es que el di óxido de carbono se ha incrementado solo en una pequeñísima cantidad. Les mostrarán un gráfico de crecimiento del di óxido de carbono que parece la pendiente del monte Everest. Pero he aquí la realidad: el dióxido de carbono ha pasado de 316 partes por millón a 376 partes por millón. Sesenta partes por millón de aumento total. Es un cambio tan pequeño en nuestra atmósfera que resulta difícil imaginarlo. ¿Cómo lo visualizamos? —Jennifer se recostó y trazó un amplio gesto con la mano—. Luego sacarán un gráfico que muestre un campo de fútbol y dirán: «imaginen la composición de la atmósfera terrestre como un campo de fútbol. La mayor parte de la atmósfera es nitrógeno. Así pues, partiendo de la línea de meta, el nitrógeno llega hasta la línea de setenta y ocho yardas. Y la mayor parte de lo que queda es oxígeno. El oxígeno llega a la línea de noventa y nueve yardas. Sólo falta una yarda, o sea, un metro aproximadamente. Pero la mayor parte de eso es argón, un gas inerte. El argón llega a ocho centímetros y medio de la línea de meta. Eso es casi el grosor de la raya de tiza. ¿Y cuánto de los restantes siete centímetros y medio es dióxido de carbono? Dos centímetros y medio. Esa es la cantidad de CO
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que tenemos en nuestra atmósfera. Dos centímetros y medio en un campo de fútbol de cien metros. —Hizo una pausa teatral y continuó—: Ahora bien, señoras y señores del jurado, se les dice que el dióxido de carbono ha aumentado en los últimos cincuenta años. ¿Saben cuánto ha aumento en nuestro campo de fútbol? Ha aumentado alrededor de un centímetro, poco más que el grosor de un lápiz. Es mucho más dióxido de carbono, pero es un cambio minúsculo en el conjunto de nuestra atmósfera. Sin embargo, se les pide que crean que este pequeño cambio ha llevado a todo el planeta a una peligrosa tendencia al calentamiento».

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