Read El Cortejo de la Princesa Leia Online
Authors: Dave Wolverton
—¿Qué era? —preguntó Leia.
—Satélites —respondió Han—. Los hombres de Zsinj han colocado millares de satélites en órbita alrededor del planeta.
—¿Qué tipo de satélites? —preguntó Isolder—. ¿Minas orbitales?
—Quizá —dijo Han—. Probablemente... Sean lo que sean, el caso es que hay montones.
Leia alzó la mirada hacia el cielo e intentó ver algo entre las estrellas.
—No estoy segura, pero... Bueno, tengo un presentimiento terrible —murmuró.
Luke siguió la dirección de su mirada. Podía ver los satélites, millares de pequeñas estrellas que brillaban débilmente, como si el número de estrellas que había en el cielo se hubiera doblado en algún momento de las últimas horas. Luke reflexionó en silencio, y acabó comprendiendo que los satélites debían haber sido lanzados más o menos en el mismo instante en que había tenido aquella visión cuando estaban dentro del ascensor. Cerró los ojos y la visión estaba de nuevo ante él: la noche eterna.
Un sol rosa pálido estaba empezando a asomar en un cielo muy despejado, y Luke intentaba taponar un agujero en un barril de líquido refrigerante cuando los rancors aparecieron al galope por las llanuras. El grupo llevaba menos de quince minutos trabajando, y Luke ya se había dado cuenta de que debían salir de allí lo más pronto posible. Los soldados de Gethzerion no tardarían más de media hora en llegar.
Chewbacca lanzó un alarido de saludo.
—¡Oh, cómo me alegro de que les hayamos encontrado! —gritó Cetrespeó, y se volvió hacia Chewie y Erredós—. ¿Veis? Ya os dije que todo saldría bien... ¡Su Alteza el rey Solo jamás permitiría que le hicieran volar en mil pedazos! —La cabeza del androide giró sobre la articulación de su cuello—. Bueno, ¿y qué están haciendo aquí?
—Tuvimos que saltar de la nave antes de que la derribaran —dijo Luke—, pero el impacto ha agujereado uno de los barriles de líquido refrigerante. He puesto un poco de cinta de acero, y ahora estoy esperando a que el adhesivo acabe de secarse. Estamos muy contentos de veros.
—¡Fui yo quien les localizó! —alardeó Cetrespeó—. ¡Fui capaz de descifrar ese código imperial gracias a mi Verbocerebro AA-uno, que no cabe duda es muy superior a cualquier otro modelo de cerebro! —Erredós emitió un graznido despectivo—. Con la ayuda de Erredós, naturalmente —añadió Cetrespeó—. ¡íbamos a la ciudad para advertirles!
Han soltó un gruñido y se sentó sobre el barril.
—¿Advertirnos de qué, señor Verbocerebro?
—¡Gethzerion ha planeado tenderles alguna clase de trampa! —exclamó Cetrespeó.
—Sí, bueno... La verdad es que conseguimos darnos cuenta de ello, sin ayuda de nadie, cuando la hizo funcionar —dijo Han.
—Pero hay algo más —dijo Cetrespeó—. Muéstrales el último mensaje, Erredós.
Erredós dejó escapar un chirrido, se inclinó hacia adelante sobre el rancor y centró sus holocámaras. Dos imágenes aparecieron sobre las llanuras de barro, inmóviles la una al lado de la otra: eran Gethzerion y un joven oficial que llevaba el uniforme color gris pizarra que lo identificaba como a uno de los generales de Zsinj.
—Bien, general Melvar, puede informar a Zsinj de que hemos capturado al general Solo y que la hermandad espera la llegada de la lanzadera que nos prometió a cambio —dijo Gethzerion.
La anciana bruja guardó silencio con las manos cruzadas sobre el estómago. El general Melvar la contempló sin inmutarse con los ojos relucientes de un hombre que disfruta matando, y se rascó el mentón con una uña de platino en forma de garra. Aquel tipo de implantes cuticulares resultaban muy dolorosos y salían muy caros, y quienes los llevaban solían cortarse a sí mismos accidentalmente. El general Melvar tenía unas cuantas cicatrices blanquecinas en el rostro para dar fe de ello.
—El Señor de la Guerra Zsinj ha reconsiderado su oferta. -—Los labios de Melvar se curvaron en una sonrisa helada—. Desea expresar la pena que le ha causado el haberse visto obligado a bombardear la nave que salió de su recinto, pero ahora que el
Halcón Milenario
de Han Solo ha sido destruido, la situación ha cambiado mucho. ¿Fue la nave de Solo la que destruimos?
Gethzerion asintió. Sus ojos estaban entrecerrados, y parecían ocultar un secreto.
—¿Quién iba a bordo de ella? —preguntó Melvar, y su voz se volvió levemente amenazadora.
—Soldados —mintió Gethzerion—. Vieron que estábamos reparando la nave e intentaron huir en ella antes de que las reparaciones estuvieran terminadas. Si usted no los hubiera matado, lo habría hecho yo.
—Lo sospechaba —dijo Melvar, y su sonrisa era claramente triunfal—. Aunque debo admitir que albergaba la esperanza de que usted estuviera a bordo... —Tragó una honda bocanada de aire—. Bien, así que tiene en su poder al general Solo y desea una lanzadera.
Gethzerion inclinó la cabeza en un lento y envarado asentimiento, y su capuchón oscuro le ocultó los ojos.
—Supongo que comprende que la destrucción de la nave de Solo ha debilitado bastante su posición a la hora de hacer tratos, ¿no? —dijo Melvar—. En consecuencia, el Señor de la Guerra Zsinj desea hacer una contrapropuesta a su insignificante banda de mujeres.
—Tal como yo esperaba —-replicó Gethzerion. El general desvió la mirada e intentó ocultar su irritación al ver que Gethzerion había previsto sus reacciones—. Después de todo —siguió diciendo Gethzerion—, incluso en nuestro remoto mundo es bien sabido que el Señor de la Guerra Zsinj nunca cumple su palabra cuando el hacerlo podría causarle alguna molestia. Si he de serle sincera, ya me imaginaba que quizá no estuviera dispuesto a liberar a las Hermanas de la Noche de su encarcelamiento en Dathomir... Bien, y ahora dígame qué insignificante baratija nos ofrece.
—La oferta del Señor de la Guerra Zsinj consiste en que su hermandad le entregue a Solo dentro de treinta y seis horas. Zsinj vendrá personalmente para recoger al general, y a cambio se abstendrá de destruir su planeta.
—¿No nos ofrece nada? —preguntó Gethzerion.
—Les ofrece sus vidas. —Melvar sonrió—. Debería estar agradecida de obtener eso.
—No comprende a las Hermanas de la Noche —se burló Gethzerion—. No damos ningún valor a nuestras vidas, por lo que la oferta de Zsinj no vale nada.
—Aun así, le exigimos que nos entregue inmediatamente a Han Solo —dijo Melvar—. La extinción es un estado tan permanente... Le sugiero que dedique unos momentos a tomar una decisión.
—Y usted puede decirle a Zsinj que las Hermanas de la Noche tenemos nuestra propia oferta: dígale a Zsinj que como pago a permitirnos salir de este mundo, podrá contar con los servicios de nuestra hermandad.
Una chispa de interés brilló en los ojos de Melvar.
—¿Cómo puede estar seguro de su devoción?
—Le traeremos a nuestas hijas y nuestras nietas..., a todas nuestras descendientes que estén por debajo de los diez años de edad. Puede mantenerlas como rehenes donde desee. Si no se siente complacido con nuestros servicios, puede matar a nuestras niñas.
—Hace unos momentos admitió que para ustedes la vida no tiene ningún valor —protestó Melvar—. Si me estaba diciendo la verdad, ¿acaso no resulta razonable suponer que sacrificarían a sus propias hijas para obtener su libertad?
Cuando volvió a hablar la voz de Gethzerion sonó enronquecida por las emoción.
—Ninguna madre podría ser tan malvada —murmuró—. Dígale a Zsinj que piense en nuestra oferta, tal como nosotras debemos pensar en la suya.
Los hologramas se esfumaron, y Han se puso en pie y miró a su alrededor.
—Bien, ¿qué creéis que ha planeado Zsinj? —preguntó—. ¿Bombardeos aéreos, alguna otra cosa...?
Leia titubeó unos momentos antes de hablar.
—Ha dicho que destruiría el planeta, no sólo a las Hermanas de la Noche o su ciudad. —Tragó una honda bocanada de aire—. Podría estar trabajando en algo realmente grande...
—¿Como por ejemplo otra Estrella de la Muerte? —preguntó Luke—. No lo creo.
—No lo veo nada claro —dijo Han—. Gethzerion está intentando engañar a Zsinj: le ha dicho que soy su rehén y que ha destruido mi nave. No cabe duda de que está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de salir de este montón de rocas.
—Y Zsinj parece dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de capturarte —dijo Leia.
—Sí —murmuró Han—. Lo realmente aterrador es que si pudiéramos conseguir que Gethzerion y Zsinj se conocieran, hay tantos rasgos de personalidad comunes entre ellos que creo que se llevarían a las mil maravillas.
Leia miró a Han y frunció el ceño en un gran esfuerzo de concentración.
—No lo entiendo —dijo por fin—. Zsinj parece arder en deseos de capturarte, Han, y eso está claro. Pero lo de venir aquí personalmente... Se está tomando muchas molestias para obligar a las Hermanas de la Noche a que le ayuden. ¿Qué tiene contra ti?
Han se rascó el mentón y puso cara de sentirse bastante incómodo. Chewbacca rugió desde lo alto de su rancor, animando a Han a que hablara. Luke no sabía qué iba a decir Han, pero estaba seguro de que no le iba a gustar nada.
—Bueno, después de haber destruido ese Super Destructor Estelar suyo... El caso es que yo... En fin, que establecí contacto con él por holovisión y... Eh... Supongo que me pasé un poco celebrándolo.
—¿Que te pasaste un poco celebrándolo? —exclamó Leía—. ¿Qué quieres decir con eso, Han?
—Yo... Ah... No recuerdo las palabras exactas, pero me atribuí todo el mérito de haber destruido su nave y creo que le dije algo así como que besara a mi wookie.
Chewbacca se echó a reír y asintió vigorosamente.
—Vamos a ver si lo he entendido bien —dijo Isolder—. ¿Le dijiste «Besa a mi wookie» al señor de la guerra más poderoso de toda la galaxia?
—¡De acuerdo, de acuerdo! —gritó Han, y se sentó en el generador—. ¡Lo siento mucho! No creo que haga falta restregármelo por las narices, ¿vale? ¡Admito que metí la pata! Yo... Bueno, estaba entusiasmado y fue un impulso, una de esas cosas que todo el mundo puede hacer en un momento de euforia...
Isolder le dio una palmada en la espalda.
—Ah, amigo mío, eres aún más tonto de lo que creía... Caramba, quizá incluso seas más tonto de lo que nadie imaginaba, ¡pero me hubiese encantado estar ahí!
Que Isolder llamara «amigo mío» a Han hizo que Luke quedara bastante sorprendido.
—A mí también me habría gustado estar ahí —dijo Leia—. De hecho, podrías haber vendido entradas.
Han alzó la cabeza y miró a Isolder a los ojos.
—¿De veras? Oh, tendríais que haber visto la cara que puso Zsinj... Ya sabéis que tiene las mejillas muy rojas y regordetas, ¡y la saliva le caía de la boca y se le movían los pelillos de la nariz! ¡Fue un espectáculo soberbio! ¿Sabíais que es un auténtico genio? Puede maldecir e insultar con una fluidez increíble en casi sesenta lenguas. Confieso que había oído unas cuantas obscenidades en mis buenos tiempos, pero ese hombre tiene un talento realmente especial.
—Oh, claro. —Isolder sonrió—. Sabes que va a poner tu cabeza sobre una bandeja, ¿verdad? Y teniendo en cuenta la reputación de Zsinj, incluso es posible que se la coma.
—Sí, bueno... Ese tipo de cosas hace que la vida siga resultando interesante —dijo Han.
—Podemos preocuparnos de Zsinj más tarde —dijo Luke—. En estos momentos, creo que lo que debemos hacer es llevar todos estos componentes al
Halcón.
No podemos permitir que nos sorprendan en campo abierto... Cuando Gethzerion descubra que hemos logrado salir con vida de la nave, se lanzará detrás de nuestra pista sin perder ni un momento.
Luke se volvió hacia el barril de líquido refrigerante y se sintió un poco incómodo. Incluso con el parche habían perdido la mitad del barril, y sabía que necesitarían hasta la última gota de líquido refrigerante para no perecer en el salto.
Leia le dio unas palmaditas en la espalda intentando consolarle.
—Habrá que arreglárselas con lo que tenemos a mano.
Luke asintió, pero únicamente porque no podía hacer otra cosa. Hicieron que los rancors cargaran rápidamente los generadores y los barriles de líquido refrigerante en sacos hechos con tiras de piel de whuffa, y después los rancors se los colgaron a la espalda. Los monstruos ni siquiera parecieron enterarse del peso de su nueva carga, y diez minutos después ya habían salido de las llanuras de barro y habían llegado al refugio que ofrecían las estribaciones de las colinas.
Después de un día y una noche sin dormir todo el grupo estaba agotado, pero los rancors habían reposado y siguieron avanzando hasta que faltaba poco para el crepúsculo y entonces decidieron acampar. Pero Luke descubrió que no podía descansar. Fue al bosque y dio un paseo por él. Estaba anocheciendo. Subió a una colina para contemplar las llanuras, y cuando parpadeó las llanuras le parecieron oscuras y heladas, y totalmente vacías de vida. «Noche eterna —susurró una voz dentro de él—. La noche eterna se aproxima...» Luke se preguntó si las visiones serían simbólicas, y si constituirían una representación de su muerte inminente.
Forzó al máximo sus sentidos y sintió los movimientos y agitaciones en la Fuerza. El ejército de las Hermanas de la Noche ya había recorrido la mitad del trayecto hacia la Montaña del Cántico. Gethzerion tenía su vehículo de superficie, y sólo necesitaría una hora para hacer un viaje que exigiría tres días a su ejército. Gethzerion y el resto de su clan podían dedicar esos tres días a planear su estrategia.
En el pasado, Luke había descubierto en más de una ocasión que podía imaginarse el desarrollo de una batalla y ensayarla en su mente. Cuando lo hacía, la Fuerza le guiaba y le daba ideas y soluciones que quizá no se le hubieran llegado a ocurrir nunca de otra manera. Pero aquella vez todo era distinto. Su escaramuza debajo de las torres le había revelado muy poco sobre las capacidades de las Hermanas de la Noche. Luke deseó que Ben o Yoda aparecieran para aconsejarle, pero la única imagen que acudió a su mente fue la de Yoda en el holograma. «Rechazados por las brujas...»
Yoda había sido un Maestro Jedi más grande de lo que Luke creía poder llegar a ser jamás, y sin embargo las brujas habían logrado resistir a Yoda y a otros como él y habían acabado obligándoles a marcharse. Luke se sintió repentinamente inseguro de su poder. La Fuerza... ¿De dónde venía en realidad? Yoda había dicho que era creada por la vida y que era energía, pero Luke se preguntó si realmente podía utilizarla sin remordimientos de conciencia. Si estaba sacando energía de otros seres vivos, absorbiéndola de ellos igual que si fuera una sanguijuela que chupaba y chupaba hasta dejarlos secos... Si era eso lo que hacía, ¿cómo justificarlo?