Read Algo huele a podrido Online

Authors: Jasper Fforde

Algo huele a podrido (37 page)

BOOK: Algo huele a podrido
3.25Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Reí. Era precisamente la información que deseaba oír.

—Verás, dime —añadí, sintiendo la esperanza renacer a cada segundo—, ¿qué sabes de los antiguos laboratorios de bioingeniería de Goliath?

—¡Uuuuuuuf! —dijo, emitiendo el sonido de un entusiasta al que invitan a hacer un comentario sobre su tema favorito—. ¡Eso son palabras mayores! Los antiguos laboratorios de Goliath siguen en pie en lo que llamamos «Área 21»… la parte vacía del centro de Gales, el Elan.

—¿Vacía metafórica o literalmente?

—Vacía en el sentido de que allí no va nadie más que los inspectores del agua… y tenemos pruebas sin ningún fundamento que vendemos como hechos que indican que un número indeterminado de inspectores ha desaparecido sin dejar rastro. En cualquier caso, la zona está aislada, rodeada de una verja eléctrica.

—¿Para evitar que la gente entre?

—No —dijo Millon lentamente—, para mantener dentro los experimentos genéticos que estuviese haciendo Goliath allí. Toda el Área 21 está infestada de quimeras. Tengo carpetas y carpetas llenas de historias poco plausibles acerca de personas que han entrado allí y a las que supuestamente nadie ha vuelto a ver. En todo caso, ¿por qué te interesa la planta de Elan?

—Por los experimentos genéticos ilegales con humanos realizados en secreto por una multinacional aparentemente inocente.

Millon estuvo a punto de desmayarse por sobrecarga de conspiración. Cuando se hubo recuperado, me preguntó cómo podía ayudarme.

—Necesito que me localices cualquier fotografía, plano o mapa que pueda servirme de guía en una visita.

Millon abrió los ojos como platos y garabateó en el cuaderno.

—¿Vas a ir al Área 21?

—No —respondí—, vamos a ir los dos. Mañana. Salimos a las siete de la mañana, en punto. ¿Puedes encontrar lo que te he pedido?

Achicó los ojos.

—Puedo conseguir la información, señorita Next —dijo lentamente y con un brillo en los ojos—, pero tiene un precio. Seré tu biógrafo oficial.

Le tendí la mano y él la aceptó agradecido.

—Hecho.

Volví a entrar y encontré a Landen charlando con un hombre vestido con prendas con un aire ligeramente punk, gafas de montura de un color llamativo, el pelo rubio y una perilla diminuta plantada firmemente justo bajo el labio inferior.

—Querida —dijo Landen, agarrando la mano que acababa de colocarle en el hombro—, éste es mi buen amigo Handley Paige.

Le estreché la mano. Se parecía bastante a todos los escritores de ciencia ficción que había conocido. Un poco sabiondo pero agradable.

—Escribe usted los libros del emperador Zhark —comenté.

Hizo una mueca.

—Nadie me habla jamás de las cosas decentes que escribo —se quejó—. Se limitan a pedirme más novelas de Zhark. Lo escribí en broma… Es un pastiche de mala ciencia ficción, y que me aspen si no es lo más popular que he escrito nunca.

Recordé lo que me había dicho el emperador Zhark.

—Va a matarle, ¿no?

Handley se sorprendió.

—¿Cómo lo sabe?

—Trabaja para OE-27 —le explicó Landen—. Lo saben todo.

—Pensaba que se ocupaban de los clásicos.

—Nos encargamos de todos los géneros —le expliqué—. Por razones que no puedo revelar, le aconsejo que encierre a Zhark en un planeta deshabitado en lugar de someterle a la humillación de una ejecución pública.

Handley rio.

—¡Habla de él como si fuese una persona real!

—Se toma muy en serio su trabajo, Handley —dijo Landen sin sonreír—. Te aconsejo que te tomes muy en serio todo lo que te diga. Todo está interconectado, Handley.

Pero Handley era inflexible.

—Lo voy a matar tan definitiva y absolutamente que nadie volverá a pedirme una novela de Zhark. Gracias por prestarme el libro, Land. No hace falta que nadie me acompañe.

—¿Handley corre peligro? —preguntó Landen tan pronto como hubo salido.

—Muy posiblemente. No estoy segura de si los rayos de la muerte zharkianos funcionan en el mundo real, pero no me gustaría que Handley fuese quien lo descubriese.

—Es un asunto del MundoLibro, ¿no? Vamos a cambiar de tema. ¿Qué quería tu acechador?

Sonreí.

—Sabes, Landen, las cosas empiezan a pintar bien. Debo llamar a Bowden.

Marqué rápidamente.

—¿Bowd? Thursday al habla. He descubierto cómo cruzar la frontera. Arréglalo todo para mañana por la mañana. Nos reuniremos en Leigh Delamere a las ocho… no puedo contártelo… Stig y Millon… allí nos vemos. Chao.

Llamé a Stig y le dije lo mismo. Luego le di un beso a Landen y le pregunté si le importaba alimentar solo a Friday. No le importaba, claro está, y salí corriendo para verme con Mycroft.

Volví a tiempo para ayudar a Landen a limpiar la capa de comida del cuerpo de Friday, leerle un cuento y meterle en la cama. No era tarde, pero también nos fuimos a la cama. Esa noche no hubo timidez ni confusión y nos desvestimos con rapidez. Me tumbó sobre la cama y con la punta de los dedos…

—¡Alto! —grité.

—¿Qué?

—¡No me puedo concentrar con esas personas…!

Landen miró el dormitorio vacío.

—¿Qué personas?

—Esas personas —repetí, agitando la mano hacia todas partes—. Las que nos están leyendo.

Landen me miró fijamente y arqueó una ceja. Me sentí estúpida, me relajé y solté una risa nerviosa.

—Lo siento. Llevo demasiado tiempo viviendo en el interior de la ficción; en ocasiones tengo la extraña sensación de que tú, yo y todo lo demás no somos más que personajes de un libro o algo parecido.

—Eso es una ridiculez.

—Lo sé, lo sé. Lo siento. ¿Dónde estábamos?

—Justo aquí.

32 Área 21: el Elan

LA LEY DE LIBERTAD ####### UN POCO MÁS CERCA, ANUNCIA EL SEÑOR #######

El Gobierno abierto avanzó un paso más ayer mismo con el anunció de que el scñor ##### apoyaría la ley de libertad #######. La ley, que aspira a hacer que información de alto ####### de ####### llegue a manos de la #######, fue acogida por el señor ####### direcror, ####### del departamento de #######, como un «gran salto adelante». El principal detractor del proyecto de ley, el señor #######, garantizó que mientras me siga llamando #######, no permitiré la aprobación de esta #######.

The #######
, ## de julio de 19##

—Bien, ¿cuál es el plan? —preguntó Bowden mientras nos dirigíamos a la ciudad fronteriza galesa de Hay-on-Wye. Eran como las diez de la mañana y viajábamos en el Griffin Sportina de fabricación galesa de Bowden con Millon de Floss y Stig en el asiento posterior. Nos seguía un convoy de diez camiones, todos ellos cargados de libros daneses prohibidos.

—Bien —dije—, ¿nunca os pareció raro que el Parlamento accediese a todo lo que pedía Kaine?

—He renunciado a comprender al Parlamento —dijo Bowden.

—Todos los parlamentarios son unos charlatanes lloricas —terció Millon.

—Si alguien necesita un gobierno —añadió Stig—, entonces es una forma de vida defectuosa sin remedio.

—A mí también me intrigaba —proseguí—. Una legislatura absolutamente conforme con los peores excesos de Kaine sólo podía significar una cosa: alguna forma de control mental de corto alcance controlado por administradores sin escrúpulos.

—¡Una teoría de las que a mí me gustan! —exclamó Millon emocionado.

—Al principio no podía entenderlo, pero luego fui a Goliathpolis y lo sufrí en mis propias carnes. Tuve una especie de sensación de abotargamiento, un deseo de dejarme llevar por la corriente siguiendo el camino más fácil, por estúpido o erróneo que fuese. También comprobé sus efectos en el programa de televisión
La hora de esquivar las preguntas.
Los de la primera fila comían de la mano de Kaine, independientemente de lo que dijese.

—¿Cuál es la conexión?

—Lo volví a sentir en el laboratorio de Mycroft. Pero todo encajó cuando Landen hizo un comentario sarcástico. El ovinador. Todos creíamos que lo de «ovi» estaba relacionado con los huevos, pero no. Es una referencia a las «ovejas». El ovinador transmite ondas cerebrales subalfa que inhiben el libre albedrío e instalan tendencias ovinas en la mente de cualquiera que esté cerca. Puede programarse para tener en cuenta a los operadores, de forma que no sientan los efectos; es posible que Goliath haya desarrollado una versión de largo alcance llamada el ovitrón y un antídoto. Mycroft cree que posiblemente él lo inventase para transmitir consignas de salud pública, pero no se acuerda. Goliath lo obtuvo, Stricknene se lo pasó a Kaine… bingo. El Parlamento hace todo lo que le pide Kaine. Sólo Formby sigue siendo tan contrario a Yorrick porque se niega a acercársele.

Silencio en el coche.

—¿Qué podemos hacer?

—Mycroft está trabajando en un ovinegador que debería contrarrestar los efectos, pero debemos llevar a cabo nuestros planes antes de que termine lo del Elan… y ganar la Superhoop.

—Incluso a mí me cuesta creerlo —comentó Millon—, y es la primera vez que me pasa.

—¿Cómo va a permitirnos eso salir de Inglaterra? —preguntó Bowden.

Toqué el maletín que llevaba en el regazo.

—Con el ovinador de nuestro lado, nadie se nos opondrá.

—No estoy seguro de que sea moralmente aceptable —dijo Bowden—. Es decir, ¿no nos convierte eso en tan malos como Kaine?

—Creo que deberíamos parar y discutirlo —añadió Millon—. Una cosa es inventar historias sobre experimentos de control mental y otra muy diferente usarlos.

Abrí el maletín y activé el ovinador.

—¿Quién está de acuerdo conmigo en ir al Elan, chicos?

—Bien, vale —admitió Bowden—. Supongo que estoy contigo.

—¿Millon?

—Haré lo que haga Bowden.

—Funciona de veras, ¿no? —comentó Stig con tos burlona. Yo también me reí un poco.

Atravesar el punto de control inglés de Clifford fue más fácil de lo que había imaginado. Yo iba delante con el ovinador en el maletín y estuve en la estación charlando con el guardia y dándoles a él y a la pequeña guarnición una media hora de terapia antes de que llegase Bowden con los diez camiones.

—¿Qué son esos camiones? —preguntó el guardia con cierto letargo en la voz.

—No necesitas revisar el contenido de los camiones —le dije.

—No necesitamos mirar en los camiones —repitió el guardia fronterizo.

—Podemos pasar sin inconvenientes.

—Pueden pasar sin inconvenientes.

—Vas a portarte mejor con tu novia.

—Definitivamente me voy a portar mejor con mi novia… circulen.

Nos hizo un gesto para que avanzásemos y cruzamos la zona desmilitarizada hasta los guardias de la frontera galesa, que llamaron a su coronel tan pronto como les hubimos explicado que llevábamos diez camiones de libros daneses que precisaban protección. Siguió una conversación telefónica larga y compleja con alguien del consulado danés, y media hora después nos escoltaron con los libros hasta un hangar vacío del aeródromo de Llandrindod Wells. El coronel al mando nos dio vía libre de vuelta a la frontera, pero yo encendí el ovinador y le dije que podía escoltar los camiones pero que a nosotros nos dejase seguir nuestro camino, un plan que él decidió rápidamente que era mejor.

Diez minutos más tarde nos íbamos por la carretera hacia Elan, con Millon dirigiéndonos durante todo el camino guiándose por un mapa turístico de los cincuenta. Cuando dejamos atrás Rhaydr el paisaje se volvió más agreste, las granjas estaban cada vez más dispersas y la carretera tenía cada vez más baches hasta que, mientras el sol alcanzaba el cénit e iniciaba su descenso, llegamos a unas puertas altas, coronadas generosamente con alambre de espino. En una vieja garita de piedra había dos guardias muy aburridos, que no precisaron más que una breve ráfaga del ovinador para desconectar la valla eléctrica y dejarnos pasar. Bowden detuvo el coche delante de otra valla interna situada a veinte metros de la primera. No estaba electrificada, por lo que la abrí para dejar pasar el vehículo.

La carretera estaba en todavía peores condiciones al otro lado. Matas de hierba crecían en las grietas del cemento de la carretera y de vez en cuando nos impedía avanzar algún árbol caído.

—Bien, ¿puedes contarme por qué estamos aquí? —preguntó Millon, mirando atentamente por la ventanilla sin dejar de sacar fotos.

—Por dos razones —dije, consultando el mapa que Millon había obtenido de sus colegas de conspiración—. Primero, porque creemos que alguien ha estado clonando Shakespeares y necesito uno con cierta urgencia; segundo, para encontrar información reproductiva vital para Stig.

—¿Así que es cierto que los neandertales no pueden tener hijos?

A Stig le cayó bien Millon porque la pregunta había sido directa.

—Es cierto —se limitó a responder, cargando la pistola de dardos tranquilizantes del tamaño de habanos.

—Gira a la izquierda, Bowd.

Cambió de marcha, giró el volante y nos desplazamos por una carretera con bosques tenebrosos a ambos lados. Avanzamos colina arriba, giramos a la izquierda en un saliente rocoso y nos detuvimos. Delante de nosotros había un coche oxidado y volcado que bloqueaba el camino.

—Quédate en el coche, déjalo en marcha —le dije a Bowden—. Millon, en tu sitio. Stig… conmigo.

Stig y yo bajamos del coche y cautelosamente nos acercamos al vehículo volcado. Era un Studebaker original, de probablemente unos diez años. Los vándalos nunca se acercaban a aquel lugar. El cristal del velocímetro seguía intacto, las llaves oxidadas estaban en el contacto, la piel de los asientos colgaba a tiras podridas. En el suelo había un maletín desteñido por el sol, lleno de material técnico relacionado con el agua, mohoso y descolorido por el viento y la lluvia. No había ni rastro de los ocupantes. Yo había pensado que Millon exageraba con aquello de las «quimeras corriendo a sus anchas», pero de repente me puse nerviosa.

—¡Señorita Next!

Era Stig. Estaba como a diez metros del coche, agachado y con el rifle sobre las rodillas. Me acerqué lentamente, mirando ansiosamente hacia el bosque tupido de ambos lados de la carretera. Había silencio. Demasiado silencio. El sonido de sus pasos resultaba ensordecedor.

—¿Qué pasa?

Señaló al suelo. En la carretera había un cúbito humano. Hubiesen sido quienes hubieran sido los ocupantes, uno de ellos no había regresado.

—¿Lo oye? —preguntó Stig.

Presté atención.

BOOK: Algo huele a podrido
3.25Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

TiedtotheBoss by Sierra Summers
Lost for Words: A Novel by Edward St. Aubyn
Beyond the Occult by Colin Wilson
Eternity Row by Viehl, S. L.
String of Lies by Mary Ellen Hughes
Arnold Weinstein - A Scream Goes Through The House by What Literature Teaches Us About Life [HTML]
The Perfect Gangbang by Alastair Anders
Yes, Chef by Marcus Samuelsson


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024