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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu
Sin embargo, a pesar de que la «pobreza miserable» fuera generalizada, las instituciones extractivas congoleñas tenÃan su propia lógica impecable: un número reducido de personas, las que ocupaban el poder polÃtico, se hacÃan muy ricas. En el siglo
XVI
, el rey del Congo y la aristocracia fueron capaces de importar productos de lujo europeos y vivÃan rodeados de siervos y esclavos.
Las raÃces de las instituciones económicas de la sociedad congoleña fluÃan desde la distribución del poder polÃtico en la sociedad y, por lo tanto, desde la naturaleza de las instituciones polÃticas. Excepto la amenaza de una revuelta, nada le impedÃa al rey tomar las posesiones o los cuerpos de la gente. Y a pesar de que aquella amenaza fuera real, no era suficiente para garantizar la seguridad de las personas ni de su riqueza. Las instituciones polÃticas del Congo eran verdaderamente absolutistas, por consiguiente, el rey y su élite no estaban sujetos esencialmente a ningún lÃmite y no se daba voz ni voto a los ciudadanos respecto a cómo organizar su sociedad.
Evidentemente, no es difÃcil ver que las instituciones polÃticas del Congo contrastan claramente con instituciones polÃticas inclusivas en las que el poder es limitado y está repartido ampliamente. Las instituciones absolutistas del Congo mantuvieron su posición gracias al ejército. El rey tenÃa un ejército permanente de cinco mil soldados a mediados del siglo
XVII
, con un núcleo de quinientos mosqueteros, una fuerza formidable para su época. Por eso, es fácil comprender por qué el rey y la aristocracia adoptaron con tanto interés las armas de fuego europeas.
No habÃa posibilidades de crecimiento económico sostenido bajo este conjunto de instituciones económicas e incluso los incentivos para generar un desarrollo temporal estaban muy limitados. Reformar las instituciones económicas para mejorar los derechos de propiedad individual habrÃa hecho que la sociedad congoleña en general fuera más próspera. Sin embargo, es poco probable que la élite se hubiera beneficiado de esta mayor prosperidad porque, en primer lugar, estas reformas habrÃan provocado que la élite fuera la perdedora económica, al reducir la riqueza que aportaban el tráfico de esclavos y las plantaciones esclavistas. Y en segundo lugar, estas reformas sólo habrÃan sido posibles si el poder polÃtico del rey y de la élite se hubiera reducido. Por ejemplo, si el rey continuaba al mando de sus quinientos mosqueteros, ¿quién se habrÃa creÃdo el anuncio de que se habÃa abolido la esclavitud? ¿Qué habrÃa impedido que el rey cambiara de idea más adelante? La única garantÃa real habrÃa sido un cambio de las instituciones polÃticas para que los ciudadanos obtuvieran algún poder polÃtico que lo contrarrestara y que les dejara expresar sus ideas sobre los impuestos o sobre lo que hacÃan los mosqueteros. Sin embargo, en este caso, es poco probable que mantener el consumo y el estilo de vida del rey y de la élite hubiera sido una de sus prioridades. Los cambios que habrÃan creado instituciones económicas mejores en la sociedad habrÃan convertido al rey y a la aristocracia en perdedores polÃticos y económicos.
La interacción entre las instituciones económicas y polÃticas de hace quinientos años es relevante para comprender por qué el moderno Estado del Congo todavÃa es miserablemente pobre hoy en dÃa. La llegada del dominio europeo a esta zona, y más profundamente en la cuenca del rÃo Congo en la época de la «lucha por Ãfrica» a finales del siglo
XIX,
condujo a una inseguridad en cuanto a los derechos humanos y de propiedad aún más atroz que la que habÃa caracterizado al Congo precolonial. Además, reprodujo el modelo de instituciones extractivas y absolutismo polÃtico que otorgó poder y enriqueció a unos pocos a costa de la mayorÃa, aunque esos pocos pasaran a ser los colonos belgas, sobre todo el rey Leopoldo II.
Cuando el Congo se independizó en 1960, se reprodujo el mismo modelo de instituciones, incentivos y resultados económicos. Las instituciones congoleñas extractivas de nuevo recibieron el apoyo de instituciones polÃticas altamente extractivas. La situación empeoró porque el colonialismo europeo creó un Estado, el Congo, formado por muchos territorios y sociedades precoloniales diferentes que el Estado nacional, dirigido desde Kinsasa, poco podÃa controlar. A pesar de que el presidente Mobutu utilizó el Estado para enriquecerse a sà mismo y a sus compinches (por ejemplo, mediante el programa Zairianization de 1973, que significó la expropiación masiva de intereses económicos extranjeros), presidió un Estado no centralizado con poca autoridad sobre gran parte del paÃs y tuvo que apelar a la ayuda extranjera para impedir que las provincias de Katanga y Kasai se separaran en los años sesenta. Esa falta de centralización polÃtica, que casi condujo al punto de colapso total del Estado, es un rasgo que comparte el Congo con gran parte del Ãfrica subsahariana.
La moderna República Democrática del Congo continúa siendo pobre porque sus ciudadanos todavÃa carecen de las instituciones económicas que crean los incentivos básicos para que una sociedad sea próspera. No es la situación geográfica, ni la cultura ni la ignorancia de sus ciudadanos o de sus polÃticos lo que mantiene pobre al paÃs, sino sus instituciones económicas extractivas. Ãstas aún están en vigor después de todos estos siglos porque el poder polÃtico continúa concentrado en manos de una reducida élite que tiene pocos incentivos para obligar a que se garanticen los derechos de las personas, proporcionar los servicios públicos básicos que mejorarÃan la calidad de vida o impulsar el progreso económico. Bien al contrario, sus intereses consisten en obtener rentas y mantenerse en el poder. No han utilizado este poder para construir un Estado centralizado porque hacerlo les crearÃa los mismos problemas de oposición y retos polÃticos que fomentar el desarrollo económico. Además, como en gran parte del resto del Ãfrica subsahariana, las luchas internas provocadas por grupos rivales que intentaban hacerse con el control de las instituciones extractivas destruyeron cualquier tendencia a la centralización estatal que hubiera podido existir.
La historia del reino del Congo, y la historia más reciente de la República Democrática del Congo, ilustra gráficamente cómo las instituciones polÃticas determinan las instituciones económicas y, a través de éstas, los incentivos económicos y el alcance del desarrollo económico. También muestra la relación simbiótica entre el absolutismo polÃtico y las instituciones económicas que otorgan poder y enriquecen a unos cuantos a costa de la mayorÃa.
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El desarrollo bajo instituciones polÃticas extractivas
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Hoy en dÃa, el Congo es un ejemplo extremo, con caos generalizado y derechos de propiedad muy inseguros. Sin embargo, en la mayorÃa de los casos, este extremismo no servirÃa a los intereses de la élite, ya que destruirÃa todos los incentivos económicos y generarÃa pocos recursos que extraer. La tesis central de este libro es que el desarrollo y la prosperidad económicos están asociados con instituciones económicas y polÃticas inclusivas, mientras que las instituciones extractivas normalmente conducen al estancamiento y la pobreza. No obstante, esto no implica que las instituciones extractivas no puedan generar nunca crecimiento ni que todas las instituciones extractivas se hayan creado igual.
Existen dos formas distintas pero complementarias en las que puede haber desarrollo económico bajo instituciones polÃticas extractivas. Primero, incluso aunque las instituciones económicas sean extractivas, el crecimiento es posible cuando las élites pueden asignar recursos directamente a actividades de alta productividad que controlan personalmente. Un ejemplo destacado de este tipo de crecimiento bajo instituciones extractivas fueron las islas caribeñas entre los siglos
XVI
y
XVIII
. La mayorÃa de la población eran esclavos que trabajaban en condiciones horribles en las plantaciones, y que apenas vivÃan por encima del nivel de subsistencia. Muchos murieron de malnutrición y agotamiento. En las islas Barbados, Cuba, Haità y Jamaica, en los siglos
XVII
y
XVIII
, una minorÃa reducida, la élite de los propietarios de las plantaciones, controlaba todo el poder polÃtico y poseÃa todos los bienes, lo que incluÃa a todos los esclavos. Mientras que la mayorÃa de la población no tenÃa derechos, la propiedad y los bienes de la élite de los propietarios estaban bien protegidos. A pesar de las instituciones económicas extractivas que explotaban despiadadamente a la mayorÃa de la población, estas islas eran de los lugares más ricos del mundo, porque podÃan producir azúcar y venderlo en los mercados mundiales. La economÃa de las islas sólo se estancó cuando hubo la necesidad de cambiar a nuevas actividades económicas, que amenazaron tanto las rentas como el poder polÃtico de la élite de propietarios de plantaciones.
Otro ejemplo es el desarrollo económico y la industrialización de la Unión Soviética desde el primer plan quinquenal de 1928 hasta los años setenta. Las instituciones polÃticas y económicas eran altamente extractivas y los mercados estaban fuertemente limitados. Sin embargo, la Unión Soviética pudo lograr un desarrollo económico rápido porque utilizó el poder del Estado para trasladar recursos de la agricultura, donde se utilizaban de forma muy ineficiente, a la industria.
El segundo tipo de crecimiento bajo instituciones polÃticas extractivas aparece cuando se permite el desarrollo de instituciones económicas inclusivas, aunque sea solamente de forma limitada e incompleta. Muchas sociedades con instituciones polÃticas extractivas evitarán las instituciones económicas inclusivas debido al miedo que les provoca la destrucción creativa. No obstante, el grado hasta el cual la élite consigue monopolizar el poder varÃa según las sociedades. En algunas, la posición de la élite podrÃa ser lo suficientemente segura como para permitir algunos cambios hacia instituciones económicas inclusivas porque sabe que éstas no amenazarán su poder polÃtico. Alternativamente, la situación histórica podrÃa ser tal que dotara a un régimen polÃtico extractivo de instituciones económicas bastante inclusivas que decidan no bloquear. Ãstas proporcionan la segunda forma de producir crecimiento bajo instituciones polÃticas extractivas.
La rápida industrialización de Corea del Sur bajo el mandato del general Park es un ejemplo de lo anterior. Park llegó al poder mediante un golpe militar en 1961, pero lo hizo en una sociedad fuertemente apoyada por Estados Unidos y con una economÃa en la que las instituciones económicas eran esencialmente inclusivas. A pesar de que el régimen de Park fuera autoritario, parecÃa lo suficientemente seguro para impulsar el crecimiento económico y, de hecho, lo hizo muy activamente, quizá en parte porque el régimen no estaba directamente apoyado por instituciones económicas extractivas. A diferencia de la Unión Soviética y la mayor parte de los otros casos de crecimiento bajo instituciones extractivas, Corea del Sur hizo la transición desde instituciones polÃticas extractivas hacia instituciones polÃticas inclusivas en los años ochenta. El éxito de esta transición se debió a la confluencia de varios factores.
En los años setenta, las instituciones económicas de Corea del Sur habÃan pasado a ser lo suficientemente inclusivas para reducir uno de los fuertes fundamentos para las instituciones polÃticas extractivas: la élite económica tenÃa muy poco que ganar de su propio dominio o del dominio militar de la polÃtica. La relativa igualdad de rentas de Corea del Sur también significó que la élite tenÃa menos que temer del pluralismo y la democracia. La influencia clave de Estados Unidos, dada la amenaza de Corea del Norte, también significó que el importante movimiento prodemocracia que habÃa cuestionado la dictadura militar no pudiera ser reprimido durante mucho tiempo. A pesar de que el asesinato del general Park en 1979 fue seguido por otro golpe militar, dirigido por Chun Doo Hwan, el sucesor elegido por Chun, Roh Tae Woo, inició un proceso de reformas polÃticas que condujo a la consolidación de una democracia plural después de 1992. Evidentemente, en la Unión Soviética no se produjo ninguna transición de este tipo y, en consecuencia, el desarrollo soviético perdió impulso, la economÃa empezó a hundirse en los años ochenta y se desplomó totalmente en los noventa.
El desarrollo económico chino actual también tiene varios puntos en común con las experiencias soviética y surcoreana. Mientras que las etapas iniciales del desarrollo chino fueron encabezadas por reformas radicales del mercado en el sector agrÃcola, las reformas en el sector industrial fueron más moderadas. Incluso hoy, el Estado y el Partido Comunista tienen un papel central a la hora de decidir qué sectores y empresas recibirán un capital adicional y se expandirán (proceso que provocará que se creen y se pierdan fortunas). Igual que la Unión Soviética en su apogeo, China crece de prisa, pero con instituciones extractivas, bajo el control del Estado, con pocas señales de transición a instituciones polÃticas inclusivas. El hecho de que las instituciones económicas chinas estén todavÃa lejos de ser totalmente inclusivas también sugiere que es menos probable una transición de estilo surcoreano, aunque, por supuesto, no es imposible.
Vale la pena destacar que la centralización polÃtica es clave para las dos formas en las que se puede dar el crecimiento bajo instituciones polÃticas extractivas. Si no hubiera contado con algún tipo de centralización polÃtica, la élite de propietarios de plantaciones de Barbados, Cuba, Haità y Jamaica no habrÃa sido capaz de mantener la ley y el orden, ni de defender sus propios bienes y propiedades. Sin una centralización polÃtica importante y un control férreo del poder polÃtico, ni las élites militares de Corea del Sur ni el Partido Comunista Chino se habrÃan sentido lo suficientemente seguros para hacer unas reformas económicas tan significativas e, incluso asÃ, conseguir aferrarse al poder. Y sin esa centralización, el Estado, en la Unión Soviética o en China, no habrÃa sido capaz de coordinar la actividad económica para canalizar los recursos hacia áreas de productividad elevada. Por lo tanto, una lÃnea divisoria central entre las instituciones polÃticas extractivas es su grado de centralización polÃtica. Los que no la tienen, como muchos paÃses del Ãfrica subsahariana, tendrán dificultades incluso para lograr un desarrollo limitado.