»Armas: tienen una ametralladora M60 montada con un trípode sobre un gran cajón de madera enfrente de la antigua gasolinera. Va cargada con una cinta de munición. No pudimos acercarnos lo suficiente como para ver si contaban con más munición adicional a mano. Los motociclistas disponen de un amplio surtido de armas. Al menos seis de los hombres llevaban pistolas en cartucheras a la altura de las caderas. En una ocasión, vimos a una de las mujeres quitarse la cazadora que llevaba puesta y dejar al descubierto un revólver que llevaba enganchado bajo el hombro. Dos de los hombres portaban fundas con machetes. Siete llevaban encima en todo momento varias armas largas: tres carabinas MI o M2, una escopeta corredera de repetición, un Ruger Mini-14, algún tipo de rifle de cerrojo con mira telescópica incorporada, y una escopeta con los cañones recortados. Todos los hombres llevaban barba. La mayoría de los miembros de la banda vestían cazadoras negras de cuero o chaquetas vaqueras. Uno de ellos vestía una chaqueta militar de color verde oliva. En las chaquetas no se distinguía ningún identificativo de la banda. Es lo mismo que sucedía con los viejos piratas, que solo los más novatos llevaban bandera.
»Turnos de guardia: En todo momento hay una guardia itinerante y un hombre fijo en la ametralladora. Los cambios de guardia se produjeron a las seis de la tarde, a medianoche, a las seis de la mañana, a mediodía, y otra vez a las seis de la tarde del día siguiente. El cambio de guardia se hacía siempre puntualmente a la hora prevista. La guardia itinerante comenzaba en la gasolinera e iba luego dos manzanas en dirección oeste, cruzaba la calle, luego recorría cuatro manzanas en dirección este, volvía a cruzar la calle y regresaba después donde estaba la ametralladora. Los que hacían estas guardias parecían prestar bastante atención. Por ejemplo, un poco antes de la una de la mañana, el hombre que hacía la guardia reaccionó ante los ladridos de un perro: cambió 180° la dirección en la que se desplazaba y se desvió unos cuarenta metros de su ruta habitual para comprobar el origen del ruido. Una vez vio que no había ningún peligro, reemprendió su ronda. Aunque no vimos ningún otro guardia adicional, cabe la posibilidad de que algún otro efectivo cumpla la misma función desde alguna posición estratégica.
«Actividad relevante: A las once y veinte de la primera noche, se escucharon dos disparos prácticamente seguidos que provenían del interior de una de las casas. La razón de los disparos no pudo ser descubierta por la patrulla.
»A las diez y diecisiete de la mañana del segundo día, dos motoristas comenzaron a hacer prácticas de tiro con uno de los cadáveres que había tirado en medio de la calle. Efectuaron entre veinte y veinticinco disparos. Los dos iban armados con pistolas automáticas de calibre.45. Dejaron el cadáver hecho un guiñapo.
»Poco después de las dos de la tarde, vimos salir corriendo de una de las casas a una mujer de unos cincuenta años de edad que iba desnuda. A poca distancia, salió un hombre a medio vestir que llevaba una carabina M1. En cuanto cruzó el umbral de la puerta, efectuó cuatro disparos, de los cuales al menos dos impactaron en la espalda de la mujer. A continuación, el hombre se acercó caminando y disparó tres veces más sobre la cabeza de su víctima. Oímos cómo gritaba: «¡La muy puta me ha mordido! ¡La muy puta me ha mordido!». En ese momento tuvimos que contenernos para no dispararle. —El frío tono profesional que Jeff había usado hasta el momento cambió considerablemente cuando dijo casi en un susurro—: Nunca pensé que tendría las agallas suficientes como para desear matar a alguien, pero tengo que deciros que ese tipo era una auténtica inspiración.
Tras aclararse la garganta, Trasel continuó con el informe.
—A las tres y cuarenta y dos minutos de la tarde, dos de los motoristas comenzaron a trabajar en una de las motos, aparentemente a ajustar el carburador. Poco después de las cuatro de la tarde volvieron a entrar en la casa de la que habían salido. —A continuación, Jeff dejó la libreta y sacó de otro bolsillo tres bocetos; luego se acercó a la pizarra y pasó los siguientes cinco minutos combinando los tres esquemas para dibujar una vista desde arriba de los edificios que formaban Princeton. Acto seguido, trazó la ruta que seguía la guardia itinerante y señaló la posición de los vehículos y de la ametralladora. Tras hacer algunas breves puntualizaciones acerca de las distancias a las que estaban los edificios y los distintos campos de tiro, se abrió el turno de preguntas.
Durante unos instantes el silencio inundó la sala.
—A eso se llama redactar un buen informe de patrulla —exclamó Mike—. Todos deberíamos tomar muy buena nota. Así es como se debe llevar a cabo y comunicar un informe de reconocimiento. Muy profesional, Jeff. Has tratado todos los elementos clave. Sin embargo, tengo unas cuantas preguntas que hacerte.
—Dispara —dijo Jeff.
—Para empezar, ¿cuál es tu opinión general acerca del dispositivo de seguridad que tienen montado?
—Los guardias daban la impresión de estar bastante atentos. Sin embargo, parecía que llevaran anteojeras.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Mike tras quedarse algo desconcertado.
—Que centraban toda su atención en la carretera que recorre el pueblo, como si el único ataque posible pudiese llegar de uno de los dos lados de la carretera o de alguna de las casas que dan a la calle. Apenas prestaban atención al resto del perímetro. Y sí, de acuerdo, es un perímetro muy grande, pero no hacían el más mínimo esfuerzo por vigilarlo o patrullarlo. Por eso he comentado que cabe la posibilidad de que tengan algún guardia apostado en el segundo piso de alguna de las casas vigilando desde allí.
—¿Visteis alguna señal de que se produjesen cambios de guardia en alguna de las casas? —preguntó Mike.
—No, nada, pero si fuese yo quien estuviera al cargo de la seguridad de ese pueblo, no centraría todos mis esfuerzos en la parte interior.
—Eso es porque no piensas como un motorista, sino como un marine. Para ellos, las amenazas son los representantes de la ley u otras posibles bandas. En caso de que aparecieran unos u otros, lo harían por la carretera. Esa mentalidad, teniendo en cuenta las condiciones actuales, está desfasada. La amenaza ahora la representamos gente como nosotros, a pie, haciendo de «Batman por los bosques», pero ellos aún no son conscientes de eso. —Mike continuó con las preguntas—: ¿Os dio la impresión de que sabían manejar las armas?
—Por lo que yo pude observar, y creo que Lisa y Kevin estarán de acuerdo, no parece que hayan recibido instrucción ni que sean especialmente disciplinados. Mantienen la disciplina suficiente, sin embargo, como para montar un turno de guardia regular. Si tuviera que hacer un resumen diría que lo que les falta en habilidad y organización lo compensan con la depravación de la que hacen gala. Esos tipos y sus compañeras son la gentuza más despiadada que he visto nunca. Cuando estuve en los Marines vi algunas cosas y me contaron muchas otras, pero nunca oí que nadie hiciera prácticas de tiro con cadáveres. Esos tíos no tienen la más mínima noción de lo que es el pecado, ni la moralidad ni los escrúpulos. Creo que están dispuestos a utilizar la fuerza a las primeras de cambio.
—Muy bien —dijo Mike, tras una prolongada pausa—, mi pregunta clave es: ¿crees que con la ayuda de los templarios tenemos un índice razonable de posibilidades de acabar con esos «hombres»?
—Claro que podemos, pero tendremos que meterles mucha caña y obligarlos a jugar según nuestras reglas.
—¿Qué sugerirías que hiciéramos —preguntó Mike— en caso de que perdiésemos el elemento sorpresa?
—Solo quedaría una opción válida, y sería salir de allí por patas y reagruparse después, a un par de kilómetros, en algún lugar que pueda defenderse fácilmente. Si pretendemos iniciar un ataque frontal con ellos preparados y esperándonos, no tendremos la más mínima posibilidad. Sin embargo, si los pillamos con los pantalones bajados, acabaremos con la mayoría de ellos antes de que se den cuenta de lo que está pasando.
Mike asintió con la cabeza.
—Muy bien, esas eran todas las preguntas que tenía. ¿Alguien más quiere preguntar? Nadie levantó la mano.
Todd, que había estado escuchando el informe en silencio, chasqueó la lengua y dijo:
—Jeff, quiero felicitarte por llevar a cabo un reconocimiento tan profesional y fructífero. Quiero que tú y Mike me acompañéis a la cita que tengo más tarde con Roger Dunlap. Me gustaría, llegados a este punto, abrir el turno de palabra a posibles sugerencias sobre cómo pensáis que podemos hacer una buena limpieza en Princeton.
Dan Fong propuso enseguida la posibilidad de tender una emboscada fuera del pueblo. La propuesta fue desestimada por dos razones: la primera, la banda no había dado ninguna muestra de tener previsto abandonar el pueblo próximamente, y la segunda, podrían abandonarlo en dos direcciones distintas.
Mary sugirió usar dos equipos distintos en el asalto. El primero, que sería el equipo de apoyo, tendería emboscadas en los dos lados de la carretera, así como en otras posibles rutas de escape. El segundo asaltaría el pueblo, avanzaría casa por casa y acabaría con todos los saqueadores que encontrase. Si alguno de los miembros de la banda conseguía escapar, podrían ser abatidos o capturados en las emboscadas. Si el equipo de asalto se veía obligado a retirarse, el equipo de apoyo lo cubriría.
El plan propuesto por Mary fue el que recibió más votos. Esta serie de tácticas fue llamada posteriormente una «incursión furtiva con cobertura».
Dan sugirió que llevaran las seis granadas de mano que requisaron a los dos saqueadores que fueron abatidos por T. K.
—Me parece de lo más conveniente que las armas requisadas a unos saqueadores sirvan para acabar con otros saqueadores —dijo el propio Kennedy—. Es eso de
«Dulce et decorum est»,
¿no te parece?
—¿Cómo? —preguntó Lon.
—Es latín —contestó T. K.—, significa «Es dulce y adecuado».
La propuesta de Dan acerca de las granadas fue aprobada por unanimidad.
A continuación, Mike, por indicación de Todd, informó a Jeff, Lisa y Kevin de los recién construidos «recipientes Claymore». A Jeff se le dibujó una sonrisa diabólica en la cara al escuchar la descripción que Mike hacía de sus nuevos juguetes.
—Suenan perfectos para las emboscadas del grupo de apoyo —dijo entre dientes.
Unas horas después, Todd, Mike y Jeff se dirigieron al encuentro con Roger Dunlap. Jeff durmió durante casi todo el camino. Se llevaron con ellos un par de muestras, tanto de las granadas como de las minas Claymore caseras. Dunlap los esperaba en el cementerio junto a su «Com 2» en un todoterreno CJ-5 cubierto con pintura de camuflaje.
—Bueno, parece que queréis dejarle a los templarios la tarea menos complicada y peligrosa —contestó Dunlap tras escuchar el informe completo de boca de Jeff y el plan de ataque que le propuso Todd—. Dadas las circunstancias y los términos de nuestro acuerdo, no me puedo negar. De hecho, la perspectiva suena bastante prometedora.
Los cinco hombres se pasaron las dos horas siguientes trabajando en los distintos detalles.
Cuando todos tenían claro qué era lo que se esperaba de cada uno, Todd comentó:
—Ahora solo nos queda organizarlo bien y ponernos en marcha.
Dunlap le preguntó a Mike si estaría dispuesto a ir con él al refugio de los templarios a dar una clase sobre cómo colocar y detonar las minas Claymore de forma segura. Mike le dijo que sí sin pensárselo dos veces.
—Después de la clase —sugirió Dunlap a Todd— llevaremos al señor Nelson de vuelta a Bovill en uno de nuestros vehículos.
—Estupendo, me parece genial, Roger. Regresad con quien vaya a dirigir también la operación. Para cuando vengáis tendremos redactadas todas las órdenes y os podremos exponer y dar una copia del orden de operaciones. También os proporcionaremos las Claymore, los cables, las baterías y los detonadores. Tal y como están las cosas, yo creo que estaremos listos para ponernos en marcha esta noche y tener a todo el mundo en posición y listos para el asalto mañana al amanecer.
A las seis de la tarde, Dunlap, otros tres templarios y Mike llegaron hasta la puerta delantera. Mike agitó el brazo de forma algo exagerada mientras bajaba para abrir la puerta delantera.
—Quiero que nuestra gente sepa que soy yo —les dijo a los otros—. La última vez que un vehículo no identificado llegó aquí a toda velocidad, la chica que estaba en nuestro puesto de observación disparó primero antes de preguntar nada. Luego se demostró que había hecho lo correcto, pero esta noche mejor que no se repita la misma función, ¿verdad?
Durante cerca de dos horas estuvieron puliendo los detalles del plan de ataque. Dunlap y Ted Wallach tomaron nota de todo. Una vez hubieron acabado, Dunlap recogió las Claymore y todos los accesorios. Para no correr ningún riesgo, Dunlap cogió la pequeña caja acolchada donde iban los detonadores y la ató con cable al parachoques delantero de su todoterreno, para mantenerlos así bien alejados de las minas y de los pasajeros durante el trayecto. Los miembros de la Milicia se despidieron saludando a Dunlap y a Wallach mientras estos emprendían el camino de vuelta.
—Espero de verdad que todo esto funcione —le dijo Todd a Mary, con tono serio.
«No puedes decir que has vivido de verdad hasta que no has estado a punto de morir. Para aquellos que luchan por conservarla, la vida tiene un sabor que los que están a salvo nunca llegarán a conocer.»
Cita anónima escrita en una señal en un puesto de mando en Khe Sanh, Vietnam
Tras algunas oraciones y una última reunión informativa, los milicianos llevaron a cabo las últimas inspecciones y pruebas. Con la ropa y el maquillaje de camuflaje puesto, sus miembros tenían un aspecto aterrador. Mike, Lisa, Todd, T. K. y Rose llevaban chalecos antibalas y cascos. Mike no paraba de andar de un lado a otro haciendo preguntas.
—¿Cuál es la contraseña vigente? ¿Qué indican unas bengalas rojas en forma de estrella o seis toques breves de silbato? ¿Cuál es la ruta a seguir en caso de desorientarse? ¿En qué canal de BC vamos a coordinarnos con los templarios? ¿Cuál es el canal alternativo? ¿Cuál es nuestro indicativo? ¿Cuál es la cadena de mando?
A continuación, obligaba a cada uno de los miembros de la patrulla a que dieran varios saltos para detectar aquellos objetos que pudieran hacer demasiado ruido. Para acabar, se hacía una revisión individual de camuflaje.