—Deberías de haber encontrado más cosas en común y establecer una mejor comunicación antes de hablar tan a las claras —dijo Mary, que estaba embarazada de ocho meses y que ya tenía la consiguiente barriga.
Mike estuvo de acuerdo con la valoración de Mary.
—Si Terry Layton estuviese aquí, probablemente diría que este es un caso de dos guerreros llevando a cabo una discusión que debería ser llevada por alguien con una personalidad distinta, alguien más diplomático.
Las mejillas de Todd se encendieron.
—¿Qué quieres decir, que lo he echado todo a perder? —dijo Todd. Mike dijo que no con la cabeza.
—No, lo que estoy diciendo es... Lo que estoy diciendo es que «los principios siempre son complicados». No difiero ni un ápice en lo que le dijiste a Dunlap, pero creo que podrías haberte mostrado un poco más amistoso.
—Tú no estabas allí, Mike. Si hubieses estado, creo que habrías dicho las mismas cosas y habrías usado el mismo tono de voz. No iba a hacer de pobre hermanita enferma. Trataba de negociar desde una posición de fuerza. Tengo la sensación de que a esos templarios, a diferencia de nosotros, no les mueve el puro altruismo. Parece que al mismo tiempo que hacen buenas obras de caridad tienen la intención de ejercer alguna forma de poder.
—¿Piensas que hay algo que los ha corrompido? —preguntó Mike.
—¿Corrompido en el sentido que le atribuía lord Acton cuando decía eso de «El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente»? Seguramente aún no, no de forma palpable, pero el potencial existe y está ahí. Lo hemos discutido en muchas reuniones. Todo aquel que esté en una situación como la nuestra ha de mantenerse en guardia. No solo los Templarios de Troya, ningún grupo es inmune. Todos somos pecadores. Los ladrillos sobre los que se puede construir la tiranía están aquí, en esta misma casa. Fijaos en la situación que tenemos nosotros comparada con la que tienen la mayoría de nuestros vecinos. Estamos bien organizados, contamos con armas de mayor potencia, conocimientos tácticos por encima de la media, y una cantidad enorme de latas y de balas. En la economía actual, una despensa de tamaño considerable y un buen montón de munición es el equivalente a lo que tenían antes los millonarios en sus cuentas bancarias. No podemos permitir que todo eso se nos suba a la cabeza. Sería muy fácil convertirnos en unos dictadorzuelos locales.
Todd entrelazó los dedos y se puso a chasquear las uñas de sus dos dedos pulgares.
—Tenemos que mantener la compostura, hacer caso de nuestra conciencia y recordar siempre que somos cristianos. En vez de jugar a que somos los capitanes del bote salvavidas y obtener o «requisar» aquello que necesitamos, debemos siempre hacer trueques que sean justos. Y cuando alguien que esté pasando por necesidades no tenga nada que pueda permitirse intercambiar, debemos esforzarnos por ejercer la caridad de la forma más generosa posible. Tal y como dice Mateo, 7: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced vosotros con ellos; pues así dice la ley y los profetas». Creo que solo la gracia divina trae la salvación, pero no creo en la fe que no va acompañada de buenas acciones. Nuestro deber como cristianos es... —Todd se quedó mirando a Kevin Lendel y dijo en tono de broma—. Lo siento, espero que no te moleste todo este rollo del Nuevo Testamento.
—No me molesta —contestó Lendel—. Mi dios es el mismo dios de Abraham, Isaac y Jacob. Suscribo el mismo código ético. Lo único es que no como cerdo. —Todo el mundo se echo a reír.
Todd esperó a que las risas se extinguieran y se metió las manos en los bolsillos de los pantalones de su uniforme.
—Bueno, ya os he soltado el sermón —dijo—. Volviendo al tema de la imagen que queremos transmitir. ¿Qué os parece que debemos hacer?
—Yo sugiero que la próxima vez que vayas a hablar con Dunlap —intervino Mary—, te acompañe una de las mujeres, para suavizar así nuestra imagen. No podemos dar una impresión estrictamente militante, tenemos que mostrar también nuestra faceta más humana, más compasiva y ecuánime.
—Creo que tienes razón —dijo Todd dejando caer los hombros.
En la votación que se llevó un cabo un rato después, se decidió que Lisa acompañaría a Todd a la siguiente reunión y que trataría de intervenir si de nuevo volvían a producirse fricciones entre Dunlap y Todd. Casi todos los miembros del grupo estaban de acuerdo en que era importante que la milicia patrullara un territorio bastante extenso. A corto plazo, patrullar toda la zona y prestar ayuda a los habitantes del territorio supondría una carga. Pero sin embargo, a largo plazo, cuando la situación fuera estabilizándose, un territorio más extenso supondría un mayor número de población con más recursos para intercambiar y, lo que es más importante, un mayor número de efectivos para formar una red de milicias para defenderse contra elementos hostiles organizados. T. K. predecía que la situación se parecería a la de las ciudades-estado italianas de entre finales de la Edad Media y principios del Renacimiento.
Mike sacó un mapa de grandes dimensiones que había confeccionado juntando nueve mapas topográficos del Servicio Geológico de Estados Unidos y que había colocado después sobre un pedazo de contrachapado. Al mapa se le había dado una capa de acetato «de combate» para que se pudiese escribir sobre él con rotuladores de tinta al agua de punta fina. En el acetato ya venían marcadas las lindes de las distintas propiedades y los apellidos de los propietarios. Mike usaba a menudo el tablero cuando daba instrucciones o recibía informes acerca de las distintas patrullas. Con respecto a la discusión de cuánto territorio podían llegar a controlar, se decidió que una línea de norte a sur cerca de Deary señalaría la división entre las dos zonas en las que cada grupo sería responsable de la seguridad y la cooperación.
Al final de la reunión, T. K. dirigió una lectura de la Biblia del libro primero de los Reyes, en el que se narran las alianzas de Salomón con Hiram y Egipto, y las de Asa y Acab con Ben-Adad. A continuación, rezaron para que Dios les concediese sabiduría y fuerza. También le pidieron al Señor que permitiese que los dos grupos se entendieran y alcanzaran una alianza equilibrada y duradera.
Poco antes del mediodía del día veinticinco, Todd y Lisa llegaron al cementerio de Deary. De nuevo viajaban en la camioneta de Jeff. Nevaba ligeramente. Todd detuvo el vehículo y pudieron ver a Dunlap y a una mujer de pie junto a los caballos, que estaban atados a la valla que rodeaba el cementerio.
—Parece que los templarios también han decidido suavizar un poco su imagen —dijo Lisa en voz baja.
Todd se rió ligeramente. Cuando salieron del vehículo sintieron un frío extremo. El tiempo había empeorado considerablemente desde su último encuentro. Todd y Lisa se acercaron hacia donde estaban Dunlap y la mujer; tan solo llevaban las.45 metidas en la funda.
—Hola —dijo Dunlap, casi gritando.
—Hola, sed bien hallados —contestó Gray, y luego, cuando estaban a solo unos pasos de distancia, añadió—: Roger, te presento a Lisa Nelson. Es nuestra especialista en logística, y la mujer de nuestro coordinador táctico.
—Encantado, señora —contestó Dunlap sonriendo—. Esta es mi mujer, Teresa, es la orientadora del grupo.
—Señora —dijo Todd en voz baja, mientras doblaba ligeramente la punta de su sombrero de camuflaje. A continuación, sugirió—: Hace mucho frío hoy, si queréis podemos hablar en la parte de atrás de la camioneta. Tenemos una estufa de queroseno y un termo con té caliente.
Roger Dunlap y su mujer se miraron el uno al otro y asintieron.
—Claro, nos parece estupendo —dijo Roger.
Los Dunlap, que llevaban sus dos respectivos rifles, siguieron a Todd y a Lisa hasta el vehículo. Los pasos de todos resonaban sobre la nieve. Una vez hubieron subido a la parte de atrás, Todd cerró la puerta, aunque dejó abierta una ranura para la ventilación. Todos guardaron silencio mientras Lisa encendía la lámpara de queroseno que servía tanto para calentarse como para cocinar. Los cuatro se sentaron con las piernas cruzadas en la caja de la camioneta y se quedaron mirando fijamente la luz que emitía la estufa que tenían delante. Los Dunlap se quitaron los dos pares de guantes que llevaban, los normales y los de lana, y se calentaron las manos. Sin que nadie dijese nada aún, Lisa sirvió el té en cuatro tazas grandes hechas de porcelana.
—Earl Grey... mi favorito —dijo Roger por fin, después de darle un sorbo al té. A continuación, todos fueron a hablar a la vez, hecho que produjo algunas risas.
Tras intercambiar las cortesías de rigor y comentar un poco el estado del tiempo, pasaron a hablar del motivo que les ocupaba.
—Hemos votado varias veces durante dos reuniones. Estamos preparados para hablar de los términos de una alianza.
—Excelente —dijo encantado Todd—. ¿Qué margen de alianza tenéis pensado?
Roger se quedó un momento callado.
—Queremos establecer un pacto de ayuda mutua y de seguridad —contestó después Roger—. A cada uno de los grupos se le asignaría una zona geográfica que debería patrullar y donde debería mantener el orden.
—Eso es exactamente lo que teníamos pensado —dijo Todd haciendo patente su alegría—. Sin embargo, queremos fijar claramente nuestra prioridad, que no es otra que la de ofrecer ayuda, sin que medie por ello ninguna obligación con los residentes de la zona, así como con los grupos de refugiados que no incumplan la ley.
—De acuerdo —dijo Dunlap.
—Una cosa importante: si una banda de forajidos amenaza la región, y es demasiado grande como para que cualquiera de los grupos se enfrente a ella por separado, nuestro tratado establecerá que el otro se compromete a prestarle ayuda, incluso a riesgo de poner en peligro las vidas de sus miembros.
—Me imagino que ese es el punto esencial, ¿no?
—Sí, desde luego, es el punto esencial —repitió Todd.
Dunlap y su mujer volvieron a mirarse el uno al otro.
—Estamos de acuerdo —afirmó Roger—. Estamos dispuestos a comprometernos.
Durante el siguiente cuarto de hora, los dos negociaron vivamente sus diferencias en cuanto a conceptos y terminología. De tanto en tanto, Lisa y Teresa hacían comentarios y sugerencias, pero los que hablaron principalmente fueron Todd y Roger. Su conversación, en cualquier caso, fue mucho más amistosa. El único momento en el que se asomó cierta posibilidad de discrepancia entre los dos fue cuando discutieron dónde quedaría trazada la línea divisoria de las Zonas Operativas o «Z. O.» de los dos grupos. Dunlap quería que la línea estuviese cinco kilómetros al este de Deary, y Gray un kilómetro al oeste de la misma población. Finalmente se llegó a un acuerdo, después de que Lisa sugiriera que los habitantes de Deary contarían con la ventaja de poder pedir ayuda tanto a un grupo como a otro si la línea divisoria se trazaba justo por el centro de la localidad.
Dunlap trazó la línea de la zona operativa de los templarios en un mapa de carreteras del estado de Idaho que llevaba consigo.
—Muy bien. La frontera común será la línea de norte a sur que recorre Deary Nuestra línea irá luego por el oeste hasta Kendrik, por el norte hasta la parte este de Moscow y luego hacia el este otra vez hasta Potlatch. No hace falta que cubramos Moscow. Seguro que os habéis enterado: la mayoría de la ciudad fue pasto de las llamas el año pasado. Los residentes que se quedaron han organizado un Comité de Vigilancia en el que incluyen controles de carretera. Ya hemos firmado un acuerdo con ellos, todo va estupendamente.
—Nos parece muy bien el trazado —dijo Todd a continuación—. Las fronteras de la Milicia del Noroeste quedarían de la siguiente manera: desde la línea «Mason-Dixon» al norte hasta llegar al río Palouse, luego al este hasta Hemlock Butte, a continuación, recto al sur hasta llegar al este de la ciudad de Elk, y luego al oeste hasta llegar a dos mil doscientos metros de Dreary. ¿Te parece bien?
—Ninguna objeción —asintió Roger. Después de que las fronteras fueran trazadas en dos copias del mapa, una para cada grupo, los dos hombres se estrecharon la mano.
El siguiente asunto a tratar era la coordinación entre los dos grupos.
—¿Tenéis acceso a alguna emisora individual de la banda ciudadana? —preguntó Todd.
—Sí —contestó Roger asintiendo—, una de nuestras estaciones de radio es un equipo S. S. B. de cuarenta canales.
—Muy bien, entonces podríamos fijar el canal 1 de la banda superior como nuestra línea principal de comunicación a la hora de coordinarnos. No haremos público que usamos esa frecuencia. Propongo también que toda la banda del canal 7 se convierta en nuestra frecuencia regional, en la que cualquiera de los habitantes de la zona pueda ponerse en contacto con cualquiera de los dos refugios. Lo más lógico sería elegir el canal 9, el que se utilizaba antiguamente para las emergencias civiles, pero todavía hay muchas interferencias. Así que mejor el 7. Los dos grupos lo tendremos abierto las veinticuatro horas del día. Cuando necesitemos hablar en privado, estableceremos contacto en el canal 7 y utilizaremos la frase «Muy bien, nos vemos en Coeur d'Alene. Adiós». Y luego nos pasamos al canal 1.
—Me parece estupendo —dijo Dunlap después de valorar un momento lo que Todd sugería—. Pero encuentro un problema. Nosotros tenemos energía de sobra, pero la mayoría de la gente de por aquí carece de una fuente de energía para alimentar sus emisoras de radio de banda ciudadana. Al quedarse sin gasolina, ya no pudieron mantener cargadas las baterías de sus coches y camionetas.
—Tengo una idea —dijo Lisa, metiendo baza—. Poseemos unos pequeños paneles fotovoltaicos de tipo Sovonics para cada uno de nuestros vehículos. Normalmente, los dejamos en el salpicadero para que las baterías no se descarguen. Cuando hace sol, llegan a cargar alrededor de cien mil amperios. Actualmente no estamos usando todos los vehículos, así que podríamos repartir esos pequeños paneles entre la gente del lugar que cuente con emisoras de banda ciudadana. Pueden cargar baterías de coche de 12 V, y con eso tener suficiente energía como para usar las emisoras en caso de emergencia.
—Es una idea magnífica —dijo Roger levantando las cejas—. Nosotros también tenemos cinco o seis de esos paneles fotovoltaicos para coches y solo estamos usando uno. Tenemos un generador eólico Jacobs y un juego de placas solares Arco Solar para las dos viviendas de nuestro refugio, así que no necesitamos esos pequeños paneles. Como entre los dos grupos solo podremos reunir un número limitado, tendremos que ser muy selectivos a la hora de decidir a quién le dejamos los paneles. Por lógica, deberían tener prioridad los que estén cerca de las carreteras principales y los que se encuentren en las zonas más alejadas. Así podrán advertirnos con tiempo cuando los saqueadores entren en nuestro territorio.