—Los dos somos miembros del partido. Nos dimos de alta en la universidad...
—Larry, ¡callate! —dijo David, gritando aún más.
—No, no, deja que tu amigo siga hablando. Si podéis explicaros de forma satisfactoria, puede que os dejemos seguir vuestro camino, o Larga Marcha, o como sea que queráis llamarlo. No nos interesa vuestra ideología. Eso es asunto vuestro, no nuestro. No va a tener ningún peso en la decisión que estamos tratando de tomar —dijo T. K.
Ambos extraños se pusieron visiblemente más nerviosos cuando Mike abandonó las mochilas para centrarse en el carro. Era el típico carrito de jardín, muy parecido al de los Gray. Estaba cubierto por una pequeña lona de plástico azul enganchada con gomas elásticas.
—Ahí solo llevamos la comida —dijo David con tono nervioso, sin apartar la vista del carrito—. No hace falta que lo registres.
Sin hacer caso, Mike continuó su tarea, quitando las cuerdas elásticas de una en una.
—Tienen un montón de comida enlatada.
Mientras apilaba las latas en el suelo, Mike iba describiendo su contenido:
—Estofado de ternera, chile con carne, guisantes, chuletas con alubias, judías pintas, y algo de comida para perro.
—Me pregunto si será Dinki Dee —le dijo Todd a Mary en broma.
Esta se quedó mirándole sin entender.
—¿No te acuerdas? Max y su perro: Mad Max.
Mary sonrió al acordarse y se echó a reír.
—Ah, sí, ya me acuerdo. Lo único que tenía para comer eran latas de comida de perro.
—Vaya, chavalines, ¿os habéis cargado a algún pobre Bambi? —dijo Mike sosteniendo una bolsa de plástico llena de carne cruda—. ¿O simplemente os hicisteis con el ternero de un granjero?
Larry empezó a llorar.
Nelson siguió descargando el carro, sacando una gran bolsa de patatas.
—Tenéis suerte de que haga tanto frío, si no la carne fresca se habría echado a perder en un abrir y cerrar de ojos.
De pronto, Mike dejó de hablar, se dobló a un lado y empezó a vomitar descontroladamente.
—¿Pero qué...? —gritó T. K. Se levantó y se acercó al carrito. Mike no pudo decir nada a causa de las arcadas. T. K. no entendía lo que pasaba; entonces miró en el fondo del carro y vio lo que Mike había descubierto: una bolsa de plástico, y en la bolsa, tres pequeñas piernas humanas y cuatro pequeños brazos. Acto seguido, se dio la vuelta y caminó hacia los dos desconocidos con la mirada helada. Accionó el selector de la CAR-15 y cambió la posición de semiautomático a automático. Sin parar de caminar hacia ellos, vació el cargador de su arma en dos largas ráfagas de disparos. Los dos hombres se derrumbaron, cosidos a balazos.
T. K. golpeó el seguro del cargador de su carabina, soltando la pareja de cargadores dobles. Con la mirada perdida, cambió de lado los cargadores e insertó el que aún estaba completo, y volvió a golpear el seguro con la palma de la mano. Dio dos pasos hacia delante, y con el cañón de su arma prácticamente en vertical vació un nuevo cargador entero en largas ráfagas de disparo automático.
—No malgastes munición, Tom, ya están requetemuertos —habló Mike.
—Esos putos saqueadores caníbales nunca estarán lo suficientemente muertos —contestó Kennedy mientras le temblaba el labio inferior. Dicho esto, se dio la vuelta y empezó a subir la colina hacia la casa mientras los demás se quedaban en un silencio acongojado. Instintivamente, T. K. recargó la humeante carabina con un cargador de treinta balas sin dejar de andar.
Mary estaba más horrorizada que nadie. Pese a toda su experiencia en el campo médico, nunca había visto morir a nadie, y mucho menos convertirse en papilla delante de sus narices. También era la primera vez que oía a T. K. decir un taco.
Los miembros del grupo echaron a suertes quién habría de limpiar el estropicio. Los desafortunados perdedores fueron Jeff y Kevin. Pasaron la mayor parte de la tarde arrastrando el equipaje de los muertos hasta la colina, haciendo inventario y limpiando y engrasando sus armas. Metieron todo, a excepción del carro, en una taquilla que Todd y Matt habían vaciado previamente.
Kevin se ofreció como voluntario para cavar un hoyo y dar sepultura al cargamento de «carne» de los saqueadores. Tocarlo le revolvió las tripas, pero consiguió no vomitar. Con el permiso de Todd, la pareja encargada de limpiar llevó a cabo su idea de exhibir los cadáveres. Con un esfuerzo considerable, usaron una grúa manual para elevar los cuerpos a dos postes de la luz contiguos, asegurándolos con trozos de cable de comunicaciones WD-1. Para manipular los cuerpos y la «carne» se pusieron guantes quirúrgicos. Mary pintó dos carteles que colgaron alrededor de sus cuellos y cuya inscripción decía así: «Saqueadores, asesinos y caníbales». Dejaron los cuerpos congelados allí arriba durante cinco semanas antes de descolgarlos y enterrarlos en el jardín.
Esa noche, el grupo rezó por las víctimas de los caníbales al comienzo de la reunión. Después, se enfrentaron al dilema de qué hacer con el equipo de los saqueadores. Lisa Nelson señaló el hecho de que probablemente casi todo el material era robado. Las opciones sugeridas fueron: uno, conservarlo y repartirlo equitativamente entre todos; dos, esperar hasta el restablecimiento del orden y donarlo entonces a una organización benéfica, preferiblemente una dedicada a los refugiados; o tres, distribuirlo como ayuda a los refugiados que pasaran por la zona y que realmente lo necesitaran. Todd pidió una votación. T. K. se negó a una votación de viva voz o a mano alzada. Propuso una «papeleta australiana», la manera en que el grupo se refería a una votación secreta y por escrito.
Tras el recuento de votos, ganó por amplia mayoría la opción de donar la carga y el botín una vez se restableciera el orden. Hicieron una segunda votación, esta vez a mano alzada, para hacer una excepción con la carabina Mini-14, su munición y accesorios. Dan Fong fue el impulsor de la idea, ya que pensaba que sería una buena arma para Rose.
La moción fue rechazada después de que Lisa mencionara cómo se sentía frente a la idea de quedarse con el botín de un saqueador, ya que, a su parecer, era prácticamente lo mismo que el mismo acto de saquear. Dan se mostró visiblemente enfadado:
—Es un arma completamente normal. ¿Es que te crees que está maldita? Es un pedazo de metal inanimado. Es incapaz de ser bueno o malo. No es más que una herramienta. Las buenas o malas intenciones son cosa de su propietario. Puedes usar un martillo para construir una casa, o para machacar la cabeza de alguien. El martillo no entra en esa decisión. Quien tiene el martillo es el que decide.
T. K. zanjó la discusión ofreciéndole a Rose su CAR-15. Él empezaría a llevar en cambio su otro calibre.223, un AR-15 que había montado él mismo para participar en concursos de tiro. Ese era con diferencia el AR-15 más caro del grupo. T. K. lo montó usando el receptor inferior de un Eagle Arms comercial, un receptor superior Colt Flattop M16A2 con mirilla A. R. M. S. «Swan Sleeve», y un cañón pesado Krieger con medidor de presión del aire. También tenía dos bases para mirillas. Una llevaba una Zeiss con alcance de 4-12x, la otra llevaba una Armson O. E. G.
Tras la reunión, Dan pidió disculpas a T. K. por haber perdido la calma. Antes de irse, le dio una bolsa resellable que contenía su kit de repuesto de piezas de receptores inferiores de M16 y de fiadores automáticos ajustables. Se lo pasó con una sonrisa, diciéndole:
—La próxima vez intenta mantenerlo controlado, en ráfagas de tres a cinco disparos. Lo de esta mañana ha sonado como una reposición de
Los Intocables de Elliott Ness.
El 20 de marzo, Jeff y Rose anunciaron que deseaban casarse. Jeff dijo con sinceridad:
—Hemos estado viviendo en pecado, y estamos arrepentidos.
Ese mismo día, el grupo se reunió en el salón. Tom se encargó de oficiar la ceremonia, que empezó con una larga oración de apertura. Rogó a Dios que orientara a la pareja y que, como el que todo lo cura, restaurara la salud de Rose y protegiera a todos en el refugio. Entonces Jeff y Rose unieron sus manos. Dirigiéndose a ellos por sus nombres de pila, Tom les pidió que intercambiaran sus votos. Jeff prometió «amar, honrar, abrigar, proveer y proteger» a Rose, y ella, a su vez, prometió «amar, honrar, abrigar y obedecer» a Jeff.
Tom mencionó la falta de una licencia de matrimonio, y dijo al respecto:
—No sé cómo los estados osaron meterse en los asuntos del matrimonio. Un trozo de papel no hace que estés casado. Realmente no otorga derechos ni privilegios. La alianza que acabamos de presenciar es lo que cuenta. Eso es un matrimonio. El matrimonio es la alianza sagrada entre un hombre y una mujer en obediencia a la ley de Dios. Ahora sois, a ojos de Dios y de los aquí reunidos, y bajo la ley común, marido y mujer.
Un tiempo después de haber comprado la casa en Idaho, Todd y Mary hicieron algunas reformas. Primero instalaron una rampa metálica para la leña que bajaba directamente al sótano. De esta manera se aseguraban el suministro de madera para la calefacción.
La siguiente mejora fue la construcción de una nueva caseta para la leña. Era lo suficientemente grande como para almacenar tres haces. Todd optó por una caseta de madera, con tres paredes y un marco hecho a base de postes. El techo era de chapa ondulada. Junto con lo que cabía en el sótano, los Gray tendrían suficiente madera como para tres inviernos como mínimo.
Debido a la insistencia de Mary, los Gray adoptaron un perro al poco tiempo de mudarse. Mary siempre había querido tener perro, pero, teniendo en cuenta que su antigua casa tenía que medirse en palmos cuadrados más que en hectáreas, pensaron que esa no era manera de tratar a un perro.
Tras una larga deliberación, optaron por un rodesiano. El proceso de selección de la raza del perro limitó las opciones a la familia de los sabuesos o perros de presa. Gracias a las pesquisas de Mary, aprendieron que prácticamente todos los sabuesos podían ser excelentes perros guardianes. Prácticamente todos tenían un buen olfato para seguir rastros. Basándose en atributos específicos de cada raza, las opciones se limitaban a un sabueso negro y bronce, un sabueso Redbone, o un rodesiano. Todd y Mary finalmente se decidieron por el rodesiano porque era más agresivo que las otras razas. Los rodesianos, criados en un principio para la caza de leones en África, tenían unas cuantas características especiales. La primera y más evidente de todas: tenían una cresta de pelaje a lo largo de su columna que crecía en dirección contraria al resto del pelo, «a contracorriente», según palabras de Todd. Por ese motivo a esta raza se le llama también «perro crestado de Rodesia». En segundo lugar, los rodesianos tenían la extraña costumbre de encaramarse a los árboles. Por último, y como no tardarían en descubrir tras la compra de su cachorro, estos perros tienden a ser tercos, cuando no directamente rebeldes. Afortunadamente, Todd y Mary pasaban todo el tiempo en la granja, así que pudieron prestar la atención necesaria hasta que el cachorro alcanzara la edad adulta y con ella la madurez emocional.
Su cachorro, una hembra, era de un criador de cerca de Boise. Era de color marrón rojizo, con una pequeña mancha blanca en el pecho y una pata blanca. La pata blanca constituía un fallo que rebajaba al cachorro a la categoría de mascota. Si hubiera tenido la calificación de animal de competición hubieran tenido que pagar más de mil dólares. En cambio, solo les costó trescientos. Mary llamó al cachorro Shona, en referencia al lenguaje de la tribu de los mashonas, de Zimbabue, antigua Rodesia.
Aunque Shona era una perra estrictamente «de exterior», era cariñosa y formaba prácticamente parte de la familia. También era un excelente perro guardián. Para horror de los Gray, el concepto de proteger la granja que tenía Shona incluía espantar a cualquier animal salvaje que se aventurara dentro de sus propiedades. Esto incluía ciervos, alces, faisanes, urogallos, codornices, perdices de chulear y, en ocasiones, osos. Con el tiempo lograron quitarle esa manía a Shona. Excepto la de los osos. Todd y Mary elogiaron con gusto a Shona cuando espantó su primer oso. Afortunadamente la perra era lo suficientemente inteligente como para distinguir entre los animales deseados y los no deseados.
Para que Shona estuviera a gusto durante los fríos inviernos de Bovill, Todd pasó día y medio construyendo una caseta para ella. El diseño de la misma era poco habitual. La construyó con paredes dobles, con dos capas de espuma aislante entre las paredes de contrachapado exteriores y las interiores. Aplicó el aislante a las cuatro paredes, el techo y el suelo. Para mantenerla separada del suelo, la caseta iba montada sobre cuatro zancos de madera de cedro de unos treinta centímetros de alto. Esto evitaría que se pudriera y al mismo tiempo la mantendría caliente. Todd usó un retazo de alfombra como puerta. En el interior, una vieja sábana plegada hacía las veces de cama. Al parecer a Shona le gustaba la caseta, pero pasaba casi más tiempo tumbada en la suave pendiente del techo que dentro de ella. Como era de esperar, este fenómeno cambió radicalmente con la llegada de la primera ola de frío.
La pareja continuó con las «mejoras» a lo largo de su primer verano en la casa. La siguiente ronda de reformas, caras y farragosas, giraba en torno a la seguridad. Durante una visita, Dan señaló el hecho de que las puertas de la casa estaban muy desgastadas y que pese a ser de construcción sólida no eran particularmente fuertes.
—Deberías construir puertas que estén a la altura de la capacidad de resistencia balística de tu casa, si no, acabarán siendo su talón de Aquiles. La casa aguantaría múltiples disparos de un Weatherby del calibre.460, pero las puertas probablemente no pararían ni un Magnum del.22. Yo apostaría por unas puertas bien robustas. Ya que estás, también deberías ponerle a tus ventanas unas buenas contraventanas.
Pese a que resultó ser mucho más caro y trabajoso de lo que esperaban, siguieron su consejo y llevaron a cabo el proyecto en verano.
Primero, quitaron las puertas y los marcos viejos. Reemplazaron los marcos originales por marcos de metal. Estos iban montados usando tornillos de anclaje de quince centímetros de largo y trece milímetros de diámetro instalados a intervalos de quince centímetros en la pared circundante. Para esta tarea, Todd tuvo que alquilar un martillo perforador pesado de tres cuartos de potencia y comprar brocas especiales de mampostería. Incluso con el martillo perforador, el trabajo le llevó varias horas. Después, Todd encargó a un ebanista local la construcción de puertas personalizadas usando madera de arce de nueve centímetros de grosor. Las puertas iban montadas no en tres, sino en cinco bisagras extrafuertes. Antes de irse, el ebanista comentó: