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Authors: Charlaine Harris

Muerto y enterrado (26 page)

—Jason —dije cuando descolgó.

—Hermanita. ¿Qué pasa? —Parecía extrañamente sobresaltado, como si acabase de experimentar algo emocionante.

—Tray ha tenido que irse, y creo que hoy necesitaré algo de protección —dije. Hubo un prolongado silencio. No se apresuró a interrogarme, lo cual era muy extraño—. Me preguntaba si podrías acompañarme. Hoy mi idea era… —empecé, pero luego traté de imaginar cuál era. Resultaba difícil tener una buena crisis cuando la vida real insistía en estar latente—. Bueno, tengo que ir a la biblioteca y recoger un par de pantalones en la tintorería. —No había comprobado la etiqueta antes de la compra—. Tengo que hacer el turno de día en el Merlotte’s. Creo que eso es todo.

—Vale —dijo Jason—. Aunque esos recados no parecen muy urgentes. —Otra larga pausa, y entonces añadió de repente—: ¿Estás bien?

—Sí —dije con cautela—. ¿Por qué no iba a estarlo?

—Esta mañana ha pasado una cosa de lo más extraña. Anoche, Mel se quedó a dormir en mi casa, ya que estaba fatal cuando me lo encontré en el Bayou. Esta mañana, temprano, llamaron a la puerta. Fui a abrir y había un tipo muy raro, no sé, estaba como loco. Lo más curioso de todo es que se parecía mucho a mí.

—Oh, no —dije, sentándome de golpe en el taburete.

—No estaba bien, hermanita —continuó Jason—. No sé qué le pasaba, pero no estaba bien. Se puso a hablar como si supiésemos quién era. No paraba de decir locuras. Mel intentó interponerse entre él y yo, y lo arrojó a través de la habitación, llamándolo asesino. Podría haberse roto el cuello si no hubiese aterrizado en el sofá.

—Entonces Mel está bien.

—Sí, está bien. Bastante cabreado, pero ya sabes…

—Claro. —Los sentimientos de Mel no era lo que más me importaba en ese momento—. Bueno, ¿y qué hizo después?

—Dijo no sé qué chorrada sobre que ahora que estaba cara a cara conmigo comprendía por qué mi bisabuelo no quería saber nada de mí, y que todos los mestizos deberíamos estar muertos, pero que estaba claro que éramos parientes, y había decidido que debía saber lo que pasaba a mi alrededor. Dijo que era un ignorante. No entendí gran cosa, pero sigo sin saber lo que era. No era vampiro, y, por su olor, sé que no era ningún cambiante.

—Estás bien, eso es lo importante, ¿verdad? —¿Me habría equivocado al mantener a Jason fuera de todo el asunto de las hadas?

—Sí —dijo, en un tono de voz de repente cauto y afectado—. No vas a contarme de qué va todo esto, ¿verdad?

—Ven a casa y hablaremos de ello. Y, por favor, no abras la puerta a nadie a menos que estés seguro de quién se trata. Ese tipo es peligroso, Jason, y no le importa a quién le haga daño. Creo que Mel y tú habéis sido muy afortunados.

—¿Estás con alguien?

—No, desde que Tray se marchó.

—Soy tu hermano e iré siempre que me necesites —afirmó Jason con una inesperada dignidad.

—Te lo agradezco mucho —dije.

Al final fueron dos por el precio de uno. Mel vino con Jason. Resultó extraño, ya que tenía algunas cosas familiares que hablar con mi hermano, y me era imposible con Mel delante. Con un tacto que no me habría esperado de él, le dijo a Jason que tenía que irse a casa a por una bolsa de hielo para el hombro, que presentaba un feo moratón. Cuando Mel se fue, invité a Jason a que se sentase al otro lado de la mesa de la cocina, y le confesé:

—Tengo algunas cosas que contarte.

—¿Sobre Crystal?

—No. Aún no sé nada de lo suyo. Es sobre nosotros. Sobre la abuela. Te va a costar creerlo. —Le advertí justamente. Recuerdo el enfado que había sentido cuando mi bisabuelo me contó cómo mi abuelo y hada mestizo Fintan había conocido a mi abuela, y cómo ella había acabado teniendo dos hijos suyos, nuestro padre y nuestra tía Linda.

Ahora, Fintan estaba muerto (asesinado), como nuestra abuela y nuestros tíos. Pero nosotros vivíamos, y conservábamos una diminuta parte feérica, lo que nos convertía en objetivo de los enemigos de nuestro bisabuelo.

—Y uno de esos enemigos —dije, después de contarle la historia familiar— es nuestro tío abuelo medio humano, Dermot. Les dijo a Tray y a Amelia que se llamaba Drake, supongo que porque suena más moderno. Dermot se parece mucho a ti, y es quien se presentó en tu casa. No sé qué se trae entre manos. Se unió a Breandan, el gran enemigo de Niall, a pesar de ser mestizo y, por ello, exactamente lo que Breandan más odia. Así que, cuando dijiste que parecía que estaba loco, creo que diste con la respuesta. Parece que quiere conectar contigo, pero también te odia.

Jason permaneció sentado, mirándome. Se había quedado completamente inexpresivo. Todos sus pensamientos estaban sumidos en una especie de atasco de tráfico. Finalmente dijo:

—¿Me estás diciendo que intentó acercarse a ti a través de Tray y Amelia? ¿Y ninguno de los dos sabía lo que era?

Asentí. Hubo otro silencio.

—¿Y por qué quería conocerte? ¿Quería matarte? ¿Por qué necesitaría conocerte primero?

Buena pregunta.

—No lo sé —admití—. A lo mejor sólo quería ver qué aspecto tengo. A lo mejor no sabe lo que de verdad quiere. —No daba con una razón convincente, y me pregunté si Niall aparecería para explicármelo. Probablemente no. Tenía una guerra entre manos, por mucho que ésta se estuviese librando lejos de la percepción humana—. No lo entiendo —pensé en voz alta—. Murry se presentó aquí mismo para matarme, y era un hada puro. ¿Por qué se comporta Dermot, que está en el mismo bando, de forma tan… indirecta?

—¿Murry? —dijo Jason, y cerré los ojos. Mierda.

—Era un hada —respondí—. Intentó matarme. Ya es historia.

Jason sacudió la cabeza en aprobación.

—Vale, Sookie —dijo—. Veamos si lo comprendo. Mi bisabuelo no ha querido conocerme porque me parezco a Dermot, que es mi… tío abuelo, ¿verdad?

—Sí.

—Pero al parecer le caigo algo mejor a Dermot, porque lo cierto es que vino a mi casa e intentó hablar conmigo.

Tenía que dar crédito a Jason por esa interpretación de la situación.

—Sí —dije.

Jason se puso de pie de un salto y rodeó la cocina.

—Todo esto es por culpa de los vampiros —espetó. Me atravesó con la mirada.

—¿Por qué lo dices? —Eso no me lo esperaba.

—Si no hubiesen salido a la luz, nada de esto estaría pasando. Mira todo lo que ha ocurrido desde que salieron por la tele. Mira cómo ha cambiado el mundo. Ahora hemos tenido que salir nosotros. Las siguientes serán las jodidas hadas. Y las hadas no traen nada bueno, Sookie; Calvin me ha advertido en su contra. Crees que son todo belleza, dulzura y luz, pero no es así. Me ha contado historias suyas que te pondrían los pelos de punta. Su padre conoció a un par de ellas. Por lo que dice, estaríamos mejor si estuviesen muertas.

No sabía si sorprenderme o enfadarme.

—¿Por qué eres tan ruin, Jason? Lo que menos necesito es discutir contigo o escucharte decir cosas malas de Niall. No lo conoces. No lo… Además, también eres en parte hada, ¡recuérdalo! —Tenía la horrible sensación de que algo de lo que él había dicho era cierto, pero no era el momento para tener ese debate.

La expresión de Jason era sombría, cada rasgo de su cara reflejaba pura tensión.

—No quiero parentesco con ningún hada —dijo—. Él no me quiere, yo no le quiero. Y si vuelvo a ver a ese mestizo loco de nuevo, mataré a ese hijo de puta.

No sé qué le habría respondido, pero en ese momento entró Mel sin llamar, y ambos nos volvimos para mirarlo.

—¡Lo siento! —se excusó, obviamente azorado y perturbado por la ira de Jason. Por un momento pareció pensar que Jason estaba hablando de él. Cuando ninguno de los dos lo hicimos parecer culpable con nuestras reacciones, se relajó—. Disculpa, Sookie. He olvidado mis modales. —Llevaba una bolsa de hielo en la mano y se movía lenta y dolorosamente.

—Lamento que te lastimara el visitante sorpresa de Jason —dije. Se supone que hay que agasajar a las visitas. No había pensado mucho en Mel, pero en ese mismo instante me di cuenta de que habría preferido la presencia de Hoyt, el antiguo mejor amigo de Jason, en vez de la del hombre pantera. No es que Mel me cayese mal, pensé. Era tan sólo que no lo conocía muy bien y no sentía la confianza automática que puedes sentir hacia la gente en un momento dado. Mel era diferente. Incluso para tratarse de un hombre pantera, resultaba muy difícil de leer, pero eso no significaba que fuese imposible.

Tras ofrecerle algo de beber, como mero gesto de cortesía, le pregunté a Jason si pensaba quedarse todo el día y acompañarme mientras hacía mis recados. Albergaba serias dudas respecto de una respuesta afirmativa. Jason se sentía rechazado (por el bisabuelo feérico al que nunca había conocido y al que no quería reconocer), y a mi hermano no se le daba bien lidiar con ese tipo de cosas.

—Te acompañaré —dijo, serio y rígido—. Primero deja que pase por casa para coger mi rifle. Lo necesito, y hace siglos que no lo pongo a punto. ¿Mel? ¿Vienes conmigo? —Jason sólo quería alejarse de mi presencia para calmarse. Pude leerlo con la misma claridad que una lista de la compra.

Mel se incorporó para acompañar a Jason.

—Mel, ¿qué opinas del visitante de Jason de esta mañana? —pregunté.

—¿Aparte del hecho de que consiguió lanzarme por los aires hasta el otro lado de la habitación y que se parecía tanto a Jason como para hacerme girar para asegurarme de que el que salía del baño era él? No mucho —dijo Mel. Se había puesto sus habituales pantalones sueltos y un polo, pero los cardenales azulados del brazo daban al traste con la pretendida elegancia. Se puso una chaqueta con sumo cuidado.

—Ahora nos vemos, Sookie. Pásate a recogerme —pidió Jason. Claro, quería que gastase yo mi gasolina, ya que eran mis recados los que íbamos a hacer—. Mientras, puedes llamarme al móvil.

—Claro. Te veo dentro de una hora.

Como la soledad no había sido la tónica dominante de mi vida en los últimos tiempos, lo cierto es que habría disfrutado de tener toda la casa para mí, de no ser por la preocupación que me inspiraba el hecho de que hubiera un asesino sobrenatural ansioso por echarme la mano encima.

No ocurrió nada. Me comí un cuenco de cereales. Finalmente decidí arriesgarme con una ducha a pesar de los recuerdos que tenía de
Psicosis
. Me aseguré de que todas las puertas que daban al exterior estuviesen bien cerradas y eché el pestillo en la del baño. Me di la ducha más rápida de la historia.

Nadie había intentado matarme aún. Me sequé, me maquillé un poco y me vestí para ir a trabajar.

Cuando llegó la hora de irse, permanecí un momento en la parte de atrás de la casa y escruté el espacio entre los peldaños y la puerta de mi coche, una y otra vez. Calculé que me llevaría diez pasos. Desbloqueé los seguros del coche con el mando a distancia. Respiré hondo varias veces y abrí la puerta de rejilla. Salté al porche, brinqué sobre las escaleras y, en una poco digna carrera, abrí la puerta del coche, me metí en el vehículo y cerré de un portazo. Miré a mi alrededor.

No se movió nada.

Estallé a reír, falta de aliento. ¡Tonta de mí!

Tanta tensión me trajo a la mente todas las películas de miedo que había visto. Me dio por pensar en
Parque jurásico
y los dinosaurios (pensé que quizá las hadas fuesen los dinosaurios del mundo sobrenatural) y no me habría sorprendido demasiado que un trozo de cabra se estrellase contra el parabrisas.

Eso tampoco ocurrió. Vale…

Introduje la llave y la giré, y el motor arrancó. No estalló. Y tampoco había ningún tiranosaurio visible por el retrovisor.

Hasta ahí, todo bien. Me sentí mejor en cuanto empecé a rodar lentamente por el camino, atravesando el bosque, pero llevaba los ojos bien abiertos. Sentí la tentación de llamar a alguien para dejar constancia de dónde estaba y lo que estaba haciendo.

Saqué el móvil del bolso y llamé a Amelia. Cuando lo cogió, dije:

—Voy de camino a casa de Jason. Oye, ¿sabías que un hada hechizó a Tray para que tomase sangre de vampiro?

—Estoy trabajando —contestó Amelia con voz cauta—. Sí, me ha llamado hace algunos minutos, pero tuvo que irse a vomitar. Pobre Tray. Al menos la casa está bien.

Amelia se refería a que sus protecciones mágicas habían aguantado. Bien, tenía derecho a sentirse orgullosa por eso.

—Eres la mejor —dije.

—Gracias. Escucha, estoy muy preocupada por Tray. Intenté volver a llamarlo pasados unos minutos, pero no lo cogió. Sólo espero que se haya quedado dormido, pero pensaba pasarme por su casa cuando saliera del trabajo. ¿Por qué no te reúnes conmigo allí? Podemos pensar en algo para cuidar mejor de ti.

—Vale —respondí—. Me pasaré esta noche, cuando salga de trabajar, puede que a eso de las cinco. —Con el teléfono aún en la mano, me detuve y salí del coche para comprobar el buzón, que se encontraba en la misma Hummingbird Road. A continuación volví a meterme en el coche a toda velocidad.

Había sido una estupidez. Podría haber pasado sin consultar el correo por un día. Es muy difícil romper ciertas costumbres, por banales que sean.

—Tengo mucha suerte de que vivas conmigo, Amelia —dije. Puede que me pasase de dramática, pero era una verdad como un templo.

Pero Amelia se había ido por otros derroteros mentales.

—¿Has vuelto a hablar con Jason? ¿Se lo has contado… todo?

—Sí, no me quedó más remedio. No podemos hacer siempre las cosas a la manera de mi bisabuelo. Han pasado muchas cosas.

—Siempre pasan a tu alrededor —dijo Amelia. No parecía enfadada, y no me estaba condenando.

—No siempre —repliqué, tras un agudo instante de duda. «De hecho», pensé, mientras giraba a la izquierda al final de Hummingbird Road de camino a casa de mi hermano, «lo que dijo Jason de que todo había cambiado desde la revelación de los vampiros… es quizá algo con lo que estoy plenamente de acuerdo».

En un terreno más prosaico, me di cuenta de que casi no me quedaba gasolina. Tendría que hacer una parada en Grabbit Quik. Mientras llenaba el depósito, volví a darle vueltas a lo que Jason me había contado. ¿Qué es tan urgente como para que un hada mestizo que odia a la humanidad llame a la puerta de Jason? ¿Por qué le diría a Jason…? No debería estar pensando en eso.

Era una estupidez, y tenía que vigilar mis espaldas en vez de intentar arreglar los problemas de mi hermano.

Pero al cabo de unos minutos de repasar la conversación, empecé a albergar la sospecha de que lo comprendía todo un poco mejor.

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