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Authors: Anne Rice

Lestat el vampiro (88 page)

Silencio. La conexión, rota.

¡marius!

Algo más, pero demasiado débil. ¡Pese a toda su intensidad, simplemente demasiado débil!

¡marius!

Me encontraba apoyado contra el ventanal, con la mirada fija en la luz matinal cada vez más intensa; los ojos me lloraban y las yemas de los dedos casi me ardían al contacto con el cristal caliente.

Respóndeme: ¿es Akasha? ¿Estás diciéndome que es Akasha, que se trata de ella? ¿Que ha sido ella quien...?

Pero el Sol asomaba ya sobre las montañas. Los rayos letales se derramaban por las laderas avanzando hacia el fondo del valle.

Salí corriendo de la casa y crucé los campos en dirección a las colinas, escudándome los ojos del sol con los brazos.

En cuestión de segundos, alcancé mi oculta cripta subterránea, retiré la losa y descendí los angostos peldaños toscamente tallados. Una vuelta más, y luego otra, y de nuevo estuve en la fría y segura oscuridad, envuelto en el aroma de la tierra. Me tendí en el suelo de barro de la pequeña cámara con el corazón desbocado y temblando de pies a cabeza. ¡Akasha!
Esa música tuya puede despertar a los muertos.
¡Un televisor en el santuario! ¡Naturalmente! Marius les había instalado el aparato, y la conexión directa con el satélite. ¡Habían visto los video-clips! ¡Lo supe! ¡Lo supe con la misma certidumbre que si Marius lo hubiera dicho con su propia voz! Había llevado la televisión a la cámara de Los Que Deben Ser Guardados, igual que les había llevado el proyector de películas años y años atrás.

Y ella había despertado, se había levantado.
Esa música tuya puede despertar a los muertos.
Había vuelto a conseguirlo.

¡Ah!, si pudiera mantener los ojos abiertos, seguir pensando siquiera..., si no estuviera levantándose el sol...

Ella había estado allí, en San Francisco, había estado así de cerca de nosotros, haciendo arder a nuestros enemigos.
Extraña, absolutamente extraña,
sí.

Pero ajena a la civilización, no. Salvaje no. Ella no era tal cosa. Mi diosa acababa sólo de re-despertar, de alzarse como una esplendorosa mariposa surgiendo de la crisálida. ¿Qué era el mundo para ella? ¿Cómo había llegado hasta nosotros? ¿Cuál era el estado de su mente?
Peligro para todos nosotros.
¡No acepté tal cosa! Ella había matado a nuestros enemigos. Había acudido a nosotros.

Pero no pude seguir resistiéndome a la somnolencia y a la pesadez. La pura sensación estaba sofocando cualquier asombro o excitación. Mi cuerpo fue quedando fláccido e impotentemente quieto contra la tierra.

Y entonces sentí una mano cerrándose súbitamente sobre la mía.

Una mano fría como el mármol, e igual de dura.

Mis ojos se abrieron de par en par en la oscuridad. La mano aumentó su presión. Una gran mata de cabello sedoso me rozó el rostro. Un brazo helado me cruzó el pecho.

¡Oh, por favor, querida mía, hermosa mía por favor!
Deseé decirlo, pero los ojos se me cerraban de nuevo. Mis labios no se movían. Estaba perdiendo la conciencia. Fuera, el sol había salido.

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