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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Las seis piedras sagradas (8 page)

Lily miró la compleja disposición de símbolos y se encogió de hombros. La tradujo en cuestión de segundos. Decía:

Con mi amada, Nefertari,

yo, Ramsés, hijo de Ra,

vigilo el más sagrado santuario.

Lo vigilaremos siempre.

Grandes centinelas,

con nuestro tercer ojo lo vemos todo.

—¿«Con nuestro tercer ojo»? —Jack frunció el entrecejo.

—Eso es lo que dice.

—Nefertari era la esposa favorita de Ramsés II —dijo Jack—. Juntos mantienen vigilado el santuario más sagrado, sea lo que sea. Gracias, cariño.

Lily sonrió. Le encantaba que la llamara así.

Más tarde, se abrió la puerta de la suite presidencial y Lily corrió a los brazos del hombre que apareció en el umbral.

—¡Osito Pooh! ¡Osito Pooh, has venido!

El hombre era una versión más joven y de más baja estatura que el jeque Abbas. Era el segundo hijo del gran jeque Zahir al Anzar al Abbas, cuyo nombre en clave era Saladino, pero había sido rebautizado por Lily como Osito Pooh. Bajo, gordo y con una gran barba, tenía una voz tan grande y fuerte como su corazón.

Lo acompañaba un hombre más alto, delgado, con facciones esqueléticas: un experto francotirador una vez conocido como Arquero, y ahora llamado Elástico, tras haber sido rebautizado por Lily.

Israelí de nacimiento, Elástico había sido un miembro del Mossad, pero después de un cierto… conflicto… con ellos durante la búsqueda del piramidión dorado, era ahora persona non grata en Israel. De hecho, era público y notorio que el Mossad había puesto precio a su cabeza por aquellas acciones.

Ambos saludaron a Zoe y a Monstruo del Cielo y, cuando consiguieron sacarlo de su despacho, también a West.

—Éste es mi amigo, Alby —le dijo Lily a Osito Pooh—. Es un mago de las matemáticas y los ordenadores.

—Es un placer conocerte, Alby —rugió Pooh—. Espero que tus intenciones para con mi pequeña Lily sean puras. Deja que te lo diga de otra manera: si le partes el corazón, chico, te perseguiré hasta los confines de la Tierra.

Alby tragó saliva.

—Sólo somos amigos.

Osito Pooh sonrió y le guiñó un ojo a Lily.

—¿Qué, joven Alby?, ¿te unes a nosotros en esta empresa?

—Los padres de Alby están ahora en Sudamérica, no es posible establecer contacto telefónico con ellos —explicó Lily—. Se suponía que Alby se quedaría con nosotros en la granja, así que creo que ahora nos acompañará allí donde vayamos.

—¿Y bien, Cazador? ¿Qué te preocupa esta vez? —exclamó a continuación Osito Pooh.

—Podría ser malo, Pooh. Muy malo. Han neutralizado a Tártaro y algunas personas quieren hacerse con la Piedra de Fuego cueste lo que cueste. Conseguimos escapar por los pelos.

—¿Te encontraron en Australia?

—Sí. He convocado una reunión para reunir a todo el equipo original. Velludo es el único que falta. Viene de camino desde Jamaica.

—¿Y el Mago?

—Por el momento está fuera de escena, pero me ha enviado información suficiente para ponernos en marcha. Con la ayuda de Lily he podido descifrar algunos de sus recientes descubrimientos.

Pooh miró a la pequeña.

—¿Es verdad? ¿Cuántos idiomas hablas ahora, jovencita?

—Cinco, además de la lengua de signos.

—Buena chica. Nunca dejes de aprender. Nunca dejes de mejorar tu don.

Pooh se volvió hacia West con una expresión grave.

—Mi padre envía un mensaje. En la reunión de mañana estarán representados algunos países más. Algunos no son de los siete originales. Por lo visto, se ha corrido la voz.

West frunció el entrecejo. Eso se estaba moviendo demasiado rápido, a un ritmo que escapaba de su control. Era como si aún estuviera intentando alcanzarse a sí mismo.

Sacó varias copias del resumen de cinco páginas que había encontrado entre las notas del Mago y las repartió.

—Éste es el resumen que les daré a todos los asistentes a la reunión de mañana. Es sobre el trabajo del Mago. Leedlo. De esa manera será menos sorprendente.

Luego los miró a todos —sus viejos amigos, amigos que se habían vinculado a lo largo de una larga, difícil y a veces aparentemente imposible misión—, y les sonrió.

—Me alegro de que estéis todos aquí para esta nueva aventura.

LA REUNIÓN

TORRE BURJ AL ARAB

4 de diciembre de 2007

Al día siguiente, a medida que llegaba cada delegación a la suite presidencial, se les entregaba el resumen de cinco páginas.

Era una curiosa reunión de representantes nacionales.

De las originales siete naciones que habían patrocinado la búsqueda inicial de West para encontrar el piramidión dorado sólo estaban presentes cuatro: Australia (West), Irlanda (Zoe), los Emiratos Árabes Unidos (Osito Pooh) y Nueva Zelanda (Monstruo del Cielo).

El Mago (Canadá) estaba desaparecido en China.

España, que había perdido a un hombre durante la primera misión, había declinado enviar a un representante a ésa. En cuanto al hombre de Jamaica, Velludo, contra lo habitual aún no había llegado.

—Todavía debemos aguardar a Velludo y a unos pocos más —dijo West—. Así que, por favor, mientras esperan, lean el resumen.

Así lo hicieron.

El resumen llevaba por título «Las seis piedras de Ramsés y los pilares del Mundo»:

LAS SEIS PIEDRAS DE RAMSÉS Y LOS PILARES DEL MUNDO

por el profesor Max T. Epper,

Trinity College, Universidad de Dublín

El fin del mundo ha preocupado a la humanidad desde que ésta existe.

Para los hindúes, Vishnú destruirá la Tierra. Los cristianos temen al Apocalipsis profetizado en los libros finales de la Biblia. Nada menos que el propio san Pedro escribió: «El fin de todas las cosas está cerca.»

Me temo que está más cerca de lo que creemos.

El casamiento de la Luz y la Oscuridad

Nuestro pequeño planeta no existe en un vacío.

Existe en consonancia con nuestro Sol y los otros planetas de nuestro sistema solar.

Algunas antiguas civilizaciones tenían conocimiento de estas relaciones: los mayas, los aztecas, los egipcios, incluso los pueblos neolíticos de Bretaña; todos ellos veían patrones en el cielo nocturno.

Como yo mismo descubrí durante el acontecimiento de Tártaro en 2006, la Tierra está directamente vinculada con nuestro Sol.

Nuestro Sol da vida. Da la luz que inicia la fotosíntesis y el clima cálido que permite que nuestros frágiles cuerpos humanos existan sin que se congele o hierva la sangre en nuestras venas.

Esto, sin embargo, es una situación mucho más delicada de lo que muchos creen.

Para citar al filoso chino Lao-Tsé, nada existe aislado. Para que la vida exista debe haber un equilibrio. El equilibrio implica la existencia armónica de dos cosas, lo que los filósofos llaman «dualidad».

Pero no sólo debe haber dos de todo —hombre, mujer; calor, frío; luz, oscuridad; bueno, malo—, sino que dentro de lo bueno debe haber algo malo, de la misma manera que en lo malo debe haber algo bueno. Esto nunca se ha explicado mejor que con el famoso Tajitu, el Yin y el Yang.

Así pues, ¿qué significa ese concepto de dualidad en el contexto de nuestro sistema solar? Significa lo siguiente:

Nuestro Sol no existe solo.

Tiene un gemelo, un opuesto, un cuerpo invisible de materia oscura conocido como «campo cero». Este campo esférico pasa a través de las regiones exteriores de nuestro sistema solar como un agujero negro en movimiento, no tanto como poseedor de energía negativa, sino carente de cualquier energía. Absorbe la luz. Es de un frío indescriptible. Puede romper el oxígeno a un nivel molecular. Es, en resumen, una variedad de energía que es el anatema para la vida tal como la conocemos.

Si este campo cero —este Sol Oscuro, si se quiere llamar así— alguna vez entra en nuestro sistema solar, destruirá toda la vida en la Tierra.

Observen la imagen al principio de este artículo. Es una talla que se encuentra por todo el mundo, desde Abu Simbel, en Egipto, a Newgrange en Irlanda y Perú en Sudamérica.

Es conocido como el «Misterio de los Círculos».

Una rápida mirada lleva al observador a concluir que representa a nuestro sistema solar, con el Sol en su centro, rodeado por nueve planetas.

No es así.

Si miran con atención, verán que el Misterio de los Círculos contiene diez planetas que giran alrededor de un sol central. También muestra —un tanto misteriosamente— un extraño orbe negro ubicado fuera de las órbitas de los diez planetas, idéntico en tamaño al Sol central.

Estoy convencido de que el Misterio de los Círculos es una representación de nuestro sistema solar, pero no como lo vemos ahora. Es una figura de nuestro sistema solar tal como era hace mucho tiempo.

Olviden los planetas por un momento y mantengan la mirada puesta en el orbe negro que está fuera de los círculos.

Éste debe ser el foco de nuestra investigación.

Porque representa el gemelo oscuro de nuestro Sol, y ahora se acerca para traer nuestra destrucción.

La Máquina

No obstante, hay un mecanismo instalado que nos permite evitar nuestra destrucción.

Por desgracia, el conocimiento crucial para nuestra salvación —el funcionamiento de esa «Máquina»—, que era conocido por los antiguos, se perdió hace tiempo a través de las guerras, las edades oscuras, las cacerías de brujas y los holocaustos.

Sin embargo, grandes hombres y mujeres a lo largo de la historia han preservado fragmentos de ese conocimiento: Lao-Tsé y su famoso estudiante, Confucio; Ramsés II, el poderoso faraón, y su constructor de templos, Imhotep II; Cleopatra VII, la predestinada reina egipcia; el gran gobernante maya, el rey Pakal y, en tiempos más recientes, Isaac Newton, en su obsesiva búsqueda de los secretos de la alquimia.

En todos sus escritos hay un detalle común. La Máquina está siempre representada con esta imagen:

Sin embargo, su significado aún nos es esquivo.

Las seis piedras de Ramsés

De todos los grandes individuos que han sabido de esta Máquina, fue Ramsés II —el más grande de los faraones, más grande incluso que Keops, el constructor de la Gran Pirámide— quien nos dejó la mayor información al respecto, que, por cierto, identifica la clave para resolver el misterio.

Las seis piedras sagradas.

Seis piedras que, en su honor, ahora llamamos las Piedras de Ramsés. Son éstas:

1. La Piedra Filosofal

2. La Piedra del Altar del templo del Gemelo Oscuro de Ra (Stonehenge)

3. Las Tablillas Gemelas de Tutmosis

4. La Piedra de los Sacrificios maya

5. La Piedra Vidente de la tribu del sur (Delfos)

6. La Fuente de Ramsés II

En su templo de Abydos, en un remoto rincón del sur de Egipto —no lejos de su famosa lista de los setenta y seis faraones tallada en una pared—, Ramsés dejó una tablilla donde menciona las «Seis Piedras Guía del Gemelo Oscuro de Ra».

Ahora bien, si no es imposible que Ramsés pudiera haber visto todas esas piedras, es poco probable. Se cree, sin embargo, que las seis piedras en algún momento estuvieron en Egipto, incluidas las de Stonehenge y la maya. En cualquier caso, parece ser que Ramsés estuvo en posesión de algún conocimiento avanzado sobre ellas y, de entre todos los faraones, fue el único que dejó ese conocimiento por escrito.

Esas piedras guía, dijo, una vez «impregnadas por el
Sa-Benbén»,
proveerán «el conocimiento necesario» cuando «el Gemelo Oscuro de Ra regrese para ejecutar su venganza contra el mundo».

Como pueden imaginar, durante muchos años esto confundió a los egiptólogos. Ra era el Sol. ¿Quién o qué, entonces, era el Gemelo Oscuro de Ra? ¿Otro sol?

Fueron necesarias las maravillas tecnológicas de la moderna astronomía para saberlo: el Sol Oscuro ahora se acercaba a nuestro sistema solar.

Por tanto, ¿qué hacen las seis piedras de Ramsés? ¿Por qué el faraón las llamó piedras guía?

Muy sencillo: porque nos guían hacia la Máquina.

La Máquina salvará a nuestro planeta.

Creímos que nuestros problemas se habían acabado cuando colocamos el piramidión dorado en lo alto de la Gran Pirámide, pero no es así. Sólo estábamos completando una condición previa necesaria para el suceso principal: nosotros «cargamos» el
Sa-Benbén.

Así que ahora el
Sa-Benbén
está cargado por el Sol. Está preparado para interactuar con las seis. Yo creo que cuando el
Sa-Benbén
entre en contacto con cada piedra sagrada, dicha piedra nos dará una percepción única de la llegada del Sol Oscuro y el funcionamiento de la Máquina que salvará la Tierra.

El fin de todas las cosas está cerca… pero aún no ha llegado.

Una puerta se cerró en alguna parte. Los delegados reunidos interrumpieron la lectura.

—¡Ah! ¡Mi hijo! —El jeque Abbas se levantó de su silla y abrazó al apuesto joven que había entrado en la habitación.

Era el capitán Rashid Abbas, comandante del Primer Regimiento de Comandos, la fuerza de élite de los Emiratos Árabes Unidos. El hijo mayor del jeque era un hombre muy apuesto con una mandíbula fuerte, la piel morena y los ojos azul oscuro. Su alias, como no podía ser de otra manera, era exagerado: la Cimitarra de Alá o simplemente Cimitarra, para abreviar.

—Padre —dijo al tiempo que abrazaba a Abbas con gran afecto—. Perdona mi tardanza, pero esperaba a mi amigo.

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