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Authors: Marina Borruso

Tags: #Autoayuda

Las Enseñanzas de Eckhart Tolle (6 page)

Comenzamos a sentir placer con lo que hacemos al mismo tiempo que lo hacemos. Esto se refleja en una íntima satisfacción por la labor realizada; y por eso mismo la calidad del trabajo mejora. Es la llama de la conciencia que finalmente brilla a través de nosotros. Puede suceder que la persona que se encuentre con nosotros lo reconozca; a lo mejor la cajera del supermercado nos brinda una hermosa sonrisa, cuando antes parecía que siempre tenía prisa; quizás el empleado del banco, que ni siquiera nos echaba una mirada, inesperadamente y sin ningún motivo nos brinda una atención especial. De improviso pareciera que la gente nos descubre y desea atendernos.

No obstante, puede suceder que nuestra vida sea la misma de siempre y, sin embargo, nos parezca totalmente nueva; los encuentros con los demás se vuelven más auténticos, sin que hagamos nada especial para que eso suceda; las relaciones, incluso las más efímeras, se vuelven más profundas. La paz que tenemos dentro ha comenzado a irradiarse fuera. El verdadero cambio ha ocurrido dentro.

2. ESTAR ATENTO AL SUFRIMIENTO

Eckhart Tolle nos ofrece un instrumento extremadamente potente, precisamente por su gran simplicidad. Nos ofrece la posibilidad de liberarnos del pasado. Nos regala un Presente en el cual el pasado no tiene la menor influencia; es un nuevo Presente. Gracias a la práctica de sus enseñanzas, incluso el sufrimiento se vuelve una oportunidad para iluminarnos.

La conciencia no excluye nada, ni la luz ni la oscuridad. Desde un estado interior consciente no desviamos la mirada de lo que antes considerábamos incómodo o desagradable. Hemos llegado a darnos cuenta de que la negatividad, cualquier forma de sufrimiento, solamente es una oportunidad para liberarnos del pasado.

La conciencia es un gran poder, es una atención vigilante que ya no tiene motivo alguno para evitar nada, nada de aquello de lo que escapábamos antes, obligados por nuestro estado de inconsciencia. Hemos detenido el miedo al dolor, al nuestro y al ajeno; hemos parado de huir de cualquier lugar interior, por oscuro y denso que sea; hemos dejado de salir corriendo asustados. Ahora sabemos que no hay nada que temer; hemos reconocido la verdad de cada cosa: en esencia, todo es conciencia, incluso el miedo es una forma de conciencia. Todas las cosas son Uno. Nosotros somos parte.

Cuando notamos que el sufrimiento aparece y nos volvemos atentos, presentes en todo nuestro ser, en cada célula del cuerpo, y entramos en el dolor, en el miedo, en la soledad —o en cualquier otra forma que tome ese momento de sufrimiento—, aceptándolo, nos transformamos en la luz que penetra en la vieja oscuridad y la disuelve.

Es la conciencia misma la que lo realiza a través de nosotros.

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Práctica

Crea el hábito de no apartar la mirada del dolor; apenas lo veas venir, entra en él. Sé valiente, observa con honestidad el dolor que hay, y llega hasta el fondo. Estate con el dolor mientras esté ahí. El dolor es un gran maestro de Presencia. Usa el espacio interior del cuerpo y entra inmediatamente en el Presente. No es posible transmutar el sufrimiento en ninguna otra ocasión que no sea en «ese» mismo momento. Y es el cuerpo mismo el que nos ayuda a entrar en él.

3. NUESTRA PERCEPCIÓN DEL MUNDO

«Sólo vemos eso que pensamos», se expresa en
Un curso de milagros
. En realidad no estamos separados de eso que vemos; entre la dimensión interior y la exterior, entre nuestro mundo interno y el mundo que vemos afuera, hay una correspondencia. Es muy valioso observarlo. Nuestro estado de conciencia, momento a momento, va creando lo que vemos, lo que encarnamos y aquello con lo que nos relacionamos. Cuando vemos enemigos, el miedo, el odio y la negatividad que percibimos fuera, si genera sufrimiento en nosotros, es un reflejo de lo que llevamos dentro. Eso no significa que no haya negatividad en el mundo exterior; significa que estoy vibrando en la misma frecuencia energética de eso que veo. Yo soy el portador o la portadora de esa energía. Si no puedo reconocerlo y no la transformo en mi interior seguiré formando parte, no sólo de eso que veo, sino que además no conseguiré cambiar nada en el mundo. Cuando genero un campo energético diferente dentro de mí, la conciencia se eleva no sólo en mí; también se irradia a mi alrededor. Entonces yo cambio y el mundo cambia junto conmigo.

Por tanto, no existe un mundo objetivo. El mundo que vemos siempre es un reflejo del estado de conciencia que tenemos.

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Práctica

Una práctica muy útil es usar nuestra visión del mundo como si fuera un espejo que refleja nuestro estado de conciencia actual. Observar todo el miedo que tenemos al mundo y ver que es nuestro propio miedo cambia radicalmente el sentido de las cosas. Cuando vemos la oscuridad del mundo que nos circunda y entramos en la densidad de esa oscuridad en nuestro cuerpo, transmutándola, nuestra visión del mundo circundante da un giro. Es como si abriéramos una ventana en una habitación oscura y descubriéramos que siempre estuvo iluminada. Nos hemos aligerado y también hemos aligerado el peso que habíamos proyectado en el mundo. Hemos ascendido a un nivel más alto de conciencia y eso se refleja en nuestra capacidad de ver.

Nos quitamos ese gran peso que habíamos puesto sobre el mundo y lo transmutamos a través de nuestro sentir. Éste es el sentido de «tomar los pecados del mundo». Es la forma de poner en práctica lo que dijo Jesús: «Ama a tus enemigos», y así dejarán de existir enemigos.

Gracias a esta práctica notaremos que nuestra visión del mundo va cambiando. Luego, por instantes, veremos un mundo de paz. No sucederá enseguida, irá aconteciendo poco a poco. Esta transformación, que va disolviendo la oscuridad dentro de nosotros, libera nuestra mirada y derrumba el muro de separación que la inconsciencia había erigido entre el mundo y nosotros. Nuestra visión cambiará. Y así, moviéndonos desde el interior hacia el exterior, comenzaremos a vivir en el mundo que siempre habíamos deseado.

4. LA FELICIDAD Y LA INFELICIDAD

Cuando estamos identificados con el flujo de pensamientos, estamos identificados con el mundo de la forma, con una realidad dual, una realidad polarizada, completamente ilusoria, hecha de blanco
y
negro, bien y mal. Frecuentemente volvemos la espalda a eso que consideramos «malo», para buscar eso que consideramos «bueno». Para buscar la felicidad, huimos de la infelicidad que llevamos dentro, creyendo que son opuestas; si tenemos una, creemos que no podemos tener la otra.

Hay la bellísima historia de un hombre que había sido encerrado en una caverna. En el techo de su prisión había una abertura por donde se filtraba la luz. Deseando salir, se empeñaba en subir a lo alto para llegar a ese agujero, sin conseguir su propósito y sin darse cuenta de que la salida estaba en el suelo, en la oscuridad, muy cerca de donde él se hallaba. Nosotros buscamos la felicidad desviando la mirada de la infelicidad que tenemos dentro. Creemos, igual que ese hombre, que la salida se encuentra allí donde está la luz; sin embargo, la salida siempre está en lo que hay: si hay oscuridad la salida está en la misma oscuridad.

Para tener un instante de felicidad, a veces nos sacudimos la infelicidad que estamos sintiendo, tratamos de distraernos o nos entregamos a la acción. Pero bien sabemos que esas actitudes no resuelven nada.
Hacer
o distraernos no nos lleva a ningún lado. Cuando estamos buscando la felicidad, la infelicidad permanece intacta en nuestro interior, envenenándonos a nosotros y a nuestras relaciones.

La salida está delante de nuestros ojos, en lo mismo que
es
: en la infelicidad. Aceptándola y acogiéndola, la transformamos en conciencia, que es donde está la alegría de ser, el bienestar, la vitalidad que buscábamos.

La simple alegría de ser que no tiene necesidad de nada más.

Como siempre, es entrando en la forma que vamos más allá de ella. La alegría de vivir está allí, en la conciencia, junto a nosotros, donde estuvo siempre.

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Práctica

Estate atento, estate listo para acoger la infelicidad en cualquier forma que se presente. Sé consciente de que es una puerta para entrar en el Ahora. En su interior está contenida la alegría de ser que no tiene necesidad de nada.

5. LA COMPASIÓN Y LAS RELACIONES AUTÉNTICAS

La compasión surge de la conciencia. Cuando estamos presentes reconocemos que la conciencia es
todo lo que hay
. Es lo que mueve «al Sol y a las demás estrellas», es lo que anima el plano material y lo que somos. Si nos reconocemos en nuestra verdadera naturaleza —conciencia—, podemos realmente ver a los otros y vivir la Unidad que en esencia somos.

Mientras dure la identificación con una idea de quiénes somos, también nos relacionaremos con una idea sobre los otros. Cuando estamos presentes, cuando encarnamos el Yo Soy, cuando somos la conciencia de Ser, entonces, aunque veamos al otro como forma, como mente y como cuerpo, incluso aunque veamos su ego, no nos identificaremos con esas formas temporales. Seremos capaces de ver dentro de la forma del otro la esencia que lo anima y nuestra relación será con ella; asimismo reconoceremos el Yo Soy del otro, trascendiendo la forma que aparente.

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Práctica

Presta atención a qué se mueve en tu cuerpo cuando estás identificado con un juicio mental sobre otra persona. Aunque tu juicio tenga fundamento, observa cómo, al identificarte con un pensamiento que etiqueta y separa, se genera una densidad interior que te vuelve inconsciente y te aísla de ti mismo y del otro.

Practica escuchar al otro desde un espacio de no-mente. No te preocupes si no comprendes el sentido o no encuentras las respuestas, más bien permite que las palabras entren en tu cuerpo. Te darás cuenta de que la comprensión viene de un espacio que no es racional y que posee una cualidad de profundidad que nunca te hubieras imaginado.

Cuando llegue el momento de responder descubrirás que no surge de una reacción, sino desde una inteligencia más vasta y más viva, desde la sabiduría del Ser.

Durante tus encuentros con los demás estate presente lo más que puedas, utiliza la atención apoyada en el campo energético interno del cuerpo; esto generará una dimensión de conciencia que anula cualquier ilusión de separación. De esta dimensión nacerá una relación completamente nueva.

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A menudo estaba llena de preguntas. Llegaba con tantas cosas para pedirle… Pero nada más sentarnos juntos las preguntas se desvanecían. A veces, a pesar de todo, intentaba forzarlas a salir de mi boca y salían como sílabas muertas; ni yo misma entendía su sentido. Entonces renunciaba. Nos quedábamos sentados, en silencio, igual que en aquella bellísima poesía de Li Po, del siglo VIII:

«Nos sentamos juntos, la montaña y yo, hasta que solamente queda la montaña.»

Capítulo V

La liberación a través del cambio

1. EL PODER ALQUÍMICO DE LA TRANSMUTACIÓN

El poder de la alquimia era la capacidad de transmutar la materia: un metal se convertía en oro. En un camino de despertar también se practica la transmutación interior.

Todo lo que es sufrimiento, densidad, negatividad en cualquiera de sus formas, tanto sea que provenga del pasado o se geste en el Presente, puede ser transmutado. Haber podido reconocer que cada forma está en esencia animada por la Vida permite vivirla sin identificarnos con ella, permite andar más allá de esa forma. Esta rendición opera la magia: cualquier forma interior, sea un pensamiento o una emoción, cuando es aceptada libera su esencia, se vuelve eso que en esencia es. Hemos transmutado el metal pesado en oro, la densidad del sufrimiento se ha transformado en conciencia.

Cada vez que transmutamos la densidad que llevamos dentro, ya sea en forma de viejo sufrimiento —el cuerpo de dolor— o en forma de un sufrimiento momentáneo, físico o psíquico, la conciencia, la Vida que estaba recluida en esa forma, se libera y se manifiesta. He aquí que aparece la alegría y la vitalidad.

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Práctica

Cada vez que observes la manifestación de cualquier forma de sufrimiento, entra allí y acéptalo. Cada vez que las cosas vayan mal, cada vez que se manifieste en tu vida un fracaso, por pequeño que sea, bajo la forma que tome, cada vez que la Vida te diga no, a través de una persona o una situación, estate listo para vivirlo en un estado de conciencia. Acéptalo como si tú mismo lo hubieras elegido. La sabiduría de la Vida te está proporcionando la oportunidad para conducirte a la iluminación. No una iluminación futura, sino la que puede acontecer en ese preciso momento.

No le permitas al ego alimentarse con el sufrimiento. El tiempo de iluminarse es ahora. ¡Entra en él!

2. LA ACCIÓN EN LA VIDA COTIDIANA

En el momento en que estamos presentes nos encontramos preparados para actuar apenas la Vida lo requiera. Es lo que nos enseñan los animales; están presentes incluso cuando están en reposo, siempre a punto para responder al mundo exterior.

Cuando ocurra una situación a la que tengas que responder, si estás en el Presente tu acción será eficaz y decisiva. Al proceder de un estado de Presencia, la acción inevitablemente se adhiere a la necesidad del momento. Si estás identificado con la mente, la respuesta es una reacción condicionada por el pasado; por esta causa es una acción repetitiva. Con la práctica notarás que la acción que nace en el Presente es creativa, espontánea, intuitiva. Es una acción no condicionada y plenamente libre. A menudo te sorprende a ti mismo. Te asombra el hecho de que ocurra sin un pensamiento detrás, es rápida, es la cosa justa.

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Práctica

Crea el hábito de hacer las pequeñas cosas de cada día en un estado de Presencia apoyado en una plena atención puesta en el cuerpo. Desempeña todas esas tareas rutinarias —lavarte los dientes, ordenar, lavar los platos, esperar turno en una cola— con una parte de tu atención enfocada dentro, en el espacio interior del cuerpo; hazlo mientras estás comprando, hablando por teléfono o paseando. Hacer estas sencillas tareas desde un estado de Presencia es una experiencia totalmente nueva.

Vuélvete más físico, más sensual, vive la Vida desde el cuerpo en lugar de la mente. La mente lo agradecerá, descansará, estará más relajada, tendrá más claridad; irá desapareciendo lo superfluo; ese murmullo de fondo constante, ese parloteo mental que a veces se torna frenético, dejará el puesto a pensamientos nuevos, algunos jamás pensados. Y el cuerpo, libre del condicionamiento de la mente, manifestará en la vida cotidiana su capacidad, su inteligencia.

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