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Authors: Marina Borruso

Tags: #Autoayuda

Las Enseñanzas de Eckhart Tolle (5 page)

Cuando vivas una situación de impotencia, cuando no haya ninguna posibilidad de actuar, observa. Detrás de eso que te está ocurriendo está la Vida intentando enseñarte alguna cosa. Entonces, usa esa situación para rendirte más profundamente y al mismo tiempo para estar presente en ti mismo de manera más intensa. Rendirte te lleva a ser quien eres verdaderamente, el Ser: donde reside la fuerza, el poder y la verdad.

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Una vez, durante un retiro, me ocurrió ver a un participante desafiar a Eckhart Tolle, exigiéndole con agresividad poder filmar su enseñanza. Éramos un grupo numeroso y estábamos esperando a que él entrase. En ese momento, esa persona había bloqueado a Eckhart la entrada a la sala de meditación. La situación era incluso bastante cómica porque aquel hombre tenía un pie escayolado e intentaba mantenerse en equilibrio empuñando su muleta, mientras gesticulaba y hablaba con vehemencia. En su espalda cargaba una grabadora bastante grande y tenía todo el cuerpo contraído por el esfuerzo. Eckhart, por el contrario, estaba absolutamente inmóvil y sereno. No trataba de pasar a la sala ni evadirse de ningún modo. Estaba de pie y sin señales de estar fastidiado. Se podía ver que estaba muy atento, pero no a las palabras y a los gestos que vibraban en torno suyo. Eso fue lo que me sorprendió. Como en otras ocasiones cuando he visto manifestarse el sufrimiento al lado de Eckhart, no le he visto separarse de la situación ni de la persona. Era obvio que estaba «con» el hombre, no contra él y, al mismo tiempo, en otro espacio completamente distinto de donde éste se encontraba. Comprendí observándolo y a la vez estando muy presente que había recibido mi enseñanza del día: había podido ver qué es la aceptación. En ese momento también comprendí que la paciencia no tiene nada que ver con ser paciente ni con soportar una situación, sino con estar en el ahora y permitir que lo que es, sea.

En ese permitirnos vivir lo que es tal como es, cambia la calidad del tiempo y éste se transforma en el eterno Presente.

Capítulo III

El camino para salir del sufrimiento

1. TODO SUFRIMIENTO ESTÁ CREADO POR EL EGO

El ego —la idea de quién soy— es una forma mental sostenida por creencias, opiniones, ciertas emociones, reacciones y modos de ser que constantemente hacen referencia a una historia, a mi historia, a eso que he vivido. Esta idea de quién soy nos impide conocer nuestra verdadera naturaleza, nos impide reconocer en nosotros el Yo Soy.

Esta forma mental, como forma que es, se identifica con otras formas y se confirma gracias a ellas. Se vive así una realidad inquietante porque cada forma interior —pensamientos, emociones— o exterior —acontecimientos, objetos materiales— no son permanentes. Su naturaleza es la temporalidad; tarde o temprano están destinados a desaparecer. Ésta es la causa por la que el ego busca confirmarse constantemente. Y para confirmarse se aferra al mundo de las formas. De esta necesidad surge su avidez, su codicia, ese nunca tener suficiente que lo caracteriza; de ese incesante sentimiento de estar incompleto proviene su dependencia del futuro.

Para el ego, la compleción siempre será en el futuro. Por eso cada objeto, cada amor, cada reconocimiento, cada posesión, será una satisfacción pasajera; la realidad del ego es que nunca tiene suficiente.

Como dice Eckhart, apenas nuestro sentido de sí mismo se mezcla con la forma, ¡paf!, emerge el ego, y con él llega el sufrimiento, la frustración, la irritación o cualquier otra forma de negatividad.

Veamos de cerca la avidez del ego; está en nuestro constante deseo de tener, en nuestra continua búsqueda de mostrarnos y ser vistos, en ese sentimiento crónico de insatisfacción, en nuestra carrera en pos del futuro que finalmente confirme quiénes somos. He aquí los lugares comunes de sufrimiento del ego. Nos ilusionamos con que todo será mejor en el futuro, mas no es verdad.

La buena noticia, la liberación maravillosa que nos regala las enseñanzas de Eckhart Tolle, es que no hay nada personal en el ego. Sencillamente representa el estadio evolutivo de la raza humana. Tampoco puedo referirme a él como «mi ego», ya que es «nuestro ego». Es una red colectiva de inconsciencia que ha atrapado a los seres humanos desde hace generaciones. Es la forma que ha tomado la vieja inconsciencia y que ahora se vuelve cada vez más asfixiante.

La nueva conciencia que está emergiendo a través de nosotros está rompiendo la malla de esta red. Cada vez que alguno de nosotros entra en el Presente, en ese momento se separa del ego y abre una brecha en la inconsciencia egoica colectiva. En ese momento contribuye a acabar con el sufrimiento y a acabar con el pasado. Al mismo tiempo que lo consigue para sí mismo le está regalando a toda la humanidad un instante de liberación del sufrimiento.

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Práctica

Observa si tu sufrimiento emocional nutre el sentido de quien crees que eres. Observa, cuando te encuentres prisionero de la misma recurrente emoción, si en algún lugar de tu interior hay un sentimiento de satisfacción, de complacencia, si esa emoción alimenta, aunque sea a través del dolor, algún «yo».

Cuando el sufrimiento se vuelve identidad y a través de él se confirma un cierto sentido del yo, que entonces sustenta «mi» historia o «mis» opiniones, es difícil liberarse. La necesidad de tener razón —que es propia del ego— será muy fuerte.

Resistirá y saboteará cualquier tentativa de transmutar ese sufrimiento. Todo, de ahí en adelante, se volverá completamente inconsciente.

Por tanto estate muy atento o atenta, sobre todo cuando aparezcan emociones que conoces bien, esas emociones recurrentes. En el instante en que las observes se rompe la dependencia. Se rompe el apego. Eres libre.

2. TODA NEGATIVIDAD ESTÁ CAUSADA POR LA NEGACIÓN DEL PRESENTE

Frecuentemente nos preguntamos cuál es la causa de nuestro malestar interior; nos ilusiona la idea de que saberlo nos liberará de ese estado. Todo malestar, toda negatividad, nace del simple hecho de no habitar en el Presente, de proyectarnos hacia el futuro o estar todavía mirando hacia el pasado.

Cualquier estado interior vivido en el Presente pierde su forma y se transforma en lo que en esencia es: energía vital, conciencia; se disuelve en la paz del Ser.

Entrar en el Presente disuelve la forma de cualquier negatividad.

Apenas nos extraviamos en la dimensión mental tanto del pasado como del futuro, es decir, apenas nos identificamos con la voz de la mente, se asoma un cierto grado de incomodidad que a menudo confundimos con el peso de la Vida, y a veces con el propio peso, el peso de quien soy. Podemos notar que esa incomodidad está acompañada de una cierta tensión, y que el espacio interno parece haberse contraído; incluso la respiración nos causa alguna dificultad; pero basta reclamar la atención, apoyarla en el interior del cuerpo, basta en suma retornar al Presente, para percibir que el espacio interior se expande, la respiración fluye libre y la percepción del tiempo cambia. Entonces reconocemos que no hay ninguna forma que pueda amenazarnos. Todo miedo y deseo desaparecen, experimentamos una sensación de espaciosidad y se asoma una paz que antes no estaba.

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Práctica

Cuando nos habituamos a estar en el Presente, incluso la negatividad puede resultarnos útil. Cada vez que notemos que aparece la negatividad, inmediatamente sabremos que nos hemos alejado del Presente. Sabremos que estamos perdidos otra vez en el pasado o en el futuro. Es suficiente que nos enfoquemos en el espacio interior del cuerpo para regresar otra vez al Ahora.

Usa la negatividad como una señal de la Vida para recordarte estar presente.

3. EL SUFRIMIENTO EMOCIONAL

Muchas personas que niegan su propio sufrimiento emocional suelen creer que los responsables son los demás o las situaciones que viven; a veces el grado de negación es tan grande que dicen que todo va bien, cuando en realidad están saturados por una emoción. No se dan cuenta de que esa vibración densa, no reconocida, genera en ellos y en torno suyo un campo energético impregnado de ese mismo sentimiento, haciendo que las personas que las rodean absorban esa carga sin darse cuenta. Es importante volverse consciente del hecho de que cada sufrimiento emocional no resuelto deja dentro un rastro de malestar, que se añade al sufrimiento del pasado, instalándose en nuestro interior, en la mente y en el cuerpo, y haciendo aún más pesado ese último sufrimiento experimentado.

A menudo el ego —o el sentido de quién creo que soy— se identifica con una determinada emoción, por ejemplo con la rabia o con el miedo; cuando esto sucede, sin saberlo, usa a la rabia o al miedo para confirmar una imagen de sí mismo. Cualquier tentativa que hagamos entonces para liberarnos de la emoción será saboteada por el ego. Diremos entonces que esto no ha funcionado para nosotros. Pero si somos capaces de ver nuestro apego a esa emoción, el lazo que hay se rompe. Aunque nos estremezca y sorprenda ese descubrimiento, seremos libres de la dependencia. Y cada vez que esa emoción regrese para reproponer la misma prisión y pretenda una vez más generar el mismo sufrimiento emocional, comprobaremos que la emoción no tiene poder sobre nosotros, la dependencia se habrá quebrado y la emoción ya no conseguirá poseernos.

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Práctica

Cada sufrimiento emocional nace siempre de una resistencia a algo que se mueve y rechazamos.

Cada vez que sentimos una emoción y la juzgamos, intentamos suprimirla o ponemos la responsabilidad fuera de nosotros, estamos eligiendo el sufrimiento.

Estar presente, con la atención enfocada en el cuerpo, nos ayuda a percibir cualquier emoción apenas ésta se manifiesta. Si permanecemos atentos a la sensación física que conlleva la emoción y dejamos que se mueva libremente, sin identificarnos con ella, sin manipularla, sin la expectativa de que desaparezca, veremos que primero su intensidad aumenta para después disolverse; sabremos cuándo se ha transmutado porque nos sentiremos más vivos, ya que la energía vital que acarreaba la emoción se ha liberado.

Algunas emociones requieren más tiempo que otras para transmutarse. Algunas regresan inmediatamente después de desaparecer o vuelven a presentarse de forma reiterada por un cierto tiempo. Pero el cambio importante es que, a medida que practiquemos el estar presentes, la manifestación de las emociones o de cualquier emoción ya no nos turbará tanto. Poco a poco dejaremos de ser poseídos por ellas, dejaremos de actuar bajo su influencia.

Nos emocionaremos, claro que sí; las sentiremos, incluso las apreciaremos, pero dejaremos de sufrirlas.

4. EL CUERPO DE DOLOR SE DISUELVE EN EL PRESENTE

El cuerpo de dolor es la acumulación del viejo sufrimiento que no pudimos transformar en el pasado. Se ha ido sumando con los años y lo llevamos todavía dentro. Permanece en un estado latente, como dormido, y de pronto se despierta, tal vez inesperadamente y en un momento de tranquilidad. Se alimenta de lo mismo que lo ha creado: sufrimiento. Así pues, si está hambriento, cada tanto se aviva en busca de más sufrimiento.

Cuando el cuerpo de dolor se despierta sentimos un sufrimiento que reconocemos, pues es el mismo de siempre. Cuando somos inconscientes de ello volvemos a padecerlo y así, sin saberlo, nutrimos un poco más el cuerpo de dolor que ya teníamos, agregando al viejo nuevo dolor. El fardo de sufrimiento que acarreamos dentro va creciendo y permanecemos prisioneros de un mismo patrón repetitivo.

Cuando se despierta y estamos inconscientes, se sube a la cabeza, controla nuestros pensamientos y comenzamos a generar pensamientos que alimentan más ese sufrimiento.

Sin embargo, en un estado de conciencia podemos observarlo; es posible percibir su energía a través de la sensación física que produce. Si mantenemos la atención en el cuerpo, enfocada en la sensación, se corta el nexo entre el cuerpo de dolor y el proceso mental. De ese modo, en lugar de sufrir otra vez ese viejo dolor, lo transmutamos. Si continuamos observándolo cada vez que emerge, vamos transmutando el viejo sufrimiento sin agregar nuevo. Así vamos despegándonos del pasado.

Pero para realizar la transmutación del sufrimiento es muy necesario estar presentes, vigilantes, apoyados en el interior del cuerpo. Y así, en su lugar, alimentamos la conciencia.

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Práctica

Conocemos muy bien a nuestro cuerpo de dolor; nos ha poseído tantas veces… Lo hemos llorado con frecuencia. Hemos vuelto a sufrirlo una y otra vez. Cuántas veces nos habremos preguntado si nuestro sufrimiento tendría fin.

Ahora sabemos que es posible. Que puede acabarse.

Finalmente podemos dejar caer este pesado bagaje que hemos transportado durante tanto tiempo. Podemos parar de sufrir y podemos parar de hacer sufrir.

Entonces, cuando ese viejo sufrimiento reaparece, ése es el momento de meditar. Ése es el momento de abandonar ese peso. Es suficiente observarlo desde la conciencia, desde el Ser, en el Ahora. Ese sufrimiento nuestro viene de lejos, pero aquí y ahora puede ser liberado. Basta observar la densidad, la pesadez física, desde un estado de atención vigilante, dejándola ser.

La práctica es la misma tanto si lo que se despierta es el cuerpo de dolor sexual, el sufrimiento colectivo de lo masculino y de lo femenino, o bien el cuerpo de dolor de nuestra nación. Incluso en este caso es suficiente no dejarse arrastrar dentro, no identificarse con él, no abatirse en la inconsciencia. Puede darse que la sensación de dolor sea muy intensa, es posible que las lágrimas broten; lo que te libera de todo eso es observarlo, acoger lo que sea que sientes desde un estado de Presencia. Desde el Yo Soy, que vive instalado en el Ahora, es posible transmutar cualquier viejo sufrimiento por intenso que sea.

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«¿Qué es el perdón?», le pregunté, y Eckhart me respondió: «¿Qué sucederá con ese acontecimiento dentro de miles de años?». Sentí cómo se desmenuzaba en mi interior la vieja historia. Se reducía a polvo, como le ocurre a todo con el paso del tiempo. «…Y entonces, ¿por qué no Ahora?», agregó él sonriendo.

Capítulo IV

La llama de la conciencia

1. EL VERDADERO CAMBIO SUCEDE DENTRO Y NO FUERA DE NOSOTROS

A veces, cuando seguimos un camino espiritual, querríamos ver cambiada nuestra vida, tener resultados visibles externamente; en lugar de eso, cuando la conciencia se eleva, cuando nos volvemos más presentes, el gran cambio lo notamos dentro. Cuando finalmente ya podemos permanecer más tiempo presentes, cuanto más a menudo habitamos en el Ahora, y eso ocurre cuando permanecemos en contacto con el espacio interior del cuerpo, comenzamos a percibir que ya no estamos constantemente identificados con la mente pensante; cada vez nos perdemos menos en el flujo de pensamientos, incluso notamos que nuestra mente ya no está tan abarrotada de pensamientos como antes. Comenzamos a notar espacios sin pensamientos; al principio son breves, después más y más largos. En esos espacios percibimos que ya no etiquetamos ni juzgamos, hemos dejado de controlar lo que estamos viviendo y el empuje compulsivo a
hacer
se ha relajado. A medida que la mente se relaja, el silencio toma el lugar que antes ocupaba el ruido mental; comenzamos a saborear una espaciosidad interior que no conocíamos; se asoma aquí y allá una sensación de bienestar anteriormente desconocida, surge una sonrisa interior, y ninguna de esas manifestaciones dependen de cómo van las cosas. La paz y la quietud han ocupado el lugar que antes tenía la turbulencia y el desasosiego. Nuestro
hacer
se ha liberado de la necesidad de confirmar una idea que teníamos sobre nosotros mismos y ha cambiado su cualidad.

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