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Authors: Orson Scott Card

Tags: #ciencia ficción

La voz de los muertos (51 page)

BOOK: La voz de los muertos
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—Quiero comprenderlo todo —dijo Miro —. Quiero saberlo todo y unirlo para ver lo que significa.

—Excelente proyecto —dijo ella —. Quedará muy bien en tu expediente.

Ender descubrió que Olhado era mucho mejor piloto que él. La percepción del niño era mejor, y cuando enchufaba su ojo directamente al ordenador de a bordo, navegaba prácticamente sin esfuerzo. Ender podía dedicar sus energías a mirar.

El paisaje parecía monótono cuando empezaron sus vuelos exploratorios. Praderas interminables, grandes rebaños de cabras, algunos bosques en la distancia… nunca se acercaban demasiado, naturalmente, porque no querían atraer la atención de los cerdis que vivían allí. Además, estaban buscando un hogar para la reina colmena, y no quería que estuviera demasiado cerca de ninguna tribu.

Hoy se dirigieron al oeste, al otro lado del Bosque de Raíz y siguieron el curso de un riachuelo hasta su desembocadura. Se detuvieron en la playa, donde las olas rompían suavemente en la orilla. Ender probó el agua. Sal. El mar.

Olhado hizo que el ordenador de a bordo mostrara un mapa de esta región de Lusitania y señalara su localización. El Bosque de Raíz y los otros asentamientos cerdis estaban cerca. Era un buen lugar, y en el fondo de su mente Ender pudo sentir la aprobación de la reina colmena. Cerca del mar, agua abundante, sol.

Siguieron bordeando el agua, viajando corriente arriba unos pocos centenares de metros hasta donde la ribera derecha se elevaba para formar un pequeño acantilado.

—¿Hay algún lugar para detenernos por aquí? —preguntó Ender.

Olhado encontró un sitio a cincuenta metros de la cima de la colina. Caminaron por la orilla del río, donde los juncos daban paso a la grama. Todos los ríos de Lusitania tenían este aspecto, naturalmente. Ela había documentado fácilmente las pautas genéticas en cuanto tuvo acceso a los ficheros de Novinha y permiso para seguir adelante con el tema. Juncos que se correproducían con las moscas. Grama que se apareaba con culebras de agua. Y luego el capim interminable, que frotaba sus bordes ricos en polen en los vientres de las cabras fértiles para germinar la siguiente generación de animales. Emparejados en las raíces y tallos del capim estaban los tropeços, las largas enredaderas que Ela había demostrado que tenían los mismos genes que la xingadora, el pájaro que usaba las plantas vivientes como niños. El mismo tipo de pareja continuaba en el bosque: Gusanos macios que se apareaban con las semillas de merdona y luego daban a luz semillas de merdona. Puladores, pequeños insectos que se apareaban con los brillantes matojos del bosque. Y, por encima de todo, los cerdis y los árboles, ambos en la cima de sus reinados, planta y animal fundiéndose en una larga vida.

Ésa era la lista completa de los animales y las plantas de la superficie de Lusitania. Bajo el agua había muchos, muchos más. Pero la Descolada había convertido a Lusitania en un mundo monótono.

Y sin embargo incluso la monotonía tenía una belleza peculiar. La geografía era tan variada como en cualquier otro mundo: ríos, colinas, montañas, desiertos, océanos, islas. La alfombra de capim y los bosques eran la música de fondo a la sinfonía de las formas de tierra. Los ojos se sensibilizaban a las ondulaciones, a los macizos montañosos, a los acantilados, a los pozos y, sobre todo, al rumor y al centelleo del agua a la luz del sol. Lusitania, como Trondheim, era uno de los raros mundos dominados por un solo motivo en vez de desplegar toda la sinfonía de posibilidades. El caso de Trondheim, sin embargo, se debía a que el planeta estaba en el límite de la habitabilidad, y su clima apenas era capaz de soportar la vida. El clima y el suelo de Lusitania gritaban dando la bienvenida al arado, la excavadora, la allanadora. Llevadme a la vida, decía.

Ender no comprendía que amaba este lugar porque estaba tan devastado y árido como su propia vida, que había sido rota y retorcida en su infancia por sucesos tan terribles, a pequeña escala, como lo que la Descolada había hecho con este mundo. Y, sin embargo, había sobrevivido, había encontrado unas pocas hebras lo suficientemente fuertes para sobrevivir y continuar creciendo. Del desafío de la Descolada habían surgido las tres vidas de los Pequeños. De la Escuela de Batalla, después de años de aislamiento, había surgido Ender Wiggin. Encajaba en este lugar como si lo hubiera planeado. El niño que caminaba junto a él era como su propio hijo, como si le hubiera conocido desde la infancia. «Sé lo que es tener una pared de metal entre el mundo y yo, Olhado. Pero aquí he derribado la pared, y la carne toca la tierra, bebe agua, ofrece consuelo, toma amor.»

La ribera se elevaba en una serie de escalones hasta alcanzar una docena de metros. El suelo era lo bastante húmedo para que se pudiera cavar en él sin provocar derrumbamientos. La reina colmena era horadadora. Ender sintió el deseo de cavar, y lo hizo, con Olhado junto a él. El terreno cedía con facilidad y, sin embargo, el techo de su excavación permanecía firme.

«Sí. Aquí.»

Y así se decidió.

—Aquí es —dijo Ender en voz alta.

Olhado sonrío. Pero era realmente a Jane a quien hablaba Ender, y fue su respuesta lo que oyó.

—Novinha cree que lo han conseguido. Todos los tests han dado resultado negativo. La Descolada permaneció inactiva con el nuevo Colador presente en las células insectoras donadas. Ela piensa que las margaritas con las que ha estado trabajando pueden ser adaptadas para producir el Colador de modo natural. Si funciona, sólo tendrás que plantarlas aquí y allá y los insectores podrán mantener a la Descolada a raya con sólo chupar de las flores.

Su tono era vivo, pero no había diversión en él, sólo algo profesional.

—Bien —dijo Ender. Sintió una punzada de celos. Jane sin duda hablaba más fácilmente con Miro, pinchándole, tanteándole como había hecho antes con él.

Pero resultó bastante fácil apartar los celos. Apoyó una mano en el hombro de Olhado, le acercó hacia él y los dos juntos regresaron a la nave que esperaba. Olhado marcó el lugar en el mapa y lo archivó. Durante todo el camino de vuelta, se rió e hizo chistes, y Ender le amaba, y sabía que le necesitaba, y eso era lo que un millón de años de evolución habían decidido que era lo que Ender más necesitaba. Era el ansia que había anidado en su interior todos aquellos años que había pasado con Valentine, en que había viajado de mundo en mundo. Este niño con los ojos de metal. Su brillante y destructivo hermano Grego. La penetrante sabiduría y la inocencia de Quara; el completo autocontrol, el ascetismo y la fe de Quim; la seguridad de Ela, que era firme como una roca y, sin embargo, sabía cuándo moverse y actuar, y Miro…

»Miro, no tengo consuelo para Miro, no en este mundo, no en este tiempo. Le han quitado el trabajo de su vida, su cuerpo, su esperanza por el futuro, y nada de lo que yo pueda decir o hacer le dará un trabajo vital que afrontar. Vive lleno de dolor; su amante se ha convertido en su hermana; su vida entre los cerdis es imposible ahora, cuando buscan a otros humanos para que les ofrezcan su amistad y sus conocimientos…»

—Miro necesita… —dijo Ender suavemente.

—Miro necesita marcharse de Lusitania —dijo Olhado.

—Mmm…

—Tienes una nave, ¿no? Recuerdo que una vez leí una historia. O tal vez fuera un vid. Era sobre un viejo héroe de las Guerras Insectoras, Mazer Rackham. Salvó una vez a la Tierra de la destrucción, pero sabían que llevaría siglos muerto antes de que se diera la siguiente batalla. Así que le enviaron al espacio en una nave a velocidad relativista. Pasaron cien anos para la Tierra, pero sólo dos para él.

—¿Crees que Miro necesita algo tan drástico?

—Se aproxima una batalla. Hay que tomar decisiones. Miro es la persona más lista de Lusitania, y la mejor. Nunca se pone nervioso, ¿sabes? Ni siquiera en los peores momentos con Padre. Con Marcão. Lo siento. Aún le llamo Padre.

—Está bien. En muchos sentidos, lo fue.

—Miro pensaba y luego decidía qué era lo mejor que se podía hacer, y siempre acertaba. Madre dependía de él. Tal como yo lo veo, necesitaremos a Miro cuando el Congreso Estelar envíe su flota contra nosotros. Él estudiará toda la información, todo lo que hayamos aprendido durante los años en que haya estado ausente, lo integrará todo y nos dirá qué hacer.

Ender no pudo evitarlo. Se echó a reír.

—Así que es una idea tonta —dijo Olhado.

—Ves mejor que ninguna otra de las personas que conozco. Tengo que pensarlo, pero puede que tengas razón.

Guardaron silencio durante un rato.

—Sólo hablaba cuando dije eso sobre Miro. Fue algo que pensé y lo enlacé con esa vieja historia. Probablemente ni siquiera es cierta.

—Lo es —dijo Ender.

—¿Cómo lo sabes?

—Conocí a Mazer Rackham.

Olhado silbó.

—Eres viejo. Eres más viejo que los árboles.

—Soy más viejo que las colonias humanas. Desgraciadamente, eso no me ha vuelto sabio.

—¿Eres de verdad Ender? ¿El auténtico Ender?

—Por eso era mi palabra clave.

—Es gracioso. Antes de que llegaras, el obispo nos dijo que eras Satán. Quim es el único de la familia que le tomó en serio. Pero si el obispo nos hubiera dicho que eras Ender, te habríamos lapidado a muerte en la praça el día que llegaste.

—¿Por qué no lo hacéis ahora?

—Ahora te conocemos. Ésa es la diferencia, ¿no? Ni siquiera Quim te odia ahora. Cuando conoces de verdad a alguien, no puedes odiarle.

—Tal vez sea que no puedes conocer a nadie de verdad hasta que dejas de odiar.

—¿Es una paradoja circular? Dom Cristão dice que las mayores verdades sólo pueden ser expresadas en paradojas circulares.

—No creo que tenga nada que ver con la verdad, Olhado. Es sólo causa y efecto. Nunca podemos evitarlo. La ciencia rehúsa admitir ninguna causa excepto la primera: derriba una pieza del dominó y la siguiente también cae. Pero cuando se refiere a los seres humanos, el único tipo de causa que cuenta es la final, el propósito. Lo que una persona tenía en mente. Una vez que comprendes lo que las personas realmente quieren, ya no puedes odiarlas. Puedes temerlas, pero no odiarlas. Porque siempre puedes encontrar idénticos deseos en tu corazón.

—A Madre no le gusta que seas Ender.

—Lo sé.

—Pero te ama de todas formas.

—Lo sé.

—Y Quim… Es realmente gracioso, pero ahora que sabe que eres Ender, ahora le gustas más.

—Eso es porque es un cruzado y tengo mala reputación por haber ganado una cruzada.

—Y a mí —dijo Olhado.

—Sí, a ti.

—Mataste a más gente que nadie en la historia.

—Sé el mejor en lo que hagas, eso es lo que siempre me decía mi madre.

—Pero cuando Hablaste por Padre, me hiciste sentir pena por él. Haces que la gente se ame y se perdone. ¿Cómo pudiste matar a todos esos millones de personas en el Genocidio?

—Creí que estaba jugando. No sabía que era de verdad. Pero eso no es ninguna excusa, Olhado. Si hubiera sabido que la batalla era real, habría hecho lo mismo. Pensábamos que querían matarnos. Estábamos equivocados, pero no teníamos forma de saberlo —Ender sacudió la cabeza. Sólo que yo les conocía mejor. Conocía a mi enemigo. Por eso logré derrotar a la reina colmena. La conocía tan bien que la amé, o tal vez la amé tanto que la conocí. No quise luchar más con ella. Quise renunciar. Quise irme a casa. Por eso destruí su planeta.

—Y hoy hemos encontrado el lugar donde devolverla a la vida —Olhado estaba muy serio —. ¿Estás seguro de que no intentará vengarse? ¿Estás seguro de que no intentará exterminar a la humanidad, empezando por ti?

—Tan seguro como pueda estarlo.

—No absolutamente.

—Lo bastante para devolverla a la vida. Ésa es toda la seguridad que llegamos a tener. Creemos lo suficiente para actuar como si fuera verdad. Cuando estamos así de seguros, lo llamamos conocimientos. Hechos. Apostamos nuestras vidas.

—Supongo que eso es lo que estás haciendo. Apostar tu vida a que es lo que crees que es.

—Soy más arrogante que eso. También estoy apostando tu vida, y la de todo el mundo, y ni siquiera he consultado la opinión de los demás.

—Es gracioso. Si le preguntara a cualquiera si confiaría en Ender respecto a algo que podría afectar al futuro de la raza humana, diría que no. Pero si le preguntara si sería capaz de confiar en el Portavoz de los Muertos diría que sí. La mayoría diría que sí. Y ni siquiera sospecharían que son la misma persona.

—Sí —dijo Ender —. Es gracioso.

Ninguno de los dos se rió. Luego, después de largo rato, Olhado volvió a hablar. Sus pensamientos se habían centrado en un tema que le importaba mas.

—No quiero que Miro se marche durante treinta años.

—Digamos veinte.

—Dentro de veinte años yo tendré treinta y dos. Pero él vendrá con la misma edad que tiene ahora.

Veinte. Doce años más joven que yo. Si existe alguna chica que quiera casarse con un tipo que tiene los ojos postizos, puede que incluso esté casado y tenga hijos para entonces. Ni siquiera me conocerá. Ya no seré su hermano pequeño —Olhado tragó saliva —. Será como si muriera.

—No —dijo Ender —. Como si pasara de su segunda vida a la tercera.

—Eso es como morir también.

—Y como nacer —dijo Ender —. Siempre que sigas naciendo, está bien morir a veces.

Valentine llamó al día siguiente. Los dedos de Ender temblaban mientras tecleaba las instrucciones. No era sólo un mensaje. Era una llamada, una comunicación por ansible. Increíblemente cara, pero éste no era el problema. Lo era el hecho de que las comunicaciones por ansible con los Cien Mundos estaban supuestamente desconectadas. El que Jane la permitiera significaba que era urgente. Ender pensó que tal vez Valentine estuviera en peligro. Tal vez el Congreso Estelar había decidido que Ender estaba relacionado con la rebelión y había seguido la pista de su conexión con ella.

Valentine era más vieja. El holograma de su rostro mostraba las señales de muchos días de viento en las islas, glaciares y barcos de Trondheim. Pero su sonrisa era la misma, y en sus ojos brillaba la misma luz. Ender guardó silencio al principio ante los cambios que los años habían sembrado en su hermana. Ella también guardó silencio por el hecho de que Ender parecía una visión que volvía a ella desde el pasado.

—Ah, Ender —suspiró —. ¿Fui alguna vez así de joven?

—¿Y envejeceré yo con tanta hermosura?

Ella se rió. Luego se echó a llorar. Ender, no. ¿Cómo podría hacerlo? La había echado de menos solamente un par de meses. Ella le había añorado durante veintidós años.

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