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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

La Trascendencia Dorada (44 page)

BOOK: La Trascendencia Dorada
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Faetón se había sometido a una optimización naval, y era uno con la nave. Hacía turnos de cuatro horas, aprovechando las pausas en el estado transhumano de consciencia. Sin embargo, mientras la nave se aproximaba a su destino. Faetón encontraba esas distracciones demasiado grandes, las transiciones demasiado desgarradoras, y despertó.

Allí estaba, en su cuerpo de alta aceleración, en su armadura de crisadmantio, en la silla de capitán, en el puente principal.

Exactamente donde debía estar.

A bordo del espacio mental de la nave estaban los dos guardianes de la mansión Gris Oscuro, Témer Lacedemonio y Vidur-Aún-Por-Ser. Por razones legales, y para llenar la memoria de Vidur Lacedemonio una vez que naciera, este parcial estaba en lugar de su principio nonato.

El principal chorro de desaceleración había concluido, y la gravedad estaba sólo en dos o tres g, así que los Lacedemonio pudieron manifestarse en cuerpos físicos en el puente.

Vidur Lacedemonio usaba un revestimiento de nanomaquinaria negra, muy parecido al revestimiento interior de Faetón. Ese revestimiento estaba entrecruzado de varillas de formulación verticales, para asistir a las diversas Mentes Lobunas Taumaturgas que Vidur almacenaba en compartimientos inferiores de su mente; el revestimiento contenía un generador de paramateria y un conjunto de plantillas, para permitir que Vidur materializara toda prenda o equipo adicional que pudiera requerir.

Témer Lacedemonio era un Gris Oscuro y observaba la tradición tanto como un Gris Plata; pero sus tradiciones eran extrañas y sombrías para Faetón. No aparecía como un inglés de la Segunda Era, como habría hecho un Gris Plata. En cambio, usaba un uniforme de policía de fines de la Sexta Era, un simbionte que había crecido en las células de su piel, pero que le dejaba libres las manos y la cabeza. Este simbionte mantenía a Témer abrigado y alimentado, protegido del shock de aceleración o la pérdida de sangre. Ante un impacto, se endurecía como un blindaje; los tejidos reflectivos se hacían visibles cuando la energía o luz láser ambiental bañaba la superficie del simbionte.

El simbionte se llamaba Mimmur y tenía diez mil años, pues Orfeo le había otorgado la inmortalidad para conmemorar al abuelo de Témer, Pausanias, que había usado a Mimmur durante las acciones policiales de Control de Disturbios de la Sexta Era que le habían costado la vida. El uniforme era gris oscuro.

Enfundado en su cinturón llevaba un bastón de energía variable, cuya lustrosa empuñadura estaba ennegrecida por el tiempo. Este arma se llamaba Creador de Viudas, y era aún más antigua que el uniforme.

En los circuitos del arma, el nuevo Colegio había preparado las múltiples simulaciones de cada muerte, todo el dolor, pérdida y pesadumbre de las viudas, huérfanos e identidades perdidas que muchos habrían sufrido por mucho tiempo si Jenofonte o sus agentes hubieran logrado usar la
Fénix Exultante
para atacar una indefensa Ecumene Dorada durante la Trascendencia. Témer llevaba varios purgatorios de dolor consigo, de modo que cuando Jenofonte fuera apresado, podría matarlo no una sino muchas veces, tantas como hubiera matado a sus víctimas, si sus planes hubieran triunfado.

Al ver a un hombre civilizado portando esa mortífera antigualla. Faetón recordó a Atkins, y el hábito del viejo soldado de llevar una espada ceremonial. Aún embelesado por visiones de la Trascendencia, Faetón no se sorprendió de hallar cuán normal le parecía lo que veía. Le asombró no asombrarse.

—Cuando el nuevo Colegio esté formado —dijo Vidur—, te aplaudirá por esta donación de tu tiempo, y el uso de tu nave.

Faetón sonrió, y envió la sonrisa a los canales de la nave, para que los dos guardianes pudieran verla a través de su visor.

—Caballeros, me siento honrado, pero lo cierto es que, para bien o para mal, estaré fuera del alcance del aplauso y la censura del Colegio de Exhortadores dentro de muy poco tiempo. Planeo regresar sólo una vez más a la Tierra, para terminar de reaprovisionarme, y para recoger tripulantes.

—Aún eres joven. Faetón —dijo Témer—. Con el tiempo, regresarás de tus viajes estelares, o la civilización humana te alcanzará con naves aún no construidas, de diseños aún no soñados. Quizá se necesiten mil, diez mil o cien mil años; pero tú y yo volveremos a encontramos. No serás el único en viajar entre las estrellas, te lo aseguro.

Faetón vio que Vidur sonreía ante el comentario de Temer. El joven Faetón supuso que para un hombre que aún no había nacido del todo, la diferencia entre un sujeto de cuatro mil años y uno de once mil no parecía tan grande.

—Nos aproximamos a la presunta fuente de las señales de partículas fantasma —dijo la mente de la nave.

Diomedes no estaba físicamente presente, pero proyectó su imagen desde el espacio mental donde vivía a los filtros sensoriales de los hombres del puente. Siendo miembro colateral de los Gris Plata, Diomedes hizo que su imagen entrara por la cámara estanca y arrojara sombra, dio ecos a sus pisadas y la hizo caminar por todo el puente para aproximarse a los tres hombres, en vez de hacer que su autoímagen surgiera de pronto. La imagen estaba vestida con la ropa normal de los Gris Plata, chaqueta, corbata, chaleco, zapatos.

—Hice una segunda copia de mí —dijo Diomedes—, así podré participar en la Trascendencia mientras te ayudo aquí, capitán. ¿Puedo llamarte capitán?

—Por cierto —dijo Faetón—. Pero no recibirás tu paga hasta firmar mis artículos.

—Sea como fuere; mi «hermano mayor», todavía en Trascendencia, ha hecho un análisis más exhaustivo que yo. Claro que tuvo ayuda. La Mente Marciana inventó nuevas herramientas analíticas para registrar los datos...

—¿Confirma nuestros resultados? —preguntó Faetón.

—En efecto. Las partículas fantasma de este punto del espacio son rotadas hacia la virtualidad, transmitidas a receptores variables de Tritón y Nereida, y rotadas de vuelta a la realidad. Jenofonte estaba conectado con la Duma neptuniana cuando la Duma entró en la Trascendencia.

—¿Jenofonte todavía está allí? —preguntó Faetón—. ¿En la Trascendencia?

—Mi hermano mayor y yo así lo creemos. Mira.

Los espejos del puente despertaron. La mayoría permanecieron en blanco: el calor y la materia, la energía electromagnética, eran iguales que el trasfondo normal del espacio. Pero el proyector de partículas fantasma que estaba a bordo de la
Fénix Exultante
recibía pulsaciones de ondas semi-inexistentes desde una superficie que estaba a menos de una UA. Una técnica de imagen repetida permitió que una imagen sombría se formara en un espejo.

Una celda de ermitaño cubierta con equipo antidetección flotaba en el espacio, oculta dentro de una esfera de hielo de un kilómetro de diámetro, la cabeza de un cometa.

El equipo detectó un proyector de partículas fantasma, quizá de sólo varios metros de diámetro, intercambiando señales con un transpondedor de las cercanías de Neptuno.

Vidur frunció el ceño.

—Conque Jenofonte ya ha visto los próximos diez mil años de nuestros planes y objetivos, evaluado nuestra fuerza, contado nuestros efectivos.

—La desventaja de vivir en una sociedad libre y abierta —dijo Témer—. Nos hemos olvidado de cómo cerrar la puerta con llave.

—Uno —dijo Diomedes, alzando un dedo—. Nuestros efectivos consisten en un solo soldado. No se necesita un sofotec para hacer la cuenta.

—Si uno fuera igual a uno en la matemática de estos cisnes de Cygnus —dijo Faetón—, tendríamos menos problemas con ellos.

—La Trascendencia no predijo que los silentes pudieran mantener una guerra a gran escala con nosotros durante un tiempo prolongado —dijo Diomedes—. Al menos, lo que una entidad para la cual mil años son apenas un día considera un tiempo prolongado...

Vidur habló con la certidumbre propia de los muy jóvenes:

—Nuestras predicciones son indebidamente optimistas, estoy seguro, e hicieron sonreír al espía.

—Sonreiría tanto si nuestras predicciones sobrestimaran la fuerza de la Ecumene Silente como si la subestimaran —dijo Témer.

—Debe de haber visto esta nave, aun a esta distancia —dijo Faetón—. Es enorme y llamativa, y nuestra popa apunta hacia él mientras desaceleramos. ¿Qué está pensando? ¿Esto es una trampa?

—Supongamos que tuviera una nave para escapar —dijo Témer—. La
Fénix
podría alcanzar cualquier cosa en el espacio. ¿Y cuan lejos podría ir? Creo que está ahorrando combustible. Lo atraparemos de cualquier modo.

Diomedes miró a Faetón, y alzó una mano para ocultar un discreto carraspeo. Era una tradición Gris Plata que indicaba el deseo de una conversación privada.

Faetón enlazó su filtro sensorial con el de Diomedes. Un solario imaginario apareció alrededor de ellos. No tenía la habitual atención Gris Plata al detalle. En vez de una escena de jardín inglés, en las ventanas orientales del porche apareció una imagen de Faetón en su trono, continuando una conversación con Vidur y Témer, de modo que los dos hombres pudieran seguir lo que sucedía en la realidad externa.

—Pareces preocupado, amigo mío —dijo Diomedes.

Faetón se sirvió una imaginaria taza de té. Bebió, mirando melancólicamente a poca distancia.

—Ojalá pudiera recordar qué pensé durante la Trascendencia —dijo—. Mi cuerpo, actuando casi por su cuenta, envió la
Fénix Exultante
hacia aquí. En aquel momento parecía una buena idea.

—No hay misterio —dijo Diomedes—. La Ecumene Dorada tiene un solo proyector de partículas fantasma en operaciones. Y está a bordo de esta nave.

—¿Atkins está a bordo?

—Debe estar.

—El cerebro de la nave todavía está medio dormido. Ni siquiera sé qué está pasando.

Diomedes se inclinó sobre la mesa y palmeó amigablemente el brazo de Faetón.

—¡No te preocupes tanto! Una vez que haya concluido la Trascendencia y todos regresen a su estado normal, se restaurarán las líneas de comunicaciones, los registros se pondrán en orden. Entretanto, ¡mira los hermosos dones que hemos recibido! Ahora tienes algo semejante a los compartimientos cerebrales múltiples y paralelos de Helión, pero sin pérdida de velocidad; yo tengo un mecanismo para interpretar intuiciones de tipo Taumaturgo usando una subrutina. ¿Ves qué intuitivo estoy últimamente? —Se echó hacia atrás e inspeccionó a su amigo—. Y mi intuición me dice que sigues preocupado.

Faetón suspiró.

—Me estoy cansando de actuar siempre con fe ciega. Cuando no tengo lagunas en mi memoria, tengo lagunas en mi conocimiento. Siempre estoy forzado a confiar en que mi viejo yo, o algún sofotec, haya resuelto los detalles de lo que voy a hacer, y haya arreglado todo para que salga bien. Es una conducta pueril, y estoy harto de ser un niño.

Diomedes arrugó los ojos en una sonrisa.

—¿Tan impaciente estás por dejar esta utopía?

—Nunca fue una utopía. Es un buen sistema, quizás el mejor. Pero en la realidad todo tiene un precio. El precio de vivir en un sistema con superintelectos gigantescos y benévolos es que tienes que vivir como yo he vivido. A ciegas.

Ajustó una ventana del solarlo para tener una vista de las estrellas cercanas. Relucían como gemas en la oscuridad aterciopelada.

—Añoro la soledad de los espacios vacíos, Diomedes. Allí, finalmente, estaré por mi cuenta. Si caigo, la culpa será mía, y sólo mía.

—¿Debo entender que aún falta algo en tu vida?

—Todavía hay una laguna en mi memoria. Falta un período de dos semanas de hace setenta años; ni siquiera Radamanto lo tiene registrado. Visité una colonia de puristas que vivían al este de la mansión Estrella Vespertina. El registro muestra que envié una cápsula a la Tierra, al enclave donde nació la Dafne original. Los datos telemétricos indican que quizá hubiera material biológico a bordo. Dos semanas. Es un vacío. Ni siquiera la Trascendencia logró llenar ese vacío. Yo estaba a bordo e interrumpí todas las comunicaciones.

—¿Y la cápsula? ¿No hay funcionarios médicos ni servicios de inspección en la Tierra?

—No somos neptunianos, mi buen Diomedes. ¿Quién sería tan grosero como para abrir la cápsula privada de otro? Supongo que los puristas pudieron haber contratado a los inspectores que desearan para examinar sus paquetes; pero los puristas no conservan registros enlazados al sistema.

Diomedes envió un archivo donde enumeraba los paralelismos entre los puristas y los eremitas que vivían más allá de Neptuno. Ninguno de ambos grupos entraba en enlaces mentales de ninguna clase, ni siquiera la Trascendencia. Mientras el resto de la civilización festejaba, ellos permanecían en sus granjas y casas azules.

—Tendemos a pensar que los sofotecs lo saben todo —dijo Diomedes—. Pero no saben aquello que no saben, ¿cierto?

Faetón miró la imagen de las estrellas cercanas y frunció el ceño.

—Pero nada tan importante pudo haber ocurrido en dos semanas, ¿verdad? —dijo Diomedes preocupadamente.

Entre tanto, en la conversación externa. Témer observaba pensativamente la cámara escondida en el témpano volante, mirando las lecturas acerca del volumen de información que circulaba entre la cámara y los transpondedores neptunianos.

—Hay alguien vivo ahí —dijo Témer—. Es demasiado volumen de información para tratarse de un proceso automático. Ésta es una mente que participa en la Trascendencia. Quizá no repare en nosotros porque está sumido en las visiones.

—Alguien está con vida, si, o alguien quedó atrás —dijo Faetón.

—¿Dudas de la historia contada por Jenofonte? —preguntó Témer—, ¿Que el silente se irradió aquí a través del abismo del espacio, y fue recibido por radioastrónomos neptunianos?

—Todo lo que dicen los cisnes termina por ser mentira —dijo Faetón—. ¿Por qué no mentirían también en esto?

—¿Crees que hay una nave como la tuya? ¿Una
Fénix Silente?

Faetón sacudió la cabeza.

—Peor. Podría haber una nave mejor que la mía. La máquina Nada se albergaba en los gránulos de superficie del horizonte de sucesos de un agujero negro microscópico. Imagina una versión más grande de la misma cosa, acelerada hasta alcanzar casi la velocidad de la luz. ¿Qué blindaje necesita, salvo su propio horizonte de sucesos? Toda partícula contra la que chocara seria absorbida. Por muy masivo que fuera el agujero negro, las fuentes de singularidad de Cygnus X-1 habrían suministrado la energía para acelerarlo. ¿Cómo podrían nuestros astrónomos detectar semejante cosa en vuelo? Absorbería toda la luz.

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