La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (24 page)

Peter sabía que Elizabeth iba al día siguiente, era su enfermera y lo visitaba una vez a la semana, a veces más. La conocía lo bastante bien para estar convencidísimo de que le ayudaría a mantener al chico con vida y que no diría nada.

«Llegó al día siguiente a media mañana. La recibí al lado de la puerta y le dije que tenía un problema dentro y si no le importaba que nos quedáramos fuera. Entendió lo que intentaba decirle, hizo un gesto con la cabeza y entró. Apretó la mandíbula cuando se arrodilló en el suelo al lado de Lud; olía muy mal, pero se puso a trabajar. Le cortó la ropa y la quemó. Lo bañó, le lavó el pelo con jabón a la brea. Hicimos un poco de alboroto y nos reímos, si puedes creerlo. Eso, o el agua fría, despertó un poco al chico. Puso cara de asustado, hasta que vio quiénes éramos. Elizabeth le siguió hablando bajito, aunque él no entendía ni una palabra de lo que decía, pero se calmó. Lo llevamos a mi habitación, no podíamos dejarlo en la cocina, los vecinos podrían verlo. Bueno, Elizabeth lo cuidó. No teníamos ningún medicamento, pero ella tenía huesos para el caldo y pan conseguido en el mercado negro. Yo tenía huevos, y poco a poco, día a día, recuperó sus fuerzas. Dormía mucho. A veces Elizabeth tenía que venir cuando ya había oscurecido, pero antes del toque de queda. No era bueno que la vieran muy a menudo por mi casa. La gente se chivaba de sus vecinos, sabes, para conseguir favores o comida de los alemanes.

»Pero alguien se dio cuenta y se chivó, todavía no sé quién fue. Se lo dijeron a los
Feldpolizei
(la tapadera de la Gestapo), y vinieron aquel martes. Elizabeth había traído algo de pollo y estofado, y estaba dando de comer a Lud. Yo estaba sentado a su lado.

»Rodearon la casa, todo estaba en calma hasta que irrumpieron dentro. Nos cogieron, con todas las de la ley. Nos arrestaron aquella noche a todos nosotros y Dios sabe lo que le hicieron a aquel chico. No hubo ningún juicio, y al día siguiente nos metieron en un barco hacia St. Malo. Ésa fue la última vez que vi a Elizabeth, entrando en el barco, acompañada de uno de los oficiales de prisiones. Parecía muy fría. Luego, cuando llegamos a Francia, ya no la vi, y no supe adónde la habían enviado. A mí me llevaron a la prisión federal de Coutance, pero no supieron qué hacer con un prisionero en silla de ruedas, así que después de una semana me mandaron de vuelta a casa. Me dijeron que tenía que estar agradecido de su indulgencia.»

Peter sabía que Elizabeth dejaba a Kit con Amelia siempre que iba a su casa. Nadie sabía que Elizabeth estaba ayudando al trabajador Todt. Él cree que le decía a la gente que tenía guardia en el hospital.

Esto es lo estrictamente esencial, Sidney, pero Peter me preguntó si iría otra vez. Le dije que sí, que me encantaría, y me dijo que no hacía falta que llevara coñac. Que le gustaría ver alguna revista con fotos, si tengo alguna. Quiere saber quién es Rita Hayworth.

Besos,

JULIET

De Dawsey a Juliet

27 de julio de 1946

Querida Juliet:

Pronto será la hora de recoger a Remy en el hospicio, pero como aún tengo unos minutos, aprovecho para escribirte.

Remy se ve más fuerte ahora que el mes pasado, pero todavía está muy débil. La hermana Touvier me llevó a un lado para informarme de que debía ocuparme de que comiera suficiente, de que no cogiera frío y de que no se alterara por nada. Tenía que estar en compañía de gente, gente alegre, a ser posible.

No tengo ni la menor duda de que Remy se alimentará bien y de que Amelia se ocupará de que no coja frío, pero ¿cómo voy a animarla? Hacer bromas no forma parte de mi carácter. No supe qué decirle a la hermana, así que simplemente asentí con la cabeza e intenté parecer jovial. Creo que no lo conseguí, porque la hermana me echó una dura mirada.

Haré lo que pueda, pero tú, con tu carácter alegre y tu buen humor, serás mejor compañía para Remy que yo. No tengo ninguna duda de que se adaptará muy bien a ti, igual que hemos hecho todos nosotros estos últimos meses, y que le serás muy beneficiosa.

Dale un abrazo y un beso a Kit de mi parte. Os veré el martes.

DAWSEY

De Juliet a Sophie

29 de julio de 1946

Querida Sophie:

Por favor, olvida todo lo que te he dicho sobre Dawsey Adams.

Soy una idiota.

Acabo de recibir una carta suya elogiando las cualidades médicas de mi «carácter alegre y mi buen humor».

¿Carácter alegre? ¿Buen humor? Nunca me he sentido tan insultada. Una payasa que se ríe socarronamente, eso es lo que soy para Dawsey.

También me siento humillada; mientras yo me sentí atraída por él cuando paseamos a la luz de la luna, él estaba pensando en Remy y en cómo mi cháchara ligera la divertiría.

Está claro que vivía engañada y que a Dawsey le importo un comino.

Estoy demasiado enfadada para seguir escribiendo.

Con todo mi cariño,

JULIET

De Juliet a Sidney

1 de agosto de 1946

Querido Sidney:

Remy está aquí por fin. Es menuda y delgadísima, morena, tiene el pelo corto y los ojos casi negros. Me había imaginado que estaría mal, pero no, excepto porque cojea un poco, pero es una mera indecisión al andar, y porque mueve el cuello con rigidez.

Vaya, no la he dejado muy bien, pero parece una persona muy fuerte. No es fría ni antipática, pero parece desconfiar de la espontaneidad. Supongo que si yo hubiera pasado por lo que ha pasado ella, estaría igual, un poco alejada de la vida cotidiana.

Pero no es así cuando está con Kit. Al principio, parecía que prefería seguirla con los ojos que hablar con ella, pero eso cambió cuando Kit se ofreció a enseñarle a cecear. Remy puso cara de asustada, ¿y quién no?, pero aceptó recibir las lecciones y se fueron juntas al invernadero de Amelia. Le cuesta cecear debido a su acento, pero Kit no se lo tiene en cuenta y generosamente le ha dado unos consejos extra.

Amelia organizó una pequeña cena el día que llegó Remy. Todo el mundo desplegó sus mejores modales. Isola llegó con una botella grande de tónico estimulante bajo el brazo, pero en cuanto vio a Remy se lo pensó mejor. «Podría matarla», me dijo entre dientes en la cocina, y se la metió en el bolsillo del abrigo. Eli le dio la mano nerviosamente y luego se apartó, creo que tuvo miedo de hacerle daño sin querer. Me alegré al ver que Remy se sentía cómoda con Amelia, las dos disfrutaron de la compañía una de la otra, pero Dawsey es su favorito. Cuando él entró en la sala de estar, un poco más tarde que los demás, ella se relajó visiblemente e incluso le sonrió.

Ayer fue un día frío y de niebla, pero Remy, Kit y yo hicimos un castillo de arena en la pequeña playa de Elizabeth. Nos pasamos mucho rato construyéndolo, pero nos salió perfecto. Yo había preparado un termo de cacao y nos sentamos a beber y a esperar con impaciencia a que subiera la marea y tirara abajo el castillo.

Kit corría de un lado a otro por la orilla, deseando que el agua llegara más lejos y más rápido. Remy me tocó el hombro y sonrió. «Elizabeth debió ser así —dijo—, la emperatriz de los mares.» Sentí como si me hubiera hecho un regalo, aun siendo un gesto tan pequeño, un detalle lleno de confianza, y me alegré de que se sintiera a gusto conmigo.

Mientras Kit bailaba en las olas, Remy me habló de Elizabeth. En el campo, había intentado mantenerse al margen, conservar la fuerza que le quedaba y volver a Guernsey tan pronto como fuera posible, cuando la guerra terminara. «Pensábamos que sería posible. Sabíamos lo de la invasión, veíamos los bombarderos aliados sobrevolar el campo. Sabíamos lo que estaba pasando en Berlín. Los guardias no podían disimular su miedo. Todas las noches, nos tumbábamos sin poder dormir, esperando oír los tanques aliados en la puerta. Susurrábamos que podríamos ser libres al día siguiente. No pensábamos que podríamos morir.»

No había nada más que decir después de eso, aunque yo pensaba, si Elizabeth hubiera aguantado tan sólo unas semanas más, podría haber vuelto junto a Kit. ¿Por qué?, ¿por qué tan cerca del final tuvo que atacar a la capataz?

Remy observaba cómo el mar venía y se iba. Luego dijo: «Habría sido mejor para ella no tener ese corazón».

Sí, pero peor para el resto de nosotros.

Entonces subió la marea: alegría, gritos y ya no hubo castillo.

Un beso,

JULIET

De Isola a Sidney

1 de agosto de 1946

Querido Sidney:

Soy la nueva secretaria de la Sociedad Literaria y el Pastel de Piel de Patata de Guernsey. Pensé que te gustaría ver una muestra de mis primeras notas, sabiendo que estás interesado en todo lo que le interesa a Juliet. Aquí va:

30 de julio, 1946, 19:30 horas

Noche fría. Mar revuelto. Will Thisbee es el portavoz. La casa está limpia, pero las cortinas necesitan un lavado.

La señora de Winslow Daubbs lee un capítulo de su autobiografía,
Vida y amores de Delilah Daubbs
. El público está atento, pero después se hace el silencio. Excepto por Winslow, que quiere el divorcio.

Todos pasamos vergüenza, así que Juliet y Amelia sirvieron el postre que habían hecho antes, un precioso pastel, en platos de auténtica porcelana, que normalmente no usamos.

La señorita Minor salió entonces diciendo que si ahora íbamos a empezar a ser nosotros mismos los autores, ¿podía leer un fragmento de un libro suyo? El texto se llama
El libro del día a día de Mary Margaret Minor
.

Ya sabemos todos lo que piensa Mary Margaret de las cosas, pero dijimos: «De acuerdo», porque nos gusta Mary Margaret. Will Thisbee se atrevió a decir que quizá Mary Margaret abreviaría un poco al escribir, cosas que nunca hacía hablando, así que no era tan mala idea.

Dije que la semana siguiente teníamos una reunión especialmente convocada, para no tener que esperar más para hablar de Jane Austen. ¡Dawsey me apoyó! Todos pronunciaron: «De acuerdo». Se levanta la sesión.

La señorita Isola Pribby, Secretaria Oficial de la

Sociedad Literaria y el Pastel de Piel

de Patata de Guernsey

Ahora que soy secretaria oficial, podría tomarte juramento para que fueras miembro, si quisieras. Va en contra de las reglas, porque no eres isleño, pero podría hacerlo en secreto.

Tu amiga,

ISOLA

De Juliet a Sidney

3 de agosto de 1946

Querido Sidney:

Alguien, y no me imagino quién, le ha mandado a Isola un regalo de Stephens & Stark. Fue publicado a mediados del siglo XIX y se titula
El nuevo libro ilustrado de Frenología y Psiquiatría: con tablas de tamaños y formas y más de cien ilustraciones
. Por si esto no fuera poco, tiene un subtítulo:
Frenología. La ciencia de interpretar la configuración externa del cráneo
.

Eben, Kit y yo, Dawsey, Isola, Will, Amelia y Remy quedamos para cenar ayer por la noche. Isola llegó con tablas, bocetos, papel milimetrado, una cinta métrica, un calibrador y una libreta nueva. Luego carraspeó y leyó el aviso de la primera página: «¡Usted también puede aprender cómo interpretar la configuración externa del cráneo! Sorprenda a sus amigos, desconcierte a sus enemigos con su incuestionable conocimiento de sus facultades humanas o la falta de ellas».

Golpeó la mesa con el libro. «Voy a convertirme en una experta —anunció— para la Fiesta de la Cosecha.»

Le ha dicho al sacerdote Elstone que no se volverá a arreglar con chales ni intentará leer las manos. No, de ahora en adelante verá el futuro de forma científica, ¡leyendo la forma del cráneo! La iglesia hará muchísimo más dinero con eso que con la señorita Sybil Beddoes y su paradita «Gane un beso de Sybil Beddoes».

Will le dijo que tenía toda la razón del mundo; la señorita Beddoes no daba buenos besos y que él, sin ir más lejos, ya estaba cansado de besarla, aunque sólo fuera por una obra benéfica.

Sidney, ¿te das cuenta de lo que has desatado en Guernsey? Isola le ha leído la cabeza al señor Singleton (tiene una parada en el mercado al lado de la suya) y le dijo que el Bulto del Amor a los Animales tenía una zanja poco profunda justo en el medio, y que probablemente por eso no alimentaba lo suficiente a su perro.

¿Sabes dónde nos puede llevar esto? Algún día encontrará a alguien con un Nódulo de Asesino en Potencia, y él le disparará, si la señorita Beddoes no lo hace primero.

Aunque de tu regalo surgió algo maravilloso e inesperado. Después de los postres, Isola empezó a leer la cabeza de Eben, mientras me dictaba las medidas a mí, para que las fuera anotando. Le eché un vistazo a Remy, preguntándome qué pensaba al ver los pelos de punta, mientras Isola hurgaba en ellos. Remy estaba tratando de aguantarse la risa, pero no lo consiguió y soltó una carcajada. ¡Dawsey y yo nos quedamos de piedra!

Es tan callada que ninguno de nosotros podía esperar una carcajada así. Fue como agua. Espero volver a oírla otra vez.

Cuando estamos juntos, Dawsey y yo ya no estamos como antes, aunque sigue viniendo a menudo a visitar a Kit, o viene a vernos paseando con Remy. Cuando oímos a Remy reír fue la primera vez que cruzamos la vista en quince días. Pero quizá sólo estaba admirando cómo mi carácter alegre se le había contagiado a ella. Según ciertas personas, Sidney, se ve que tengo un carácter risueño. ¿Lo sabías?

Billee Bee le ha enviado un ejemplar de la revista
Screen Gems
a Peter. Había un reportaje con fotos de Rita Hayworth. A Peter le encantó, aunque le sorprendió ver posar a la señorita Hayworth ¡en camisón! y ¡arrodillada en una cama! ¿Adónde vamos a ir a parar?

Sidney, ¿Billee Bee no está cansada de hacerme recados?

Un beso,

JULIET

De Susan Scott a Juliet

5 de agosto de 1946

Querida Juliet:

Ya sabes que Sidney no guarda tus cartas cerca de su corazón; las deja abiertas sobre la mesa donde cualquiera puede verlas, así que, claro, las leo.

Te escribo para tranquilizarte sobre los recados de Billee Bee. Sidney no se los pide. Ella se ofrece para hacer cualquier servicio por pequeño que sea, para él, o para ti, o para «aquella niña tan mona». Os adora. Lleva un gorrito de angora con un lazo en la barbilla como el que llevaba Sonja Henie cuando patinaba. ¿Hace falta que diga más?

Además, al contrario de lo que piense Sidney, no es un ángel caído del cielo, sino de una agencia de colocación. O sea, temporal, se ha atrincherado allí, y ahora es imprescindible y fija. ¿Sabes si hay algún animal que a Kit le gustaría tener de las islas Galápagos? Billee Bee zarparía con la próxima marea alta para conseguirlo, y estaría fuera durante meses. A lo mejor para siempre, si algún animal de allí se la comiera.

Other books

A Place Called Freedom by Ken Follett
The Tyrant by Patricia Veryan
The Smart One by Jennifer Close
The Laughing Gorilla by Robert Graysmith
Loyalty by Ingrid Thoft
Sophie's Choice by William Styron
The Bubble Boy by Stewart Foster
Action and Consequence by S P Cawkwell
Still Waters by Rebecca Addison
Silk Over Razor Blades by Ileandra Young


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024