La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (21 page)

Remy está sola en el mundo. Su padre murió antes de la guerra. En 1943, a su madre la mandaron a Drancy por esconder a enemigos del gobierno y murió más adelante en Auschwitz. Los dos hermanos de Remy están desaparecidos. Creyó ver a uno de ellos en una estación de tren alemana mientras iba camino a Ravensbrück, pero no se giró cuando ella lo llamó. Al otro no lo ha visto desde 1941. Cree que los dos también deben de haber muerto. Me alegré de que Dawsey tuviera el coraje de hacerle preguntas; Remy parecía aliviada al hablar de su familia.

Finalmente saqué el tema de que viniera una temporada conmigo a Guernsey. Se volvió otra vez reservada y dijo que muy pronto iba a irse del hospicio. El gobierno francés está ofreciendo pensiones a los supervivientes de los campos de concentración, por el tiempo perdido en los campos, por las heridas permanentes y como reconocimiento del sufrimiento. Igualmente dan una pequeña retribución a aquellos que quieran reanudar sus estudios.

Además de la retribución del gobierno, la Asociación Nacional de Antiguos Deportados de la Resistencia ayudará a Remy a pagar el alquiler de una habitación o de un piso compartido con otros supervivientes, así que ha decidido irse a París y buscar una panadería donde trabajar de aprendiza.

Se mantuvo firme en sus planes, así que dejé el tema, pero no creo que Dawsey esté dispuesto a hacerlo. Él cree que hacernos cargo de Remy es un deber moral que le debemos a Elizabeth. Quizá tenga razón, o puede que simplemente sea una manera de aliviar nuestra sensación de impotencia. En cualquier caso, ya ha decidido volver mañana y llevarse a Remy a dar un paseo por el canal y visitar una
pâtisserie
que vio en Louviers. A veces me pregunto qué ha pasado con nuestro tímido Dawsey.

Me encuentro bien, aunque a veces me siento cansada; quizás es por haber visto a mi querida Normandía tan devastada. Tengo ganas de volver a casa, cariño.

Un beso para ti y para Kit,

AMELIA

De Juliet a Sidney

28 de junio de 1946

Querido Sidney:

Qué regalo más inspirado le mandaste a Kit, unos zapatos de claqué de satén rojo cubiertos de lentejuelas. ¿Dónde diablos los encontraste? ¿Dónde están los míos?

Amelia se siente muy cansada desde que ha vuelto de Francia, así que es mejor que Kit se quede conmigo, sobre todo si al final Remy decide venir a casa de Amelia cuando salga del hospicio. A Kit parece que también le gusta la idea, menos mal. Kit ya sabe que su madre está muerta. Se lo dijo Dawsey. No estoy muy segura de cómo se siente. No ha dicho nada y yo no quiero presionarla. Intento no meterme demasiado, tratarla de manera especial. Después de que mi madre y mi padre murieran, la cocinera del reverendo Simpless me traía enormes trozos de pastel y luego se quedaba allí de pie, mirándome con cara triste, mientras yo intentaba tragar. La odié por pensar que aquel pastel podría compensarme de alguna manera la pérdida de mis padres. Claro que yo tenía doce años y Kit tan sólo tiene cuatro; seguramente a ella le gustaría un trozo extra de pastel, pero tú ya me entiendes.

Sidney, tengo un problema con el libro. Tengo muchos de los datos de los documentos de los Estados y un montón de entrevistas personales para empezar la historia de la Ocupación, pero no logro juntarlas en una estructura que me guste. De manera cronológica resulta demasiado aburrido. ¿Recojo las páginas y te las mando? Necesitan una mirada más crítica e impersonal que la mía. ¿Tienes tiempo de echarles un vistazo o todavía vas muy retrasado por el viaje a Australia?

Si es así, no te preocupes, sigo trabajando y quizás aún se me ocurra algo brillante.

Un beso,

JULIET

P.D. Gracias por el encantador recorte de Mark bailando con Ursula Fent. Si tu intención era provocarme un ataque de celos, has fallado. Sobre todo porque Mark ya había llamado para contarme que Ursula le sigue por ahí como una sabuesa babosa. ¿Te das cuenta?, los dos tenéis algo en común: queréis que me sienta fatal. ¿Por qué no fundáis un club?

De Sidney a Juliet

1 de julio de 1946

Querida Juliet:

No empaquetes tus papeles, quiero ir yo mismo a Guernsey. ¿Este fin de semana te va bien?

Quiero verte a ti, a Kit y a Guernsey, en ese orden. No tengo intención de sentarme a leer tus páginas mientras tú caminas arriba y abajo delante de mí. Me llevaré el original a Londres.

Puedo llegar el viernes en el avión de las cinco de la tarde y quedarme hasta la noche del lunes. ¿Puedes reservarme una habitación en un hotel? ¿Puedes también organizar una pequeña cena? Quiero conocer a Eben, Isola, Dawsey y Amelia. Yo llevaré el vino.

Un abrazo,

SIDNEY

De Juliet a Sidney

Miércoles

Querido Sidney:

¡Genial! Isola no quiere oír hablar de que te quedes en un hotel (ha dicho algo de chinches). Quiere que te quedes en su casa y necesita saber si te molestan los ruidos al amanecer. Es cuando Ariel, la cabra, se levanta. Zenobia, el loro, se despierta más tarde.

Dawsey y yo te iremos a buscar con la furgoneta al aeródromo. Qué ganas de que llegue el viernes.

Un abrazo,

JULIET

De Isola a Juliet (dejada bajo la puerta de Juliet)

Viernes, casi al amanecer

Cariño, no puedo detenerme, debo darme prisa en ir a la parada del mercado. Me alegro de que tu amigo se quede conmigo. Le he puesto ramitas de lavanda en las sábanas. ¿Quieres que le ponga en el café alguno de mis elixires? Hazme una señal con la cabeza en el mercado y sabré el que quieres.

Besos.

ISOLA

De Sidney a Sophie

6 de julio de 1946

Querida Sophie:

Por fin estoy en Guernsey con Juliet y estoy preparado para decirte tres o cuatro cosas de la docena que me pediste que averiguara.

La primera y más importante, Kit parece tenerle tanto cariño a Juliet como el que le tenemos tú y yo. Es una monada, alegre y afectuosa de un modo reservado (que no es tan contradictorio como parece), y se ríe con facilidad cuando está con uno de sus padres adoptivos de la Sociedad Literaria.

También es adorable, tiene unos mofletes redondetes, pelo rizado y ojos grandes. Te entran unas ganas locas de abrazarla, pero sería un desaire a su dignidad y no soy lo bastante valiente para intentarlo. Cuando ve a alguien que no le gusta, tiene una mirada que resecaría a Medea. Isola dice que se reserva para el cruel señor Smythe, que golpeó a su perro, y para la malvada señora Guilbert, que llamó a Juliet «metomentodo» y le dijo que debería volver a Londres, que es su lugar.

Te contaré una anécdota de Kit y Juliet juntas. Dawsey (hablaré de él más adelante) vino a recoger a Kit para ir a ver llegar la barca de pesca de Eben. Kit dijo adiós, salió volando, luego volvió a entrar rápidamente, corrió hacia Juliet, le levantó un poco la falda, le dio un beso en la rodilla y volvió a salir corriendo. Juliet se quedó atónita y luego, tan feliz como ni tú ni yo la hemos visto nunca.

Sé que piensas que Juliet parecía muy cansada, desinflada, cuando la viste el invierno pasado. No creo que puedas imaginarte lo terribles que pueden llegar a ser esas reuniones y entrevistas. Ahora está tan fuerte como un caballo y ha recuperado su antigua vitalidad. Tan llena, Sophie, que creo que no querrá volver a vivir en Londres nunca más, aunque ella todavía no lo sabe. El aire del mar, el sol, los campos verdes, las flores silvestres, el cielo y el océano siempre en constante cambio y, sobre todo, la gente parece haberla seducido para que deje su vida en la ciudad.

Veo que podrían conseguirlo fácilmente. Es un lugar muy cordial y acogedor. Isola es la clase de anfitriona que desearías encontrarte cuando vas al campo, pero que nunca encuentras. La primera mañana me despertó para que la ayudara a secar pétalos de rosa, hacer mantequilla, remover algo (Dios sabe qué) en una olla grande, darle de comer a Ariel e ir al puesto del pescado del mercado para comprarle una anguila. Todo eso, con Zenobia, el loro, en mi hombro.

Ahora, sobre Dawsey Adams. Le he inspeccionado, según las instrucciones. Me gusta lo que he visto. Es tranquilo, competente, digno de confianza (¡ay, no, parece que esté hablando de un perro!) y tiene sentido del humor. Resumiendo, es totalmente distinto a cualquier novio que haya tenido Juliet, lo cual es elogiable. No dijo mucho la primera vez que nos vimos, ni las otras veces, ahora que lo pienso, pero en cuanto entra en una habitación, todo el mundo parece tener una sensación de alivio. Yo nunca he causado ese efecto en nadie en toda mi vida, aunque no sé por qué. Juliet parece un poco nerviosa cuando está cerca (el silencio de él es un poco desalentador) y ayer, cuando vino a recoger a Kit, armó un verdadero desastre con el té. Pero Juliet siempre ha roto tazas de té, ¿recuerdas la que armó con la porcelana de casa?, así que eso quizá no sea significativo. En cuanto a él, la mira fijamente hasta que ella le mira, y entonces él aparta la mirada (espero que aprecies mis cualidades como observador).

Sí que puedo decirte algo sin lugar a dudas: le da mil vueltas a Mark Reynolds. Sé que piensas que soy poco razonable con Reynolds, pero tú no lo conoces. Es todo encanto y consigue siempre lo que quiere. Es uno de los pocos principios que tiene. Quiere tener a Juliet porque es guapa e «intelectual» al mismo tiempo, y cree que serían una pareja admirable. Si se casa con él, se pasará la vida yendo a teatros y a clubes, saliendo los fines de semana, sólo porque la querrá mostrar a la gente, y no volverá a escribir ningún libro. Como editor suyo, me siento consternado ante esta perspectiva, y como amigo, estoy horrorizado. Sería el fin de nuestra Juliet.

Es difícil decir si Juliet piensa en Reynolds, si es que lo hace. Le pregunté si lo echaba de menos y dijo: «¿A Mark? Supongo», como si se tratara de un familiar lejano y, además, no uno de sus preferidos. Yo estaría encantado de que lo olvidara por completo, pero no creo que él lo permita.

Volviendo a temas menores como la Ocupación y el libro de Juliet, esta tarde la acompañé a entrevistar a varios isleños. Las entrevistas fueron sobre el día de la liberación de Guernsey, el 8 de mayo del año pasado.

¡Vaya mañana debió de ser! Imagínate las multitudes alineadas en la bahía de St. Peter Port. Silencio, silencio absoluto, muchísima gente mirando los barcos de la Marina británica que estaban justo fuera del puerto. Después, cuando los soldados desembarcaron y entraron con paso firme en tierra, se armó la gorda. Abrazos, besos, lloros, gritos.

Muchos de los soldados que desembarcaron eran hombres de Guernsey. Hombres que no habían visto ni oído ni una palabra de sus familias desde hacía cinco años. Puedes imaginarte cómo deberían mirar al gentío en busca de miembros de la familia y la alegría que tuvieron al encontrarse.

El señor LeBrun, un cartero jubilado, nos contó la historia más insólita de todas. Algunos barcos británicos se despidieron de la flota en St. Peter Port y partieron hacia el puerto de St. Sampson, unos pocos kilómetros más al norte. La multitud se había reunido allí, esperando verlos pasar entre las barreras antitanques alemanas, y llegar a la playa. Cuando las puertas se abrieron, no salió una sección de soldados, sino un hombre solo, vestido como un auténtico Englishman con pantalones de rayas, chaqué, sombrero de copa, paraguas plegado y un ejemplar del
London Times
del día anterior en la mano. Se hizo un breve silencio antes de que se dieran cuenta de que se trataba de una broma y la multitud rugiera, abalanzándose hacia él. Le dieron palmadas en la espalda, le dieron besos, y cuatro hombres lo cargaron al hombro para pasearlo por la calle. Alguien gritó: «Noticias, noticias directamente de Londres», y ¡le quitó el
Times
de las manos! Fuera quien fuese aquel soldado, estuvo fenomenal y se merece una medalla.

Cuando salieron los demás soldados, llevaban bombones, naranjas, cigarrillos y bolsas de té para lanzar a la gente. El general de brigada Snow anunció que las comunicaciones con Inglaterra se estaban restableciendo y que pronto podrían hablar con los niños evacuados y familiares de Inglaterra. Los barcos también trajeron comida, toneladas de comida y ¡medicinas, queroseno, comida para los animales, ropa, telas, semillas y zapatos!

Debe de haber suficientes historias para escribir tres libros, es cuestión de hacer una selección. Pero no te preocupes si Juliet parece cansada de vez en cuando, es normal. Es una tarea enorme.

Ahora tengo que dejarte e ir a arreglarme para la cena que ha organizado Juliet. Isola se ha envuelto con tres chales y un elegante pañuelo de encaje, y yo quiero estar a su altura.

Besos a todos,

SIDNEY

De Juliet a Sophie

7 de julio de 1946

Querida Sophie:

Sólo cuatro líneas para decirte que Sidney está aquí y que ya podemos dejar de preocuparnos por él y su pierna. Está maravillosamente bien: bronceado, en forma y casi no cojea. De hecho, tiramos su bastón al mar (estoy segura de que ahora está a medio camino de Francia).

Ayer organizamos una pequeña fiesta para él. Cociné yo sola y se podía comer. Will Thisbee me dio el libro
Cocina para principiantes
. Era justo lo que necesitaba. El escritor presupone que no sabes nada de cocina y da consejos útiles: «cuando añada los huevos, rompa las cáscaras primero».

Sidney se lo está pasando muy bien en casa de Isola. Al parecer, ayer por la noche se quedaron hasta tarde hablando. Isola no es partidaria de las charlas cortas y cree que la mejor forma de romper el hielo es meterse de lleno en la conversación.

Le preguntó si estábamos prometidos. Y si no era así, ¿por qué? Era evidente para todos que nos adorábamos el uno al otro.

Sidney le dijo que efectivamente me adora, que siempre lo ha hecho y que siempre lo hará, pero que ambos sabemos que nunca nos podremos casar, pues él es homosexual.

Sidney me dijo que Isola no lanzó ninguna exclamación, ni se desmayó, ni siquiera parpadeó, sólo le miró y le preguntó: «¿Y Juliet lo sabe?».

Cuando le dijo que sí, que yo lo había sabido siempre, Isola se levantó, se inclinó, le dio un beso en la frente, y dijo: «Qué bien, igual que el querido Booker. No diré ni una palabra, puedes confiar en mí».

Luego se volvió a sentar y empezó a hablar sobre las obras de teatro de Oscar Wilde. ¿No eran buenísimas? Sophie, ¿no te habría gustado estar allí? A mí sí.

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